LOS SANTOS 

1.   LOS SANTOS Y LAS RELIQUIAS EN LAS SAGRADAS ESCRITURAS.

2.   SAN JOSE: PATRONO DE LA IGLESIA CATOLICA.

3.   LOS TRES REYES MAGOS.

4.   SAN JUAN BAUTISTA.

5.   SANTIAGO DE COMPOSTELA.

6.   SANTOS Y MISTICOS Y LA PASION DE JESUS.

7.   LA FABRICACION DE LOS SANTOS.

8.   LOS SANTOS EN LA IGLESIA CATOLICA.

9.   FRASES CELEBRES SOBRE LOS SANTOS.

 

LOS SANTOS Y LAS RELIQUIAS EN LAS SAGRADAS ESCRITURAS 

AUTOR: GUIDO ROJAS. LICENCIADO EN CIENCIAS RELIGIOSAS. 

I. EL LLAMADO A LA SANTIDAD 

Cuántas veces los hermanos separados nos han acusado a los católicos de acudir a los santos para pedir un favor o milagro del cielo, sin tener en cuenta que solamente Jesucristo es el único mediador ante el Padre (1 Timoteo 2,5), al igual que el Espíritu Santo (Romanos 8,26-27). No obstante, en el hebreo bíblico la palabra “santo” expresa la idea de separación, y en el ámbito religioso se aplica a toda persona o todo aquello que se aparta del uso corriente y es tenido como sagrado, es por esta razón que la palabra de Dios nos dice que todos los creyentes están llamadas a la santidad (Levítico 19,2; 1 Corintios 1,2; 1 Tesalonicenses 4,7; 5,23), a la perfección cristiana (Mateo 5,48; 2 Corintios 13,11; Hebreos 12,23),  y reciben el nombre de los “santos del Altísimo” (Daniel 7,22). “Al hombre bueno se le recuerda con bendiciones” (Proverbios 10,7), Dios siempre está al lado de los hombres justos (Génesis 26,23-24; 28,15; Deuteronomio 31;6.8; Josué 1,5; Jeremías 1,7-8; Proverbios 3,32), “la luz brilla para el hombre bueno” (Salmo 97,11), “la senda de los justos es como la luz de la aurora, que va en aumento hasta que el día es perfecto” (Proverbios 4,18), “Porque el Señor conoce el camino de los justos” (Salmo 1,6), ”que el bueno siga haciendo el bien, y...el hombre consagrado a Dios le siga siendo fiel" (Apocalipsis 22,11), ya que “el Altísimo cuida de ellos” (Sabiduría 5,15).   

Del mismo modo, “Sin la santidad, nadie podrá ver al Señor” (Hebreos 12,14), “el hombre recto mirará su rostro”  (Salmo 11,7); los santos irán al cielo (Hechos 26,18; Efesios 1,18), “los justos se alegrarán, se gozarán delante de Dios” (Salmo 68,3). “Regocíjense los santos por su gloria” (Salmo 149,5), “Porque “El que hace la voluntad de Dios permanece para siempre” (1 Juan 2,17). “Lo que Dios quiere es que ustedes vivan consagrados a él” (1 Tesalonicenses 4,3) véase también (2 Timoteo 1,9), con una “santa y piadosa manera de vivir” (2 Pedro 3,11), “perfeccionando la santidad en el temor de Dios” (2 Corintios 7,1), para que “El Dios de paz, los haga a ustedes perfectamente santos” (1 Tesalonicenses 5,23). Los cristianos estamos llamados a ser “santos y sin mancha” delante de Jesús (Colosenses 1,22; Efesio 1,4), y a “Vivir de una manera completamente santa, porque Dios, que los llamó es santo, pues la escritura dice: Sean ustedes santos, porque yo soy santo” (1 Pedro 1, 15-16), El es además el “Rey de los santos” (Apocalipsis 15,3). 

Todo el que vive íntegramente su fe es digno de imitación. San Pablo así lo expresa: “Ustedes hermanos aprendieron de nosotros cómo deben comportarse para agradar a Dios” (1 Tesalonicenses 4,1; Filipenses 3,17); él mismo se presenta como modelo personal para ser imitado: “Por lo tanto les suplico: sean imitadores míos” (1 Corintios 4,16); o también “Sean imitadores míos como yo lo soy de Cristo” (1 Corintios 11,1). 

II. LOS SANTOS DEL ANTIGUO TESTAMENTO 

Los Libros Sagrados narran varios ejemplos de hombres y mujeres que llevaron una vida virtuosa; desde el justo Abel (Hebreos 11,4); pasando por su descendiente Enoc quien “vivió de acuerdo con la voluntad de Dios” (Génesis 5,22). Noé hombre bueno que siempre obedecía al Creador (Génesis 6,9; 7,1), fue “predicador de justicia” (2 Pedro 2,5).  

Patriarcas como Abraham, padre de los creyentes para los judíos, cristianos y musulmanes (Romanos 4,11; Gálatas 3,8-9); llamado como el “amigo de Dios” (2 Crónicas 20,7), porque “Dios lo aceptó como justo” (Génesis 15,6). Su sobrino Lot, hombre  santo  que vivía en medio de gente malvada (2 Pedro 2,7-8). José, el hijo de Jacob, vendido por sus hermanos por envidia, y a quien Dios siempre estaba con él (Hechos 7,9). El santo Job, “que vivía una vida recta y sin tacha, y que era un fiel servidor de Dios” (1,1), modelo de obediencia y sufrimiento (Santiago 5,11), y quien no pecó de palabra en su desgracia (Job 2,10). Moisés, el gran caudillo y legislador del pueblo hebreo, “era el hombre más humilde del mundo” (Números 12,3); por ser un “siervo fiel” (Hebreos 3,5), tenía el privilegio de hablar con el Todopoderoso “cara a cara” (Éxodo 33,11), como si lo viera (Hebreos 11,27). Su discípulo Josué, “siervo del Señor” (24,29). 

“Mujeres santas” como Sara la esposa de Abraham (1 Pedro 3,5-6); al lado de Jael, la esposa de Heber, el quenita (Jueces 5,24); y Judit, “mujer bendita para el pueblo de Israel” (13,18). Rahab, la prostituta que Dios aceptó como justa por sus hechos (Santiago 2,25); También Rut, “una mujer ejemplar” (3,11). 

De los jueces se menciona que el espíritu de Dios estaba sobre Gedeón (Jueces 6,12.34), “hombre fuerte y valiente”. Del mismo modo, se encontraba Sansón consagrado como nazareno para que empezara a liberar a su pueblo de los filisteos (Jueces 13,5); de él dice la Escritura que “el niño crecía, y el Señor lo bendecía” (Jueces 13,24). 

En cuanto a los “santos profetas que vivieron en los tiempos antiguos” (Hechos 3,21), también llamados “siervos” (Amos 3,7), o “santos hombres de Dios” (2 Pedro 1,21),  se hallaba Samuel, consagrado al servicio del templo, y considerado por todo Israel como “verdadero profeta del Señor” (1 Samuel 3,20). Daniel “a quien Dios amaba” (10,11.19). Oseas y Ezequiel “centinelas de Dios” (Oseas 9,8; Ezequiel 3,17; 33,7). Eliseo, “santo profeta de Dios” (2 Reyes 4,9). Jeremías, destinado por el Altísimo desde antes que naciera para que fuera “profeta de las naciones” (1,5) 

El rey David, quien a pesar de su debilidad humana (2 Samuel 12,7-9), cumplió con los mandamientos y las leyes Divinas (1 Reyes 11,34), y fue agradable  al  corazón de Dios  (Hechos 13,22);  también los monarcas Joás, Ezequías y Josías, hicieron “lo que es recto a los ojos de Dios” (2 Reyes 12,2; 18,3; 22,2). El sumo sacerdote Joiada, que tras  su muerte “lo enterraron en la Ciudad de David, junto con los reyes, porque se había portado bien con Israel, con Dios y con su templo” (2 Crónicas 24, 16). 

Estos “siervos santos” tenían una relación tan estrecha con el Altísimo que en las Escrituras se decía que El era su Dios, como por ejemplo: “el Dios de Abrahán, Isaac y Jacob” (Génesis 15,6; Éxodo 3,6), “el Dios de David” (2 Reyes 20,5) o “el Dios de Elías” (2 Reyes 2,14).    

Asimismo, cuando Cristo murió en la cruz “se abrieron los sepulcros, y muchos cuerpos de santos que habían dormido, se levantaron” (Mateo 27,52). 

III.  LOS SANTOS DEL NUEVO TESTAMENTO 

En la nueva alianza se menciona a José, padre adoptivo de Jesús, un “hombre justo” (Mateo 1,19); y su esposa, la bendita virgen María (Lucas 1,28.42); al igual que el sacerdote  Zacarías y su mujer Isabel (pariente de María), otro  matrimonio   espejo   de   santidad  (Lucas  1, 6). En el templo de Jerusalén vivían dos santos místicos y ascetas; Simeón “un hombre justo, que adoraba a Dios y esperaba la liberación de Israel”  (2,25); y Ana “que hablaba en nombre de Dios...nunca salía del templo, sino que servía día y noche al Señor, con ayunos y oraciones” (36-37). Otro era Juan Bautista, el último de los profetas; quien era grande delante de Dios y estaba lleno del Espíritu Santo desde antes que viniera al mundo  (1,15), ”la  mano  del  Señor” estaba con él (Lucas 1,66).


Los “Santos apóstoles” (Efesios 3,5), como Juan “el discípulo amado” (19,26);  Natanael, “verdadero israelita en quien no había engaño” (Juan 1,47). Pablo “siervo de Cristo” (Gálatas 1,10). El discípulo “José, llamado Barsabás, y llamado también  justo” (Hechos 1,23). El evangelista Lucas “el médico amado” (Colosenses 4,14). El diácono Esteban, “hombre lleno de fe y del espíritu Santo” (Hechos 6,5), su rostro era como el “de un ángel” (15). José, de Arimatea, miembro del concilio de Jerusalén, “varón bueno y justo” (Lucas 23,50). Tabita “esta mujer pasaba su vida haciendo el bien Y ayudando a los necesitados” (Hechos 9,36). El capitán Cornelio, un hombre justo, que adoraba a Dios (Hechos 10,22). “Cierta mujer llamada Lidia, temerosa de Dios” (Hechos 16,14). El discípulo “Justo, temeroso de Dios” (Hechos 18,7). Apolo, hombre de “espíritu fervoroso” (Hechos 18,25). Ananías, “piadoso y obediente a la Ley de Moisés” (Hechos 22,12). Epafras “un fiel ministro de Cristo” (Colosenses 1,7); al lado de Tíquico, “amado hermano y fiel ministro y consiervo en el Señor” (Colosense 4,7). Entre muchos otros personajes (Hechos 20,4; Romanos 16,1-15. 21-23; Colosenses 4,7-14; Hebreos 11,1-38). 

IV. EL PODER DE LA ORACION 

El seguimiento del Señor va acompañado de grandes privilegios, porque Dios escucha la plegaria de los justos (1 Pedro 3,12; Job 42,8; Salmo 34,15.17; Proverbios 15,29); como la oración de Sansón con la que obtiene el milagro de un manantial de agua con la que calmó su sed (Jueces 15,18-19); y la petición de Zacarías que es recompensada con el nacimiento de su hijo Juan Bautista, y eso que él y su mujer eran ya de edad avanzada (Lucas 1,13.18).  Jesucristo nos invita a implorar siempre por nuestras necesidades (Lucas 11,9-13; 1 Juan 5,14-15); hay que hacer oración unos por otros (Colosenses 4,12; Santiago 5,16; Hebreos 13,18-19), y por los santos (Efesios 6,18). San Pablo anima en sus cartas a los hermanos a pedir por él (Romanos 15,30; Efesios 6,19; Filipenses 1,19; 1 Tesalonicenses 5,25), “por todo el pueblo de Dios” (Efesios 6,18; 2 Corintios 1,11; Colosenses 4,3); el mismo los encomienda en sus oraciones (Efesios 1,16; Filipenses 1,4; Colosenses 1,3-9; 1 Tesalonicenses 1,2; 3,10), invita a los fieles a rogar por toda la humanidad (2 Tesalonicenses 1,11; 1 Timoteo 2,1-2). Epafras, oró intensamente por sus hermanos en la fe (Colosenses 4,12-13). Los 24 ancianos y los ángeles suben ante el trono celestial las plegarias de todos los que pertenecen al pueblo santo de Dios (Apocalipsis 5,8; 8,3-4).  

Por otra parte, encontramos casos de intercesión ante el Señor, como Abraham que pide detener el castigo contra Sodoma y Gomorra (Génesis 18,20-33), y por la salud de Abimelec (Génesis 20,17); Lot ruega ante los ángeles para que no destruyan la ciudad de Zoar (Génesis 19,20-21); Job intercede por su familia ofreciendo sacrificios por ella, y aunque fue maltratado por tres compañeros, los perdonó y hasta oró por ellos (42,10). Moisés clama por el faraón de Egipto (Éxodo 8,28-29; 9,29-33), y por los pecados del pueblo elegido (Éxodo 32,9-13, 30-32; Números 11,2; 14,11-19; 16,20-22). Cuando los judíos se establecen como la nación de Israel, los sacerdotes, reyes y profetas exponía los asuntos importantes de la comunidad ante Dios (1 Samuel 8,21-22; 14,36-41; Jeremías 42,1-3); así por ejemplo: el rey David intercede para que no se castigue a los hebreos (2 Samuel 24,17), y para que la peste se retire de Israel (24-25); Nehemías hace oración por los israelitas (1,6.11); Daniel suplicó a Yahvé que tuviera misericordia de los judíos, quienes sufrían el castigo por sus pecados (Daniel 9,15-19); la plegaria fervorosa del profeta Elías hace desaparecer y aparecer La lluvia en su Nación (Santiago 5,17-18); el profeta Jeremías ya muerto hace oración por el pueblo y la ciudad santa (2 Macabeos 15,14), al igual que Samuel y Elías (Eclesiástico 46,23; 48,14-15).  

