JESUS

1.   ¿QUIEN ES JESUS?

2.   VIDA DE JESUS.

3.   LA NATURALEZA DIVINA DE JESUS.

4.   LA NATURALEZA HUMANA DE JESUS.

5.   EL ISRAEL DE JESUS.

6.   APUNTES SOBRE JESUS Y SUS TIEMPOS.

7.   LOS APOSTOLES Y DISCIPULOS DE CRISTO.

8.   JESUS PARA LOS PAGANOS, JUDIOS Y MUSULMANES.

9.   EL VERDADERO ROSTRO DEL HIJO DE DIOS.

10.                FRASES CELEBRES SOBRE JESUS.

11.                LA AMARGA PASION DE CRISTO.

12.                FRASES CELEBRES SOBRE LA PASION DEL SEÑOR.

13.                LAS RELIQUIAS DEL SEÑOR.

14.                LA SABANA SANTA DE TURIN.

15.                EL VELO DE LA VERONICA.

16.                EL SUDARIO DE OVIEDO.


¿QUIEN ES JESUS? 

AUTOR: GUIDO ROJAS. LICENCIADO EN CIENCIAS RELIGIOSAS.
 

Muchas sectas cristiana tienen diferentes opiniones sobre el origen de Jesús, así por ejemplo: 

-      Para los ADVENTISTAS DEL SEPTIMO DIA Y TESTIGOS DE JEHOVA, Es la primera criatura creada por Dios, llamado también el “Arcángel Miguel”.

-      Para los MORMONES, Era el hermano gemelo del ángel rebelde Luzbel.

-      Para los PENTECOSTALES, es Dios Padre que se hace hombre. 

1.   ¿QUE ENSEÑA LA IGLESIA CATOLICA?

-      Jesucristo es la segunda persona de la Santísima Trinidad (Mateo 28,19; 2 Corintios 13,14).  

-      En El existen dos naturalezas: 

a.    NATURALEZA DIVINA: Por ser el Hijo del Todopoderoso: “Yo publicaré el decreto, el Señor me ha dicho: Mi hijo eres tú, yo te he engendrado hoy” (Salmo 2,7). 

b.   NATURALEZA HUMANA: Por haber nacido de la Virgen María: “Y ahora, concebirás en tu vientre, y darás a luz un hijo, y llamarás su nombre Jesús. Este será grande, y será llamado Hijo del Altísimo (Lucas 1,31-32).   

2.   ¿QUE CUALIDADES MENCIONA LA BIBLIA DE JESUS? 

-      “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí” (Juan 14,6).

-      “Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado” (Juan 17,3).

-      “Para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra” (Filipenses 2,10).

-      “Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en el que podamos ser salvos”. (Hechos 4,12). 

3.   ¿QUE FALSAS ACUSACIONES HICIERON LOS JUDIOS CONTRA JESUS? 

-      “Por buena obra no te apedreamos, sino por blasfemia; porque tú, siendo hombre, te haces Dios” (Juan 10,33).

-      “Mas los fariseos, al oírlo, decían: Este no echa fuera los demonios sino por Beelzebú, príncipe de los demonios” (Mateo 12,24). 

4.   ¿QUE RELACION HAY ENTRE CRISTO JESUS Y LA IGLESIA CATOLICA? 

-      “Cristo es cabeza de la iglesia, la cual es su cuerpo, y él es su salvador” (Efesios 5,23).

-      “Tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia; y las puertas del infierno no podrán vencerla” (Mateo 16,18) 

5.   ¿CON QUE TITULOS Y CUALIDADES IDENTIFICA LA BIBLIA A JESUS? 

-      “Autor principal de la vida” (Hechos 3,15).

-      “Amén” (2 Corintios 1,19 -20; Apocalipsis 3,14).

-      “Apóstol” (Hebreos 3,1).

-      “Buen pastor” (Juan 10,11).

-      “Cordero de Dios” (Juan 1,29).

-      “Cristo, Mesías” (Juan 1,41).

-      “Dios Poderoso” (Isaías 9,6).

-      “Dios sobre todas las cosas, bendito por los siglos” (Romanos 9,5).

-      “El Alfa y la Omega, el principio y el fin, el primero y el último” (Apocalipsis

-      22,13).

-      “Emmanuel” (Isaías 7,14; Mateo 1,23).

-      “Estrella que saldrá de Jacob” (Números 24,17).

-      “El sol de la justicia” (Malaquías 4,2).

-      “Gran Dios y Salvador Jesucristo” (Tito 2,13).

-      “Hijo del Bendito” (Marcos 14,61).

-      “Hijo de David” (Mateo 21,9).

-      “Hijo de Dios” (Lucas 1,35).

-      “Hijo del Dios Altísimo” (Marcos 5,7; Lucas 1,32).

-      “Hijo del Dios viviente” (Mateo 16,16).

-      “Hijo del hombre” (Mateo 8,20).

-      “Hijo unigénito” (Juan 3,16).

-      “Imagen del Dios invisible, el primogénito de toda creación” (Colosenses 1,15).

-      “Jesucristo, Hijo de Dios” (Marcos 1,1).

-      “Jesús Nazareno, Rey de los Judíos” (Juan 19,19).

-      “Juez de vivos y muertos” (Hechos 10,42).

-      “León de la tribu de Judá” (Apocalipsis 5,5).

-      “Lucero de la mañana” (Apocalipsis 22,16).

-      “Luz de las naciones” (Isaías 42,6).

-      “Luz de los hombres” (Juan 1,4).

-      “Maestro, y Señor” (Juan 13,13).

-      “Maravilloso consejero” (Isaías 9,6).

-      “Mediador entre Dios y los hombres” (1 Timoteo 2,5).

-      “Padre Eterno” (Isaías 9,6).

-      “Pastor del pueblo de Israel” (Mateo 2,6; 15,24).

-      “Pastor y Obispo” (1 Pedro 2,25).

-      “Príncipe de la Paz” (Isaías 9,6).

-      “Príncipe de los pastores” (1 Pedro 5,4).

-      “Príncipe y Salvador” (Hechos 5,31).

-      “Resplandor de Dios” (Hebreos 1,3).

-      “Rey de Reyes y Señor de Señores” (Apocalipsis 19,16).

-      “Salvador, Cristo el Señor” (Lucas 2,11).

-      “Santo de Dios” (Marcos 1,29).

-      “Santo Hijo Jesús” (Hechos 4,27).

-      “¡Señor mío y Dios mío!” (Juan 20,28).

-      “Señor y Mesías” (Hechos 2,36).

-      “Señor y Salvador Jesucristo” (2 Pedro 3,18).

-      “Sumo Sacerdote” (Hebreos 4,14-15).

-      “Testigo Fiel, el Primogénito de los muertos” (Apocalipsis 1,5).

-      “Tronco de Jesé” (Isaías 11,1).

-      “Todopoderoso” (Apocalipsis 1,8).

-      “Ultimo Adán” (1 Corintios 15,45).

-      “Verbo de Dios” (Apocalipsis 19,13).

-      “Verdadero Dios, y la vida eterna” (1 Juan 5,20).  

VIDA DE JESUS 

AUTOR: GUIDO ROJAS. LICENCIADO EN CIENCIAS RELIGIOSAS.

