Cenizas

Ver también: Homilía de San Juan de Avila, miércoles de cenizasCuaresma.

La imposición de cenizas marca el inicio de la cuaresma en la que los cristianos nos preparamos para celebrar la Pascua con cuarenta días de austeridad, a semejanza de la cuarentena de Cristo en el desierto, también la de Moisés y Elías.

Las cenizas nos recuerdan:

El origen del hombre: "Dios formó al hombre con polvo de la tierra" (Gen 2,7). 
El fin del hombre: "hasta que vuelvas a la tierra, pues de ella fuiste hecho" (Gn 3,19).

Dice Abrahán: "Aunque soy polvo y ceniza, me atrevo a hablar a mi Señor" (Gn 18,27).
"todos expiran y al polvo retornan" (Sal 104,29)

La raíz de la palabra "humildad" es "humus" (tierra). La ceniza es un signo de humildad, nos recuerda lo que somos.

Las cenizas, como polvo, son un signo muy elocuente de la fragilidad, del pecado y de la mortalidad del hombre, y al recibirlas se reconoce su limitación; riqueza, ciencia, gloria, poder, títulos, dignidades, de nada nos sirven.

Inspirados por las Sagradas Escrituras, algunas comunidades religiosas tienen la costumbre de poner a sus hermanos moribundos en la tierra o sobre cenizas.

En Job (Jb 42,6) la ceniza simboliza dolor y penitencia.

La costumbre de imponer la ceniza se practica en la Iglesia desde sus orígenes. En la tradición judía, el símbolo de rociarse la cabeza con cenizas manifestaba el arrepentimiento y la voluntad de convertirse: la ceniza es signo de la fragilidad del hombre y de la brevedad de la vida.  

Al inicio del cristianismo se imponía la ceniza especialmente a los penitentes, pecadores públicos que se preparaban durante la cuaresma para recibir la reconciliación. Vestían hábito penitencial y ellos mismos se imponían cenizas antes de presentarse a la comunidad. En los tiempos medievales se comienza a imponer la ceniza a todos los fieles cristianos con motivo del Miércoles de Ceniza, significando así que todos somos pecadores y necesitamos conversión. La cuaresma es para todos.

Las cenizas se obtienen al quemar las palmas (en general de olivo) que se bendijeron el anterior Domingo de Ramos. Se debe aclarar que no tendría sentido recibir las cenizas si el corazón no se dispone a la humildad y la conversión que representan.

Como se imparten las cenizas

La bendición e imposición de la ceniza tiene lugar en la misa, después de la homilía. En circunstancias especiales, por ejemplo, cuando no hay sacerdote, se puede hacer sin misa, pero siempre dentro de una celebración de la Palabra.

Las cenizas son impuestas en la frente del fiel, haciendo la señal de la cruz con ellas mientras el ministro dice las palabras Bíblicas: «Acuérdate que eres polvo y en polvo te convertirás», o «Conviértete y cree en el Evangelio».

Las cenizas son un sacramental. Estos no confieren la gracia del Espíritu Santo a la manera de los sacramentos, pero por la oración de la Iglesia los sacramentales «preparan a recibirla y disponen a cooperar con ella» Catecismo (1670 ss.).


Homilia del Miércoles de Ceniza, Benedicto XVI, 2007


Homilía del Miércoles de Ceniza
Juan Pablo II,
28 de febrero de 2001

1. "Reconciliaos con Dios (...). Ahora es el momento favorable" (2 Co 5, 20; 6, 2).

Esta es la invitación que la liturgia nos dirige al inicio de la Cuaresma, exhortándonos a tomar conciencia del don de la salvación que, en Cristo, se ofrece a todo hombre.

Hablando del "momento favorable", el apóstol san Pablo se refiere a la "plenitud de los tiempos" (cf. Ga 4, 4), es decir, el tiempo en el que Dios, mediante Jesús, "escuchó" y "socorrió" a su pueblo, realizando plenamente las promesas de los profetas (cf. Is 49, 8). En Cristo se cumple el tiempo de la misericordia y del perdón, el tiempo de la alegría y de la salvación.

Desde el punto de vista histórico, el "momento favorable" es el tiempo en el que la Iglesia anuncia el Evangelio a los hombres de toda raza y cultura, para que se conviertan y se abran al don de la redención. De esa forma, la vida queda íntimamente transformada.

2. "Ahora es el momento favorable".

