Spe Salvi (Salvados por la esperanza), comentarios
Benedicto XVI

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La encíclica toma su título de la frase de san Pablo a los romanos (8, 24): “Spe salvi facti sumus”, hemos sido salvados por la esperanza.

¿Qué clase de esperanza buscan los seres humanos en última instancia?

Reflexión sobre la encíclica de Benedicto XVI Spe Salvi

El Papa nos explica en su encíclica Spe Salvi que hemos sido creados con una necesidad de lo infinito, que es Dios mismo, y que por muchas esperanzas que el hombre ponga en la Tierra, al final ninguna otra le satisface.

“A lo largo de su existencia, el hombre tiene muchas esperanzas, más grandes o más pequeñas, diferentes según los períodos de su vida. A veces puede parecer que una de estas esperanzas lo llena totalmente y que no necesita de ninguna otra. Puede ser la esperanza del amor a una persona; la esperanza de cierta posición en la profesión, de uno u otro éxito determinante para el resto de su vida. Sin embargo, cuando estas esperanzas se cumplen, se ve claramente que esto, aunque sea bueno, en realidad, no lo era todo. Está claro que el hombre necesita una esperanza que vaya más allá. Es evidente que sólo puede contentarse con algo infinito, algo que será siempre más de lo que nunca podrá alcanzar”.

¿Qué distingue a la esperanza cristiana?

La esperanza cristiana es distinta a todas las otras porque ofrece la unión con Dios a través de Jesucristo.

“Nosotros necesitamos tener esperanzas –más grandes o más pequeñas–, que día a día nos mantengan en camino. Pero sin la gran esperanza, que ha de superar todo lo demás, aquellas no bastan. Esta gran esperanza sólo puede ser Dios, que abraza el universo y que nos puede proponer y dar lo que nosotros por sí solos no podemos alcanzar. De hecho, el ser agraciado por un don forma parte de la esperanza. Dios es el fundamento de la esperanza; pero no cualquier dios, sino el Dios que tiene un rostro humano y que nos ha amado hasta el extremo, a cada uno en particular y a la humanidad en su conjunto. Su reino no es un más allá imaginario, situado en un futuro que nunca llega; su reino está presente allí donde Él es amado y donde su amor nos alcanza. Sólo su amor nos da la posibilidad de perseverar día a día con toda sobriedad, sin perder el impulso de la esperanza, en un mundo que por su naturaleza es imperfecto. Y, al mismo tiempo, su amor es para nosotros la garantía de que existe aquello que sólo llegamos a intuir vagamente y que, sin embargo, esperamos en lo más íntimo de nuestro ser: la vida que es « realmente » vida”.   

 ¿Es individualista la esperanza cristiana?

En nuestra época se ha desencadenado una crítica cada vez más dura contra la esperanza cristiana, caracterizándola como una forma de “abandonar el mundo a su miseria y ampararse en una salvación eterna exclusivamente privada”.  Pero la realidad es totalmente al contrario, todos los aspectos de la fe cristiana, incluida la esperanza, son compartidos con los demás creyentes mediante nuestra comunión con Cristo Jesús.

“Nuestras existencias están en profunda comunión entre sí, entrelazadas unas con otras a través de múltiples interacciones. Nadie vive solo. Ninguno peca solo. Nadie se salva solo. En mi vida entra continuamente la de los otros: en lo que pienso, digo, me ocupo o hago. Y viceversa”.

“Como cristianos, nunca deberíamos preguntarnos solamente: ¿Cómo puedo salvarme yo mismo? Deberíamos preguntarnos también: ¿Qué puedo hacer para que otros se salven y para que surja también para ellos la estrella de la esperanza? Entonces habré hecho el máximo también por mi salvación personal”.

¿Qué clases de falsas esperanzas existen en el mundo actual?

Mucha gente ha abandonado la esperanza, porque creen que sus vidas están sujetas a fuerzas incontrolables del universo. Sin embargo, como explica el Papa en Spe Salvi:

“No son los elementos del cosmos, la leyes de la materia, lo que en definitiva gobierna el mundo y el hombre, sino que es un Dios personal quien gobierna las estrellas, es decir, el universo; la última instancia no son las leyes de la materia y de la evolución, sino la razón, la voluntad, el amor: una Persona. Y si conocemos a esta Persona, y ella a nosotros, entonces el inexorable poder de los elementos materiales ya no es la última instancia; ya no somos esclavos del universo y de sus leyes, ahora somos libres”.

