CONDUCIR RESPONSABLEMENTE

Conducir responsablemente es un deber moral, ya que de ello depende la vida de muchos.

El drama anual de la carretera: La negligencia en la carretera se traduce, anualmente en el mundo, en 1,2 millones de muertos y 50 millones de heridos (Pastoral de la Carretera, junio, 2007). Al menos 90% de los accidentes son causados por el factor humano.

El apostolado de la carretera se orienta sobre todo a formar una conciencia más atenta de la necesidad de poner las bases para la paz y la convivencia humana en los caminos del mundo. Promueve las virtudes necesarias para superar la actitud agresiva, prepotente y violenta.

Cualidades que debe tener el conductor: cortesía, prudencia (ser capaz de superar eventuales imprevistos, causados quizá por otros usuarios de la carretera (por cansancio, abuso de alcohol, medicinas, falta de conocimiento de las normas de tráfico etc.), así como por las condiciones atmosféricas, el estado del coche o de la red de carreteras), dominio de sí, un adecuado espíritu de servicio y el conocimiento del Código de Circulación. Saber distinguir entre el uso y el abuso de las carreteras. Por eso Juan Pablo II recomendaba que cada uno se comprometiera a crear una «cultura de la carretera», basada en la difundida compresión de los derechos y deberes de cada uno y en el comportamiento coherente que de ellos se desprende.

La Iglesia «tiene la misión de denunciar situaciones peligrosas e injustas causadas frecuentemente por el tráfico».

«Frente a un problema tan grave, Iglesia y Estado –cada uno en el ámbito de las propias competencias- deben actuar a fin de crear una conciencia general y pública en lo relativo a la seguridad de la carretera y promover, con todos los medios, una correspondiente y adecuada educación de los conductores, de los que viajan y de los peatones». -Cardenal Martino

Cuatro virtudes y un «decálogo» para el conductor

Cuatro virtudes cristianas como claves para la conducción:
«En primer lugar, naturalmente, la caridad»; a ésta se suma la «prudencia», que «exige la precaución con la que hay que afrontar los imprevistos que se pueden presentar en cualquier circunstancia», y reclama «armonía de actitudes y disposiciones, de madurez de juicio y un hábito de autocontrol».

La virtud de la «justicia», que «exige de quien conduce un conocimiento completo y exacto del Cogido de Circulación» y «tomar en consideración» tales reglas; y a la de la «esperanza», que para los creyentes, en este contexto, aporta la certeza de que, «en el viaje hacia un destino, Dios camina con el hombre y le preserva de los peligros».

10 Mandamientos para el Conductor:

I. No matarás.
II. Que la carretera sea para ti un instrumento de comunión entre las personas, y no de daño mortal.
III. Que cortesía, corrección y prudencia te ayuden a superar los imprevistos.
IV. Sé caritativo y ayuda al prójimo en la necesidad, especialmente si es víctima de un accidente.
V. Que el automóvil no sea para ti expresión de poder y dominio, ni ocasión de pecado.
VI. Convence con caridad a los jóvenes, y a los que ya no lo son, para que no se pongan al volante cuando no estén en condiciones de hacerlo.
VII. Apoya a las familias de las víctimas de los accidentes.
VIII. Haz que se encuentre la víctima con el automovilista agresor en un momento oportuno, para que puedan vivir la experiencia liberadora del perdón.
IX. En la carretera, protege a la parte más débil.
X. Siéntete tú mismo responsable de los demás.

Fuente: "Orientaciones para la Pastoral de la Carretera", Pontificio Consejo para la Pastoral de los Migrantes e itinerantes. 19 junio, 2007 (zenit.org).

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