El evangelio de San Lucas nos cuenta que cuando Zacarías se encontraba en el Santuario ofreciendo incienso, una multitud de judíos estaban fuera orando. Al parecer, se había convertido en costumbre congregarse fuera del Templo para orar durante la ofrenda del incienso al Señor sobre el altar de oro (Lucas 1,8-10).  María pide a Jesús en las bodas de Caná por el vino (Juan 2,3); un alto Oficial del rey por la curación de su hijo enfermo (Juan 4,46-51); un capitán romano por su criado paralítico (Mateo 8,5-7); Jairo, el jefe de los judíos, para que resucitara a su hija (Mateo 9,18); la mujer cananea por su hija endemoniada (Mateo 15,21-22); el rico Epulón intercede por sus hermanos ante el padre Abraham (Lucas 16,27-28); María, la esposa de Zebedeo, por sus hijos Santiago (el mayor) y Juan (El discípulo amado) (Mateo 20,20-21); Marta y María Magdalena por su hermano muerto Lázaro (Juan 11, 20-21.32); la iglesia en Jerusalén oró por Pedro cuando estuvo encarcelado (Hechos 12,5); el diácono Esteban pide el perdón por sus verdugos (Hechos 7,60);  el apóstol Pablo por los navegantes en peligro (Hechos 27,23-24); Epafras rogó por sus hermanos en la fe (Colosenses 4,12); y San Pedro asegura que en el cielo él intercederá por los que queden en la tierra (2 Pedro 1,15). 

V.  LAS RELIQUIAS SAGRADAS 

Para la Iglesia Católica existe además una veneración a las “reliquias” palabra que proviene del latín “reliquiae” (restos), que son restos humanos y vestimentas de los santos, ornamentos del culto sagrado y objetos de piedad; muchos de los cuales con poderes milagrosos por parte de Dios. Como el callado del patriarca Jacob (Hebreos 11,21); los restos mortales de José que fueron llevados desde Egipto hasta Siquem, para que ser sepultados en la Tierra Prometida (Génesis 50,25; Éxodo 13,19; Josué 24,32; Hebreos 11,22); a Moisés el Padre Eterno le promete que con su vara hará cosas asombrosas (Éxodo 4,17), como sucedió ante los ojos del faraón Ramsés II (Éxodo 7,9-12), con las plagas de Egipto (Éxodo capítulos 7-8), cuando abrió en dos el mar rojo (Éxodo 14,16), cuando hizo brotar agua de las rocas en el desierto del Sinaí (Éxodo 17,5-6), y en la guerra contra los amalecitas (Éxodo 17,9); Dios hace retoñar el bastón de Aarón, para que lo colocaran dentro del cofre sagrado (Números 17,7-10); El rey David hizo trasladar el “cofre de Dios” a la ciudad santa de Jerusalén, en medio de alegría, cantos, música, danzas, sacrificios y holocaustos (2 Samuel 6, 5.13.15.17), al igual que su hijo Salomón (2 Reyes 8,1-10);  la capa del profeta Elías abrió en dos oportunidades el río Jordán (2 Reyes 2,8.13-14); en cierta ocasión unos israelitas estaban enterrando a un hombre, arrojándolo a la tumba de Eliseo, pero tan pronto el cadáver rozó los huesos del profeta, resucitó y se puso de pie (2 Reyes 13,20-21).  

En la vida pública de Cristo, una mujer que desde hacía doce años estaba enferma con derrames de sangre, se curó instantáneamente al tocarle el borde de su túnica (Mateo 9,20-22), también sucedió lo mismo con los enfermos de Genesaret (Mateo 14,34-36). Igualmente, “Dios hacía grandes milagros por medio de Pablo, tanto que hasta los pañuelos o las ropas que habían sido tocados por sus cuerpo eran llevados a los enfermos, y éstos se curaban de sus enfermedades, y los espíritus malignos salían de ellos” (Hechos 19,11-12).

 

SAN JOSE: PATRONO DE LA IGLESIA CATOLICA 

AUTOR: GUIDO ROJAS. LICENCIADO EN CIENCIAS RELIGIOSAS. 

“Todavía en el cielo Jesús hace todo lo que San José le pide”   Santa Teresa de Ávila. 

I. CONTEXTO BIBLICO 

San José, cuyo nombre quiere decir “Dios me ayuda”, ha sido llamado como el “santo del silencio” por no encontrarse ninguna palabra suya en los evangelios. Las pocas referencias propias a su persona, las encontramos en primer lugar, en el texto de San Mateo, allí nos dice relatando la genealogía de Nuestro Señor que “Jacob fue padre de José, el marido de María, y ella fue madre de Jesús, al que llamamos Mesías” (1,16). Algunos versos más adelante, y antes de que un mensajero celestial se le presentara en sueños para explicarle que lo concebido en María Santísima había sido obra del Espíritu Santo, el mismo autor sagrado lo define como “un hombre justo” (19). En los versos 24 al 25 agrega el apóstol: “Cuando José despertó del sueño, hizo lo que el ángel del Señor le había mandado, y tomó a María por esposa. Pero no vivieron como esposos hasta que ella dio a luz a su hijo, al que José puso por nombre Jesús”.  

Paralelamente en el evangelio de San Lucas, añade que con el edicto del emperador romano Augusto César, cada familia judía tenía que ir a su lugar de origen para empadronarse, “Por esto, José salió del pueblo de Nazaret, de la región de Galilea, y se fue al Belén, en Judea, donde había nacido el rey David, porque José era descendiente de David” (2,4).  

Nuevamente en el evangelio de San Mateo, un ángel del Altísimo le indica en otro sueño que huya con María y el pequeño infante a Egipto, porque el rey Herodes el Grande quería matarlo (2,13). Cuando ya la amenaza había pasado al morir el tirano monarca, el ángel del Señor le dijo en un tercer sueño que vuelva a la tierra de Israel, donde se instalaron en el pueblo de Nazaret, en Galilea (19-23). 

La última señal que encontramos en las Sagradas Escrituras del santo patriarca en vida, la hayamos en el evangelio de San Lucas, cuando Jesús contaba con 12 años de edad, y estuvo por tres días discutiendo con los doctores de la ley en el templo de Jerusalén. Al ser encontrado por José y María, ella misma recalca: “- Hijo mío, ¿por qué nos has hecho esto? Tu padre y yo te hemos estado buscando llenos de angustia” (2,48). Nótese bien, como ante todo el mundo judío, y ante la ley mosaica; Jesús, en la carne, era el hijo primogénito de José (Véase al respecto Lucas 2,21-39).  

En la vida pública del Señor que la inicia a los 30 años de edad (Lucas 3,23), ya no se habla de José, pero si se hace hincapié de cómo su padre adoptivo le había enseñado un oficio a fin de que pudiera valerse por sí mismo, de modo que sus paisanos no solo lo conocían como “el hijo del carpintero” (Mateo 13,55), sino también como el “carpintero” de Nazaret (Marcos 6,3). El apóstol Felipe lo llamó “Jesús, el hijo de José, de Nazaret” (Juan 1,45). Asimismo, en la sinagoga de la misma localidad, la gente reconoce al Mesías como “el hijo de José” (Lucas 4,22). Del mismo modo, los hebreos de la sinagoga de Capernaum identifican al Divino Maestro como el “único hijo de José y de María” (Juan 6,42). 

II. SAN JOSE EN LA IGLESIA CATOLICA 

Se narra en la tradición piadosa de la Iglesia, que siendo muchos los jóvenes que pretendían la mano de María incluyendo a José, los sacerdotes del Templo para decidir la elección conforme a la voluntad divina, ordenaron que cada uno de ellos dejase sobre el altar, durante la noche, una rama de árbol seca y estéril, esperando que de esta manera El Señor demostrara quien era el elegido. La única rama de lirio que apareció florida a la mañana siguiente era la de José. 

Según los escritos de la mística María Valtorta, San José al momento de casarse con María era “un hombre de unos treinta años de edad, de buena presencia, no muy alto, pero sí robusto y bien proporcionado. Una cara honrada y paciente, que inspira confianza. Con cabellos cortos, encrespados, de color castaño, lo mismo la barba tupida, sus bigotes  realzan el mentón bien formado, y suben hacia las mejillas, la piel más bien bronceada. Tiene ojos oscuros, amables, profundos, muy serios, un poco tristes. Pero cuando sonríe se ven alegres y juveniles”. Era además “un judío nazareno, consagrado virginalmente a Yahvé, que por obediencia al sumo sacerdote se unió maritalmente con la Virgen”.   

La Iglesia Católica recuerda los cinco grandes dolores de San José: 

Ver nacer al Divino niño en un pobre pesebre.

La huida a Egipto ante la amenaza de muerte del rey Herodes.

La presentación de Jesús en el templo, cuando el profeta Simeón anunció que sería causa de división entre los hombres.

La pérdida de Jesús en el templo, y su búsqueda durante tres días.

La separación de Jesús y María al llegarle la hora de la muerte. 

La devoción a San José, empezó sólo a partir del siglo XI y lentamente se fue extendiendo. El papa  Gregorio V, en 1621, decretó la fiesta de San José, esposo de la Virgen María para el día 19 de marzo. Posteriormente, Pío IX, en 1847, lo declaró patrono de la Iglesia Católica. En 1898, León XIII, aprobó y permitió repartir los escapularios de San José. Ya en 1909 la Santa Congregación de Ritos, formuló las letanías para que fueran Rezadas por los creyentes; en 1917, Benedicto XV lo llamó como el “patrono de la buena muerte”. Pío XII, en 1955, agregó la celebración del 1 de mayo a San José obrero. Juan XXIII resaltó más su culto al colocar su nombre en el canon (parte central de la misa), y también lo nombró custodio del concilio Vaticano II (1962).

 

III. SAN JOSE COMO OBJETO DE BURLA 

En noviembre del año 1993 salió en cartelera de los cines la película “”Por amor, sólo por amor”, del director italiano Giovanni Veronesi, basada en el libro de Pasquale Festa Campanile, escrito en 1983, y cuya obra ganó uno de los premios literarios más prestigiosos de Italia, el “Campiello”. En el filme se hace una paradoja satírica de la “Sagrada Familia”. El actor que interpreta a San José fue el cómico italiano Diego Abatantuono, quien como esposo de María le cuesta mucho vivir en castidad, porque ella es la madre del hijo de Dios. 

En la publicidad filmada para la televisión, apareció Abatantuono vestido con los ropajes del Israel antiguo, y sentando en un trono dijo: “Me llamo José, San José. Soy el padre de Jesús. ¿Padre?...Casi”. Igualmente, en una rueda de prensa de presentación de la película, el actor aseguró no conocer nada sobre José antes de hacer la cinta. “Sólo lo veía aparecer en el pesebre en Navidad y desaparecer para los Reyes Magos”. Cuando le preguntaron si fue difícil hacer el papel de José, contestó: “Al principio pensé que iba a serlo, sobre todo si él hubiera sido realmente un santo. Pero como José no hacía milagros y no sabía que era santo, fue facilísimo”, concluyó.     

 

LOS TRES REYES MAGOS 

AUTOR: GUIDO ROJAS. LICENCIADO EN CIENCIAS RELIGIOSAS. 

Los magos en la antigüedad cumplían varias funciones: eran astrólogos, médicos, sacerdotes y consejeros de los reyes. 

En el Salmo (72,10), dice que los Reyes (Magos) venían de Tarsis, Sabá y de Seba.  

La tradición cristiana los sitúa llegados de Arabia, India y Etiopía, dando a entender que de estas tres regiones pertenecían las tres razas conocidas del mundo antiguo. 

El evangelio de San Mateo no relata que fueron tres los magos venidos de Oriente. Simplemente se deduce este número por los regalos que le obsequiaron al Niño Dios: oro, incienso y mirra. 

En las pinturas de las catacumbas de santa Priscila en Roma, fechada en el siglo II de nuestra era, se representan a los magos en número par y sin atributos reales, mientras que en otro famoso mosaico hallado en Ravena (Italia), que data del siglo VI, aparecen los magos todos de la misma raza. 

En la basílica de Belén aparecen pintados con ropaje persa. Igualmente, desde el siglo VIII hay murales en las catacumbas romanas en números de dos, cuatro, seis y hasta doce reyes. 

Según antiguas tradiciones de las montañas norteñas de Irán, en lo que era la Persia del mundo antiguo, se localiza una aldea milenaria con el nombre de Khandadian, de donde partieron los magos a Israel. 

En la carretera que conduce de Jerusalén a Belén se localiza el manantial de los magos, en el que la tradición indica que descansaron los Magos. Allí habiendo perdido de vista la estrella, volvieron a divisarla reflejada en las aguas. Los árabes también afirman que aquí descansó María camino de Belén.    

Los tres regalos presentados al Divido Niño tienen los siguientes significados: 

Oro: simboliza la realeza de Jesús, descendiente de la casa de David.

Incienso: simboliza el sacerdocio eterno del Mesías, ya que este es el perfume que se utilizaba en el altar del templo sagrado.

Mirra: simboliza la profecía de la muerte redentora de Cristo, pues es la sustancia que empleaban los judíos para embalsamar los cuerpos de sus difuntos.  

Según el evangelio armenio de la infancia, los tres  Magos eran hermanos: 

Melkor, rey de Persia.

Baltasar, rey de la India.

Gaspar, rey de Arabia. 

La descripción tradicional que se les da a los tres reyes magos es debido a los escritos de San Beda, monje inglés, historiador y doctor de la Iglesia que vivió entre los años 672-735. Comenta el Santo: “Melchor era anciano, de barba poblada y larga; Gaspar joven, lampiño y rubio; Baltasar era negro y de espesa barba. 

A partir del siglo XII la Iglesia Católica le atribuye a Melchor la representación de la raza de Jafet (europea) y ofrece oro, Gaspar simboliza a los semitas (Asia)  y regala incienso y Baltasar a los camitas (África) y da la mirra.  

Después de la resurrección del Señor, el apóstol Tomás los encontró en Saba (India), donde fueron bautizados y consagrados obispos, labor que cumplieron hasta su martirio en el año 70 d. C.; siendo enterrados junto en un mismo sarcófago en Palestina. Sus reliquias fueron llevadas en el siglo IV primero a Constantinopla por Santa Elena. De allí pasaron a Milán (Italia), donde permanecieron hasta que el emperador Federico Barbaroja, en el año 1164, los regaló al obispo de Colonia (Alemania), quien en su honor edificó un sencillo templo que más tarde se convirtió en una majestuosa catedral, donde hoy reposan sus tres cráneos con las coronas que llevaron durante su existencia. 