Hay personas que ponen su esperanza en los bienes materiales, pero nuestra fe, la sustancia de la esperanza, es superior a cualquier sustancia material, “provee nuevos cimientos que relativizan los cimientos habituales, la fiabilidad de los bienes materiales”.

Otras personas ponen su esperanza en el progreso. Buscan su salvación a través del activismo político y de la tecnología. Sin embargo la ambigüedad del progreso se ha puesto de manifiesto en  los horrores perpetrados en nombre del progreso.

“Indudablemente, ofrece nuevas posibilidades para el bien, pero también abre posibilidades abismales para el mal, posibilidades que antes no existían. Todos nosotros hemos sido testigos de cómo el progreso, en manos equivocadas, puede convertirse, y se ha convertido de hecho, en un progreso terrible en el mal. Si el progreso técnico no se corresponde con un progreso en la formación ética del hombre, con el crecimiento del hombre interior (cf. Ef 3,16; 2 Co 4,16), no es un progreso sino una amenaza para el hombre y para el mundo”.

¿Está nuestra esperanza en el Cielo obscurecida por el Purgatorio?

La respuesta es “no”. La purificación en el Purgatorio es, en sí misma, un aspecto de la esperanza cristiana. Conlleva la promesa de que quienes mueren en amistad con Dios,  pero aún así sufren las consecuencias del pecado, no permanecerán en ese estado eternamente, el cual les incapacitaría para lograr la unión final con Dios.

“El encuentro con Él es el acto decisivo del Juicio. Ante su mirada, toda falsedad se deshace. Es el encuentro con Él lo que, quemándonos, nos transforma y nos libera para llegar a ser verdaderamente nosotros mismos. Pero en el dolor de este encuentro, en el cual lo impuro y malsano de nuestro ser se nos presenta con toda claridad, está la salvación. Su mirada, el toque de su corazón, nos cura a través de una transformación, ciertamente dolorosa, « como a través del fuego ».  Pero es un dolor bienaventurado, en el cual el poder santo de su amor nos penetra como una llama, permitiéndonos ser por fin totalmente nosotros mismos y, con ello, totalmente de Dios.  Así se entiende también con toda claridad la compenetración entre justicia y gracia: nuestro modo de vivir no es irrelevante, pero nuestra inmundicia no nos ensucia eternamente, al menos si permanecemos orientados hacia Cristo, hacia la verdad y el amor”.

¿Cómo podemos cultivar la esperanza?

El Papa indica cuatro lugares para aprender y cultivar la esperanza.

El primero es la oración: “Cuando ya nadie me escucha, Dios todavía me escucha. (...) Si ya no hay nadie que pueda ayudarme (...) Él puede ayudarme". (…) Si me veo relegado a la extrema soledad... el que reza nunca está totalmente solo”.

Después de la oración esta el actuar. “Toda actuación seria y recta del hombre es esperanza en acción. (…)   Sólo la gran esperanza-certeza de que, a pesar de todas las frustraciones, mi vida personal y la historia en su conjunto están custodiadas por el poder indestructible del Amor y que, gracias al cual, tienen para él sentido e importancia, sólo una esperanza así puede en ese caso dar todavía ánimo para actuar y continuar. (…)  La esperanza en sentido cristiano es siempre esperanza para los demás. Y es esperanza activa, con la cual luchamos (...) para que el mundo llegue a ser un poco más luminoso y humano . Y solamente si sé que mi vida personal y la historia en su conjunto están custodiados por el poder indestructible del amor, puedo esperar”.

En tercer lugar el Papa indica el sufrimiento como lugar de aprendizaje de la esperanza. "Conviene ciertamente hacer todo lo posible para disminuir el sufrimiento", sin embargo "lo que cura al hombre no es esquivar el sufrimiento (...) sino la capacidad de aceptar la tribulación, madurar en ella y encontrar en ella un sentido mediante la unión con Cristo, que ha sufrido con amor infinito. (...) Es también fundamental, saber sufrir con los demás y por los demás. "Una sociedad que no logra aceptar a los que sufren (...) es una sociedad cruel e inhumana".

