CASTIDAD
Etim. Lat�n, castus, moralmente puro, sin mancha.

Ver tambi�n:
Castidad en el Catecismo >>
La castidad es requerida por el Sexto Mandamiento >>
Castidad es la virtud opuesta a la lujuria >>

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Castidad + homosexualidad
Teolog�a del Cuerpo
chastity 

La castidad sin la caridad no tiene valor | �Hasta donde las caricias?
Ni�as: cuando visten a las ni�as de mujer


CASTIDAD EN BREVE:
Castidad es la virtud que gobierna y modera el deseo del placer sexual seg�n los principios de la fe y la raz�n. Por la castidad la persona adquiere dominio de su sexualidad y es capaz de integrarla en una sana personalidad, en la que el amor de Dios reina sobre todo. Por lo tanto no es una negaci�n de la sexualidad. Es un fruto del Esp�ritu Santo

La castidad consiste en el dominio de s�, en la capacidad de orientar el instinto sexual al servicio del amor y de integrarlo en el desarrollo de la persona.
- Sagrada
Congregaci�n para la educaci�n cat�lica: Pautas de educaci�n sexual, n� 18. Revista ECCLESIA, 2155 (24-XII-83)23

La castidad es una virtud necesaria en todos los estados de vida:
-Los casados > Castidad Conyugal.
-Los no casados que aspiran al matrimonio, la castidad requiere abstenci�n. Es una necesaria preparaci�n para lograr la madurez y la castidad en el matrimonio.
-Los que han decidido no casarse, renuncian plenamente a las relaciones sexuales a favor de la entrega de todas las energ�as y todo el amor a Cristo y su misi�n en la Iglesia.


La castidad ofrece la preparaci�n necesaria para cualquier vocaci�n: (sacerdocio, matrimonio, vida religiosa o vida de soltero).

-Supone esfuerzo que fortalece el caracter y la voluntad, dando posesi�n y dominio de s�. Es un entrenamiento para formar la personalidad en la generosidad y en el deber. Se puede entonces vivir en armon�a con Dios, sin tener miedo a sus mandatos que ahora se pueden cumplir. Armon�a con Dios a su vez hace posible la armon�a interior y con el pr�jimo. Esta armon�a es fuente de profunda paz y alegr�a.

-La castidad purifica el amor y lo eleva; es la mejor forma de comprender y, sobre todo, de valorar el amor.

-Aumenta la energ�a f�sica y moral; da mayor rendimiento en el deporte y en el estudio, y prepara para el amor conyugal.

-La castidad cristiana supone superaci�n del propio ego�smo, capacidad de sacrificio por el bien de los dem�s, nobleza y lealtad en el servicio y en el amor.

-Conferencia Episcopal Espa�ola: �sta es nuestra fe, 2�, III, 7, 2, 1, b. EDICE. Madrid, 1986.


-La castidad ayuda a ser idealistas; constantes en el trabajo y en el estudio.


Hay que entrenarse

Juan Pablo II a los j�venes

�Los que os hablan de un amor espont�neo y f�cil os enga�an. El amor seg�n Cristo es un camino dif�cil y exigente. El ser lo que Dios quiere, exige un paciente esfuerzo, una lucha contra nosotros mismos. Hay que llamar por su nombre al bien y al mal�. -Lourdes el 15 de agosto de 1983

��Quieres encerrarte en el c�rculo de tus instintos? En el hombre, a diferencia de los animales, el instinto no tiene derecho a tener la �ltima palabra�. -R�mini (Italia), agosto de 1985


Muchos quieren liberarse de la moral cat�lica que consideran represiva, y lo que hacen es caer en la esclavitud del pecado que degrada al hombre. El yugo de Cristo es suave y ligero, si se lleva con amor y voluntad corredentora. Cf. Mateo, 11,28ss

La sexualidad ha de ser vivida bajo el signo de la cruz y la redenci�n. Y desde esta perspectiva hab�a que interrogarse sobre el valor positivo de la abstinencia sexual durante el noviazgo .
-R. SIM�N: Una educaci�n sexual din�mica, Colof�n.  Ed. FAX. Madrid

En la vida hay que entrenarse.
Entrenarse es hacer un esfuerzo cuando no hace falta, para saber esforzarse cuando haga falta.
El que no sabe decir no cuando pudiera decir s�, no sabr� decir no cuando tenga que decir no.
El que no sabe privarse de lo l�cito por ensayo, no sabr� privarse de lo il�cito cuando sea necesario.
-EDUARDO ARCUSA, S.I.: Eternas Preguntas, VIII, 4. Ed. Balmes. Barcelona.

Si no vigilas tu imaginaci�n y tus pensamientos, es imposible que guardes castidad.
El apetito sexual es sobre todo ps�quico.
Si no se arrancan las ra�ces de la imaginaci�n es imposible contener las consecuencias en la carne.  Por eso es necesario saber dominar la imaginaci�n y los deseos.
El apetito sexual aumenta seg�n la atenci�n que se le preste. Como los perros que ladran cuando se les mira, y se callan si no se les hace caso.

La pureza no puede guardarse sin la mortificaci�n de los sentidos.
Quien no quiere renunciar a los incentivos de la sensual vida moderna, que exaltan la concupiscencia, es natural que sea v�ctima de tentaciones perturbadoras, y que la ca�da sea inevitable.

La pureza no se puede guardar a medias.
Con nuestras solas fuerzas, tampoco; pero con el auxilio de Dios, s�.
Quien -con la ayuda de Dios- se decide a luchar con todas sus fuerzas, vence seguro.
No es que muera la inclinaci�n, sino que ser� gobernada por las riendas de la raz�n.