SAN JUAN BAUTISTA 

AUTOR: GUIDO ROJAS. LICENCIADO EN CIENCIAS RELIGIOSAS. 

Tain-Karen, la antigua ciudad sacerdotal de Judea donde habitaban Zacarías e Isabel ambos de la misma estirpe; ahora es conocida con el nombre de San Juan de la Montaña. Aquí se encuentra la iglesia y el convento franciscano que lleva el nombre del santo profeta. Se encuentra una cripta descendiendo siete escalones hasta la gruta del nacimiento de San Juan Bautista.   

El nombre de Juan quiere decir “Dios es propicio”; es considerado como el último de los grandes profetas de Israel y precursor del Mesías, es llamado como “la voz del desierto”. Fue decapitado por Herodes Antipas en la fortaleza  de Maqueronte, a orillas del mar muerto.  Aquí se construyó una iglesia sobre su sepulcro. Según la tradición la cabeza del santo profeta fue llevada después a la iglesia de San Silvestre de Roma. 

Cerca al río Jordán, se encuentra un monasterio construido donde la creencia antigua afirma que el profeta Juan se dedicó a bautizar. 

San Jerónimo nos habla de la profanación de la cabeza de Juan por Herodías, la amante y cuñada del rey Herodes Antipas; quien le atravesó la lengua con un alfiler de oro, vengándose así de lo que le había dicho. 

La otra tumba de este santo profeta se encuentra en la actualidad dentro de la mezquita  de Damasco en Siria. Aquí los musulmanes también reclaman el derecho de poseer la cabeza del bautista, que según su creencia, cuando fue decapitado rodó hasta aquí.                                 

En 1999 se descubrió a orillas del río Jordán una cueva bajo las ruinas de una iglesia bizantina del siglo IV, los arqueólogos la identificaron como el sitio donde vivía Juan el Bautista. Las ruinas de Otras tres iglesias fueron halladas cerca de esta gruta, demostrando el carácter sagrado del lugar. 

En nuestros días existen en algunas comarcas del Oriente los llamados cristianos de San Juan Bautista. El origen de esta secta parece remontarse a ciertos discípulos del mismo que se adhirieron a los herejes de los primeros siglos. 

SANTIAGO DE COMPOSTELA 

AUTOR: GUIDO ROJAS. LICENCIADO EN CIENCIAS RELIGIOSAS. 

I. SU HISTORIA 

Santiago (llamado también Jacobo), nació en Betsaida, hermano de Juan, ambos hijos de Zebedeo y Salomé, pescadores de Cafarnaúm. Se encontraban entre los primeros discípulos de Jesús, quienes por su temperamento y firmeza les dio el título de “Hijos del Trueno” (Marcos 3,17). 

Después de la ascensión del Señor, Santiago llamado también “el mayor”, permaneció en compañía de los demás apóstoles y de la Virgen María en Palestina durante doce años, luego predicó el evangelio en el país de los Celtíberos (hoy España). Posteriormente se trasladó a la región de Césaraugusta (hoy Zaragoza), al nordeste de la Península Ibérica, donde agobiado por el cansancio y las flaquezas, un día 2 de enero del año 40 fue reconfortado por una aparición de la Madre del Salvador sobre un pilar de mármol (Cuando aún vivía en Palestina), dejando como prenda de su futura protección a la Nación, una imagen suya esculpida por los ángeles, que se conserva hasta nuestros días como la “Virgen del Pilar de Zaragoza”. 

Entre los años 42 al 44, regresó a Jerusalén en tiempos del reinado de Herodes Agripa, enemigo de los cristianos. Aquí fue traicionado, encarcelado y torturado y junto con su delator arrepentido, fueron decapitados según consta en el libro de los Hechos de los Apóstoles (12,1-2), siendo además el primero de los doce amigos que dio la vida por su Divino Maestro.

II. SU SEPULCRO 

La tradición cristiana, escritos de San Isidoro de Sevilla y San Braulio, además de varios monumentos históricos; dan fe que después de su martirio, dos de sus seguidores: Teodoro y Atanasio, trasladaron el cuerpo del santo desde la Ciudad Santa, por el puerto de Jupper (hoy Tel –Aviv), hasta las playas de Iria –Flavia, en la Costa Atlántica de Galicia (región noroccidental de España), desde donde fue transportado en carreta, hasta llegar a un lugar donde los bueyes se detuvieron por su propia voluntad. En ese punto fue sepultado, pero debido a las terribles persecuciones que se desataron contra los seguidores de Cristo, el rastro exacto de su ubicación se perdió completamente. 

En el siglo II se empezaron a ver extrañas luces en este sitio, que estaba cubierto por un espeso bosque, más adelante en el siglo VIII el obispo Odoario levantó un templo dedicado a Santiago Apóstol, en la región de Avezado. En el año 813, un ermitaño de la orden de San Fiz, llamado Pelagio, vio cómo una estrella descendía sobre los arbustos de Iria mientras resonaba un coro celestial en los alrededores. En vista de este hecho, el obispo Teodominio hizo excavar el lugar, donde encontró un sepulcro de mármol en cuyo interior se hallaba un arcón de cedro con los restos mortales de Santiago el Mayor. El rey del lugar Alfonso II el Casto, que visitó la zona, declaró que los restos eran auténticos y proclamó a Santiago el “Protector de España”. 

Las reliquias del apóstol, se ocultaron durante trescientos años por juzgar que corrían peligro, y no fueron devueltas hasta 1879. Después fueron autentificadas por la bula Deus Omnipotens en 1884, bajo el pontificado de León XIII. 

III. PEREGRINAJE 

En el siglo VII la Ciudad de Dios cayó en manos de los turcos, se iniciaron las cruzadas, los cristianos no podían llegar a la Tierra de Jesús, porque los moros se los impedían, así que peregrinaron a Santiago de Compostela (o campo de la estrella), para orar ante la tumba del santo. 

Desde el siglo IX empezaron a llegar de toda Europa y parte de Asia, caravanas de reyes, obispos, monjes, caballeros, soldados, escuderos, plebeyos y campesinos que iban a cumplir un voto hecho al apóstol mártir en momentos de peligro. Clérigos y frailes fundaron monasterios, iglesias, hospitales y hospederías por el camino, y no faltaron los reos que preferían ir a Iria, que permanecer en prisión. Quedaba abierto, pues, el llamado “Camino de Santiago”. 

Santiago de Compostela, fue visitada por el Cid Campeador, el rey San Luís de Francia y su corte, San Francisco de Asís y San Guillermo de Montivérgino, quien arrastró hasta aquella tumba cadenas, en un acto de penitencia. Las peregrinaciones fueron favorecidas con la aparición en ese mismo siglo de la primera guía de viajeros, el llamado Códice Calixtino, que mencionaba la leyenda hagiográfica del apóstol y daba noticia de las cinco rutas principales para llegar al santuario. Hoy en día su basílica es el tercer centro de peregrinación en importancia dentro del orbe católico, después de Tierra Santa y el Vaticano. 

El Camino de Santiago de Compostela fue declarado en 1993, por la UNESCO como “Patrimonio Cultural de la Humanidad”, dos años después el Consejo Europeo le otorgó la distinción de Primer Itinerario Cultural Europeo. Además fue reconocido con el premio Príncipe de Asturias de la Concordia 2004.  

IV. SANTIAGO Y SU PROTECCION A LA IGLESIA CATOLICA 

Desde el año 757 el obispo Odoario empezó a organizar la reconquista de su País, que desde entonces y hasta el siglo XV estuvo en poder de la medialuna islámica. La reliquia del santo patrono era el baluarte para contrarrestar la influencia del “brazo del profeta Mahoma”, que se conservaba en una mezquita de Córdoba, en el sur de España. Se ha dicho que el jerarca avanzaba, fundaba y reconstruía pueblos en nombre de Jesucristo y en honor del apóstol. Al grito de “por Santiago y por España”, los ejércitos españoles luchaban contra los moros en su patria, y luego durante las cruzadas contra los sarracenos en Tierra Santa. Nace así la Orden de los Caballeros del Hábito de Santiago, creada en 1170. 

En la batalla de Clavijo en el año 845, Santiago es visto en combate, del lado de Ramiro I, montado sobre un corcel blanco, y empuñando una cruz y una espada, dando ánimo a los ejércitos católicos y llevándolos a la victoria; ahí ganó el apóstol el título de “Santiago Matamoros”. 

En el año 932, se le aparece al rey Ramiro II en un sueño, donde le ofrecía en  nombre de Cristo –Rey protección para sus soldados, que se enfrentaban  contra las fuerzas mahometanas llegadas por mar y tierra. Lo cierto es que a otro día, cuando se reanudaron los combates, apareció súbitamente el apóstol blandiendo el espada defensor de la fe, hecho que dio el triunfo a los diezmados ejércitos españoles. Santiago Apóstol y la Virgen abanderaron la reconquista, hasta que en 1492 los españoles retiraron a los islámicos con la toma de Granada y quedó España en poder de los cristianos. 

Hay crónicas que relatan que el insigne capitán celeste protegió a los católicos portugueses en Goa, mientras en América se conoce el relato del inca Gracilazo de la Vega (historiador indígena), peruano, quien narra que doscientos conquistadores fueron cercados en Cuzco por doscientos mil nativos durante ocho meses. En el último asalto, el santo patrón de España apareció montado en su caballo blanco y portando en su mano derecha una espada que parecía un relámpago. Con esta visión los aborígenes se replegaron llenos de terror. Sobre el particular hay una lápida en la capilla del triunfo, en esta misma ciudad Latinoamericana.  

V. BASILICA COMPOSTELIANA 

A la catedral de estilo románica construida en el siglo XI, con el transcurso de los tiempos se le hicieron añadiduras góticas, renacentistas y barrocas, al igual que a todo el contexto arquitectónico de la ciudad, incluyendo el hospicio que mandara a construir para los peregrinos los reyes católicos en 1499.  

La llamada puerta de los perdones, que da a un pequeño patio con sepulcros, tiene la particularidad de ser abierta solamente en los años Santos Jacobeos, que se celebran cada vez que el 25 de julio, fecha del apóstol Santiago en el calendario eclesiástico, cae en día domingo. 

Dentro de la basílica se puede apreciar una imagen que representa a Santiago mártir, con capa de plata y joyas ornamentales, ubicada en el altar mayor. A cada lado hay escaleras por las que suben los peregrinos para abrazarla por detrás. De aquí los visitantes descienden para contemplar el sarcófago de plata que contiene las reliquias del justo. Entonces quienes llegaron a Compostela movidos por el fervor, la fe y la penitencia son recompensados con una concha tradicional del lugar, emblema del santuario, que representa una mano que se abre para realizar obras piadosas. 
 

SANTOS Y MISTICOS Y LA PASION DE JESUS 

AUTOR: GUIDO ROJAS. LICENCIADO EN CIENCIAS RELIGIOSAS. 

En las revelaciones particulares a Santa Margarita María Alacoque, religiosa de la orden de la visitación, el Mismo Mesías, le confiesa que “la ingratitud y menosprecios (de los hombres) me es más penoso que todos los sufrimientos que padecí en mi Pasión”. 

Preguntando una vez San Bernardo, Doctor de la Iglesia, al Señor en la oración, cuál había sido el mayor dolor físico que había sufrido en el curso de su Pasión; Este respondió: “Yo tuve una llaga en la espalda de tres dedos de profundidad que me hizo la cruz llevándola sobre mis hombros; ésta ha sido la de mayor dolor y pena que todas las otras”. 

Santa Catalina de Siena, Doctora de la Iglesia, interrogó al Señor que le iluminara un medio para aumentar su amor por El, y recibió un mensaje interior que le decía: “Meditar en la vida, pasión, muerte y resurrección de Jesucristo. No hay nada más eficaz para crecer en el amor de Dios”.  

La contemplación de la pasión del Salvador, punto central de la regla de los pasionistas, le había sido sugerida a su fundador San Pablo de la Cruz, por la misma Virgen María, que en una aparición le había explicado el significado y el objetivo del dolor. 

Pedía San francisco de Asís, religioso italiano, al Hijo de Dios que le diera un remedio para llegar a la santidad,  y oyó una voz que le decía: “Abre el misal y encontrarás lo que deseas”. Abrió el libro y leyó un título que decía: “Pasión de Nuestro Señor Jesucristo”.  

Santa Rita de Casia, religiosa agustina italiana, meditaba tantas veces y con tanto fervor en el tercer misterio doloroso: la coronación de espinas; que se le formó una herida en la frente que le hacía sufrir mucho, pero le proporcionaba el consuelo de poderse asociar a los dolores de Cristo en su Sagrada Pasión. 

Santa Gemma Galgani, mística laica italiana, en una revelación recibió del Señor Jesús, en 1899, las cinco llagas de su crucifixión que ella ocultaba cuidadosamente. Desde entonces, cada semana, aparecía en su cuerpo los latigazos que recibió Cristo y en la cabeza las marcas de la corona de espinas, además sentía en el hombro el peso de una gran cruz que le producía heridas y la hacía encorvarse dolorosamente. 

La Beata Ana Catalina Emmerich, monja agustina alemana, se le presentó Jesús y le ofreció una corona de espinas; ella la aceptó y tuvo así en su frente la marca de este estigma. Luego se le abrieron también heridas en las manos, los pies y el costado. 

Al ya mencionado San francisco de Asís, en el año 1124, dos años antes de morir cuando se encontraba meditando en el monte Alvernia, fue estigmatizado por un serafín que tenía tres pares de alas resplandecientes, llevaba en sí la imagen de un Crucificado, que le enviaba rayos de fuego a sus manos, a sus pies y al costado derecho. Llegó a ser la primera persona en la Iglesia Católica en llevar en su propio cuerpo las heridas de la pasión de Cristo Jesús. 

San Pío de Pietrelcina, sacerdote capuchino italiano, en el año de 1912, mientras se encontraba rezando en el convento de San Juan Rotondo, recibió los estigmas (invisibles), de un personaje celeste armado con una lanza que le penetra el corazón; este ángel del Señor es el mismo que antes había estado junto a él en su batalla contra el Maligno. En el año 1918, el padre Pío recibe los estigmas visibles de una imagen de Cristo Crucificado, cuando unos haces de luz  le penetran las manos, los pies y el costado izquierdo. 