 

I.           CONTEXTO HISTORICO 

La vida de Jesús de Nazaret se inicia cuando se cumple lo escrito por el profeta Isaías, al nacer del seno de una doncella virgen judía en el año 749 de la fundación de Roma, cuando Augusto César reinaba desde hacia 42 años. En aquel entonces el País de Palestina era una de las cincuenta provincias de este basto imperio que abarcaba casi toda Europa, el Norte de África y el Medio Oriente. 

Los judíos vivían una de sus peores crisis en el ámbito político y social, la clase dominante era regida por los Saduceos (los justos), quienes tenían el control del Templo de Jerusalén, centro espiritual y de peregrinación del pueblo hebreo. Estos a su vez rivalizaban doctrinalmente con los Fariseos (los puros), y Escribas (Doctores de la Ley), encargados de las Sinagogas, escuelas religiosas donde se hacía el estudio de los libros sagrados de la Torá. Los Saduceos junto con los Fariseos conformaban el llamado “Consejo de los Judíos” o “Sanedrín”, que estaba constituido por setenta y un miembros incluido el Sumo Sacerdote. Del mismo modo, se encontraban los Herodianos que incluían la corte del rey Herodes el Grande, aliados de los romanos, también estaban los publicanos quienes recogían los impuestos para el César, entre ellos se hallaba el apóstol Mateo. Asimismo, los Celotes Sicarios (así llamados por el pequeño puñal o “sica” que utilizaban), eran guerrilleros que peleaban con las armas contra la dominación extranjera, en este grupo había militado Simón, otro de los compañeros de Jesús al igual que Barrabás; quien fue cambiado por el Señor a petición de los habitantes de la Ciudad Santa para morir crucificado. Finalmente, los Esenios (Hijos de la luz), agrupaban comunidades de judíos que vivían aislados de los demás, estos no son mencionados en los evangelios.
 

II. LA ANTIGUA PALESTINA 

Los Evangelios narran que el Mesías nació en Belén, la ciudad del rey David; de cuya estirpe real pertenecía su padre adoptivo José. Vivió treinta años en  Nazaret y murió en Jerusalén, capital de Israel. Ya en cuanto a su vida pública la inicia a los treinta años de edad, cuando después de haberse hecho bautizar por su primo  Juan  Bautista  en  el río Jordán, empieza a recorrer durante tres años las aldeas y los campos de las cuatro provincias de Palestina (Judea, Galilea, Samaria y Perea) anunciando la “Buena Nueva”, en especial a los pobres y marginados como los ancianos, las viudas, los huérfanos, los extranjeros al igual que los pescadores del mar de Galilea; entre los que se encontraban cuatro de sus apóstoles incluyendo a Pedro, a quien Jesús prometió en la región de Cesarea que sobre él edificaría su Iglesia al ser nombrado su primer pastor en la tierra. Esta labor apostólica ha continuado hasta nuestros días hasta llegar al Papa Benedicto XVI.

 

III. SU MISION REDENTORA 

Jesús o “Yehosuá” (en hebreo), cuyo nombre significa “Yahveh Salva”, recibió el título de “Mesías”(Messhiah en hebreo) o “Cristo” (Christós en griego), que quiere decir “Ungido” o “Sagrado” (término que identificaban a los reyes, sacerdotes y profetas del pueblo escogido por Dios); de aquí surge la combinación de “Jesucristo” (Iesus Christus en latín); también se le relaciona en las Escrituras con la palabra griega  “Kyrios” (Señor). Igualmente, para demostrar su naturaleza y misión divina realizó grandes prodigios como curar a los ciegos, leprosos, paralíticos, mudos, resucitar a los muertos, como a su amigo Lázaro, expulsar demonios, transformar el agua en vino, multiplicar en dos oportunidades los panes y los peces para dar de comer a más de cinco mil personas, calmar la tempestad con su voz, caminar sobre las aguas, y dejar ver su resplandor glorioso en el monte Tabor a sus tres más cercanos seguidores: Pedro, Santiago el “Mayor” y Juan, el discípulo amado. 

La predicación de Jesús era de fácil comprensión, resumiendo los mandatos de la ley mosaica en dos grandes principios: “Amar a Dios sobre todas las cosas, y al prójimo como a ti mismo”. También hablaba de que su cuerpo y su sangre se convertirían en una “Nueva Alianza” o “Pacto Eterno” en el que no solamente estaban incluidos los judíos sino también los paganos, llamados a formar por el bautismo una única Iglesia Universal (Católica en griego). Para llevar este mensaje se valió especialmente de ejemplos y comparaciones con la vida cotidiana (parábolas). Sin embargo, fueron muchos los que no aceptaron tales palabras, pues mientras Jesús les hablaba de un “reino en los cielos”, ellos esperaban un rey guerrero como había sido David, que  los  liberara  del  yugo  de  los  idólatras romanos, y los convirtiera en “reyes de este mundo”; esperanza que todavía anhelan muchos de los llamados judíos ortodoxos. Todo esto le ocasionó una serie de grandes peligros, destierros, intentos de asesinatos, calumnias y traiciones por parte del Sanedrín (consejo de ancianos), al mando del Sumo Pontífice Anás y su yerno Caifás (El primero gobernó el sanedrín hasta el año 16, y Caifás del 16 al 40), quienes se valieron de la codicia de Judas Iscariote para vender a su Maestro por treinta monedas de plata, precio que era pagado en aquel tiempo por un esclavo.
 

IV. LA PASION DEL SEÑOR 

El arresto y el juicio de Jesús se produjo en tiempos de la Pascua, que era la máxima fiesta religiosa en la que se celebra hasta nuestros días, la salida del pueblo judío de la esclavitud en Egipto, comandados por Moisés. Ya en cuanto las acusaciones en contra suya fueron tanto de carácter religioso porque siendo un hombre se hacía llamar “Hijo de Dios”, y de orden político, pues recibía de sus seguidores el título de “Rey de los Judíos”, lo que era considerado un acto de rebeldía al entonces emperador Tiberio César. Fue esta última denuncia lo que obligó al procurador Poncio Pilatos (26 al 36) a sentenciarlo a la pena capital de la Cruz, castigo solo reservado a los peores criminales y soldados que desertaban de las filas imperiales; el mismo gobernador romano mandó a colocar sobre la Cruz, el letrero de INRI, palabra formada por las iniciales latinas “IESUS NAZARENUS, REX IUDIÓRUM” (JESÚS NAZARENO, REY DE LOS JUDÍOS).  

Sobre la tortura  de Cristo el viernes santo, los evangelios nos narran de manera completa la gran cantidad de sufrimientos que tuvo que padecer, tales como las burlas y los insultos de los soldados, la coronación de espinas, los latigazos, los golpes con una caña en la cabeza, los puñetazos en la cara, el peso del madero desde el Pretorio romano hasta el monte Gólgota o Calavera; y la terrible agonía de seis hora (9am a 3pm), acompañada de calambres, desgarre muscular en los brazos y espalda, las heridas abiertas, fiebre alta, deshidratación, un sudor frío que le bañaba todo el cuerpo, hasta experimentar la muerte por asfixia, según lo han concluido los médicos forenses.
 