La fuerza para lograr la castidad es Cristo

Cardenal Stafford
�Muchos de cuantos a�n est�n influenciados por las teor�as mecanicistas del siglo XIX piensan que las ense�anzas de la Iglesia sobre lo relativo a la virtud son horribles, y en particular rechazan sus ense�azas sobre las virtudes de la castidad y de la pureza. Se burlan de la observancia del sexto mandamiento como causa de perturbaciones emocionales, afirmando incluso que es repugnante y contraria a la naturaleza�.

El cardenal afirma que el Misterio Pascual de Cristo y el Bautismo de cada uno proporcionan la base y la motivaci�n para la pr�ctica de la virtud de la pureza y de todas las dem�s virtudes.

�San Pablo ense�� exactamente la misma norma cuando escribi�: �Por lo dem�s, hermanos, os rogamos y exhortamos en el Se�or Jes�s (...) a que viv�is para agradar a Dios, seg�n aprendisteis de nosotros, y a que progres�is m�s... Porque �sta es la voluntad de Dios: vuestra santificaci�n; que os alej�is de la fornicaci�n�(1 Ts 4, 1-3)�.

�En todo el Nuevo Testamento, la pr�ctica de la virtud estaba basada en la manifestaci�n del eskaton, esto es, en la obra de salvaci�n de Jes�s a trav�s de Su muerte y resurrecci�n

Santa Mar�a Goretti (m�rtir) percibi� que la pureza est� �ntimamente ligada a la dignidad del cuerpo humano. Era consciente de que la Iglesia ense�aba que el cuerpo deb�a resucitar glorioso. En uni�n con la Iglesia profesaba todos los domingos: �Creo en la resurrecci�n de la carne (del cuerpo)�. Dio testimonio de este misterio: que la Encarnaci�n y Resurrecci�n de Jes�s constituyen las verdaderas leyes de la naturaleza, de la carne y del f�sico�


Sobre la explotaci�n de la sexualidad
�La explotaci�n de la sexualidad por s� misma y sobre todo, con el �nico fin de conseguir la satisfacci�n sexual, es funesta, tanto para la vida individual como colectiva�
-Varios autores: Sexualidad y vida cristiana, 3�, VI. Ed. Sal Terrae. Santander, 1982.

Aunque los porn�cratas, para defender su negocio, dicen que la virginidad ha dejado de ser virtud y nos presentan la fornicaci�n, la homosexualidad y la masturbaci�n como cosas naturales, por encima de todas las palabras de los hombres est� la ley de Dios que nos se�ala lo que es bueno y lo que es malo.

Hoy se oyen con frecuencia palabras de menosprecio hacia la virginidad. Generalmente provienen de personas que la han perdido. Como en el cuento de la zorra y las uvas, es natural menospreciar lo que uno no es capaz de conseguir.  Pero las joyas no pierden valor porque haya personas que son incapaces de apreciarlas.

�Si hubi�ramos de responder ateni�ndonos a duros hechos externos que definen masivamente nuestra sociedad, tal vez hubi�ramos de concluir que, a juicio de muchos, la castidad, hoy, es todo lo contrario de un valor: es un antivalor que hay que arrumbar para siempre. Si fue un valor, hoy es un lastre.

�Pero si la respuesta la damos analizando la naturaleza misma de la castidad, contrastada con el concepto filos�fico del valor para el hombre, entonces hay que concluir que la castidad es un valor, un valor por s� mismo, primario y absoluto por su bondad intr�nseca y por la conveniencia esencial con la naturaleza humana.

�Acaso todo depende del concepto que tengamos de castidad. Si la entendemos como una represi�n, una mutilaci�n, un comportamiento negativo, una actitud desnaturalizante, entonces no es ni puede ser un valor.

��Qu� es entonces la castidad? Sencillamente, la castidad es el ordenamiento de la potencialidad sexual del hombre en consonancia con su condici�n espec�fica de persona racional, inteligente y autodeterminativa...

�Ser un esclavo de los instintos en el campo sexual, le convierte en animal, lo desnaturaliza de su condici�n de persona libre y de su condici�n de sujeto autodeterminativo. Usar mal de la capacidad sexual, es una traici�n a la sexualidad humana.

�Al ser la castidad la recta ordenaci�n de las fuerzas sexuales y de la afectividad en el hombre en consonancia con los fines espec�ficos de la sexualidad y con la condici�n integral de la persona como ser inteligente y due�o de sus instintos, no cabe duda que la castidad perfecciona al hombre en su misma condici�n de hombre.

�Una perfecci�n en lo esencial siempre es un bien. El bien, en sus m�ltiples formas, es un valor.


La castidad es f�cil de guardar...

Lo que es imposible es guardar la pureza de cuerpo sin guardarla tambi�n de coraz�n y de pensamiento.
-Antonio Royo Mar�n, O.P: Teolog�a  Moral  para  seglares, 1�, 2�, II, n� 492s. Ed.BAC.Madrid.

Si se busca el auxilio de la gracia de Dios, y se fortifica el alma con los sacramentos de la confesi�n y la comuni�n.
El mejor consejo que se puede dar al que ha empezado a rodar por la pendiente del vicio es comuni�n frecuente y confesi�n con un Director Espiritual fijo.

Es un remedio seguro para corregirse y salir del pecado. No hay pecador que resista.
El sacramento de la confesi�n, adem�s de ser un remedio curativo, es un remedio preventivo.
La Comuni�n y la Direcci�n Espiritual dan fuerza y luz para obrar con eficacia.