Después de la muerte de Santa Clara de Montefalco, encontraron en su corazón los signos de la Pasión del Redentor: la cruz, los tres clavos, la lanza, la corona de espinas y el látigo.
 

LA FABRICACION DE LOS SANTOS 

AUTOR: GUIDO ROJAS. LICENCIADO EN CIENCIAS RELIGIOSAS. 

Desde la época del papa San Clemente en el siglo I, se empezaron a investigar los procesos y las actas de martirio de los cristianos que habían sido sacrificados en tiempos de las persecuciones del imperio romano. 

Inicialmente era el mismo fervor popular que proclamaba el culto a los santos, ya que “la voz del pueblo, es la voz de Dios”; más tarde, los obispos  hicieron  trasladar  a sus diócesis las reliquias de un santo o mártir.  

En la antigüedad el Papa oraba de rodillas ante la tumba del postulado a santo, le rendía culto, tocaba las campanas y así éste quedaba canonizado. 

En el año 993, el papa Juan XV intervino personalmente en este proceso al canonizar formalmente a San Udalrico, obispo de Augsburgo (Alemania) 

En el año 1234, el papa Gregorio IX se reservó el derecho de la canonización de un santo(a) a los altares de la Iglesia Católica. 

El papa Sixto V, creó en el año 1588 la congregación de los Ritos o más bien conocido como la de la Causa de los Santos, quienes investigan cuidadosamente todos los detalles de la vida, los escritos y los milagros de los “presuntos” siervos de Dios. 

El papa Urbano VIII estableció en el año 1634 las normas eclesiásticas para seguir dicho proceso jurídico, que se ha mantenido vigente hasta nuestros días. 

Benedicto XIV (1740 –1758), como “doctor privado” publicó el tratado “De Canonizatione Sanctorum”. 

Con la reforma del Código de Derecho Canónico en 1983 bajo el pontificado de Juan Pablo II, se facilitó el camino de beatificación y canonización.

Este proceso consta de tres partes: 

La primera es la confirmación de las virtudes heroicas del postulante tales como las teologales: fe, esperanza y caridad (1 Corintios 13,13); así como también los frutos del Espíritu Santo:  el amor, la prudencia, la justicia, la templanza, la fortaleza, la caridad, la pobreza, la castidad y la obediencia (Gálatas 5,22-23; Colosenses 3,12-14); que se hace después de cinco años de su muerte, y es llevado a cabo por un promotor (persona o grupo) quien se dirige al obispo de la respectiva diócesis. Este eleva una propuesta oficial a la Santa Sede, haciendo llegar toda la documentación recolectada que puede incluir cualquier carta, sermón, alocución, artículo, ensayo o libro escrito por aquél, así como comentarios importantes de él o ella que hayan merecido en el transcurso de su vida; y se le da el título de “Siervo de Dios”. Cuando los tribunales de Roma verifican la vida cristiana del postulado, y por lo menos dos teólogos hayan examinado con lupa de detalles cada palabra, de a cuerdo con la ortodoxia doctrinal, el Papa entonces firma el Decreto de Virtudes Heroicas, para ser proclamado “Venerable”. Para esta primera parte no existe una ceremonia especial. 

El segundo paso es la “beatificación”, que se cumple en un lapso de tiempo no menor de veinte años, y es realizado en la Curia Romana por la Congregación destinada para tal fin, quienes nombran a su vez un “promotor de la fe” del Vaticano, más conocido como el “abogado del Diablo”, así como también un postulador o “abogado de Dios”; en compañía de varios cardenales y teólogos consultores. 

En esta etapa es necesario distinguir las dos categorías de santos que existen: los mártires y los confesores; los primeros que fueron los que derramaron su sangre por Cristo, no necesitan inicialmente de un milagro, mientras que para los segundos si se cumple esta norma, que tiene que ser autorizado por un grupo de 70 científicos y médicos destacados de diferentes universidades e institutos, muchos de los cuales no son católicos (Comparar con Mateo 8,4). Ya después de cumplidos todos los requisitos es llamado “bienaventurado”, y puede recibir un culto restringido de su imagen y reliquias en ciertas iglesias, ordenes religiosas o regiones, aunque en algunas ocasiones específicas esta autorización tiene un alcance a todo el mundo católico.

En la ceremonia de beatificación se pinta un retrato del candidato(a), o también representando el milagro que se le atribuye; igualmente, se imprimen folletos y estampas de su persona, con anterioridad se exhuman sus restos mortales para comprobar su autenticidad, y si se haya reliquias personales se pondrán en un relicario y se le ofrecerá al Papa, al lado de una semblanza biográfica especialmente encuadernada, un ramo de flores, se permite además que le dediquen una oración y una misa. 

Ahora bien, desde el inicio del pontificado de Benedicto XVI, se ha retomado la tradición de los Papas de no presidir beatificaciones, una práctica interrumpida en 1971 por Pablo VI, y constantemente seguida por Juan Pablo II. Anteriormente y como ahora, no era el Sumo Pontífice quien realizaba esta ceremonia, ni siquiera cuando tenía lugar en Roma, en la plaza de San Pedro del Vaticano, sino que el rito era celebrada por un obispo y por un cardenal delegado por el Vicario de Cristo.  

La tercera fase es la “canonización”, que se da después de una revisión general de la vida del beato(a), más la confirmación de un nuevo milagro que es obligatorio para ambas categorías. Posteriormente, el Papa como jefe supremo de la Iglesia de Cristo, y haciendo uso del derecho de la infalibilidad pontificia, lo eleva a los altares  a la categoría de “santo”, muchas veces en la propia basílica de San Pedro del Vaticano, y lo anota en el catálogo del libro de los santos. El Romano Pontífice también destina la fiesta litúrgica del santo(a), que se da el día de su muerte, pues teológicamente es el paso de esta vida terrenal a la recompensa final en el reino de los cielos.

LOS SANTOS EN LA IGLESIA CATOLICA 

AUTOR: GUIDO ROJAS. LICENCIADO EN CIENCIAS RELIGIOSAS. 

I. DATOS EN GENERAL 

Los vocablos hebreo y griego para la palabra “santidad” transmiten la idea de puro o limpio en sentido religioso, apartado de la corrupción.  

El profeta Isaías escribió: “Santo, santo, santo es el Señor” (6,3). 

El llamado a la santidad es un decreto divino, así por ejemplo en el libro del Levítico   (19,2);  encontramos el siguiente enunciado: “Sean ustedes santos, pues yo, el Señor su Dios, soy santo” (Véase también Mateo 5,48; Efesios 1,4; Hebreos 12,14).   

La santidad se ha definido teológicamente como la manifestación del Altísimo en los seres humanos, para que caminen en su presencia y cumplan sus mandatos. 

Existen tres clases de culto sagrado: 

Latría (o adoración), es exclusividad de Dios (Éxodo 20,3; Deuteronomio 6,13). 

Hiperdulía (o veneración especial), se le da a la Virgen María (Lucas 1,28.42.48). 

Dulía (o veneración), a los santos(as) (Salmo 97,11; Proverbios 10,7). 

Los católicos romanos no son los únicos que practican el culto a los personajes sagrados, así por ejemplo: 

Los budistas veneran a sus Arahants y Bodhisattuas, y en el Tíbet, a los Monjes Lamas. 

Los hindús reverencian a los Gurús o Santones, maestros espirituales de vida asceta. 

Los musulmanes tienen a sus Awliya Allah o “amigos íntimos de Dios”, y sus respetados Sufíes. 

Los judíos conservan la memoria de sus patriarcas como Abraham, Moisés o el rey David; así como también algunos mártires, filósofos, rabinos y otros Tsaddikim (hombres justos). 

En el Cristianismo, la Iglesia Ortodoxa Rusa mantiene una devoción hacia los Santos Padres de la Iglesia Oriental, algunos patriarcas y mártires, incluyendo a los zares como Nicolás II, además celebran la “fiesta de todos los santos” el primer domingo, después de Pentecostés. Igual ocurre con la Iglesia Anglicana  que mantiene en su liturgia el  calendario a los santos; asimismo, los evangélicos conservadores (o luteranos), le rinde especial admiración a los profetas del Antiguo Testamento y los apóstoles del Nuevo Testamento.     

Un teólogo español de la época de Felipe IV, Francisco de Sosa, obispo de Canarias, hizo una clasificación de los santos en varios grupos: 

Los declarados como tales por el Antiguo Testamento, por los Evangelios y las Actas de los Apóstoles. 

Los “santos”, que deben ser reconocidos por la iglesia de acuerdo a la tradición antigua. 

Los santos canonizados por las normas eclesiásticas vigentes. 

Los beatificados por el mismo procedimiento. 

Aquellas personas de que se tienen noticia de que vivieron con santidad e incluso hicieron milagros,  y son venerados por los fieles en culto privado. 

Para otros teólogos existen solamente tres categorías: 

Todo aquel que está en el cielo, ya que participa de la visión beatífica del Padre Celestial  y está confirmado en la gracia  (Colosenses 1,12). 

Los cristianos que están en gracia de Dios participan de este privilegio, y por eso los apóstoles Pedro y Pablo usan la palabra “santo”, para referirse a los fieles y a las comunidades de creyentes  (Hechos 9,32; Romanos 1,7; 15,31; 1 Corintios 1,2; 16,1; 2 Corintios 1,1; 13,13; Efesios 1,1; Filipenses 1,1; 1 Timoteo 5,10; Hebreos 3,1); ya que por el bautismo somos liberados del pecado y unidos en Cristo Jesús, quien es  el “Santo de los santos” (Hebreos 7,26). 

Aquellos que son reconocidos por la Iglesia Católica y se presentan como modelos de conducta e intercesores ante el Todo Poderoso. 

En la “imitación de Cristo” cada santo(a) tiene su propia visión de lo que es la perfección cristiana, y en ninguna otra faceta de la historia de la humanidad, se encuentra tanta variedad  como en la galería de los santos; pues los hay desde papas, cardenales, obispos, sacerdotes, diáconos, monjes, religiosos(as), emperadores, reyes y reinas, militares, políticos, abogados, médicos, campesinos,  niños(as) entre muchos otros. Aquí se cumplen las palabras del salmista sobre “la hermosura de la santidad” (Salmo 110,3).  

La práctica de celebrar la liturgia sobre las tumbas de los mártires en las catacumbas de Roma, fue instituida por el papa San Félix en el año 269. 

En África del Norte, desde el siglo IV, las reliquias de los mártires eran objeto de culto privado, los fieles las llevaban sobre sí, encerradas en relicarios o en cajas de hierro. 

En el siglo VI, los Papas decidieron que debían incluirse restos de mártires en los altares destinados a la celebración de la misa, en la llamada piedra de ara. 

En los primeros siglos del cristianismo, se hicieron famosas las peregrinaciones como la ruta de Santiago de Compostela en España, o la tumba de los santos apóstoles Pedro y Pablo en Roma. 

Las iglesias de Occidente enviaban a Roma peregrinos entre los siglos VI y IX, para que adquirieran huesos de mártires sepultados en las catacumbas. 

En la época de la Contra-reforma, la Santa Sede se inclinó a “depurar” el santoral, cuando se encontraron actas apócrifas o dudosas, santos cuya existencia histórica no estaba comprobada y hechos controvertidos y disputados. 

El 10 de mayo de 1969, Pablo VI, hizo una exclusión de 33 santos que nunca se comprobó que existieran, y que no deben ser nombrados en oraciones especiales en sus fiestas, fueron además borrados del Catálogo oficial y del calendario litúrgico; tales como Santa Bárbara, la joven mártir que se ignora la época en que vivió,  patrona de Cuba; se le invoca contra la muerte repentina y los rayos. San Jorge, que peleó con el dragón, patrono de Gran Bretaña, Alemania y Portugal; martirizado en el siglo IV. En la Edad Media se le consideraba como el prototipo de los caballeros. San Nicolás, protector de los cautivos, marineros y de los niños, murió a mediados del siglo IV; es también custodio de Rusia y Turquía, la leyenda de este santo obispo se debe a su generosidad con los pobres. San Valentín, patrono de los enamorados, se cree que fue un sacerdote del siglo III que fue martirizado, por casar parejas en tiempos de las persecuciones del imperio romano. San Cristóbal, todavía objeto de veneración por los viajeros, la Iglesia considera como leyenda el hecho que se le atribuyó de cruzar un río llevando al pequeño Jesús; se dice igualmente que era un gigante que vivió a fines del siglo III en Sardis, capital de Lidia, en Asia Menor. Muchas de las catedrales góticas y románicas tienen imágenes suyas; en otros tiempos, los feligreses hacía peregrinaciones a la catedral de Auxerre, que conserva una estatua gigantesca y las mujeres embarazadas lo invocaban para tener un parto feliz. 

Juan Pablo II proclamó más beatos (1338), que en cuatro siglos todos sus predecesores juntos; y canonizó a más santos (482), de todos los que se contaban desde el siglo XVI. 

El promedio de espera de la mayoría de los santos proclamados bajo el pontificado de Juan Pablo II fue de 300 a 400 años. Los beatos elevados a este rango en este mismo periodo no han pasado de 50 a 100 años.    

En conjunto los papas venerados como santos por la Iglesia son 78, de estos solo tres fueron canonizados después de un proceso: Celestino V, Pío V y Pío X. Los Pontífices beatos son diez, incluyendo a los dos últimos: Pío IX y Juan XXIII. Además, los primeros 53 Vicarios de Cristo murieron mártires, y tres llevan el título de Grande o Magno: León I, Gregorio I y Nicolás I.

 En la actualidad hay pendientes cerca de 2000 procesos de beatificación y canonización  en la Congregación para la Causa de los Santos.  

En XXI siglos de existencia hay unos 10000 santos(as) en la Iglesia Católica.

La corona (o semicírculo) que se les coloca en las imágenes y cuadros en la cabeza de los santos recibe el nombre de nimbo. Se atribuye su origen a los antiguos egipcios, quienes acostumbraban colocar sobre la cabeza de sus dioses una representación del disco solar. Desde el siglo III el cristianismo lo usa sobre la cabeza de Jesús, como símbolo de la gloria celestial, de la luz, de la inteligencia y de sus virtudes. En el siglo V empezó a usarse para los ángeles, y en el siglo VII aparece sobre la cabeza de los apóstoles, evangelistas, y santos; generalizándose la costumbre. 