Finalmente, otro lugar para aprender la esperanza es el Juicio de Dios. (...) Existe la resurrección de la carne. Existe una justicia. Existe la "revocación" del sufrimiento pasado, la reparación que restablece el derecho". El Papa se muestra "convencido de que la cuestión de la justicia es el argumento esencial, o en todo caso, el argumento más fuerte en favor de la fe en la vida eterna". Es imposible que "la injusticia de la historia sea la última palabra. (...) Pero en su justicia está también la gracia". "La gracia no excluye la justicia... Al final, los malvados, en el banquete eterno, no se sentarán indistintamente a la mesa junto a las víctimas, como si no hubiera pasado nada".


Algunos puntos de la encíclica:

FE

  • En el Nuevo Testamento «la palabra “esperanza” está íntimamente unida a la palabra “fe”.
  • La fe no es solamente un tender de la persona hacia lo que ha de venir, y que está todavía totalmente ausente; la fe nos da algo. Nos da ya ahora algo de la realidad esperada, y esta realidad presente constituye para nosotros una ‘prueba’ de lo que aún no se ve. Ésta atrae al futuro dentro del presente, de modo que el futuro ya no es el puro ‘todavía-no’. El hecho de que este futuro exista cambia el presente; el presente está marcado por la realidad futura, y así las realidades futuras repercuten en las presentes y las presentes en las futuras”.
  • “Es el momento de preguntarnos ahora de manera explícita: la fe cristiana ¿es también para nosotros ahora una esperanza que transforma y sostiene nuestra vida? ¿Es para nosotros ‘performativa’, un mensaje que plasma de modo nuevo la vida misma, o es ya sólo ‘información’ que, mientras tanto, hemos dejado arrinconada y nos parece superada por informaciones más recientes?”

Vida Eterna

  • “tal vez muchas personas rechazan hoy la fe simplemente porque la vida eterna no les parece algo deseable... "Eterno" suscita en nosotros la idea de lo interminable, y eso nos da miedo; vida nos hace pensar en la vida que conocemos, que amamos y que no queremos perder, pero que a la vez es con frecuencia más fatiga que satisfacción, de modo que, mientras por un lado la deseamos, por otro no la queremos”.
  • Para entender mejor la "vida eterna": “tratar de salir con nuestro pensamiento de la temporalidad a la que estamos sujetos y augurar de algún modo que la eternidad no sea un continuo sucederse de días del calendario, sino como el momento pleno de satisfacción, en el cual la totalidad nos abraza y nosotros abrazamos la totalidad. Sería el momento del sumergirse en el océano del amor infinito, en el cual el tiempo –el antes y el después– ya no existe.”
  • “Podemos únicamente tratar de pensar que este momento es la vida en sentido pleno, sumergirse siempre de nuevo en la inmensidad del ser, a la vez que estamos desbordados simplemente por la alegría. En el Evangelio de Juan, Jesús lo expresa así: ‘Volveré a veros y se alegrará vuestro corazón y nadie os quitará vuestra alegría’ (16, 22). Tenemos que pensar en esta línea si queremos entender el objetivo de la esperanza cristiana, qué es lo que esperamos de la fe, de nuestro ser con Cristo”.

Esperanza

  • La esperanza es un don que cambia la vida de quien lo recibe, como demuestra la experiencia de muchos santos y santas.
  • La esperanza «Consiste en el conocimiento de Dios, en el descubrimiento de su corazón de Padre bueno y misericordioso». Esta esperanza es nuestra salvación.
  • Jesús nos ha revelado el rostro de un Dios tan grande en el amor que nos ha dado una esperanza inquebrantable, que ni siquiera la muerte puede resquebrajar, pues la vida de quien confía en este Padre se abre a la perspectiva de la felicidad eterna».
  • Jesús es nuestra esperanza: más fuerte que los sufrimientos de la esclavitud y que por ello transforma desde dentro la vida y el mundo.

  • La esperanza crece con la oración, la acción, el sufrimiento y el Juicio de Dios.