V. LA RESURRECCION Y LA NUEVA VENIDA 

El domingo llamado El primer día de la semana, una de sus más fieles seguidoras, María Magdalena encuentra el sepulcro vacío; esta señal y las varias apariciones a sus amigos son las dos pruebas bíblicas que testifican su triunfal resurrección. Jesús permanece con sus apóstoles y discípulos incluyendo a su madre María durante cuarenta días, y regresa al cielo a la presencia del Padre en el monte de los Olivos. De aquí solamente volverá a la tierra en el día del juicio final (Parusía), donde  será como un pastor que separe a las ovejas de las cabras; los buenos a la vida eterna y  los malos a la condenación por los siglos de los siglos. 

 
LA NATURALEZA DIVINA DE JESUS 

AUTOR: GUIDO ROJAS. LICENCIADO EN CIENCIAS RELIGIOSAS. 

En el Antiguo Testamento el profeta Isaías había revelado al pueblo de Israel que el “Hijo de Dios” sería llamado el “Emmanuel” (7,14), que en Hebreo traduce “Dios con nosotros”. Igualmente, el mismo profeta en otro de sus apartes lo llamó también “Dios invencible” (9,6); el autor de la carta a los Hebreos (1,8) agrega: “mas del Hijo dice (el Padre): Tu trono, OH Dios, por el siglo del siglo, cetro de equidad es el cetro de tu reino” (Véase también Salmo 45,6-7). Del mismo modo, el nombre de “Jesús” quiere decir en hebreo “Dios salva”; así lo identificó el Arcángel San Gabriel al anunciarle a la Virgen María su  misión (Lucas 1,31-33). Claro está, que el libro Bíblico donde más se hace alusión a la naturaleza divina de Jesús se encuentra condensado en el evangelio de San Juan; escrito en la ciudad de Efeso a finales del siglo I, por petición de los obispos de Asia, para refutar y aclarar el error teológico que empezaba a extender un hereje de nombre Cerinto en compañía de los ebionitas, los cuales negaban esta verdad de Fe. Así lo demuestra el párrafo inicial: “En el principio era El Verbo [(Logos en griego) que quiere decir “la Palabra”=Jesús], y el Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios (en griego The-ós=Dios)” (1,1). Comparar con (1 Juan 1,1-3). 

Las Sagradas Escrituras nos indican que Jesús no fue “creado” sino “engendrado” por el Padre Eterno (Salmo 2,7; Proverbios 8,25; Hechos 13,33; Hebreos 1,5; 5,5; 1 Juan 5,18). Por lo tanto, “ha venido de Dios” (Juan   6,46;  13,13),  bajado  del   cielo   (Juan 3,13), siendo de “naturaleza divina” (Filipenses 2,6); “Porque todo lo que Dios es, se encuentra plenamente en la persona de Cristo” (Colosenses 2,9). “Él es el resplandor glorioso de Dios, la imagen misma de lo que Dios es” (Hebreo 1,3). O también “la imagen del Dios invisible” (Colosenses 1,15). “Nadie ha visto jamás ha Dios, el hijo único, que es Dios y que vive en íntima comunión con el Padre, es quien nos lo ha dado ha conocer” (Juan 1,18). Dios quiso habitar en la persona de Cristo (Colosenses 1,19), quien es de Dios (Juan 9,33; 1 Corintios 3,23) y  procede de Dios (Juan 7, 29; 8,42). “Porque así como el Padre tiene vida en sí mismo, así también ha hecho que el Hijo tenga vida en sí mismo” (Juan 5,26); pues la gloria de Dios brilla en la cara de Jesucristo (2 Corintios 4,6). ” Cristo el que está por encima de todas las cosas, Dios bendito por los siglos” (Romanos 9,5), es la imagen viva de Dios (2 Corintios 4,4). Por esta razón, los fariseos lo atacaban porque siendo un hombre se hacía igual a  Dios (Juan 5,18; 10,33). 

Percatados de esta verdad, Cristo Jesús fue por eso adorado por los magos de Oriente (Mateo 2, 11), por el ciego de nacimiento al que le dio la vista (Juan 9,35-38), por las mujeres que se lo encontraron después de la resurrección (Mateo 28,9),  por los apóstoles cuando lo vieron regresar a la presencia del Padre (Mateo 28,17; Lucas 24,52), por los ángeles del cielo (Hebreos 1,6) y por los 24 ancianos del Apocalipsis (5,14). Cómo si fuera poco, el mismo Señor Jesús puso de manifiesto varias veces su naturaleza divina, pues “nadie conoce al hijo sino el Padre, ni al padre le conoce nadie sino el Hijo, y aquel a quien el hijo se lo quiera revelar“(Mateo 11,27), “el que no honra al hijo no honra al Padre que lo envió” (Juan 5,23). “Yo y el Padre somos una sola cosa” (Juan 10,30), “el Padre esta en mí y yo en el Padre” (Juan 10,38); porque “todo lo que tiene el padre es mío” (Juan 16,15). Por todas estas declaraciones, el Unigénito de Dios puede decir con autoridad: “Nadie va al Padre sino por mí, si me habéis conocido a mí, conocéis también a mi Padre, y desde ahora lo conocéis y lo veis” (Juan 14,7). 

Asimismo, tanto San Pablo como San Pedro nombran a Jesucristo en sus cartas como “Dios y Salvador” (Tito 2,13; 2 Pedro 1,1); título que también recibe “Dios padre” (Daniel 6, 27,1 Timoteo 2,3; 4,10; Tito 3,4). Es más, en la resurrección del Mesías, el apóstol Tomás exclama maravillado y convencido: “¡Señor mío y Dios mío!” (Juan 20,28); Comparar con (1 Reyes 3,7: Salmo 86,12). Por su parte, San Juan concluye diciendo: “Vivimos unidos al que es verdadero, es decir, a su hijo Jesucristo. Este es el Dios verdadero y la vida eterna “(1 Juan 5,20), comparar con (Juan 17,3).
 

LA NATURALEZA HUMANA DE JESUS 

AUTOR: GUIDO ROJAS. LICENCIADO EN CIENCIAS RELIGIOSAS. 

El hijo de Dios sólo podía ser verdaderamente el Redentor del género humano, si adoptaba enteramente un cuerpo y un alma humana, con todo lo que implicaba haber tenido nuestra propia naturaleza (Hebreos 2,14). Sin embargo, por el mismo hecho de ser Dios, no tuvo en su vida terrenal caída alguna. “Porque él también estuvo sometido a las mismas pruebas que nosotros; sólo que él jamás pecó”  (Hebreos 4,15), ya que  “nunca cometió ningún crimen ni hubo engaño en su boca” (Isaías 53,9; 1 Pedro 2,22), “El es santo, sin mancha, apartado de los pecadores” (Hebreos 7,26), puesto que “ha sido hecho perfecto para siempre” (7,28), como hombre celestial (1 Corintios 15,47). 