La hagiografía es el estudio de la historia y tradiciones de los santos. Durante el siglo I el papa Clemente I ordenó que siete notarios escribieran todo lo referente al martirio de los cristianos. 

Desde el siglo XVII, los “Acta Sanctorum” reúnen una serie de documentos en los que se relatan por épocas, las anécdotas y testimonios de todos aquellos que son canonizados por la iglesia Católica.    

El “Martirologio Romano” (Libro de los Santos), recoge los nombres de los santos y beatos (6538), que han sido reconocidos oficialmente en cada día del calendario litúrgico de la Iglesia Católica. 

El  día de la fiesta de todos los Santos, nació en las catacumbas de Roma, al honrar de forma general a muchos mártires que en tiempos de Diocleciano fueron inmolados. Este día comenzó a celebrase en el siglo IV, en Antioquía se realizaba una fiesta para todos los mártires el primer domingo después de Pentecostés. El papa Bonifacio IV en el siglo VII, Estableció la fecha el 13 de mayo, día que También se celebraba del panteón a la Virgen y a todos los mártires; durante la misa se dejaban caer los pétalos de rosas rojas en forma de lluvia como señal de júbilo y esperanza. Posteriormente, El papa Gregorio IV, fue quien después de trasladar  gran  número  de  mártires desde las catacumbas a un panteón Romano, lo denominó Iglesia de Santa María de los Mártires, y consagró su fiesta  el  primero  de  noviembre  del  año  835.  Esta  fecha  fue escogida, por coincidir con la terminación de la cosecha, cuando no faltarían los víveres para la gran muchedumbre que ese día se reunía.  Hoy se honra en ella a todos los ángeles y santos. 

Los llamados Padres Apostólicos, fueron aquellos santos que conocieron en vida a los Apóstoles de Cristo; como: San Papías, San Ignacio de Antioquía, San Policarpo, San Clemente Romano, San Justino Mártir. 

Se llaman Padres de la Iglesia, a los escritores de la antigüedad cristiana (la patrística) tanto de la iglesia en Oriente como en Occidente, que Desde el siglo IV al VIII sintetizaron las enseñanzas de la Biblia, los escritos de los Padres Apostólicos y las actas de los primeros concilios; además se distinguieron por la pureza de su fe  y de su santidad; como por ejemplo: San Atanasio, San Juan Crisóstomo, San Gregorio Nacianceno, San Basilio,  San Ambrosio. 

Se denominan Doctores de la iglesia a los que a parte de su vida de virtud  sobresalieron por su ciencia eminente a la doctrina del catolicismo, y que han sido declarados como tales por el Sumo Pontífice o un Concilio Universal; muchos de los cuales también fueron Padres de la Iglesia; en total son 33 como: San Agustín, San Jerónimo, Santo Tomás De Aquino, San Buenaventura, San Alfonso De Ligorio, San Juan de la Cruz; incluyendo además a tres mujeres: Santa Catalina de Siena, Santa Teresa de Avila y Santa Teresita del Niño Jesús.   

Santa Clara de Asís, fue proclamada la patrona de la televisión por el papa Pío XII, debido a su facultad de ver cosas desde otros lugares (clarividente). 

Hay varios candidatos en la Santa Sede para ocupar este mismo lugar en el Internet, los más opcionales son: 

San Isidoro de Sevilla, un estudioso sacerdote español, del siglo VII, a quien se le atribuye haber escrito la primera enciclopedia del mundo; una colección de 20 volúmenes de diferentes temas. 

San Maximiliano Kolbe, sacerdote franciscano polaco, y destacado periodista, creó varias imprentas y periódicos católicos en el siglo XX. 

El Arcángel San Gabriel, mensajero de Dios en la Tierra, y patrono de las telecomunicaciones. 

Santo Tomás de Aquino, consagrado escritor dominico de la Edad Media. 

Los santos(as) llamados “místicos” que tuvieron dones o privilegios especiales, tales como: revelaciones particulares, profecías, glossolalia (don de lenguas) o xenoglosia (hablar en lenguas extranjeras); estigmas, visiones, alocuciones (mensajes de parte de Dios), y sueños de Jesús, María, los ángeles u otro santo; bilocación (estar en dos lugares al mismo tiempo), clarividencia espiritual (Conocer el estado del alma de otra persona), levitación (levantarse del suelo) y demás; no merecen un trato especial cuando se estudia sus casos para ser elevado a los altares de la Iglesia. 

Hay que aclarar que ningún santo(a) incluyendo a la virgen María pueden hacer un milagro. Solamente sirven de intermediarios entre El Señor Jesús y los hombres (1 Timoteo 2,5). 

Para tener un ejemplo de los milagros que se les atribuye a la intercesión de un beato(a) o Santo(a); presentamos la siguiente lista: 

En 1998, la mujer india Monika Bersa  de 34 años, se mejoró gracia a un milagro de la Madre Teresa de Calcuta. Ella vio un rayo de luz Procedente de la foto de la religiosa fundadora de las Hermanas de la Caridad, mientras se encontraba hospitalizada debido a un grave cáncer en el abdomen; al día siguiente el tumor había desaparecido. El hecho ocurrió un año después de la muerte de la religiosa de origen albanés.  

En 1990, el mexicano José Barragán de 20 años, debido a una fuerte depresión por el consumo de drogas alucinógenas, se lanzó desde el tercer piso de un edificio para suicidarse. El joven fue desahuciado Por los médicos que lo atendieron al presentar fracturas múltiples en el cráneo, la espina dorsal y otras partes del cuerpo. Su madre lo encomendó al entonces beato indio Juan Diego; cuatro días después, su hijo salió del hospital de la capital mexicana, andando por sus propios pies y sin apenas rastros de las graves heridas sufridas en el accidente. 

En 1998, el niño argentino Manuel Vilar resucitó después de dos días de ser declarado clínicamente muerto, al haberse ahogado en una piscina. El milagro se produjo al invocar la ayuda de la ya beata Maravillas de Jesús, una carmelita descalza española del siglo XX.    

La causa de beatificación que ha contado con mayor respaldo fue la de monseñor José María Escrivá de Balaguer. Después de su muerte ocurrida en Roma en 1975,  empezaron a llegar al papa Pablo VI, cartas de jefes de estado, de ministros, senadores y diputados, de familias enteras, de personas de todas las clases sociales y de todos los rincones del mundo; incluyendo, las dirigidas por 69 cardenales y 1300 obispos (más de la tercera parte de la totalidad). Fue declarado santo en el año 2002, apenas 27 años después de haber fallecido.       

La ceremonia de beatificación más grande que se halla presentado en la historia de catolicismo, se produjo el 28 de octubre del 2007, en la plaza de San Pedro en el Vaticano, cuando fueron beatificados por el prefecto de la Congregación para la Causa de los Santos, 498 mártires de la persecución religiosa en España (1936-1939); entre: dos obispos, 24 sacerdotes diocesanos, 462 religiosos(as), un diácono, un subdiácono, un seminarista y siete laicos. Se estima que hubo cerca de diez mil testigos de Cristo que dieron su vida por odio a la Iglesia, entre ellos 4.100 sacerdotes seculares; 2.300 religiosos; 283 religiosas y miles de laicos. Además fueron destruidos más de mil templos y averiados otros dos mil.    

La Madre Teresa de Calcuta también batió récord, pues fue proclamada beata en octubre de 2003; seis años después de haber dejado este mundo. Sin embargo, el Papa Juan Pablo II se negó a canonizarla el mismo día, a petición de un grupo de cardenales.   

La canonización más rápida que se ha presentado en la historia de la Iglesia fue la de San Antonio de Padua, que se dio en la fiesta del Pentecostés del año 1232, y a sólo un año de su muerte por el papa Gregorio IX. Por el contrario, San Alberto Magno, quien murió en 1280, fue declarado santo seis siglos y medio después por Pío XI, en 1931. Al jesuita Roberto Belarmino, quien murió en Roma en 1621, el proceso de beatificación que comenzó casi inmediatamente se prolongó por tres siglos. Después, en un solo año, en 1930, obtuvo del Papa Pío XI la triple glorificación de beato, santo y doctor de la Iglesia. 

La primera beatificación de una pareja de esposos se efectuó el 21 de octubre del 2000, cuando Juan Pablo II, elevó a esta categoría a los esposos italianos Luigi y Maria Beltrame Quattrochi.  

Hasta el  momento solo ha habido tres casos en que se ha presentado una dispensa del tiempo de cinco años tras la muerte del candidato, para que se inicie el proceso de beatificación. Ellos son: la madre Teresa de Calcuta, el papa Juan Pablo II y la hermana Lucía, vidente de la Virgen de Fátima.
 

FRASES CELEBRES EN HONOR A LOS SANTOS Y A LA SANTIDAD 

AUTOR: GUIDO ROJAS. LICENCIADO EN CIENCIAS RELIGIOSAS. 

Me has llamado Señor, aquí estoy; habla  Señor que tu siervo escucha.  1 Samuel 3,10. 

Al que vencer el mal, haciendo el bien. San Pablo (Romanos 12,21). 

No hay que buscar el bien de uno mismo, sino el bien de los demás.  San Pablo (1 Corintios 10,24). 

Yo no he llegado  aún a la meta o a la perfección, lo que hago es luchar por alcanzarla, habiendo alcanzado a mí Cristo Jesús.  San Pablo (Filipenses 3,12). 

El que hace lo bueno es de Dios, pero el que hace lo malo no ha visto a Dios.  3 Juan 11.  

El que reciba la misión de decir grandes cosas, está obligado a practicarlas.  Papa San Gregorio Magno. 

Sólo las obras de los santos perduran.  Papa León XIII.   

La salvación de los unos, depende de la oración y el sacrificio de los demás.  Papa Pío XII. 

El gran mal del hombre moderno es haber perdido el sentido del pecado.  Papa Pablo VI.                    

La falta más grande del apóstol es el miedo.  Papa Juan Pablo II. 

La única competencia posible entre los cristianos, es ver quien puede ofrecer el amor más grande.  Papa Juan Pablo II. 

La vida del cristiano debe ser una continua penitencia.  Concilio de Trento. 

El mejor apóstol es el santo.  Documento de Puebla. 

El amor de Dios es lo primero que hay que recomendar; pero el amor al prójimo es lo primero que hay que practicar.  San Agustín. 

Conocer a Dios, es amar a Dios.  San Agustín. 

La única libertad en el hombre, es decirle sí a Dios.  San Agustín. 

Al que se aleja de Dios, todo se aleja de él.  San Agustín.  

La causa de todos los males son los pecados de la humanidad.  San Agustín. 

No podemos obrar el bien, sin antes dejar de haber dejado el mal.  San Agustín. 

Si quieres ser un predestinado para la salvación, tienes que portarte como uno de ellos.  San Agustín (Comparar con Romanos 8,28-30). 

La distancia más grande es la que existe entre Dios y el pecador.  San Agustín. 

Aquel que salva un alma tiene su alma ganada.  San Agustín.  

La única razón de la vida del cristiano, es la recompensa eterna.  San Agustín.  

En el cristiano lo que interesa no es el nombre, sino la vida.  San Agustín. 

El cristiano debe defender la verdad, no tanto con buenas palabras sino con buenas acciones.  San Agustín. 

Si quieres encontrar buenos cristianos en la iglesia, se tu uno de ellos.  San Agustín.   

En la escuela de Cristo, todos somos condiscípulos.  San Agustín. 

Nada se anteponga a la dedicación de Dios.  San Benito. 

No lloréis, os seré más útil después de mi muerte y os ayudaré más eficazmente que durante mi vida.  Santo Domingo de Guzmán. 

Hay tampoco santos, porque hay pocas almas que se mortifican.  San Juan de la Cruz. 

Al atardecer de nuestras vidas seremos examinados en el amor.  San Juan de la Cruz.   

El mayor regalo que Dios le puede dar a un grupo de fieles, es darle un sacerdote santo.  San Vicente de Paúl. 

Por donde quiera que pasen los santos, dejan la huella de Dios.  Santo cura de Ars. 

Los siervos de Dios tienen que hablar poco, trabajar mucho, y soportarlo todo.  San Gaspar del Búfalo. 

El verdadero fin de la vida del cristiano, es conseguir el Espíritu Santo.  San Serafín de Sarov. 

Señor dadme almas y llévate lo demás.  San Juan Bosco. 

El acercar un alma a Dios, tiene más valor que regalar un altar de oro a la Iglesia.  San Juan Bosco. 

Un santo triste, es un triste santo.  San Juan Bosco.  

Las crisis del mundo moderno, son crisis de santos.  San José María Escrivá. 

Si cada año atacamos fuertemente uno de nuestros defectos, alcanzaremos pronto la santidad.  Beato Tomás de Kempis. (La imitación de Cristo). 

Desde que descubrí que Dios existe, entendí que el único sentido de mi vida, era vivir para El.  Beato Charles de Foucold.

Es poca cosa ir al cielo solo.  Santa Teresa de Ávila. 

De devociones absurdas y santos amargados, líbrame Señor.  Santa Teresa de Ávila. 

Un hombre santo, perfecto y virtuoso, hace más bien a las almas, que una multitud de otros de mayor instrucción y de mejores dotes.  Santa Teresa de Ávila. 

No puede ser un medio santo, tiene que ser todo santo o nada santo.  Santa Teresita del Niño Jesús. 

Pasaré mi cielo haciendo el bien sobre la tierra.  Santa Teresita del Niño Jesús. 

La salvación de un alma vale más que el mundo entero.  Santa Eufrasia Pelletier. 

La santidad no es un lujo de unos pocos, sino el llamado para todos.  Beata Madre Teresa de Calcuta. 

Uno no es de verdad cristiano, al menos que haya convertido a alguien al cristianismo.  Cardenal Suenens. 

Todo hombre que no es un santo, es un cerdo.  León Bloy. 

El mundo moderno necesita de santo virtuoso, así como una ciudad azotada por la epidemia, necesita de médicos y hospitales.  Simone Weil. 