�Se puede, por tanto, hablar, y hay que hacerlo, de un imperativo de la pureza que se impone a los novios, no como una coacci�n penosa cuya �nica finalidad ser�a crearles molestias, sino como una fuerza interior que vivifica el amor elev�ndolo y manteni�ndolo en un plano superior.
�Esta pureza pretende estar libre de todo desprecio hacia el cuerpo y se basa, al contrario, sobre el respeto soberano a la carne, a la que restituye su equilibrio, eliminando los elementos de defecci�n que son un peligro para ella.
�En cuanto al amor mismo, lo consolida; y prepara as� la felicidad de que gozar� la pareja cuando se halle ligada por la vida com�n�.
CHARBONNEAU: Noviazgo y felicidad, VI, 3. Ed. Herder. Barcelona, 1970

El que la castidad prematrimonial sea perjudicial a la salud es ya un mito descartado hace tiempo por la ciencia m�dica y la psicolog�a, y algo en que s�lo tratan de creer los que buscan una excusa para no ser castos.
�Para Freud toda neurosis era de origen sexual. Hoy sus mismos disc�pulos no sostienen esta doctrina.
�Adler afirma: �No siendo verdad que la libido reprimida sea causa de la neurosis, el dar salida al instinto sexual no cura por s� mismo esta neurosis�.
�La castidad educa la voluntad por el vencimiento que supone. Una educaci�n que no exige esfuerzos, conduce a la anarqu�a, no forma adultos sino desequilibrados, sin aptitud para hacer frente a las dificultades de la vida.
�El vencimiento propio es indispensable para la formaci�n del ser humano. Decir que los impulsos sexuales son irresistibles no es cient�fico.
�La biolog�a moderna declara que los reflejos genitales pueden dominarse con el ejercicio de la voluntad.
�El poder del esp�ritu sobre el cuerpo, de lo ps�quico sobre lo f�sico es muy grande. Esto lo confirma la psicolog�a actual� .
-MANUEL VIERA: Vida sexual y psicolog�a moderna, VI, 1. Ed. Mensajero. Bilbao

�La castidad protege vuestro futuro amor. Los j�venes que han sabido estar a la altura de su deber son los que sabr�n despu�s estar a la altura de su amor. El amor conyugal, les va a exigir entrega, generosidad y sacrificio, y ellos ya traen un buen entrenamiento en todo esto.
�Adem�s, el mejor regalo que podr�is haceros unos esposos es el de un cuerpo y un alma �ntegros.
�La castidad juvenil es un esfuerzo. Pero es un esfuerzo que lleva consigo una recompensa inmensa.
�Un esfuerzo que va reforzando y madurando tu personalidad. Es un esfuerzo que lleva consigo una profunda alegr�a. Un esfuerzo que comprenden y practican los que saben qu� es el amor�.
 -ROBINSON: Educaci�n sexual y conyugal, 1�, III, 12. Ed. Mensajero. Bilbao. Precioso libro que deber�an leer todos los j�venes a partir de los 18 a�os. Informa admirablemente de todo lo que deben saber los j�venes y los esposos sobre la vida sexual.

Los j�venes reciben de la oraci�n �fuerza y entusiasmo para vivir con pureza y realizar su vocaci�n humana y cristiana con un sereno dominio de s� y con una donaci�n generosa a los dem�s�.
-Sagrada Congregaci�n para la Educaci�n Cat�lica: Orientaciones educativas sobre el amor humano, n� 46

El mundo se r�e de la pureza y de la castidad, como si se tratara de cosas trasnochadas y pasadas de moda.
El mundo dice: �Hay que darse el m�ximo de satisfacciones en la vida�.
Pero Cristo dice: �V�ncete a ti mismo, toma tu cruz, procura entrar por la puerta estrecha�.
Mateo, 16:24.
El mundo dice: ��Hay que liberarse de viejos tab�es!�.
Pero Cristo dijo: �Bienaventurados los limpios de coraz�n�.
Mateo, 5:8
El mundo dice: �El amor no es pecado. Lo que se hace por amor es bueno�. Pero la Biblia limita las relaciones sexuales al matrimonio: �Absteneos de la fornicaci�n� �Dios juzgar� a los fornicarios y a los ad�lteros�.
1Tes, 4:3


La Castidad en el Catecismo de la Iglesia Cat�lica:

2339 La castidad implica un aprendizaje del dominio de s�, que es una pedagog�a de la libertad humana. La alternativa es clara: o el hombre controla sus pasiones y obtiene la paz, o se deja dominar por ellas y se hace desgraciado. "La dignidad del hombre requiere, en efecto, que act�e seg�n una elecci�n consciente y libre, es decir, movido e inducido personalmente desde dentro y no bajo la presi�n de un ciego impulso interior o de la mera coacci�n externa. El hombre logra esta dignidad cuando, liber�ndose de toda esclavitud de las pasiones, persigue su fin en la libre elecci�n del bien y se procura con eficacia y habilidad los medios adecuados". 

2340 El que quiere permanecer fiel a las promesas de su bautismo y resistir las tentaciones debe poner los medios para ello: el conocimiento de s�, la pr�ctica de una ascesis adaptada a las situaciones encontradas, la obediencia a los mandamientos divinos, la pr�ctica de las virtudes morales y la fidelidad a la oraci�n. "La castidad nos recompone; nos devuelve a la unidad que hab�amos perdido dispers�ndonos".

2341 La virtud de la castidad forma parte de la virtud cardinal de la templanza, que tiende a impregnar de racionalidad las pasiones y los apetitos de la sensibilidad humana.

2342 El dominio de s� es una obra que dura toda la vida. Nunca se la considerar� adquirida de una vez para siempre. Supone un esfuerzo  reiterado en todas las edades de la vida. El esfuerzo requerido puede ser m�s intenso en ciertas �pocas, como cuando se forma la personalidad, durante la infancia y la adolescencia.

2343 La castidad tiene unas leyes de crecimiento; �ste pasa por grados marcados por la imperfecci�n y, muy a menudo, por el pecado. "Pero el hombre, llamado a vivir responsablemente el designio sabio y amoroso de Dios, es un ser hist�rico que se construye d�a a d�a con sus opciones numerosas y libres; por esto �l conoce, ama y realiza el bien moral seg�n las diversas etapas de crecimiento".