“Cuando se cumplió el tiempo, Dios envió a su Hijo, que nació de una mujer, sometido a la ley de Moisés” (Gálatas 4,4). “Por medio de los profetas, Dios había comunicado este mensaje que trata de su Hijo Jesucristo, Nuestro Señor, que como hombre es descendiente del rey David” (Romanos 1, 3-4; 2 Timoteo 2,8), porque El mismo “tomando naturaleza de siervo nació como hombre” (Filipenses 2,7). En cuanto a lo humano es de raza judía (Romanos 9,5), de la tribu de Judá (Hebreos 7,14), pues “por un poco tiempo, Dios hizo (a su Hijo) algo menor que los ángeles” (Hebreos 2,9), teniendo un desarrollo normal, ya que fue creciendo en cuerpo y mente, gozando del favor de Dios y de los hombres (Lucas 2,52; Proverbios 3,4). José enseñó a Jesús un oficio a fin de que pudiera valerse por sí mismo, de modo que sus paisanos no solo lo conocían como “el hijo del carpintero” (Mateo 13,55), sino también como el “carpintero” de Nazaret (Marcos 6,3).   

De la vida pública de Jesucristo las Santa Biblia nos aportan una abundante información sobre las necesidades físicas, virtudes y pasiones que sintió en carne propia. Pues experimentó el aguijón del hambre (Mateo 4,2; 21,18; Lucas 24,41-42), le pide agua de beber a la mujer samaritana (Juan 4,6-8), siente nuevamente sed cuando está en la cruz (Juan 19, 28-30). En varias ocasiones llega al cansancio y el agotamiento físico (Marcos 4, 38; Juan 4,6), oraba en las madrugadas (Marcos 1,35) y al final del día (Mateo 14,23). Predicaba el mensaje de la salvación en las aldeas y pueblos de Israel (Mateo 9,35), en los caminos de Samaria (Juan 4,5-6), a orillas del lago de Galilea (Marcos 3,9), en la barca de Pedro (Lucas 5,2-3), en lo alto de un monte (Mateo 5,1; Juan 6,3), en las sinagogas y en el templo de Jerusalén (Juan 18,20). Se retira a descansar a solas con sus apóstoles (Marcos 6, 30-32). Era un hombre pobre (2 Corintios 8,9), que no tenía “donde recostar la cabeza” (Mateo 8,20). Vestía discretamente (Lucas 7,25), cargaba una túnica (o capa) (Lucas 8,44), usaba bastón (Marcos 6,8) y calzaba sandalias (Marcos 6,9). Su única posesión valiosa al morir era la prenda que llevaba y sobre la que echaron suerte los soldados romanos (Juan 19,23-24). No obstante, y a pesar de vestir modestamente, su personalidad era atrayente, pues tenía una mirada penetrante (Marcos 5,32-33; 8,33).  

Los apóstoles y los discípulos sienten temor y asombro, por sus predicaciones y prodigios (Marcos 4,41; 6,51; 9,6.32; 10,24.32), ya que conocía el corazón de los hombres ((Juan 2,24-25; 6,64), hasta quienes pecaban gravemente se sintieron cautivados hacía El (Mateo 9,9-13; Lucas 7,36-38; 19,1-10). Sus discípulos lo llamaban “Maestro y Señor” (Juan 13,13), “poderoso en obras y en palabras delante de Dios y de todo el pueblo” (Lucas 24,19), sus palabras son Espíritu y Vida (Mateo 23,8). Los fariseos sentían miedo, porque la gente estaba sorprendida por sus enseñanzas (Marcos 11,18; Juan 7,15.32), al igual que toda la multitud (Marcos 9,15), “porque lo hacia con plena autoridad, y no como sus maestros de la ley” (Mateo 7,28-29; Lucas 4,22.32), ya que hablaba con la verdad (Marcos 12,14), sin necesidad de gritar o levantar la voz (Isaías 42,2; Mateo 12,19), y por eso no se dejó envolver es discusiones acaloradas. Incluso, cuando estuvo sometido a presión, su manera de proclamar la verdad atraía a las personas sinceras (Juan 7,32.40.45-46).  

Cuando lo consideró necesario, ilustraba sus predicaciones con ejemplos o pasajes de las Santas Escrituras (Mateo 12,38-42; 15,1-9; 16,1-4; 21,13; Juan 6,45; 8,17). Además, en vez de enseñar sus propias ideas, habló en nombre de Aquel que lo había enviado (Juan 7,16-18; 8,28; 12,49; 14,10). Por el contrario, cuando era obvio que hablar no serviría de nada, optó sencillamente por quedarse callado (Marcos 15,2-5; Lucas 22, 67-70). Por todas estas razones “la gente empezó a alabar a Dios, diciendo- Un gran profeta ha aparecido entre nosotros” (Lucas 7,16), “Este es Jesús el profeta, de Nazaret de Galilea” (Mateo 21,11), “enseñaba en las sinagogas de ellos, y era glorificado por todos” (Lucas 4,15), otros decían: “Es un buen hombre” (Juan 7,12),  “Este es el Mesías” (Juan 7,40-41), el “Hijo de David” (Mateo 15,22), el “Cristo de Dios” (Lucas 23,35), “el Hijo de Dios, que ha venido al mundo” (Juan 11,27), el “Salvador del mundo” (Juan 4,42).  

También dio ánimo a sus esforzados apóstoles (Juan, capítulos 13 a 17), y al tratar a los pecadores, tenía en cuenta su determinación por cambiar (Lucas 7,37-50; 19,2-10), hasta tuvo que lidiar con las rivalidades que surgían entre sus discípulos más allegados (Lucas 22,24). Asimismo, despertaba admiración por sus  milagros (Marcos 2,12; Mateo 15,31). La gente decía: “¡Todo lo ha hecho bien! ¡Hasta hace oír a los sordos y hablar a los mudos! (Marcos 7,37), “Y se difundió su fama por toda Siria; y le trajeron todos los que tenían dolencias, los afligidos por diversas enfermedades y tormentos, los endemoniados, lunáticos y paralíticos; y los sanó”  (Mateo 4,24). En ocasiones, personas poseídas por espíritus inmundos gritaban a Jesús. En esas circunstancias, El conservaba la calma, recurriendo a su poder divino para liberarlas de esa dominación maléfica (Marcos 1,23-28; 5,2-8.15). 

Del mismo modo, el Salvador del mundo fue profundamente sensible con las criaturas  humanas  (2 Corintios 10,1), a todos los que lo sigue los llama  “amigos” (Juan 15,14),  es  tierno con  los  niños  que  se acercaban a su lado (Marcos 10, 13-16), siente cariño ante la primera confesión del Príncipe de la sinagoga (Marcos 10,20-21), es paciente y humilde de corazón (Mateo 11,29), hasta el punto que dirigía a Dios su Padre toda la alabanza y la honra (Marcos 10,17-18), al igual que sus oraciones (Mateo 11,25), ama la justicia y odia la maldad (Hebreos 1,9), es eternamente misericordioso con los hombres (1 Juan 2,1; Judas 21), intercede ante el tribunal de su Padre por toda la humanidad (Romanos 8,34; 1 Timoteo 2,5; Hebreos 7,25), El es “santo y justo” (Hechos 3,14). Multiplica en dos oportunidades los panes y los peces, porque tiene compasión con la multitud hambrienta que lo seguía a todas partes (Mateo 14, 13-21; 15, 32-38), así como también por los enfermos (Mateo 14,14), y por los dos ciegos de Jericó que le piden que les devuelva la vista (Mateo 20,34).  