Distorsión actual de la esperanza

  • Ponemos la esperanza no en Dios sino en el hombre.
  • "Ahora, esta ‘redención’, el restablecimiento del ‘paraíso’ perdido, ya no se espera de la fe, sino de la correlación recién descubierta entre ciencia y praxis!”.
  • “Ahora se llama: fe en el progreso”. La esperanza de un mundo perfecto que parecía poder alcanzarse gracias a la ciencia y a una política fundada científicamente.
  • "el desarrollo de la ciencia moderna ha confinado cada vez más la fe y la esperanza a la esfera privada e individual de manera que aparece de forma evidente y en ocasiones dramática, que el hombre y el mundo tienen necesidad de Dios --¡del verdadero Dios!--, pues de lo contrario quedarían privados de esperanza".
  • «La ciencia sin duda contribuye al bien de la humanidad, pero no es capaz de redimirla. El hombre es redimido por el amor, que hace que la vida personal y social se convierta en buena y hermosa»
  • «Por este motivo la gran esperanza, la que es plena y definitiva, está garantizada por Dios, que en Jesús nos ha visitado y nos ha donado la vida, y en Él volverá al final de los tiempos»
    • «Es en Cristo que esperamos, ¡es Él a quien esperamos!».
  • Hay que vivir esta esperanza con «obras de caridad, pues la esperanza, como la fe, se demuestra con el amor».
  • “No es la ciencia la que redime al hombre. El hombre es redimido por el amor”

Un examen de nuestra época

  • “una autocrítica de la edad moderna en diálogo con el cristianismo y con su concepción de la esperanza”. En este diálogo, los cristianos tienen que “aprender de nuevo en qué consiste realmente su esperanza, qué tienen que ofrecer al mundo y qué es, por el contrario, lo que no pueden ofrecerle”.
  • “también una autocrítica del cristianismo moderno, que debe aprender siempre a comprenderse a sí mismo a partir de sus propias raíces”.

Marx en la encíclica
 Marx “Olvidó que el hombre es siempre hombre. Olvidó al hombre y olvidó su libertad. Olvidó que la libertad es siempre libertad, incluso para el mal. Creyó que, una vez solucionada la economía, todo quedaría solucionado. Su verdadero error es el materialismo: en efecto, el hombre no es sólo el producto de condiciones económicas y no es posible curarlo sólo desde fuera, creando condiciones económicas favorables”.

Kant en la encíclica

  • “si el progreso técnico no se corresponde con un progreso en la formación ética del hombre, con el crecimiento del hombre interior, no es un progreso sino una amenaza para el hombre y para el mundo”.

SPE SALVI: ENCICLICA DEL PAPA SOBRE LA ESPERANZA CRISTIANA
Fuente: 30 NOV 2007 (VIS)

"Spe salvi", la segunda encíclica de Benedicto XVI, está dedicada a la esperanza cristiana. El texto consta de una introducción y ocho capítulos y se abre con el pasaje de la Carta de San Pablo a los Romanos 8,24: SPE SALVI facti sumus (en esperanza fuimos salvados).

 «Porque nuestra salvación es en esperanza; y una esperanza que se ve, no es esperanza, pues ¿cómo es posible esperar una cosa que se ve?».

Títulos de los capítulos:
"La fe es esperanza";
"El concepto de esperanza basada en la fe en el Nuevo Testamento y en la Iglesia primitiva";
"La vida eterna - ¿qué es?";
"¿Es individualista la esperanza cristiana?";
"La transformación de la fe-esperanza cristiana en el tiempo moderno";
"La verdadera fisonomía de la esperanza cristiana";
"Lugares de aprendizaje y del ejercicio de la esperanza:
 I) La oración como escuela de la esperanza;
 II) El actuar y el sufrir como lugares de aprendizaje de la esperanza;
 III) El Juicio como lugar de aprendizaje y ejercicio de la esperanza;
"María, estrella de la esperanza"


"Según la fe cristiana, -explica el Papa en la introducción- la redención, la salvación, no es simplemente un dato de hecho. Se nos ofrece la salvación en el sentido de que se nos ha dado la esperanza, una esperanza fiable, gracias a la cual podemos afrontar nuestro presente: el presente, aunque sea un presente fatigoso, se puede vivir y aceptar si lleva hacia una meta, si podemos estar seguros de esta meta y si esta meta es tan grande que justifique el esfuerzo del camino".

Por lo tanto, "elemento distintivo de los cristianos" es "el hecho de que ellos tienen un futuro, (...) saben (...) que su vida, en conjunto, no acaba en el vacío. (...) El Evangelio no es solamente una comunicación de cosas que se pueden saber, sino una comunicación que comporta hechos y cambia la vida. La puerta oscura del tiempo, del futuro, ha sido abierta de par en par. Quien tiene esperanza vive de otra manera; se le ha dado una vida nueva".