2344 La castidad representa una tarea eminentemente personal; implica tambi�n un esfuerzo cultural, pues "el desarrollo de la persona humana y el crecimiento de la sociedad misma est�n mutuamente condicionados". La castidad supone el respeto de los derechos de la persona, en particular, el de recibir una informaci�n y una educaci�n que respeten las dimensiones morales y espirituales de la vida humana.

2345 La castidad es una virtud moral. Es tambi�n un don de Dios, una gracia, un fruto del trabajo espiritual. El Esp�ritu Santo concede, al que ha sido regenerado por el agua del bautismo, imitar la pureza de Cristo. La totalidad del don de s� 

2346 La caridad es la forma de todas las virtudes. Bajo su influencia, la castidad aparece como una escuela de donaci�n de la persona. El dominio de s� est� ordenado al don de s� mismo. La castidad conduce al que la practica a ser ante el pr�jimo un testigo de la fidelidad y de la ternura de Dios. 

2347 La virtud de la castidad se desarrolla en la amistad. Indica al disc�pulo c�mo seguir e imitar al que nos eligi� como sus amigos, a quien se dio totalmente a nosotros y nos hace participar de su condici�n divina.

La castidad es promesa de inmortalidad.

La castidad se expresa especialmente en la amistad con el pr�jimo. Desarrollada entre personas del mismo sexo o de sexos distintos,  la amistad representa un gran bien para todos. Conduce a la comuni�n espiritual.

Los diversos reg�menes de la castidad 

2348 Todo bautizado es llamado a la castidad. El cristiano se ha "revestido de Cristo" (Ga 3, 27), modelo de toda castidad. Todos los fieles de Cristo son llamados a una vida casta seg�n su estado de vida particular. En el momento de su Bautismo, el cristiano se compromete a dirigir su afectividad en la castidad.

2349 La castidad "debe calificar a las personas seg�n los diferentes estados de vida: a unas, en la virginidad o en el celibato consagrado,  manera eminente de dedicarse m�s f�cilmente a Dios solo con coraz�n indiviso; a otras, de la manera que determina para ellas la ley moral, seg�n sean casadas o c�libes". Las personas casadas son llamadas a vivir la castidad conyugal; las otras practican la castidad en la continencia. 

Existen tres formas de la virtud de la castidad: una de los esposos, otra de las viudas, la tercera de la virginidad. No alabamos a una con exclusi�n de las otras. En esto la disciplina de la Iglesia es rica.

2350 Los novios est�n llamados a vivir la castidad en la continencia. En esta prueba han de ver un descubrimiento del mutuo respeto, un aprendizaje de la fidelidad y de la esperanza de recibirse el uno y el otro de Dios. 

Reservar�n para el tiempo del matrimonio las manifestaciones de ternura espec�ficas del amor conyugal. Deben ayudarse mutuamente a crecer en la castidad.

Las ofensas a la castidad 

2351 La lujuria es un deseo o un goce desordenados del placer ven�reo. El placer sexual es moralmente desordenado cuando es buscado por s� mismo, separado de las finalidades de procreaci�n y de uni�n.

2352 Por masturbaci�n se ha de entender la excitaci�n voluntaria de los �rganos genitales a fin de obtener un placer ven�reo. "Tanto el Magisterio de la Iglesia, de acuerdo con una tradici�n constante, como el sentido moral de los fieles, han afirmado sin ninguna duda que la masturbaci�n es un acto intr�nseca y gravemente desordenado". "El uso deliberado de la facultad sexual fuera de las relaciones conyugales normales contradice a su finalidad, sea cual fuere el motivo que lo determine". As�, el goce sexual es buscado aqu� al margen de "la relaci�n sexual requerida por el orden moral; aquella relaci�n que realiza el sentido �ntegro de la mutua entrega y de la procreaci�n humana en el contexto de un amor verdadero".

Para emitir un juicio justo acerca de la responsabilidad moral de los sujetos y para orientar la acci�n pastoral, ha de tenerse en cuenta la inmadurez afectiva, la fuerza de los h�bitos contra�dos, el estado de angustia u otros factores ps�quicos o sociales que reducen, e incluso anulan la culpabilidad moral.

2353 La fornicaci�n es la uni�n carnal entre un hombre y una mujer fuera del matrimonio. Es gravemente contraria a la dignidad de las personas y de la sexualidad humana, naturalmente ordenada al bien de los esposos, as� como a la generaci�n y educaci�n de los hijos. Adem�s, es un esc�ndalo grave cuando hay de por medio corrupci�n de menores.

2354 La pornograf�a consiste en dar a conocer actos sexuales, reales o simulados, fuera de la intimidad de los protagonistas, exhibi�ndolos ante terceras personas de manera deliberada. Ofende la castidad porque desnaturaliza la finalidad del acto sexual. Atenta gravemente a la dignidad de quienes se dedican a ella (actores, comerciantes, p�blico), pues cada uno viene a ser para otro objeto de un placer rudimentario y de una ganancia il�cita. Introduce a unos y a otros en la ilusi�n de un mundo ficticio. Es una falta grave. Las autoridades civiles deben impedir la producci�n y la distribuci�n de material pornogr�fico.

2355 La prostituci�n atenta contra la dignidad de la persona que se prostituye, puesto que queda reducida al placer ven�reo que se saca de ella. 

El que paga peca gravemente contra s� mismo: quebranta la castidad a la que lo comprometi� su bautismo y mancha su cuerpo, templo del Esp�ritu Santo. La prostituci�n constituye una lacra social. Habitualmente afecta a las mujeres, pero tambi�n a los hombres, los ni�os y los adolescentes (en estos dos �ltimos casos el pecado entra�a tambi�n un esc�ndalo). Es siempre gravemente pecaminoso dedicarse a la prostituci�n, pero la miseria, el chantaje, y la presi�n social pueden atenuar la imputabilidad de la falta. 