Se conmueve con el leproso que le pide de rodillas que lo cure de su enfermedad (Marcos 1,40-42), por la viuda de Naín que llora a su hijo muerto (Lucas 7,13), y por toda la gente “porque estaban angustiados y desvalidos como ovejas, que  no  tienen  pastor”  (Mateo 9,36;  Marcos 6,34). Ama intensamente a los apóstoles hasta el final (Juan 13, 1; 15, 9-10), y a toda la humanidad (Efesios 3,19; 5,2). Tiene alegría por la buena cosecha espiritual de los setenta y dos discípulos (Lucas 10,21), se admira por la fe del capitán romano en Capernaum (Lucas 7,9), y asombro ante la noticia de la muerte de  Lázaro en Betania (Juan 11,33), siente enojo y a la vez tristeza por los judíos que dudaban de su poder curativo (Marcos 3,5; 9,19), reprende a Santiago y Juan por su deseo de venganza contra los samaritanos (Lucas 9,55), además de ira santa por los mercaderes que habían profanado el templo de Jerusalén (Juan 2,13-16; Mateo 21, 12-13), llora por el terrible castigo que le aguardaba a la Ciudad Santa (Lucas 19, 41-44), y por el fallecimiento de su amigo (Juan 11, 35). Incluso, su sencillez se vio probada al lavarles los pies a sus discípulos en el cenáculo, antes de la última cena (Juan 13,5). Esta era una tarea que en la costumbre judía lo realizaba un siervo o alguna mujer de la casa (1 Samuel 25,41; 1 Timoteo 5,10). 

Al acercarse los días de su trágico destino, sufre intensamente por la prueba que tendrá que padecer (Marcos 8, 31; Lucas 12, 50; 24,26). Le duele la traición de Judas (Juan 13, 21). Llegada  la hora suprema vive una tremenda angustia en el jardín de Getsemaní (Marcos 14, 35-36; Juan 12, 27), hasta el punto de que su sudor se convirtió en grandes gotas de sangre que le caían por el rostro (Lucas 22, 44). Pues “mientras Cristo estuvo viviendo aquí en el mundo con voz fuerte y muchas lágrimas, oró y suplicó a Dios; quien tenía poder para liberarlo de la muerte” (Hebreos 5,7). “Era un hombre lleno de dolor, acostumbrado al sufrimiento” (Isaías 53,3; 1 Pedro 2, 21). “Cuando le maldecían, no respondía con maldición; cuando padecía, no amenazaba, sino encomendaba la causa al que juzga justamente” (1 Pedro 2,23). “Porque tampoco Cristo buscó agradarse a  si mismo, al contrario, en él se cumplió lo que dice la Escritura: “Las ofensas de los que te insultaban cayeron sobre mi.” (Romanos 15,3). O también: “El mismo tomó nuestras enfermedades, y llevó nuestras dolencias’” (Mateo 8,17). Ya en la cruz se encuentra abandonado por su padre en los cielos (Mateo 27, 46; Salmo 22, 1-2). Finalmente grita y muere con dolor (Mateo 27,50). 

Todo esto pasó “porque Cristo mismo sufrió la muerte por nuestros pecados, una vez para siempre. El era bueno, pero sufrió por los malos, para llevarlos a ustedes a Dios” (1 Pedro 3,18). “Así que Cristo, a pesar de ser Hijo, sufriendo aprendió a obedecer” (Hebreos 5,8), y  “se humilló a sí mismo, y por obediencia fue a la muerte, a la vergonzosa muerte de la cruz” (Filipenses 2,8). El “nos amó, y nos lavó de nuestros pecados con su sangre” (Apocalipsis 1,5; Comparar con Gálatas 2,20). Por esta razón, “no hay  duda  de  que  el  secreto  de  nuestra  religión  es muy grande: Cristo se manifestó en su condición de hombre, triunfó en su condición de espíritu y fue visto por los ángeles. Fue anunciado a las naciones, creído en el mundo y recibido en la gloria” (1 Timoteo 3, 16).  

San Cipriano, obispo mártir del siglo III, tiene una preciosa oración sobre Jesús: “Hermanos queridos, son muchos y grandes los beneficios de Dios, que la bondad generosa y copiosa de Dios Padre y de Cristo ha realizado y realizará por nuestra salvación; de hecho, para preservarnos, para darnos una vida y podernos redimir, el Padre mandó al Hijo; el Hijo, que había sido enviado, quiso ser llamado también Hijo del hombre para convertirnos en hijos de Dios: se humilló para elevar al pueblo que antes estaba postrado por tierra, fue herido para curar nuestras heridas, se convirtió en esclavo para liberarnos a nosotros, que éramos esclavos. Aceptó la muerte para poder ofrecer a los mortales la inmortalidad. Estos son los numerosos y grandes dones de la misericordia divina”.

 
EL ISRAEL DE JESUS 

AUTOR: GUIDO ROJAS. LICENCIADO EN CIENCIAS RELIGIOSAS. 

En tiempos bíblicos el aceite de oliva tenía muchos usos, entre ellos como alimento, cosmético, combustible y medicamento. También era utilizado con otros ingredientes para producir un fino bálsamo empleado por los profetas para ungir a los reyes (1 Samuel 10.1). Asimismo, los buenos anfitriones agasajaban a sus huéspedes untándoles la cabeza con este preciado perfume (Lucas 7,36-38).  

La ley mosaica especificaba los animales que no podían comer los judíos: 

-      El cerdo y el camello.

-      Las aves depredadoras.

-      Los peces que no tengan escamas o aletas. 

Los animales bovinos, caprinos y ovinos tienen que ser degollados  por el Shojet, la persona más piadosa de la comunidad.

 

La Torá (Biblia para los hebreos) prohibía matar a un ternero antes de haber pasado los primeros siete días con la madre; espantar a un pájaro que esté empollando para tomar los huevos del nido, y cocinar el cordero en la primera leche que da la madre (calostro). 

De todas las aves que servía de alimento para los judíos pobres, la más barata era el gorrión. Con una moneda de asarion, se podía obtener dos pajaritos, y por dos monedas cinco gorriones (Mateo 10,29-31; Lucas 12,6-7). 

Ciudades bíblicas de Israel: 

BELEN (Casa de Pan): Fue la aldea donde nació el rey David, José y Jesús. 

NAZARET (Flor de Galilea): Donde el Mesías vivió su vida privada  por 30 años, lugar de origen de la Virgen María. 

CANA DE GALILEA: Donde el Divino Maestro realizó su primer milagro al transformar el agua en vino. Lugar de nacimiento del apóstol Natanael. 

CAFARNAUN (Bella Ciudad): La segunda patria del Señor, donde más milagros realizó, y donde predicó con mayor elocuencia. Aquí se encontraba también la casa del apóstol Pedro. 

TIBERIADES: Situada junto al mar, fundada por Herodes Antipas, tetrarca de Galilea; quien le dio este nombre en honor del emperador Tiberio César.  

SEBASTE: En la antigua Samaria, en esta ciudad según la tradición Herodes mandó a decapitar a Juan Bautista. 

BETANIA (Casa de la Pobreza): Lugar de descanso de Cristo en el hogar de sus amigos los hermanos Lázaro, Marta y María Magdalena. 

BETSAIDA (Casa de los Pescadores): Cerca del río Jordán; cuna de los apóstoles Andrés, Pedro y Felipe. 

JERUSALEN (Ciudad de la Paz): La capital de Israel; aquí fue donde el Verbo de Dios murió y resucitó. 