"Llegar a conocer a Dios, al Dios verdadero, eso es lo que significa recibir esperanza", explica el Santo Padre. Es algo que entendieron muy bien los Efesios, que antes del encuentro con Dios tenían muchos dioses pero "estaban sin esperanza, (...) sin Dios". El problema para los que vivimos siempre con el concepto cristiano de Dios, subraya el Santo Padre, es el estar acostumbrados al Evangelio: "el tener esperanza, que proviene del encuentro real con (...) Dios, resulta ya casi imperceptible".

El Papa recuerda que Jesús no traía "un mensaje socio-revolucionario" como el de Espartaco y "no era un combatiente por una liberación política como Barrabás o Bar-Kokebá". Lo que Jesús había traído "era algo totalmente diverso: (...) el encuentro con el Dios vivo, (...) el encuentro con una esperanza más fuerte que los sufrimientos de la esclavitud, y que por ello transforma desde dentro la vida y el mundo", "aunque las estructuras externas permanecieran igual".

Cristo nos hace libres verdaderamente: "No somos esclavos del universo" y "de las leyes y de la casualidad de la materia". (...) Somos libres porque "el cielo no está vacío", porque el Señor del universo es Dios, que "en Jesús se ha revelado como Amor".

Cristo es el "verdadero filósofo" que nos dice "quien es en realidad el hombre y qué debe hacer para ser verdaderamente hombre". "Él indica también el camino más allá de la muerte; sólo quien es capaz de hacer todo esto es un verdadero maestro de vida". Y nos ofrece una esperanza que es al mismo tiempo espera y presencia: porque "el hecho de que este futuro exista cambia el presente".

El Papa observa que "tal vez muchas personas rechazan hoy la fe simplemente porque la vida eterna no les parece algo deseable. (...) "La crisis actual de la fe -prosigue- es sobre todo una crisis de la esperanza cristiana". "El restablecimiento del "paraíso" perdido, ya no se espera de la fe" sino de los progresos técnicos y científicos, de los que surgirá "el reino del hombre". La esperanza se transforma de ese modo en "fe en el progreso" asentada sobre dos columnas: la razón y la libertad, que parecen garantizar de por sí, en virtud de su bondad intrínseca, una nueva comunidad humana perfecta".

"Hay dos etapas esenciales de la concreción política de esta esperanza" -prosigue Benedicto XVI-: la Revolución francesa y la marxista. Ante la evolución de la Revolución francesa "la Europa de la Ilustración (...) ha tenido que reflexionar (...) de manera nueva sobre la razón y la libertad". Por otra parte, la revolución proletaria "ha dejado tras de sí una destrucción desoladora". El error fundamental de Marx ha sido éste: "Ha olvidado al hombre y ha olvidado su libertad. (...) Creyó que, una vez solucionada la economía, todo quedaría solucionado. Su verdadero error es el materialismo". "Digámoslo ahora de manera muy sencilla -escribe el Papa- el hombre necesita a Dios, de lo contrario queda sin esperanza". "El hombre nunca puede ser redimido solamente desde el exterior. (...) El hombre es redimido por el amor". Un amor incondicional, absoluto: "La verdadera, la gran esperanza del hombre que resiste a pesar de todas las desilusiones, sólo puede ser Dios, el Dios que nos ha amado y que nos sigue amando hasta el extremo".

El Papa indica cuatro lugares para aprender y ejercitar la esperanza. El primero es la oración: "Cuando ya nadie me escucha, Dios todavía me escucha. (...) Si ya no hay nadie que pueda ayudarme (...) Él puede ayudarme".

Después de la oración esta el actuar. "La esperanza en sentido cristiano es siempre esperanza para los demás. Y es esperanza activa, con la cual luchamos (...) para que el mundo llegue a ser un poco más luminoso y humano . Y solamente si sé que "mi vida personal y la historia en su conjunto están custodiados por el poder indestructible del amor", "puedo esperar ".

También el sufrimiento es un lugar de aprendizaje de la esperanza. "Conviene ciertamente hacer todo lo posible para disminuir el sufrimiento", sin embargo "lo que cura al hombre no es esquivar el sufrimiento (...) sino la capacidad de aceptar la tribulación, madurar en ella y encontrar en ella un sentido mediante la unión con Cristo, que ha sufrido con amor infinito. (...) Es también fundamental, saber sufrir con los demás y por los demás. "Una sociedad que no logra aceptar a los que sufren (...) es una sociedad cruel e inhumana".