2356 La violaci�n es forzar o agredir con violencia la intimidad sexual de una persona. Atenta contra la justicia y la caridad. La violaci�n lesiona profundamente el derecho de cada uno al respeto, a la libertad, a la integridad f�sica y moral. Produce un da�o grave que puede marcar a la v�ctima para toda la vida. Es siempre un acto intr�nsecamente malo. M�s grave todav�a es la violaci�n cometida por parte de los padres (Cf. incesto) o de educadores con los ni�os que les est�n confiados. 

Castidad y homosexualidad

2357 La homosexualidad designa las relaciones entre hombres o mujeres que experimentan una atracci�n sexual, exclusiva o predominante, hacia personas del mismo sexo. Reviste formas muy variadas a trav�s de los siglos y las culturas. Su origen ps�quico permanece en gran medida inexplicado. Apoy�ndose en la Sagrada Escritura que los presenta como depravaciones graves, la Tradici�n ha declarado siempre que "los actos homosexuales son intr�nsecamente desordenados". Son contrarios a la ley natural. Cierran el acto sexual al don de la vida. No proceden de una verdadera complementariedad afectiva y sexual. No pueden recibir aprobaci�n en ning�n caso.

2358 Un n�mero apreciable de hombres y mujeres presentan tendencias homosexuales instintivas. No eligen su condici�n homosexual; �sta constituye para la mayor�a de ellos una aut�ntica prueba. Deben ser acogidos con respeto, compasi�n y delicadeza. Se evitar�, respecto a ellos, todo signo de discriminaci�n injusta. Estas personas est�n llamadas a realizar la voluntad de Dios en su vida, y, si son cristianas, a unir al sacrificio de la cruz del Se�or las dificultades que pueden encontrar a causa de su condici�n. 

2359 Las personas homosexuales est�n llamadas a la castidad. Mediante virtudes de dominio de s� mismo que eduquen la libertad interior, y a veces mediante el apoyo de una amistad desinteresada, de la oraci�n y la gracia sacramental, pueden y deben acercarse gradual y resueltamente a la perfecci�n cristiana.


DE NUESTRO CORREO

Nos escriben: "Odio la sexualidad".

Odio la sexualidad. He recaido mucho en pecados sexuales. �Porqu�, Padre, nacimos todos con esta inclinaci�n a esa abominaci�n que es la sexualidad? Odio la sexualidad, Padre, porque las ocasiones son m�s dif�ciles de evitar que otros pecados, porque es algo que nos fue dado sin poder ni escoger si queremos aceptarla o repudiarla, porque es como un canto de sirena que es parte m�a, que hace que mi carne se me quiera imponer, mas no me deja de recordar que si caigo, Dios me echar� al infierno y golpear� al mundo con odio hac�a m� y hac�a la humanidad, por mi culpa. �Para qu� vivir, entonces? �Para qu� ser cristiano? Me bautizaron sin preguntarme y la breve edad no me dej� estudiar la fe y aceptarla por mi cuenta; tampoco hago grandes apostolados, no hago asc�tica como los santos, no hago apostolado de visitar presos, ancianos, ayudar j�venes. Solo puedo lavar y secar platos en mi casa, y otras cositas, mas eso no basta para aplacar a Dios Terrible, cuya justicia perfecta hace temblar a los mismos demonios. Mejor me hubiera ido si hubiera sido abortado naturalmente.

Su hermano en Cristo...

RESPUESTA

Estimado amigo:

Tu carta refleja un estado de desesperanza que parece proceder de una falta de aprecio a la misericordia de Dios y a la posibilidad de liberarte del pecado.

Te invito a que medites sobre la infinita misericordia de Dios revelada por Jes�s. No para justificar el pecado sino para tener confianza y esperanza de recurrir a El y ser sanado. Es cierto que Dios es justo, pero Su justicia no se puede contemplar aparte de su misericordia. De hecho, hasta Su justicia esta dentro de Su misericordia (Ver la enc�clica del Papa sobre la misericordia).

Te aseguro, querido hermano, que en Cristo hay poder para poner a muerte la tendencia de pecado y desarrollar una sexualidad sana vivida en castidad. No ser� f�cil, pero la confianza en Cristo no defrauda. Con su ayuda podemos vencer toda tentaci�n.  

La sexualidad no es una abominaci�n. Al contrario, es un don de Dios. Es cierto que es un don que con frecuencia se abusa para pecar, causando mucho da�o. Pero la soluci�n no es odiar la sexualidad sino restaurarla seg�n el plan maravilloso de Dios. No solo cre� Dios la sexualidad sino que:

Y la Palabra se hizo carne, y puso su Morada entre nosotros, y hemos contemplado su gloria, gloria que recibe del Padre como Hijo �nico, lleno de gracia y de verdad. -Juan 1,14

 Jes�s tomo nuestra naturaleza para elevarla y santificarla. Parte de nuestra naturaleza es la sexualidad.

En cuanto a tu preocupaci�n por no hacer "grandes apostolados". La salvaci�n no depende en llenar una cuota de obras buenas. Dios solo nos pide que abramos el coraz�n a Su gracia la cual nos salva. Claro que si abrimos el coraz�n obraremos bien, pero cada uno seg�n la misi�n que Dios le da. Si tu deber es lavar y secar platos, hazlo con mucho amor y honrar�s a Dios.


Paul Claudel le escribe a su hijo:
Mi querido hijo:
No creas a los que te dicen que la juventud ha sido hecha para divertirse. La juventud no ha sido hecha para el placer sino para el hero�smo. Porque un joven necesita hero�smo para resistir a las tentaciones que le rodean.