EMMAUS: El sitio donde el Salvador resucitado efectuó la “fracción del pan” delante de sus discípulos Cleofás y Simón. 

En la época de Cristo vivían en Palestina dos millones y medio de judíos, la población de Jerusalén era de unos 25 0 30000 habitantes; para la pascua podían llegar más de 180000 peregrinos. Otros hebreos uno cuatro millones, vivían en diferentes ciudades conocidas como diásporas, como: Siria, Asia Menor, Babilonia y Alejandría en Egipto; otros comunidades más pequeñas habían en Europa como en Roma. 

Los pertenecientes a la raza de Jesús recibían varios nombres: hebreos (como los llamabas los romanos) que se deriva de Heber, un ascendiente de Abraham; también eran conocidos como israelitas, por Israel, hijo de Isaac, quien originalmente era Jacob hasta que un ángel le cambió el nombre; y judíos, por ser descendientes de Judá, uno de los doce hijos de Jacob. Por su parte, los hebreos llamaban a los paganos con el título de gentiles. 

Cuando los israelitas fueron llevados cautivos a Asiria, el rey Salmanasar envió a Israel colonos paganos que se entrelazaron con los pocos hebreos que quedaban. Siendo este el origen del pueblo mestizo de los samaritanos. Estos adoraban divinidades gentiles al lado del Dios verdadero, al cual edificaron un templo sobre el monte Garicín, junto a Siquem, que rivalizaba con el santuario de Jerusalén. Esta es la razón por la que ambos pueblos vivían en constante enemistad. 

En la ley mosaica, los esclavos hebreos tenían que ser liberados en el séptimo año de la servidumbre o en el año del jubileo. No obstante, si recibía buen trato de su amo, el esclavo podía renunciar a su libertad (Exodo 21,5-6). En tiempos de la Iglesia Apostólica esta practica era todavía muy común (1 Corintios 12,13; Filemón 10-17).  

Bajo la dominación romana los jóvenes hebreos estaban exentos de pagar el servicio militar debido a que no querían llevar armas ni marchar en día sábado. No obstante, todos los judíos mayores de 20 años debían tributar al templo dos dracmas al año, pagaderas en monedas especiales (siclo de plata, medio siclo equivalía a dos dracmas). 

Los pastores eran los más pobres y marginados; tenidos como ladrones y mentirosos, entre ellos había algunos que tenían defectos físicos y eran fuertemente despreciados 

Los leprosos eran considerados como “impuros”, tenían que vivir afuera de las ciudades, y cuando entraban en ellas para pedir limosna lo hacían cubriéndose la cara con un velo, y anunciar su paso al sonar de una campanilla. 

Los discípulos del Señor estaban conformados por pescadores, viudas, huérfanos, gente pobre, enfermos y lisiados, ex prostitutas como María Magdalena, y extranjeros entre romanos y griegos. Todo este grupo de personas eran llamadas por los judíos como los “pobres de Yahvéh” (Anawim). 

Jesús era uno de los nombres más comunes para los varones, en la Palestina de aquel entonces.  

Las mujeres israelitas se casaban a partir de los 14 años, y los hombres después de los 16 años. 

Cuando nacía un niño hebreo tenía que ser circuncidado a los ocho días de nacido en el seno del hogar; para las niñas había que esperar quince días para que se le impusiera el nombre. 

Los hijos primogénitos heredaban el 50% de los bienes del padre, la otra mitad era repartida en partes iguales entre los otros hermanos. Claro está, que el hijo mayor tenía que ser el soporte moral y económico de la familia cuando faltara el progenitor.  

La sangre judía sólo se hereda por la madre. 

En la lengua en que fue escrito el Antiguo Testamento, el hebreo, las palabras piadoso (hasid), justo (saddiq) y santo (qados) no tienen femenino. 

En la época patriarcal, el hombre era dueño absoluto, sacerdote y maestro de la familia. Si fallecía uno que tuviese hermanos, la mujer pasaba al más inmediato. Bajo los jueces y los reyes las mujeres no podían tener bienes propios, si poseían una herencia debían casarse dentro de su propia tribu. Después de la menstruación  o de un parto debían purificarse. Posteriormente al tiempo del Exilio, la situación de la mujer judía empeoró, no eran admitidas en el culto y su testimonio carecía de valor ante los tribunales. Igualmente, estaban separadas de los varones en el templo y las sinagogas, y exentas de peregrinar a Jerusalén en las grandes festividades del año. Las escuelas eran solo para los hombres, los maestros (escribas) no tenían “discípulas”, ya que no merece la pena enseñarles la ley, pues sólo están obligadas a cumplirla. Una mujer no debía estar sola en el campo, y no era normal que un israelita conversara con una extraña, había que hablar poco con ellas. No participaban de la vida pública, cuando salían a la calle debían cubrirse el rostro, algunas incluso no se descubrían ni siquiera en la casa. Solo el marido tenía el derecho a romper el matrimonio exigiendo el divorcio, el adulterio se castigaba con la pena capital, incluso solo eran respetadas si tenía hijos, de lo contrario eran menospreciadas, las hijas son poco más que bienes que se venden a los pretendientes que las compran, lo mismo que un esclavo. Sin embargo, el Señor trató a la mujer en un Plano de igualdad, entre sus discípulos se encontraban muchas de ellas incluyendo a su madre María. 

En la parábola que Jesús hace alusión a una mujer pobre que barre toda la casa y al fin halla la dracma que había extraviado, se refiere a la antigua costumbre en que las mujeres de Palestina se adornaban la cabeza con un tocado lleno de monedas. Estas monedas pertenecen a la dote de la esposa y representan su propiedad más querida, tanto que ni siquiera se las quitaban para dormir. La mujer que habla Cristo debía ser muy pobre, pues diez dracmas eran muy poco en comparación de los cientos de monedas de oro y plata que llevan hoy en día algunas mujeres orientales. Además, vivía en una casa pequeña y sin ventanas, por lo que tuvo que encender un candil para barrerla con cuidado.  

En Palestina eran conocidos tres idiomas: 

A.    El hebreo, la lengua en que se escribieron los libros sagrados. El Mesías empleó este idioma al leer el rollo del profeta Isaías en la sinagoga de Nazaret (Lucas 4,16-21).

B.    El arameo, utilizado por el pueblo; incluyendo Jesús en sus predicaciones. 

C.    El griego, la lengua del comercio y de los intelectuales. Los romanos hablaban entre ellos latín, y el griego para sus actividades diarias; por lo que es probable que Jesús empleara este idioma cuando fue interrogado por Poncio Pilatos en el pretorio (Juan 18,28-40). 

La Biblia que usaban los judíos de la diáspora era una traducción griega del Antiguo Testamento conocida como la Septuaginta, o Versión de los Setenta. Los primeros cristianos emplearon extensamente esta traducción en sus enseñanzas. 

Al formarse la nación de Israel, Yahvé dio instrucciones sobre como quería que le adoraran, y entre las cosas que le mandó a su pueblo figuraban las ofrendas y los sacrificios. Algunas ofrendas consistían en frutos de la tierra, y otras requerían el sacrificio de ciertos animales: toros, ovejas, cabras, palomas y tórtolas. Se hacían holocaustos, es decir, ofrendas quemadas que tenían que consumirse por completo en el fuego, y también sacrificios de comunión, es los que quien traía la ofrenda participaba comiendo de lo que se había sacrificado a Dios. 