El hombre no es solo de este mundo.  Hoiman Von Ditfurt. 

Entre los cristianos no es importante quien es el  más fuerte, sino el más bueno.  George Desvalíeres. 

Todo se tambalea donde falta la fe.  Schiller. 

Voy a creer en el Dios de los cristianos, el día que ellos tengan cara de Santos.  Federick Nietzche. 


 

LITURGIA Y SACRAMENTOS 

1.   LA EUCARISTIA: PRESENCIA REAL DE JESUCRISTO.

2.   EL VALOR DE LA MISA.

3.   SANTOS Y MISTICOS QUE VIVIERON DE LA EUCARISTIA. 

 

LA EUCARISTIA: PRESENCIA REAL DE JESUCRISTO  

AUTOR: GUIDO ROJAS. LICENCIADO EN CIENCIAS RELIGIOSAS. 

“La Eucaristía hace a la Iglesia y la Iglesia hace la Eucaristía”

Henry De Lubac

Teólogo católico del siglo XX.

 

I. INTRODUCCION 

Para la mayoría de las iglesias protestantes, la “Eucaristía”, del griego Eukjaristía (acción de gracias), es solamente un simbolismo de las palabras de Jesús en la “Ultima Cena”, celebrado con los apóstoles en la víspera de la fiesta de la Pascua (Pésaj), el jueves santo del año 33 de nuestro era, el día anterior en el que sería sacrificado por los pecados de toda la humanidad (1 Juan 2,2). 

II. CONTEXTO BIBLICO 

La Iglesias Católica y la Ortodoxa, fieles a la tradición del mensaje divino, han enseñado que la “Eucaristía” es verdaderamente la presencia del Cristo en la “Hostia”, que será entregado por todos nosotros, y en el “Vino” que será derramado por todos nosotros, como un “Nuevo Pacto” con su muerte redentora en la cruz (Mateo 26,26-28; Marcos 14, 22-24; Lucas 22,19-20). Por esta razón, el Hijo de Dios mandó a conmemorar a sus discípulos este acontecimiento, en recuerdo suyo (1 Corintios 11,25),  hasta que El vuelva (1 Corintios 11,26; Apocalipsis 22,20). Igualmente, las Sagradas Escrituras nos dice que los primeros creyentes “se reunían en el templo, y en las casas partían el pan y comían juntos con alegría y sencillez de corazón” (Hechos 2,46); principalmente el domingo, llamado el “día del Señor (Dies Domini) “o “primer día” de La semana (Hechos 20,7). Por ser el día en que el Mesías resucitó y venció a la muerte (Juan 20,1).
 

III. LA EUCARISTIA EN LA IGLESIA PRIMITIVA 

En la historio de la Iglesia Naciente hay constancias escritas, como el testimonio de San Justino Mártir, quien hacia el año 155, le explicaba al emperador romano Antonio Pío, sobre el memorial que hacían los católicos: “Los fieles que asistían  al Santo Sacrificio comulgaban bajo ambas especies. Los hombres recibían la Santa Hostia en su mano y las mujeres en un lienzo blanco;  unos y otros bebían del cáliz que les presentaba el sacerdote o el diácono. Al distribuir el pan, el sacerdote o el diácono, decía: Corpus Christi, y al presentar el cáliz: Sanguis Christi, y el que comulgaba respondía: Amén. Lo que sobraba del vino consagrado se repartía entre los niños presentes, y el pan consagrado restante  era llevado a los enfermos y a los cristianos presos en los cárceles” (Comparar con Hechos 2,42). Asimismo, San Ireneo, obispo de Lyon, en su obra contra las herejías (año 180), escribe: “El vino y el pan al recibir las palabras consagratorias se convierten en el Cuerpo y en la Sangre de Cristo”. Otro hecho significativo de los inicios del cristianismo, se dio en algunos lugares donde sepultaban los cadáveres de los fieles con un pedazo de pan consagrado en la boca. 
 

IV. LA EUCARISTIA Y LA LITURGIA 

Los primeros creyentes conmemoraban la Eucaristía  (La Santa Cena o la Cena del Señor), tres o cuatro veces al año. Hacia el año 200 se comenzó a celebrar durante la semana, y no sólo el domingo, más tarde se extendió a todos los días. En el siglo IX varios concilios decretaron obligatorio la comunión tres veces al año: Pascua de Resurrección, Pentecostés y la Natividad del Señor. La elevación de la Hostia y del Cáliz data del siglo XII. En el concilio de Letrán (1215), se dispuso que los laicos debieran comulgar mínimo una vez al año. Hacia los siglos XIII y XIV los fieles recibían únicamente la Hostia cuando comulgaban. Después del Concilio Vaticano II (1962-1965), la Iglesia permite, en algunas ocasiones, bajo las dos especies.

 

V. MILAGROS EUCARISTICOS 

Hay que resaltar el famosos milagro Eucarístico que se  conserva en   Lanciano  (Italia), cuando en el siglo VIII, durante la misa un monje basiliano dudó de la presencia de Cristo en el momento de la consagración, y para asombro suyo la “Hostia” se convirtió en carne de corazón  humano  y  el   “Vino”  en  sangre  de  tipo  AB  [la misma de la Sábana santa en que envolvieron el cuerpo del Hijo del hombre al ser bajado de la cruz, y que se conserva en Turín (Italia)]. Este milagro ha sido plenamente confirmado por los resultados de los análisis de la ciencia moderna. Cumpliéndose así las palabras del Mesías a los judíos incrédulos en la sinagoga de Capernaun: “El pan que yo daré es mi propio cuerpo”  (Juan  6, 51). De hecho, también los discípulos de Emaús, sólo reconocieron que estaban ante la presencia del Señor, cuando “tomó en sus manos el pan, y habiendo dado gracias a Dios, lo partió y se lo dio. En ese momento se les abrieron los ojos y reconocieron a Jesús” (Lucas 24, 30-31). 

La celebración litúrgica del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo se remonta al resurgimiento de las devociones eucarísticas, a partir del año 1110 en Francia y sobre todo en Lieja (Bélgica), por medio de su obispo, monseñor R. de Torote un siglo después. Pero fue sino hasta que el Papa Urbano IV, en conexión con el milagro eucarístico de Orvieto (Italia), donde se conserva otra hostia convertida en carne, así como los corporales manchados de la sangre que brotó de la misma Santa Forma; y además con las revelaciones particulares de una monja cisterciense, la Beata Juliana de Moncornillón; instituyó esta fiesta para toda la Iglesia en honor del “Corpus Domini” o “Corpus Christi”, por medio de la Bula Transiturus, publicada en Orvieto el 11 de agosto de 1264, y fijada para el jueves después de la octava de Pentecostés. El oficio y la misa de ese día son obra, por encargo del mismo romano pontífice, a Santo Tomás de Aquino (1263). Pero no fue sino con el papa Clemente V (1314), cuando este acontecimiento religioso se difundió con más rapidez en todo el orbe católico.

 

VI. LA EUCARISTIA COMO ALIMENTO ESPIRITUAL 

Juliana de Falconieri (1270-1341), fue una santa italiana fundadora de las “Siervas de la Virgen María”. De su vida religiosa se destaca los prologados ayunos, la mortificación personal, y las continuas horas en oración. Muchos días los pasó solamente con la Sagrada Comunión. En su última enfermedad a los 71 años, su estómago no le recibía ningún alimento, vomitando todo lo que comía. Así que muy a pesar suyo tuvo que dejar de recibir la Eucaristía. Y sucedió que cuando el sacerdote fue a darle la extremaunción, llevando el Santísimo Sacramento, la santa sabiendo que no podía comulgar, pidió que le colocaran sobre su corazón sobre un mantel blanco la Santa Hostia, y he aquí que de un momento a otro la Sagrada Forma desapareció y nadie la pudo encontrar. Acto seguido la santa religiosa como si estuviera en éxtasis murió en la paz del Señor. Tras su muerte encontraron sobre su corazón, en la piel, una cicatriz redonda, como si hubiera sido hecha para que pasara el Viático. En recuerdo de este milagro, sus religiosas llevan sobre su hábito, una medalla donde está grabada una Santa Hostia.     

 

VII. LA EUCARISTIA COMO DOGMA DE FE 

Martín Lutero, Padre de la Reforma Protestante, llegó a decir: “Para negar que Jesús está en la Eucaristía, tiene uno que ser o un ignorante o un loco, porque la Biblia lo dice muy claro”. Poco después, el Concilio de Trento (1561-1563), define esta verdad de fe, con estas palabras: “En el Santísimo sacramento de la Eucaristía se contiene verdadera, real y sustancialmente el Cuerpo y la Sangre de nuestro Señor Jesucristo, juntamente con su Alma y Divinidad. En realidad, Cristo íntegramente”. Por esta razón, cuando volvamos a comulgar, tengamos siempre presente las palabras del Redentor: “Quien come mi  carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna; y yo lo resucitaré en el último día” (Juan 6,54).
 

EL VALOR DE LA MISA 

AUTOR: GUIDO ROJAS. LICENCIADO EN CIENCIAS RELIGIOSAS. 

“El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna; y yo le resucitaré en el último día”  (San Juan 6,54).
 

I.           INTRODUCCION 

La Iglesia Católica ha definido la Misa como “la Inmolación Incruenta (sin dolor) del Cuerpo y la Sangre de Cristo. En el Calvario tuvo lugar el Sacrificio Cruento (con dolor) de Cristo. La Misa es, en esencia, la Renovación del Sacrificio Salvador de la Cruz. No hay figura retórica, ni metáfora, ni exageración. La Misa nos aporta la presencia del Hijo de Dios en el altar para que sea ofrecido en oblación a Dios Padre”. 

  

II. EJEMPLOS VARIOS 

San Ignacio de Antioquia, mártir en el año 107. Cuando el emperador Cómodo deseaba hacer un espectáculo dándolo en alimento a las fieras. Durante su viaje a Roma, este obispo escribió siete cartas, y habiendo sabido que los cristianos de la Ciudad Eterna se estaban movilizando para evitar su muerte, hizo una apología en comparación con la Eucaristía (acción de gracias): “Dado que, para hacer el pan, hay que moler el trigo, y para hacer el vino hay que prensar la uva, así deseo que mis miembros sean partidos y molidos por los dientes de las fieras para convertirme en sacrificio agradable a Dios”.  

El papa San Sixto II (257-258) fue capturado durante las persecuciones del emperador Valeriano I, en la vía Apia, junto a cuatro diáconos, entre ellos San Lorenzo, en el momento en que celebraban la Eucaristía. Posteriormente, el obispo de Roma y los cuatro diáconos fueron martirizados. 

Los 49 mártires de Abitinia (Túnez), fueron asesinados en el año 304,  porque celebraron la Eucaristía Dominical a pesar de la prohibición del emperador Diocleciano.  

El obispo San Humberto (s. VIII), en cierta ocasión cuando celebraba el Sacramento del Altar entró a la iglesia un hombre loco porque lo había mordido un perro con hidrofobia (o enfermedad de la rabia). Toda la gente salió corriendo a la plaza, pero San Humberto le dio la bendición al pobre hombre, y éste quedó instantáneamente sano y salió a la plaza gritando: “Vuelvan tranquilos al templo que el santo obispo me ha curado con su bendición”.  

San Estanislao (siglo XI), mientras oficiaba la Santa Misa, el rey Boleslao subió al altar y con sus propias manos lo mató, encolerizado porque el santo obispo de Cracovia (Polonia) le había recriminado su adulterio. Era el año de 1079.   

San Isidro, labrador (1080- 1130), este humilde campesino español se levantaba muy temprano y nunca empezaba su día de trabajo sin haber asistido antes a la Santa Misa. Varios de sus compañeros muy envidiosos lo acusaron ante el patrón por ausentismo y abandono del trabajo. El dueño de la finca fue a observar el campo y notó que sí era cierto que Isidro llegaba una hora más tarde que los demás, pero que mientras tanto un peón fuerte (quizá un ángel) le guiaba los bueyes como si el estuviera presente.   

San Juan de Mata, el día que celebraba su primera Misa en París (Francia), en el año 1192, en el momento de la elevación, tuvo una visión sobrenatural, en la que Jesucristo tendía sus manos a un cautivo moreno y a otro blanco. Al ver el éxtasis, varios de los presentes alzaron la vista y contemplaron también esa inefable escena. El nuevo presbítero entendió esta visión como una invitación para fundar una nueva orden religiosa, que se encargara de rescatar a los cautivos cristianos que eran hechos prisioneros por los sarracenos, durante la época de las cruzadas en Tierra Santa. También emprendería una ardua tarea de canje de prisioneros, con lo que se humanizaría un poco la guerra. Esta orden religiosa recibió el nombre de los trinitarios, y para su aprobación el papa Inocencio III, el 28 de noviembre del año 1198, al oficiar una Misa, tuvo la misma visión en el momento de la consagración del pan y del vino. Desde entonces no tuvo dudas que era un mandato del Altísimo.  

San Pedro Pascual, nació en Valencia (España) en 1227, perteneciente a la Orden de la Merced, fue obispo de Jaén, durante la dominación de los moros. Fue condenado a muerte por los mismos mahometanos. En una ocasión mientras celebraba la Misa en el calabozo, los guardias lo decapitaron cuando se encontraba de rodillas frente al altar. Era el año 1300.

Santa Imelda Lambertini, era hija de los condes de Bolonia (Italia), y vivió en el siglo XIII. Era tal su  arduo deseo de recibir al Señor en la Eucaristía, pero por su edad, 13 años, no le era permitido por las autoridades eclesiásticas de aquel entonces, sin antes haber cumplido los 14 años. Sin embargo, en la solemnísima festividad de la Ascensión del Señor a los cielos, en la capilla del convento de las dominicas de Val di Pietra, donde ella se encontraba interna. El capellán después de haber repartido la comunión a las religiosas, y mientras se disponía a guardar el copón en el sagrario, milagrosamente una Santa Hostia salió del copón y se elevó por los aires. La Sagrada Forma flotando se detuvo hasta la presencia de la santa adolescente que se encontraba arrodillada en un éxtasis, el sacerdote intuyendo que aquello era una señal divina, se aproximó a la Hostia, que se depositó en la patena, luego la tomó y se la dio a Imelda, quien después de recibirla permaneció inmóvil en su sitio por un largo rato en acción de gracias. Al cabo de unas horas y al notar su ausencia, las hermanas fueron a buscarla, y la encontraron en la  capilla donde la habían dejado, pero esta vez estaba sin vida; había muerto por amor a Jesús Sacramentado.    