Los j�venes reciben de la oraci�n fuego y entusiasmo para vivir con pureza y realizar su vocaci�n humana y cristiana con un sereno dominio de s� y con una donaci�n generosa a los dem�s.
-Sagrada Congregaci�n para la Educaci�n Cat�lica: Orientaciones sobre el Amor Humano, 46

Jos� Creusen, moralista belga: �La impureza, sin ser el m�s grave de los pecados, es el m�s frecuente de los pecados graves. 
�La castidad, sin ser la m�s perfecta de las virtudes, es una de las m�s necesarias. (...).
�En materia de castidad lo m�s f�cil es el dominio completo. Andar a medias es muy peligroso� .

Una joven de 16 a�os dice:
�Con la castidad yo pienso que aprendemos a respetarnos a nosotros mismos y a no hacernos animales.
�Los animales lo hacen todo por instinto.
�Si nosotros no tuvi�ramos un principio regulador, un medio para dominar nuestros instintos nos har�amos como ellos.
�Es bonito que aprendamos a valorar algo que nosotros tenemos y ellos no tienen.
�Es una satisfacci�n disfrutar de algo adquirido por tu propio esfuerzo, por tu decisi�n, por tu voluntad.
�Con la castidad voluntaria yo me hago superior a los animales. Esto creo que tiene su belleza y su valor...
-�Te es f�cil vivir la castidad a los diecis�is a�os?
-En principio, me cuesta, como creo que les cuesta a los dem�s. Pero debo confesar que a m� me es f�cil vivirla.
-�Por qu� te es f�cil?
-En primer lugar, me doy cuenta de que no merece la pena perder la castidad por el placer sexual de un momento. Pero acaso me cueste poco por la educaci�n que he recibido desde mi infancia...
-�Encuentras valores en la castidad?
-El saber que nuestro cuerpo tiene un destino superior al de dejarlo aqu� en la tierra. Los planes de Dios sobre los hombres nos hablan de una glorificaci�n de nuestro cuerpo en la vida futura. Aparte de la glorificaci�n corporal donada por Dios, tiene que ser tambi�n un don de este cuerpo el haber sabido conservarlo �ntegro, inmaculado, como �l nos lo dio.

Y una joven madre soltera contesta:
-En realidad, no ha sido la castidad mi fuerte. Para m� pr�cticamente no ha existido. No he sido casta. Pero hoy, que me he dado cuenta, la considero maravillosa. Para m� la castidad no ha entrado en mi vida por el hecho de haberme apartado de Dios. Hoy creo que la encontr� y la veo fenomenal.
-�Te atrever�as a decirme por qu� no has sido casta?
-S�. No he sido casta por el hecho de no pensar, por vivir al margen de todo. Tal vez por comodidad, por dejadez. Te dejas llevar por cualquier impulso.
-�Cu�ndo diste el cambio?
-Al mes de dar a luz tuve la oportunidad de estar sola, pensar mucho, y me di cuenta de que hab�a algo m�s que todo aquello que hab�a vivido. Y vi claro que aquel Dios que mis padres y mi colegio me hab�an ense�ado, exist�a realmente y era algo verdadero... Si amo ahora la castidad es porque le amo a �l... Dios importa mucho para mi vida.
-�Qu� otros valores crees que tiene la castidad?
-Creo que hay otros valores. Antes, que no era casta, que me dejaba llevar por los impulsos, no era libre. En cambio, ahora que tiendo m�s a ser casta, me siento m�s libre, me he liberado de mis impulsos.
�Al dejar esos impulsos a un lado, el mismo cuerpo gana serenidad, dominio, salud, belleza.
�Y hasta dignidad, porque el cuerpo no debe ser s�lo un instrumento del placer, sino un medio de realizarse en la vida cumpliendo una misi�n�.


Dice el psicopedadogo Bernab� Tierno:
�La educaci�n del pudor s�lo es posible all� donde imperan ideas nobles y sentimientos limpios.

�El pudor s�lo es sentido por quien todav�a es sensible a las amenazas que sufre la virtud. En medio de un ambiente que apenas distingue la l�nea divisoria entre lo que es bueno y lo que es malo, hay que devolver a los j�venes el sentido de dignidad personal, y a la opini�n p�blica una mayor sensibilidad.

�Pero no podemos cometer el error pedag�gico de atribuir a toda realidad sexual una sensaci�n de vileza o un sentimiento de verg�enza que se identifica muchas veces con el pudor.Los educadores hemos de poner el acento, no sobre la educaci�n sexual, sino sobre la educaci�n de la persona.

�No educamos la sexualidad del muchacho; es �l el verdadero art�fice de su educaci�n como persona, que, en consecuencia, se expresa tambi�n en sus comportamientos sexuales. Lo que debe ser educado, no es la sexualidad, sino la persona.

�La actitud egoc�ntrica de la persona hace neur�ticamente compulsiva, especialmente en la adolescencia, la necesidad de autoafirmaci�n que se manifiesta claramente en el sector de la sexualidad. La compulsi�n se hace tanto m�s fuerte cuanto m�s se convence el joven de su falta de val�a, lo que le hace aferrarse al sexo como �nico medio de autoafirmaci�n...

�Est� claro que una atm�sfera cargada de hedonismo sexual que se nos cuela de rond�n en casa a trav�s de la �ventana televisiva�, envuelve al joven por doquier, y no contribuye lo m�s m�nimo a una higiene mental que favorezca el dominio normal sobre los propios impulsos.

�La trivializaci�n de la sexualidad conduce a la desvalorizaci�n de las relaciones heterosexuales, cada vez m�s frecuentes y precoces. En el fondo es la desvalorizaci�n misma de la persona del �otro� que queda reducida a la condici�n de simple instrumento al servicio del placer...

�La apolog�a que ciertos medios de comunicaci�n hacen de aberrantes conductas sexuales contribuye a deformar el concepto y la naturaleza de los papeles sexuales con los que deben identificarse los j�venes� .

Esforc�monos por ver todo lo que tiene el vicio de repugnante y abominable. Esto nos ayudar� a amar la castidad.
Todo lo que tiene ella de grande y de noble, de dominio propio y de respeto, lo tiene el vicio impuro de bajo y despreciable.