El sábado o sabbat era el día consagrado a Yahveh. En el pensamiento hebreo tiene una connotación de “júbilo”, “paz” y “luz”. El sabbat lo guardaban los judíos dentro y fuera del país. Era descanso para todos, incluso para los animales, no se puede trabajar ni ir a la guerra en ese día. Tres toques de trompeta anunciaban el comienzo del día del descanso, cuando desaparece la última luz del viernes, y dura hasta la puesta del sol del sábado. Se celebra mediante reuniones familiares con trajes de fiesta y una cena especial, con la bendición de la comida y del vino; los judíos observantes de la ley acuden a la oración en la sinagoga. Con el sábado solía también designarse una semana entera, así por ejemplo se lee en Lucas (18,22): “ayuno dos veces el sábado”, lo que quiere decir: “ayunó dos veces en la semana”. Tenían los hebreos además el “año sabático”, donde cada siete años no se debía sembrar en los campos, ni cultivar en los jardines. 

Las principales fiestas religiosas del judaísmo son: 

-      LA PASCUA (PESAH): Entre marzo y abril, recordaba la liberación del pueblo escogido  de Egipto por Moisés. 

-      PENTECOSTES (SHAVUOT): Cincuenta días después de la Pascua. Se celebra el aniversario de la entrega de las tablas de la ley de Dios en el monte Sinaí. 

-      LOS TABERNACULOS (SUKKOT): A fines de septiembre. Conmemora los días en que los israelitas peregrinaban por el desierto y vivían en tiendas de campaña o en cabañas de ramaje. 

-      LA DEDICACION DEL TEMPLO (ENCENIA): A fines de diciembre. Hace alusión a la purificación del santuario y del altar de los holocaustos, después de la profanación del rey Antíoco.   

-      EL DIA DE LA PURIFICACION (YOM KIPPUR): Estaba marcado por el ayuno y se solicitaba a Dios que borrara las faltas cometidas por los hebreos. En su inicio se realiza una comida festiva, alegre ya abundante, antes de de la puesta del sol (5:30 p.m.). Los judíos no vuelven a probar comida, ni agua hasta el anochecer del día siguiente.

La cena pascual para los judíos comenzaba con el sacrificio en el templo de Jerusalén de un cordero, cuya sangre, llevada en vasijas de oro y plata por los sacerdotes, se derramaba sobre el altar, mientras que se guardaba la carne para cenar en las casas. El número de los comensales debía ser de 10 a 15 personas entre familiares o amigos. La cena se celebraba en memoria de la salida de Egipto y en señal de comunión, renovando de esta manera la alianza de Israel con Yahvéh. Antes de comer, se servía una copa de vino, acompañada de una especie de aperitivo hecho con hierbas amargas y pan sin levadura; seguidamente, se servía otra copa. Entonces, el hijo menor de la familia o el más joven de los asistentes preguntaban al padre o al presidente de la mesa qué significaba aquellas costumbres tan extrañas. Y éste respondía contando cómo Dios en otro tiempo libró a los hebreos de la esclavitud del faraón; de modo que esta narración (“Anamnesis” o memoria) entusiasta, que solía cantarse, se convertía espontáneamente en alabanza al Todopoderoso (“Eulogia”) y en acción de gracias (“Eucaristía”) al mismo tiempo. El “Haggada”, que así se llamaba este relato, concluía para dar paso a la recitación de la primera parte del Hallel (una serie de salmos, cuyos versículos eran respondidos por los asistentes diciendo Aleluya). La comida propiamente dicha comenzaba inmediatamente. El presidente de la mesa tomaba entonces un pan ácimo en las manos, lo bendecía, lo partía y lo distribuía a los presentes. Se continuaba con la comida del cordero sin ritos especiales. Pero, al final, el presidente tomaba la copa recién llenada de vino y la bendecía solemnemente dando gracias por la cena pascual. Era el “cáliz de bendición” que pasaba de mano en mano y todos bebían de él. La reunión terminaba recitando la segunda parte del Hallel y con una cuarta copa ritual. 

Durante la fiesta de la Pascua la ciudad de Dios quedaba atestada, y los visitantes tenían que alojarse en los pueblos vecinos o acampar en tiendas. Además de reunirse con sus parientes y amigos, los peregrinos entraban al templo para adorar al Todopoderoso, ofrecer sacrificios y leer la Torá. 

Las sinagogas eran lugares de culto, escuelas bíblicas, hospederías y centro de difusión y propagación del judaísmo entre los paganos. Poseían bienes propios, fijaban los deberes de limosnas administraban la justicia, pudiendo incluso infligir la pena de flagelación  Originalmente aparecieron en la antigua Babilonia, en el siglo VI a. de C. El número de las sinagogas creció en el momento que se estableció la lectura pública de la Torá. En ese entonces un simple local hacía las veces de lugar de oración, después su diseño se destacó por ser de estilo sencillo,  rectangular, de forma alargada. En el fondo le localizaba un nicho que contiene un cofre con los rollos de la Sagrada Escritura, hay también un estrado para el lector y el comentador. Las sinagogas estaban orientadas a la Ciudad de Dios, en ellas se reservaban unos sillones para la gente importante, los hombres se sientan en alfombras en el suelo, mientras que las mujeres con los niños y esclavos se ponen aparte, parados. Solo se celebraba el culto cuando al menos estuvieran presentes diez hebreos libres. El jefe de cada sinagoga es escogido entre los notables de la aldea o del barrio, preferentemente que fuera un escriba. El organizaba la oración y el culto, designaba a los lectores, e invitaba a las personas para hacer el comentario de lo leído (Véase Lucas 4,16-17; Hechos 13,14-15; 15,21). En el año 70, los ejércitos romanos del general Tito destruyeron la ciudad de Jerusalén, incluidos el templo y la sala del sanedrín (consejo de ancianos judíos). Según algunos escritos, la Ciudad Santa contaba con 400 sinagogas.  

El servicio religioso comprendía dos partes: la primera daba comienzo con una profesión de fe y la lectura del decálogo, proclamándose luego las 18 bendiciones, leídas por cualquiera de los presentes, a cuyo fin todos los demás respondían “Amén”. Con la última bendición, el presidente daba su propia bendición, si era sacerdote, o lo hacía en forma deprecatoria en caso contrario. La segunda parte consistía en la lectura de fragmentos de la ley y de los profetas, comentados por los presentes, a invitación del jefe de la sinagoga. 

Las sinagogas prestaban a los pobres del lugar una asistencia social organizada mediante la institución de la “caja” (quppah): todos los judíos estaban obligados a depositar en la “caja” una cantidad proporcionada a sus haberes. Cada semana, un comité de tres personas repartía lo necesario para que los menesterosos pudieran comer dos veces al día. Ahora bien, los rabinos o presidentes de la sinagoga llegaron al acuerdo de excluir de esta asistencia a los que confesaran que Jesús era el Mesías (Juan 9,22), como ocurrió con el ciego de nacimiento (Juan 9,34). Por eso los primeros cristianos montaron su propia organización a la que le dieron el nombre de “servicio cotidiano” o “servicio a la mesa” (Hechos 6,1 ss).