Finalmente, otro lugar para aprender la esperanza es el Juicio de Dios. (...) Existe la resurrección de la carne. Existe una justicia. Existe la "revocación" del sufrimiento pasado, la reparación que restablece el derecho". El Papa se muestra "convencido de que la cuestión de la justicia es el argumento esencial, o en todo caso, el argumento más fuerte en favor de la fe en la vida eterna". Es imposible que "la injusticia de la historia sea la última palabra. (...) Pero en su justicia está también la gracia". "La gracia no excluye la justicia... Al final, los malvados, en el banquete eterno, no se sentarán indistintamente a la mesa junto a las víctimas, como si no hubiera pasado nada".

ENC/SPE SALVI/... VIS 071130 (1190)
 


El cardenal Cottier

Afirmó que "la esperanza cristiana ha sido objeto de una crítica cada vez más dura: sería puro individualismo; abandonando el mundo a su miseria, el cristiano se habría refugiado en una salvación eterna solo privada".

Existe una pregunta, continuó, "que no se puede eludir: ¿cómo puede haber nacido la idea de que, con el cristianismo, la búsqueda de la salvación fuese una búsqueda egoísta que rechaza el servicio de los demás".

Nuevos problemas "tienen una incidencia determinante para la crisis moderna de la fe y de la esperanza cristianas. De este modo, emerge una nueva forma de esperanza que se llama fe en el progreso, orientada hacia un mundo nuevo, el mundo del reino del ser humano".

El purpurado señaló que "la fe en el progreso como tal se ha convertido en la convicción dominante de la modernidad. Existen dos categorías que ocupan el centro de la idea del progreso: la razón y la libertad". Así, subrayó que "la razón es considerada un poder del bien y para el bien; y el progreso se orienta hacia la libertad perfecta, una vez despojado de todas las dependencias. En esta perspectiva, la libertad se presenta como promesa de plenitud de la realización del ser humano".

Tras poner de relieve "la crisis de la esperanza cristiana en la cultura moderna y su sustitución por la fe en el progreso", el cardenal Cottier afirmó que "suena de nuevo con insistencia la pregunta: "¿Qué podemos esperar? Los números 22-23 del documento -dijo- tienen una importancia decisiva en este contexto. Nos dicen el motivo esencial de la encíclica desde el punto de vista tanto pastoral como cultural".

El cardenal Vanhoye

Afirmó que la encíclica, en su introducción, "muestra la importancia decisiva de la esperanza, que se pondrá de relieve en otras ocasiones. Para poder afrontar el presente con todos sus problemas y sus dificultades, tenemos necesidad de una esperanza realmente válida y sólida".

Refiriéndose al tema de la vida eterna (números 10-12), "el Santo Padre -continuó el purpurado- expresa con vivo realismo la mentalidad actual de muchas personas. La vida eterna es el objeto de la esperanza. Pero a muchas personas, hoy, "la vida eterna no les parece algo deseable. No quieren la vida eterna, sino la presente. (...) Se querría aplazar la muerte lo más posible. Pero vivir siempre, sin un término, sólo sería a fin de cuentas aburrido y al final insoportable".

El cardenal Vanhoye dijo que la segunda parte de la encíclica describe "los lugares de aprendizaje y del ejercicio de la esperanza" y concierne, por tanto, y en modo concreto, a la vida cristiana. Se distinguen tres "lugares": I. La oración como escuela de la esperanza; II. El actuar y el sufrir como lugares de aprendizaje de la esperanza; III. El Juicio como lugar de aprendizaje y ejercicio de la esperanza".

La encíclica presenta "el Juicio Final de Dios como lugar de aprendizaje y de ejercicio de la esperanza en un sentido evidentemente distinto de los lugares precedentes, porque el Juicio final no es una realidad presente como son las oraciones y los sufrimientos. El Juicio final suscita, sin embargo, la esperanza, porque eliminará el mal. Aquí la encíclica ofrece -concluyó- reflexiones profundas sobre el terrible problema del mal y de la justicia".

OP/ENCICLICA SPE SALVI/COTTIER:VANHOYE VIS 071130 (600)


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