La persona impura es una persona sin voluntad.
La raz�n, que deber�a ser la se�ora, se vuelve esclava de los instintos animales; el h�bito vicioso se convierte en el peor de los tiranos, exige cada vez m�s y vuelve a la persona ego�sta, con un ego�smo de la peor especie: la persona impura lo sacrifica todo para satisfacer su propia pasi�n.

El vicio impuro quita a la persona la tranquilidad de conciencia, la alegr�a, la libertad, la fe, la esperanza, el verdadero amor, la honra, la fortuna, la salud y, en fin, la gloria del cielo.

No es raro que a la persona que se deja dominar del vicio impuro le sobrevenga, antes o despu�s, la dureza de coraz�n, la p�rdida de la fe, y al fin la condenaci�n eterna.

Hay que tener en cuenta que los pecados contra la pureza no son los �nicos, ni los m�s graves.
No podemos olvidarnos que el buen cristiano, adem�s de la virtud de la pureza, debe tener la de la justicia y la caridad.
Hay entre nosotros demasiada ambici�n, avaricia, ego�smo, soberbia, odio, envidia, ruindad de coraz�n y falta de honradez profesional.

Los fieles tienen derecho a ser informados fielmente en la doctrina cat�lica.

El 7 de enero de 1987 la Comisi�n Episcopal Espa�ola para la Doctrina de la Fe, public� un documento donde dice:
�A quienes elaboran materiales catequ�ticos, de ense�anza religiosa o de divulgaci�n teol�gica, les pedimos que pongan un empe�o especial en transmitir con fidelidad e integridad la ense�anza de la Iglesia sobre estos temas.
�A los fieles cristianos les asiste el derecho a que no sean difundidas, con ligereza y arbitrariedad, doctrinas parciales o hip�tesis relacionadas con la moral, y en concreto con la moral sexual, sin que previamente hayan sido sometidas al estudio y al parecer de la comunidad teol�gica y, en �ltima instancia, al discernimiento de los pastores�(n�18)...

�El fin de las normas objetivas morales no es la represi�n de la sexualidad, sino proteger y favorecer que el dinamismo profundo de la sexualidad llegue a su plenitud y sentido�(n�15) .

Un resumen de la concepci�n cristiana de la sexualidad podr�a ser:

a) Dios estableci� la instituci�n matrimonial como principio y fundamento de la familia y de la sociedad.

b) El sexto precepto del Dec�logo -no fornicar- protege el amor humano y se�ala el camino moral para que el individuo coopere libremente en el plan de la creaci�n, usando la capacidad de engendrar, que ha recibido de Dios, solamente dentro del matrimonio.

c) El sexo es un don de Dios abierto a la vida, al amor y a la fecundidad. Su �mbito natural y exclusivo es el matrimonio. Jesucristo elev� el matrimonio a la dignidad de sacramento.

d) La generaci�n no es el resultado de una fuerza irracional, sino de una entrega libre y responsable -es decir, humana- de acuerdo con la dignidad natural de la persona creada por Dios.

e) Como los dem�s mandamientos, el sexto precepto del Dec�logo est� impreso en la naturaleza humana, es parte de la ley natural, y, por tanto, obliga a todos los hombres.

f) La virtud de la castidad consiste esencialmente en la ordenaci�n de la funci�n sexual al fin que Dios le ha se�alado; por eso es una virtud positiva que se ha de vivir seg�n las caracter�sticas de la vocaci�n regida por Dios: virginidad o matrimonio.

g) Con frecuencia, la corrupci�n de las costumbres comienza por los pecados contra la castidad; se tiende a querer justificarlos, de modos diversos, a trav�s de la deformaci�n del juicio de la conciencia.

h) Por tratarse de una exigencia de la ley natural, todos los hombres reciben de Dios la ayuda necesaria para cumplir este precepto del Dec�logo. Por otra parte se se�ala la necesidad de medios sobrenaturales que Dios no niega nunca a los creyentes que los imploran por medio de la oraci�n� .



Nada tiene de particular que sientas fuertemente el instinto sexual. Lo que no puedes permitir es que te domine.
Todo en este mundo tiene su tiempo y su medida.
A los animales los regula el instinto: fuera de los per�odos de celo sienten frigidez absoluta.
Como no tienen inteligencia, Dios ha regulado su reproducci�n con una ley fisiol�gica.
Pero como el hombre es un ser racional, Dios no ha querido sujetar esta importante funci�n a leyes puramente fisiol�gicas, sino que ha dejado en esto el influjo de la libertad.

La sexualidad es mucho m�s que una tendencia instintiva para la transmisi�n de la vida.
La sexualidad penetra toda la persona y especifica la comunicaci�n entre las personas.

El hombre debe gobernar esta tendencia con la raz�n y la voluntad.
Dios fi�ndose del hombre ha dejado en sus manos el instinto sexual, marc�ndole con las barreras infranqueables de su ley el �nico camino l�cito para el ejercicio de su funci�n reproductora: el matrimonio.
El instinto sexual es tan fuerte que necesita una ley que lo encauce.
Lo mismo que es necesario una ley que controle la energ�a at�mica.
El sexto mandamiento es un beneficio de Dios en bien de la humanidad.

Dios ha querido que la transmisi�n de la vida humana se realice por la uni�n de los �rganos sexuales de los dos esposos de modo que el marido derrame dentro del cuerpo de su mujer las semillas de la vida que han de germinar en un nuevo ser, si encuentran el organismo de ella preparado con un �vulo reciente.

Este acto sexual, realizado dentro del matrimonio, conforme a la ley de Dios, no tiene nada de malo.
Todo lo contrario. Puesto seg�n la ley de Dios es meritorio; pues es cumplir una ley puesta por Dios.