Dentro del año litúrgico, la Cuaresma, que comienza hoy, es un "momento favorable" para acoger con mayor disponibilidad la gracia de Dios. Precisamente por esto, suele definirse "signo sacramental de nuestra conversión" (Oración colecta del I domingo de Cuaresma):  signo e instrumento eficaz de aquel radical cambio de vida que en los creyentes se ha de renovar constantemente. La fuente de ese extraordinario don divino es el Misterio pascual, el misterio de la muerte y resurrección de Cristo, del que brota la redención para todo hombre, para la historia y para el universo entero.

A este misterio de sufrimiento y amor alude, en cierto modo, el tradicional rito de la imposición de la ceniza, iluminado por las palabras que lo acompañan:  "Convertíos y creed en el Evangelio" (Mc 1, 15). También a ese mismo misterio se refiere el ayuno que hoy observamos, para iniciar un camino de verdadera conversión, en el que la unión con la pasión de Cristo nos permita afrontar y vencer el combate contra las fuerzas del mal (cf. Oración colecta del miércoles de Ceniza).

3. "Ahora es el momento favorable".

Con esta conciencia, emprendamos el itinerario cuaresmal, prosiguiendo idealmente el gran jubileo, que ha constituido para la Iglesia entera un extraordinario tiempo de penitencia y reconciliación. Ha sido un año de intenso fervor espiritual, durante el cual se ha derramado en abundancia sobre el mundo la misericordia divina. Para que este tesoro de gracia siga enriqueciendo espiritualmente al pueblo cristiano, en la carta apostólica Novo millennio ineunte ofrecí indicaciones concretas sobre cómo actuar en esta nueva fase de la historia de la Iglesia.

Entre esas indicaciones, quisiera recordar aquí  algunas que corresponden muy bien a las características peculiares del tiempo cuaresmal. La primera de todas es la contemplación del rostro del Señor:  rostro que en Cuaresma se presenta como "rostro doliente" (cf. nn. 25-27). En la liturgia, en las Stationes cuaresmales, así como en la práctica piadosa del vía crucis, la oración contemplativa nos permite unirnos al misterio de Aquel que, aunque no tuvo pecado, Dios lo hizo pecado por nosotros (cf. 2 Co 5, 21). Siguiendo el ejemplo de los santos, todo bautizado está llamado a seguir más de cerca a Jesús que, subiendo a Jerusalén y previendo su pasión, dice a sus discípulos:  "Tengo que recibir un bautismo" (Lc 12, 50). Así, el camino cuaresmal se convierte para nosotros en seguimiento dócil del Hijo de Dios, que se hizo Siervo obediente.

4. El camino al que nos invita la Cuaresma se realiza, ante todo, con la oración:  en estas semanas, las comunidades cristianas deben transformarse en auténticas "escuelas de oración". Otro objetivo privilegiado es acercar a los fieles al sacramento de la reconciliación, para que cada uno pueda "redescubrir a Cristo como mysterium pietatis, en el que Dios nos muestra su corazón misericordioso y nos reconcilia plenamente consigo" (Novo millennio ineunte, 37). Además, la experiencia de la misericordia de Dios no puede por menos de suscitar el compromiso de la caridad, impulsando a la comunidad cristiana a "apostar por la caridad" (cf. ib., IV). En la escuela de Cristo, la comunidad cristiana comprende mejor la exigente opción preferencial por los pobres, viviendo la cual "se testimonia el estilo del amor de Dios, su providencia, su misericordia" (ib, 49).

5. "En nombre de Cristo os lo pedimos:  reconciliaos con Dios" (2 Co 5, 20).

En el mundo de hoy aumenta la necesidad de pacificación y perdón. En el Mensaje para esta Cuaresma destaqué ese deseo recurrente de perdón y reconciliación. La Iglesia, apoyándose en las palabras de Cristo, anuncia el perdón y el amor a los enemigos. Al hacerlo, "es consciente de que introduce en el patrimonio espiritual de la humanidad entera una nueva forma de relacionarse con los demás:  una forma ciertamente ardua, pero llena de esperanza" (n. 4). He aquí el don que ofrece también a los hombres de nuestro tiempo.

"Reconciliaos con Dios":  resuenan con insistencia en nuestro corazón estas palabras. Hoy -nos dice la liturgia- es el "momento favorable" para nuestra reconciliación con Dios. Conscientes de ello, recibiremos la imposición de la ceniza, dando los primeros pasos en el itinerario cuaresmal. Prosigamos con generosidad por ese camino, conservando la mirada fija en Cristo crucificado. En efecto, la cruz es la salvación de la humanidad:  sólo partiendo de la cruz es posible construir un futuro de esperanza y de paz para todos.

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Laudetur Jesus Christus.
Et Maria Mater ejus. Amen