San Pascual Bailón, fue un hermano lego franciscano español. Después de su muerte, en el año de 1592, cuando contaba con 52 años de edad, estando su cadáver en el templo, a la hora de la elevación de la Hostia y del Cáliz, abrió dos veces los ojos y los siguió con la mirada. El papa León XIII lo declaró patrono especial de los Congresos Eucarísticos y de la Adoración Nocturna. Este mismo acontecimiento sucedió durante los funerales de San Juan de Rivera, arzobispo de Valencia (España), en enero de 1611, en el momento de la consagración de la Eucaristía  en la Misa, los que estaban junto al cadáver vieron que abría los ojos y que el rostro se le volvía sonrosado por unos momentos, como adorando el Santísimo Sacramento.     

San Camilo de Sezze, un fraile franciscano italiano del siglo XVII, un día cuando entró en un templo, donde se celebraba la Misa, sintió que desde la Sagrada Hostia que sostenía el sacerdote en sus manos, partía un afilado rayo de luz que hirió su corazón profundamente. El santo explica en su autobiografía que sintió como un hierro candente que penetraba en él. Aquella sensación de dolor y dulzura le duró varios meses. Igualmente, varios santos místicos como Santa Catalina de Génova, Santa Teresa de Avila, San Juan de la Cruz, Santa Gemma Galgani y Santa Verónica Guliani. Cuando recibían la comunión, sentían que un rayo de amor traspasaba hondamente sus corazones (Este fenómeno místico es conocido como Transverberación).  

En la ciudad de Buga (Colombia), se encuentra la basílica de la imagen aparecida del Señor de las Aguas (1570), y fue allí un 4 de marzo de 1956 cuando un hombre atentó contra la vida del padre Ernesto Uribe, quien presidía la Misa de las 9:00 a.m. El cuquillo se partió de manera inexplicable en tres partes, y se conversa en el museo de dicho santuario.  

Santa María Francisca de las Cinco Llagas (1715-1791), una vez mientras el sacerdote decía: “Este es el Cordero de Dios”, la Hostia que el tenía en la mano salió volando y fue a colocarse en la boca de la santa. En otra ocasión voló desde el copón, y en una última oportunidad, al partir el celebrante la Hostia Grande, un pedazo de ella se desplazó por el aire hacía la fervorosa mística que estaba aguardando turno para comulgar. 

San Juan Bosco, fundador de la comunidad salesiana, tuvo en su vida sacerdotal cuatro hechos extraordinarios relacionados con la Santa Misa. El primero de ellos, ocurrió el 30 de diciembre de 1878, cuando los que lo ayudaban en la celebración de la Eucaristía lo vieron como se elevaba por los aires durante un rato. El segundo acontecimiento sucedió el 24 de mayo de 1884, durante la Misa a María Auxiliadora, se convierte un no católico a la verdadera Iglesia. El tercero, y más sorprendente de todos, fue el 24 de mayo de 1885, cuando con tan solo 20 Hostias da de comulgar a 200 personas. El último, tuvo lugar el 11 de octubre de 1886, donde un francés con una grave enfermedad mental asiste a la Misa de Don Bosco y queda instantáneamente curado    

San Pío de Pietrelcina (1887-1968), fue un fraile italiano capuchino estigmatizado, quien gozó de grandes dones místicos. Sus Misas a las cinco de la mañana, en la iglesia del convento de San Giovanni Rotondo, eran todo un gran acontecimiento para los miles de fieles que iban a verlo, y que esperaban de pie desde las dos de la madrugada en las puertas del templo. El confesionario y la celebración del Santo Sacrifico del Altar fueron los dos grandes apostolados de su vida religiosa. Las Eucaristías las celebraba con tanta pasión, que era como si acompañara al mismo Jesús en su sacrificio redentor en la Cruz en el monte Gólgota, y tenían una duración de una hora y 45 minutos. Había momentos en los que su cuerpo adquiría una postura rígida, en otros mostraba en su fisonomía una expresión de dolor. A veces movía la cabeza como si sintiera el dolor de la corona de espinas. Muy cerca de sus manos tenía un pañuelo para enjuagarse las lágrimas que le brotaban constantemente, y las gotas de sudor que le caían de la frente. En los momentos de la consagración parecía que estuviera viendo a Nuestro Señor. Al elevar la Hostia y el Cáliz los fieles podían contemplar las llagas de sus manos, de las que salían hilos de sangre. Después de comulgar se quedaba un buen rato en oración, y tan sumergido en su contemplación, que parecía no estar en este mundo. Igualmente, pasaba varios días y algunas veces hasta meses, sin alimentarse nada más que de la Comunión de la Santa Misa.               

En los países fundamentalistas islámicos, el día domingo, es un día laboral y no se celebra la Eucaristía porque no existen iglesias, ni sacerdotes, o porque no hay libertad religiosa.  

Un obispo católico que evangelizaba en China y fue condenado a prisión extrema: un calabozo sin ventanas en donde estuvo confinado en aislamiento cinco años seguidos. Al cabo de ese tiempo, el carcelero le avisó que, aunque no iba a ser liberado, el juez le concedía tres horas para que saliera e hiciera lo que quisiera, aunque desde luego bien custodiado por guardias. Su respuesta fue pronta y segura: “Sólo quiero poder celebrar una Misa”.  

Hsia era el nombre de un anciano sacerdote chino y monje trapense, que se encontraba recluido desde el año 1947 en un campamento de concentración al sur de Pekín, en la China comunista. La religión cristiana había sido desterrada de la República Popular por considerarla una fuente de superstición y ¡el opio del pueblo!, y se había dictado severos castigos contra quien se obstinara a creer que existía un poder superior al de Mao Tse-tung. Hsia estaba condenado a 20 años de trabajo forzoso nada más por el delito de ser sacerdote católico. Y a pesar de todo, persistía en orar y en practicar su religión lo mejor posible. Su compañero de celda y también católico aparte del viejo religioso era Jean Pasqualini.  

Hacia finales del año el tiempo era inclemente. El lunes 25 de diciembre de 1961, en la fiesta de la Navidad, los dos prisioneros se encontraban al frente de una sección que debía abrir arrozales en el terreno. Ambos en medio de una zanja seca y ante el peligro de morir fusilados, se dispusieron a celebrar la santa misa. Por templo tenían aquella inmensa soledad del norte de la China, y un monto de tierra helada servía de altar. El harapiento uniforme de  prisionero que llevaba Hsia, reemplazaba a las sagradas vestiduras litúrgicas, y una despatillada taza de peltre hacia las veces de cáliz. De unas pocas uvas que guardaba desde hacia tiempo, el anciano monje había logrado extraer algo parecido al vino, y con un puñado de trigo que sin duda habría sustraído en la cosecha anterior, había hecho una galleta delgada a modo de hostia. El altar de Hsia carecía de cirios, en vez de ellos ardía sobre una pila de leña menuda, una llamita débil y vacilante. Hacía de coro el viento que soplaba del noroeste, entonando un himno sagrado. En ninguna parte del mundo, pensó Pasqualini, ni siquiera en los más espléndidos templos y catedrales de la cristiandad, podría nadie estar celebrando aquel día una Misa tan significativa. Días después los cambiaron de celda y los dos amigos no se volvieron a ver jamás.  

Esta conmovedora historia fue contada años después, por Jean Pascualini, hijo de padre francés y madre china, quien estuvo recluido en un campamento de trabajo forzoso en la China comunista durante más de siete años, acusado de “actividades contrarrevolucionarias”. Fue puesto en libertad en 1964.          

El día 24 de marzo de 1980, a la edad de 63 años, fue asesinado monseñor Oscar Arnulfo Romero, de un tiro en el corazón mientras oficiaba una Misa en un hospital para enfermos de cáncer en San Salvador.  

Se aprestaba a celebrar un sacerdote la Eucaristía, cuando de repente irrumpe en el templo un comando vestido de negro, dotado de modernas armas, cierran la puerta y el que lideraba el grupo se dirige a los presentes diciéndoles: ¡Vamos a eliminar a quienes sean capaces de morir por Jesús, los demás pueden salir!. Empezando por el coro, pasando por los acólitos y por lo más o menos 500 personas, quedaron junto con el sacerdote unos 20 feligreses, a lo cual dice quien dio la orden: Padre, ahora si inicie la Misa, estos son los verdaderos creyentes.   

 
SANTOS Y MISTICAS QUE VIVIERON DE LA EUCARISTIA 

AUTOR: GUIDO ROJAS. LICENCIADO EN CIENCIAS RELIGIOSAS. 

“Mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida”.  (San Juan 6,55). 

SAN NICOLAS DE FLUE (1417-1487): Patrono de Suiza, fue protagonista de grandiosos fenómenos místicos y tuvo también algunas visiones de la Virgen María. De familia campesina de la campiña de Saxlen, fue muy religioso desde joven, se casó y tuvo diez hijos. Estimado por todos como buen ciudadano, ya que fue militar, corregidor, consejero, juez y diputado. Vivió con su familia hasta los cincuenta años, luego de tener una visión de “tres hombres misteriosos” que lo invitaron a dejar las cosas del mundo. Obtuvo el consentimiento de su esposa y se retiró a llevar una vida eremítica, pues tenía una fuerte inclinación a la contemplación, la oración y la penitencia. Por 20 años se alimentó sólo de la Hostia consagrada, lo que fue constatado y controlado por diversas comisiones médicas y eclesiásticas de su época. Se afirma que sus huesos se adherían a la piel, pues no tenía grasa corporal. No obstante, tuvo una larga existencia y murió precisamente el día que cumplió 70 años de edad. Hecho que le había sido presagiado.  

BEATA ANA CATALINA EMMERICH (1774-1824): Nació en el seno de una piadosa familia de labriegos en Flamsche (norte de Alemania). A la edad de 28 años ingresó en el convento de las agustinas en Dülmen, después de trabajar como costurera y empleada doméstica. Cuando el gobierno anticatólico de Jerónimo Bonaparte cerró el claustro en 1812, se vio obligada a buscar refugio en la casa de una viuda pobre. En 1813 enfermó por tantas vigilias, ayunos y sufrimientos; permaneciendo inmóvil en la cama hasta su muerte. Además se hicieron visibles los estigmas en las manos, los pies, una doble cruz en su pecho y la corona de espinas. A finales de 1818 es curada de las heridas de las manos y los pies, pero las demás permanecieron, y el viernes santo se reabrieron. Tuvo visiones desde su infancia con el Niño Jesús, su ángel de la guarda, María con el Niño, los lugares y eventos relacionados con el Antiguo Testamento, con la vida de la Virgen, de Jesús y los apóstoles en Tierra Santa, las almas del purgatorio y los santos. Durante los últimos doce años de su vida, Catalina se abstuvo de ingerir alimentos sólidos –incluso una cucharada de sopa le provocaba náuseas- y se nutría únicamente con agua y la Eucaristía. Dos comisiones: Una eclesiástica y otra civil compuesta por médicos y científicos protestantes y agnósticos, analizaron con rigor estos fenómenos místicos sin encontrar ningún fraude. El poeta alemán Clemente Brentano, pasó por escrito varias de estas visiones para luego ser publicadas, como: “La Dolorosa Pasión de Nuestro Señor Jesucristo” (1833), “La Vida de la Santísima Virgen” (1852), y tres tomos sobre “la Vida de Nuestro Señor” (1858-60). Un rumor acerca del robo de su cuerpo fue la causa de que se abriera su tumba seis semanas después de su muerte. El cadáver fue encontrado sin ningún tipo de corrupción.    

BEATA ALEXANDRINA DA COSTA (1904-1955): Laica portuguesa y cooperadora de la familia salesiana. Hizo de su vida -marcada por las experiencias místicas y los ataques diabólicos- un continuo ofrecimiento por la conversión de los pecadores y por la paz mundial. Fue una campesina nacida en la provincia de Balasar, a los 14 años se lanzó de una ventana a cuatro metros de altura del jardín para preservar su pureza, amenazada por unos hombres que habían entrado a su casa. Cinco años más tarde, las lesiones derivadas de la caída le provocaron una parálisis total que la mantuvo postrada en una cama durante más de 30 años, hasta el final de su vida. Durante cuatro años (1938-1942) revivió todos los viernes desde el mediodía, durante tres horas y media, la pasión de Cristo. Del 27 de marzo de 1942 hasta su muerte a los 51 años (esto es, 13 años y 7 meses), no ingirió otra bebida y alimento más que la Santa Comunión. En una visión Jesús le había dicho: “No te alimentarás más en la Tierra. Tu alimento es mi carne”. Los médicos, que en aquel tiempo eran casi todos ateos declarados, querían desenmascarar lo que para ellos era un fraude, y lograron convencerla para que se sometiera a un control científico. Alexandrina aceptó con una condición: poder recibir todas las mañanas la comunión. Así fue admitida el 10 de junio de 1943 en un hospital cerca de Oporto, y bajo la supervisión médica las 24 horas durante cuarenta días, no fue comprobado ningún tipo de engaño. Su caso fue declarado “científicamente inexplicable”. Cuando murió su cuerpo no se corrompió, sino que se convirtió misteriosamente en ceniza (que expedían un dulce aroma) tal como  predijera ella misma.  
TERESA NEUMANN (1898-1962): Mística y estigmatizada alemana, quien vivió 36 años bebiendo un poco de agua, e ingiriendo la octava parte de la Santa Hostia que recibía todos los días. Esta campesina bávara de la aldea de Konnersreuth, que en su adolescencia debido a un accidente estuvo cuatro años paralizada y ciega, se recuperó milagrosamente el 29 de abril de 1923, día de la beatificación de Teresita del Niño Jesús, de la que era muy devota. Su ayuno empezó desde la navidad de 1926 hasta su muerte en septiembre de 1962. Tuvo además numerosas visiones de la vida de Jesús, María, de los apóstoles, de los santos, y de hechos narrados en Las Santas Escrituras; acompañadas de premoniciones, bilocación, videncia, levitación, contacto con los ángeles y las almas del purgatorio. Cada viernes experimentaba la dolorosa pasión de Nuestro Señor Jesucristo, perdiendo gran cantidad de sangre que derramaba de su cabeza, los ojos, y de las llagas en las manos, el costado izquierdo y los pies (que se hicieron visibles en 1925), hecho que fue verificado por muchos testigos. En 1927, la diócesis de Ratisbona instituyó una comisión de especialistas que tuvieron bajo estricto y continuo control a Teresa durante quince días. Al término del mismo los médicos dictaminaron la autenticidad de sus estigmas y confirmaron que no había ingerido ningún tipo de alimento durante ese período de tiempo. Ella decía que vivía “del Salvador”. Murió a la edad de 64 años, y su proceso de beatificación está en curso. 
MARTA ROBIN (1902- 1981): Una de las grandes místicas de los tiempos modernos. Su familia era de extracción campesina de Chateauneuf de Galaure (Francia), a los 16 años se manifestó una enfermedad misteriosa que al cabo de un año la redujo a la parálisis, en ese momento comenzaron las visiones de Jesús,   María y santa Teresita de Lisieux (Durante más de 45 años la Virgen se le apareció, cosa que no había hecho en otras partes). Su parálisis total le impide incluso pasar cualquier alimento llegando a cerrársele la tráquea. Durante 53 años se sostiene no más con la Sagrada Forma que recibía una vez por semana, que no es ingerida sino que literalmente desaparece entre su boca. Marta decía: “Cristo es mi alimento sobreabundante”. También es privada del sueño y deja de dormir, al igual que la invade una ceguera casi absoluta que la obliga a vivir en un cuarto a oscuras en su granja. En 1930 recibe por parte del Señor los estigmas, causándole un dolor inmenso. Desde aquel día, Marta revive todos los viernes la pasión del Salvador, y quedaba como muerta hasta el domingo. Con el padre Jorge Finet, crea en 1936 los Foyers de Charité (Hogares de caridad), un oasis de oración y amor al prójimo que se difunde por todo el mundo. Murió a la edad de 79 años en olor de santidad.        