Y el placer que Dios ofrece como aliciente al cumplimiento del fundamental deber conyugal, es l�cito y bueno, y est� santificado por Jesucristo que elev� el matrimonio a la dignidad de sacramento.
Poner este acto fuera del matrimonio es pecado grave.

Para que el g�nero humano no se acabe es necesario que sigan naciendo ni�os.

El acto, pues, de la generaci�n es un acto necesario en el matrimonio, instituido por Dios para la perpetuidad de la especie humana.

Esta misi�n perpetuadora del matrimonio, en cuanto a la crianza y educaci�n de los hijos, lleva consigo gran esfuerzo y sacrificio.

Para que el hombre no rehuyera este sacrificio y se garantizara la conservaci�n del g�nero humano, Dios imprimi� en el hombre y en la mujer un impulso que les moviera a amarse y unirse en matrimonio.

El placer es bueno cuando lo usamos para el fin que Dios lo estableci�; pero es malo cuando, por buscarlo, nos apartamos de la voluntad de Dios.

Dios pudo haber creado a los hombres directamente, por s� mismo, como lo hizo con los �ngeles; pero no quiso.
Fue su voluntad que el hombre mismo se encargara de procrear al hombre. Dando al hombre una prueba de confianza, le asoci� a su obra creadora. Le da poder de transmitir la vida.
Con ello llen� la vida terrena de encanto.
�Qu� diferente ser�a la vida, si Dios hubiese dispuesto que los hombres viniesen al mundo ya mayores!
No se oir�a la risa alegre de los ni�os.
No habr�a amor de padres, de hijos, de hermanos. Cada cual se encontrar�a s�lo en el mundo; sin amor y sin familia.

La pureza es una virtud que salvaguarda este poder creador del hombre.
Es una virtud positiva, que ennoblece y que requiere el valor de los h�roes y de los m�rtires.
Virtud noble que defiende este acto sagrado que Dios ha querido santificar con un sacramento: el sacramento del matrimonio, que es una fuente de gracias sobrenaturales.
Por eso el matrimonio es, en el cristianismo, un camino de santidad, de uni�n con Dios.
San Pablo habla de �sacramento grande� , s�mbolo de la uni�n perfecta e indisoluble de Cristo con la Iglesia.
Por eso es infame burlarse de la paternidad y del amor; y la pornograf�a es una perversidad, pues traiciona uno de los deberes m�s sagrados del hombre.
La pornograf�a, como dice Emilio Romero, es el recurso de anormales sexuales. Un hombre bien constituido no necesita esa excitaci�n .

La transmisi�n de la vida es un poder sagrado que Dios ha dado al hombre. Es una participaci�n del poder creador de Dios.
Por eso se llama procreaci�n de los hijos.
A este acto humano colabora Dios con un acto divino, y crea un alma humana e inmortal, para que habite en el nuevo ser en el momento de su concepci�n.

De aqu� la responsabilidad que supone para el hombre todo lo relacionado con el acto que engendra la vida.
Profanar este poder del hombre es traicionar uno de los deberes y responsabilidades m�s sagrados.
�La sexualidad por su misma naturaleza est� ordenada a la procreaci�n y educaci�n de los hijos, a establecer entre padres e hijos una comunidad de vida: una familia. La familia es la primera y definitiva muestra de la dimensi�n socio-cultural de la sexualidad. La familia es la instituci�n natural para la formaci�n de la personalidad en su aspecto cultural y social...La familia es la esencia de la sociedad -su �c�lula b�sica� seg�n una terminolog�a que se remonta a los griegos y romanos- y por eso puede decirse que, seg�n sea la familia, as� es la sociedad. Por otro lado, como la familia depende de la concepci�n que se tenga de la sexualidad, esta �ltima influye indirecta, pero eficazmente, en la configuraci�n social� .
Siempre se ha dicho que la familia es la c�lula de la sociedad, el crisol donde se forja la educaci�n de los hijos. Hoy hay algunos que anuncian la desaparici�n de la familia, diciendo que es una reliquia del pasado, y que debe desaparecer en una sociedad progresista.
Pero cuando no quede ni el eco de las voces que anuncian su destrucci�n, la familia seguir� en pie, pues siempre ha sobrevivido a todas las crisis, porque la familia es una forma permanente de la vida humana.
La familia vuelve por encima de las ideolog�as .
�Los que, para justificar su situaci�n personal, desean que la familia desaparezca, repiten machaconamente que la familia est� en crisis, que hay que cambiarla por otra cosa. Pero la familia no desaparecer� nunca, pues es una instituci�n natural de origen divino; y porque es la �nica instituci�n que valora a las personas por lo que son, no por lo que valen. Unos padres quieren a sus hijos porque son sus hijos, no por lo que valen. Pero una empresa s�lo los quiere si valen� .
El Papa Juan Pablo II, en su discurso al Congreso Mundial de la Familia, celebrado en Manila en Enero de 2003, dijo: �La familia es el futuro de la sociedad. (...) �Hoy hay caricaturas de familia que no tienen futuro�.


El adulterio es siempre pecado grave.
Se comete, no solamente cuando una persona casada tiene relaciones sexuales con quien no es su consorte, sino tambi�n con cualquier otra acci�n que despierte el instinto sexual hacia tercera persona, y voluntariamente se consienta en el deseo pasional, aunque no se llegue al acto sexual propiamente dicho: �Quien mira a una mujer con intenci�n deshonesta - dice Jesucristo- ya ha cometido adulterio en su coraz�n� .

El Premio Nobel de biolog�a, J�r�me Lejeune, describ�a as� los abusos de la sexualidad: �La anticoncepci�n es hacer el amor sin hacer el ni�o. La fecundaci�n 'in vitro' es hacer el ni�o sin hacer el amor. El aborto es deshacer el ni�o. Y la pornograf�a es deshacer el amor� .

 


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Laudetur Jesus Christus.
Et Maria Mater ejus. Amen