 

MORAL CRISTIANA 

1.   ¿ES EL ABORTO UN CRIMEN?

2.   LA COVERSION DEL REY DEL ABORTO.

3.   EL MEDICO SANTO. 

¿ES EL ABORTO UN CRIMEN? 

AUTOR: GUIDO ROJAS. LICENCIADO EN CIENCIAS RELIGIOSAS. 

INTRODUCCION: EL aborto se ha convertido en una realidad social de todos los días. En el mundo se registran 240 millones de embarazos anuales, de los cuales 50 millones  son interrumpidos, mientras que 19 millones se presentan en países donde el aborto es ilegal. Al año mueren cerca de 80 mil mujeres por malos abortos. 

I.           EL CAMPO DE LA MORAL CRISTIANA 

El Catecismo de la Iglesia Católica nos enseña que “la vida humana debe ser respetada y protegida de manera absoluta desde el momento de la concepción” (Art. 2270). Las Sagradas Escrituras resaltan como la “vida humana” es un don de Dios:  

-      “Desde antes que yo naciera, fui puesto bajo tu cuidado; desde el vientre de mi madre, mi Dios eres tú” (Salmo 22,10). 

-      “No te fue oculto el desarrollo de  mi cuerpo mientras yo era formado en lo secreto…Tus ojos vieron mi cuerpo en formación; todo eso estaba escrito en tu libro. Habías señalado los días de mi vida cuando aún no existía ninguno de ellos” (Salmo 139, 15-16). 

-      “El Señor me llamó desde antes que yo naciera; pronunció mi nombre cuando aún estaba yo en el seno de mi madre” (Isaías 49,1) 

-       “Antes de darte vida, ya te había yo escogido; antes de que nacieras, ya te había yo apartado” (Jeremías 1,5). 

-       “Pero Dios me escogió antes que yo naciera, y por su mucho amor me llamó”  (Gálatas 1,15). 

“Desde el siglo primero, la Iglesia ha afirmado la malicia moral de todo aborto provocado. Esta enseñanza no ha cambiado; permanece invariable…No matarás el embrión, mediante el aborto, no darás muerte al recién nacido” (Didajé 2,2; Bernabé, ep 19,5; Epístola a Diogeneto 5,5; Tertualiano, apol. 9). (Art. 2271). El magisterio de la Iglesia también recalca que todas las personas que participen en un aborto, incluyendo a la pareja de la mujer, familiares, doctores, enfermeras, legisladores, políticos y demás; incurren en la pena canónica de “Excomunión Latae Sententiae, es decir, de  modo que incurre  ipso facto (en el acto) en ella quien comete el delito” (Art. 2272). Por lo tanto, quedan apartados de la comunidad de los creyentes, no pueden recibir la Eucaristía, al igual que los demás sacramentos y sacramentales, participar en los actos litúrgicos, ser padrinos, colaborar activamente en la vida de la Iglesia o ser sepultado en un cementerio católico.  

Esta sanción eclesiástica no es un invento de los jerarcas católicos, sino que tiene sus misma raíces en La Biblia (Mateo 18, 15-17; 1 Corintios 5,12-13). No obstante, “Con esto la Iglesia no pretende restringir el ámbito de la misericordia; lo que hace es manifestar la gravedad del crimen cometido, el daño irreparable causado al inocente a quien se da muerte, a sus padres y a toda la sociedad” (Art. 2272). Esta última declaración tiene total concordancia con la predicación de Jesús, quien no vino al mundo a “condenar” sino a buscar la “salvación”  del pecador (Mateo 9,13; Marcos 2,17; Lucas 9,56; 15,7.10; 18,13-14; 19,10).  

II.       ASI EMPIEZA LA VIDA HUMANA 

-      La vida humana comienza cuando el óvulo fecundado se implanta en la pared del útero, lo cual tiene lugar cerca del sexto o séptimo día después de la fecundación. 

-      A los veinte días en el feto se forma los ojos, el sistema nervioso y empieza a latir el corazón. 

-      Al mes comienza el desarrollo de los brazos, las orejas y la nariz. 

-      A los dos meses se forma el esqueleto, los dedos de las manos, los pies, y órganos como el cerebro, el hígado y los riñones. 

-      A los tres meses mueve los ojos, aparecen las uñas y respira líquido amniótico. 

-      A los cuatro meses aparecen los órganos genitales y da patadas al vientre. 

-      A los cinco meses aparece el cuero cabelludo y puede llorar, ya presenta un desarrollo completo.

 

III.    CLASES DE ABORTOS INDUCIDOS 

PILDORA ABORTIVA (RU-486): Interrumpe el embarazo si se toma antes de las siete semanas de gestación. 

DILATACION O CURETAJE: Se hace por medio de pinzas, sacando al feto por pedazos. 

ASPIRACION UTERINA: Una aspiradora 30 veces más potente que una casera, va desmembrando el feto completamente.  

ENVENENAMIENTO SALINO: Se extrae líquido amniótico de la madre, y se le inyecta una sustancia venenosa, que produce la muerte del feto a los dos días. 

HISTERECTOMIA: Se realiza después de cuatro meses de gestación, es una operación parecida a una cesárea, el feto es extraído vivo y luego lo matan.  

 

LA CONVERSION DEL REY DEL ABORTO 

AUTOR: GUIDO ROJAS. LICENCIADO EN CIENCIAS RELIGIOSAS. 

El Dr. BERNARD NATHANSON era considerado el “rey del aborto”, de religión judía pero ateo por convicción, estudio medicina como su padre en la Universidad de MecGill (Montreal). En 1945  se enamoró de Ruth, una joven y guapa judía. Vivieron juntos los fines de semana. Cuando Ruth quedó embarazada, Bernard  escribió a su padre para consultarle la posibilidad de contraer matrimonio. La respuesta fueron cinco billetes de 100 dólares junto con la recomendación de que eligiera abortar o ir a los Estados Unidos para casarse. Así que Bernard puso su carrera por delante y convenció  a su novia de que abortara. “Este fue el primero de mis 75.000 abortos “, confesó más adelante. 

La relación con su novia terminó después del aborto, y tras graduarse pasó al Hospital de Mujeres de Nueva York, entrando en contacto con el mundo del aborto clandestino. Con un amigo médico fundó en 1969 la Liga de Acción Nacional por el Derecho al Aborto, una asociación que intentaba culpar  a la Iglesia Católica por cada muerte que se producía en los abortos clandestinos. Desde 1971 se involucró más directamente en el tema tanto en el plano médico como dictando conferencias, encuentros con políticos y gobernantes de toda la Nación, presionándoles para que fuera ampliada la ley del aborto, y fue por eso conocido como el “rey del aborto”, pues llegó incluso a abortar a uno de sus propios hijos.

A partir de ahí, las cosas empezaron a cambiar. Dejó la clínica abortista y pasó a ser jefe de obstetricia del Hospital de St. Luke´s. La nueva tecnología del ultrasonido, hacía su aparición en el área médica. Un día que Nathanson pudo escuchar el palpitar del corazón del feto en los monitores electrónicos, comenzó a plantearse por primera vez la posibilidad que el feto era en realidad un ser humano. Decidió entonces reconocer su error escribiendo un artículo en una revista científica. Aquel informe provocó una fuerte reacción, tanto él como su familia recibieron amenazas de muerte, pero el Dr. Bernard llegó a la conclusión de que “el aborto es un crimen”. Asimismo, en 1984, el documental “El Grito Silencioso”, mostraba un aborto utilizando un aparato de ultrasonido y pequeñas cámaras de video dentro de la madre, se pudo observar como el feto trata de defenderse y llora de dolor. 

Quedaba aún el camino de vuelta a Dios. Una primera ayuda le vino de su admirado profesor universitario, el psiquiatra Karl Stern, quien después de un largo estudio personal se había convertido a la fe católica. En 1989 asistió a una acción pacífica de Operación Rescate en los alrededores de una clínica abortista. El peso de la conciencia por sus anteriores prácticas le hizo llegar a leer “Las Confesiones” de San Agustín. En este período de conversión no faltó la tentación del suicidio, acompañado del “alcohol, tranquilizantes, libros de autoestima, consejeros. Incluso cuatro años de psicoanálisis”. Posteriormente, empezó a conversar periódicamente con el Padre John McCloskey. Por fin, el 8 de diciembre de 1996, en la solemnidad de la fiesta de la Inmaculada Concepción, en la Catedral de San Patricio de Nueva York, el Dr. Bernard Nathanson se convertía en Hijo de Dios. Entraba a formar parte del Cuerpo Místico de Cristo, en la Iglesia Católica. Ese día memorable de manos del Cardenal John O´Connor, le fue administrado los sacramentos de iniciación cristiana del Bautismo,  la Eucaristía y la Confirmación. Su madrina era Joan Andrews, una de las más sobresalientes y conocidas defensoras del movimiento Pro-Vida. Las palabras de Bernard Nathanson al final de la ceremonia, fueron: “No puedo decir lo agradecido que estoy ni la deuda tan impagable que tengo con todos aquellos que han rezado por mí durante todos estos años en los que me proclamaba públicamente ateo. Han rezado tozuda y amorosamente por mí. Estoy totalmente convencido de que sus oraciones han sido escuchadas. Lograron lágrimas para mis ojos”. (Testimonio de su libro autobiográfico “La Mano de Dios”).

 

EL MEDICO SANTO 

AUTOR: GUIDO ROJAS. LICENCIADO EN CIENCIAS RELIGIOSAS. 

En febrero del año 2007, empezó el proceso de beatificación del médico Jérôme Lejeune (1926-1994). Este profesional de la salud de convicción católica fue además un extraordinario científico e investigador. En 1959, a los 33 años, publicó su descubrimiento sobre las causas del síndrome de Down, la trisomía 21, esto lo convirtió en uno de los padres de la genética moderna. En 1962 fue designado como experto en genética humana en la Organización Mundial de la Salud (OMS), y en 1964 fue nombrado Director del Centro Nacional de Investigaciones Científicas de Francia. En el mismo año se crea para él la Facultad de Medicina de la Sorbona, la primera cátedra de Genética Fundamental. Se convierte así en candidato número uno para recibir el Premio Nobel de medicina. 

Aplaudido y halagado por el “mundo científico” deja de serlo cuando en 1970 se opone tenazmente al proyecto de aborto eugenésico en su nación: “Matar un niño por nacer enfermo, es un asesinato y además abre las puertas a la liberalización total del crimen del aborto”. En esos meses participa en New York, en la sede de la ONU en una reunión en la que se trataba de justificar, ya entonces, la legalización del aborto para evitar las prácticas clandestinas de este mal. Fue en ese momento cuando refiriéndose a la Organización Mundial de la Salud, dijo: “He aquí una institución para la salud que se ha transformado en una institución para la muerte”. Esa misma tarde le escribe a su esposa y a su hija diciéndoles: “Hoy me he jugado mi Premio Nobel”. 

La defensa de la vida humana basada en principios “científicos”, “racionalistas” y de “moral cristiana” le valieron la incomprensión y persecución por sus colegas”. Sus ingresos económicos se vieron diezmados, ya que le fueron retirados todos los fondos para sus investigaciones de las cuales vivía. Continuó solo en sus estudios sosteniendo a su familia dando conferencias.  

En 1992 comienza a petición del papa Juan Pablo II, la gestación de la Pontificia Academia para la Vida, la que fue creada el 11 de febrero de 1994. El 26 de febrero de ese mismo año el doctor Lejeune recibe en su lecho de muerte, el nombramiento de Presidente de la Academia para la Vida. Entrega su alma a Dios el Domingo de Pascua del mismo año (3 de abril). 

Juan Pablo II, en carta al cardenal Lustinger, entonces arzobispo de París, con motivo de los funerales del profesor Jérôme, decía: “En su condición de científico y biólogo era un apasionado de la vida. Llegó a ser el más grande defensor de la vida, especialmente de la vida de los por nacer tan amenazada en la sociedad contemporánea, de modo que se puede pensar en que es una amenaza programada. Lejeune asumió plenamente la particular responsabilidad del científico, dispuesto a ser signo de contradicción, sin  hacer caso a las presiones de la sociedad permisiva y al ostracismo del que era víctima”.



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Amor meus crucifixus est