Los niños asistían desde los seis años a las sinagogas, a partir de los doce era considerado como mayor de edad, y por lo tanto responsable del cumplimiento de la ley mosaica, y además apto para leer los rollos sagrados. Para las niñas no había una ceremonia especial.

En las sinagogas se recitaba la shemá que incluía el Deuteronomio (6,5): “Tienes que amar al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma y con toda tu mente”. Estas palabras sagradas se les enseñaban a los niños desde pequeños y son las últimas que se dicen antes de morir. Incluso se deja constancia de ellas por escrito en el mezuzot, un pergamino con este texto del Pentateuco  que escribe un sofer (escriba diplomado), es revisado al menos dos veces cada siete años por el rabino de la ciudad y se pone en el marco de las puertas de la casa.

Todas las ceremonias religiosas sin excepción son conducidas por un rabino. Un rabino es doctor de la ley mosaica, jefe espiritual y religioso de una comunidad en particular. Preside los oficios, oraciones, bendice las uniones matrimoniales y celebra las exequias fúnebres. Antiguamente gozaba de autoridad jurídica dado su carácter de hombre sabio en la teología judía; sin embargo, no eran considerados como clérigo propiamente dicho.

Los hijos varones eran instruidos por sus padres en la ley y en el rezo de la “Shemá Yisrael” o credo israelita. 

Tres veces al día debía rezar el judío la oración de las 18 bendiciones, y esto de cara a Jerusalén, de pie, con las manos extendidas y la vista baja. 

Los judíos de familias importantes mandaban a sus hijos entre los 16 o 18 años, a estudiar con algún rabino o sabio famoso, como lo hizo Saulo de Tarso (más tarde el apóstol Pablo), con Gamaliel. 

El Sanedrín era una especie de tribunal supremo nacional de los judíos, formado por 71 miembros y un presidente, procedentes de las familias más influyentes de Jerusalén. Probablemente se formó en la época de los Macabeos, hacia el siglo III AC., era conformado tanto por saduceos como fariseos. Cuando se abolió la realiza aumentó su importancia, ya que representaba la principal autoridad autónoma frente al poderío extranjero de los romanos. El Sanedrín tenía competencia no sólo en el ámbito civil según la ley mosaica, sino también hasta cierto punto en el plano penal y administrativo, podía ordenar arrestos por medio de sus propios oficiales de justicia. La sentencia de un condenado a muerte de gran importancia tenía que ser confirmada por el procurador romano como sucedió con Jesús; caso contrario fue la lapidación del diácono Esteban. Después de la destrucción de la ciudad santa en el año 70, este consejo de ancianos fue abolido y remplazado por el Bet din, un tribunal de justicia que sólo tenía autoridad moral y religiosa.   

Según la creencia judía, el Mesías debía de cumplir ciertos requisitos para ser considerado como el enviado de Dios: 

-      No podía ser el propio Adonai (Dios).

-      Difundiría el conocimiento universal del Dios Único. 

-      Según las profecías bíblicas construiría el tercer templo de Jerusalén.

-      Reuniría a todos los hebreos de regreso a la tierra de Israel.

-      Traería la paz mundial mediante un reinado mesiánico como fue el del rey David.

-      Acabaría con el mal en el mundo. 

Hay una antigua oración que se pronuncia hasta el día de hoy en las sinagogas en la que se refiere a la esperanza en el Reino del Mesías del linaje de David.
 

APUNTES SOBRE JESUS Y SUS TIEMPOS 

AUTOR: GUIDO ROJAS. LICENCIADO EN CIENCIAS RELIGIOSAS. 

El profeta Isaías identificó al Hijo del Altísimo como el “Príncipe de la paz” (9,6). 

Jesús nació en el año 749 del imperio romano, Augusto César reinaba desde hacia 31 años; y para resaltar su grandeza y poderío hizo cerrar en señal de paz universal (llamada la Pax Romana), el templo del dios Jano, uno de los más importantes de la capital romana. Este acontecimiento había sido profetizado por Daniel, diciendo que “Dios ha dado a un imperio la fuerza y la gloria gozando de una paz universal, luego aparecerá, por fin, otro reino que suscitará Dios y durará para siempre” (6,26). 

Otros profetas del Antiguo Testamento, había presagiado hechos importantes en la vida del Mesías, es así como Miqueas, 730 años antes de que naciera, dijo que sería en Belén; Isaías, pronosticó 734 años antes, que nacería de una virgen; y Zacarías, 800 años atrás, anunció que el Galileo sería vendido por 30 monedas.   

Escritores y pensadores paganos habían proclamado también el advenimiento de un Hombre Salvador, así por ejemplo: 

Confucio (500 a.C.), mencionó en la China a un “Santo” que era “un rey al que hemos de reconocer para poder salvarnos”.

Sócrates (399 a.C.), filósofo griego, habló de un “Sabio universal”.

Tácito (116 d.C.), y Suetonio (120 d.C.); escritores romanos, afirmaban que “era universal la creencia en antiguas profecías de que de Oriente vendría el Rey del mundo”. 

El profeta Zoroastro (siglo III a.C.), de la antigua Persia (hoy Irán), inspirado en una revelación divina, anunció la llegada de un redentor llamado Saoshyant, quien nacería de una madre virgen, para traer la resurrección a los muertos y un juicio final, con un cielo como premio y un infierno como castigo. 

En la Galia (actual Francia), se adoraba en los bosques sagrados a una virgen de la que nacería un hijo esperado de mucho tiempo atrás, y cuyo culto conocido como el de la “Virgen Madre”, guardaba relación con la diosa “Astaré” para los fenicios. 

A las sibilas (adivinas que predecían el futuro en Roma) se les atribuye: 

El nacimiento de Cristo.

El eclipse solar cuando murió en la cruz.

La resurrección de los muertos.

El día del juicio final. 

En el siglo XIII, San Buenaventura relataba en un sermón de Navidad, que en el día del nacimiento del Mesías pasaron cosas asombrosas: 

Una estrella brillante apareció en el cielo, por el lado de Oriente, en ella se veía la figura de un hermoso niño en cuya cabeza relucía una cruz.

En Roma, al medio día apareció sobre el capitolio, junto al sol, un círculo dorado, teniendo en el centro una bellísima mujer, portando un niño. Viendo esta señal el emperador Augusto ofreció incienso y se negó desde entonces a ser llamado dios. 

La gruta donde nació el Salvador es mencionada en el proto-evangelio de Santiago, libro apócrifo del siglo II. San Justino mártir, escribió en el año 155 que la Virgen María había puesto al Niño Dios en un pesebre de una cueva muy cercana al pueblo que, según San Epifanio, sería la misma de la versión original del evangelio. Esta gruta era mostrada a los peregrinos poco después del año 200 y era conocida como la cueva de la Natividad. Orígenes aseguró haber visitado personalmente en el año 248 el mismo recinto y el pesebre de Belén. 

El emperador Adriano (117-138), ordenó levantar en este lugar una estatua del dios Adonis para borrar el recuerdo de este acontecimiento. La emperatriz Santa Elena en el año 330 la transformó en un magnifico santuario conocido como la “Basílica de la Natividad”. En el 529, judíos samaritanos la quemaron, por lo que el emperador Justiniano (527-565) la reedificó, quedando así hasta hoy.  Hoy en día está en poder de los ortodoxos griegos, que la comparten con los padres franciscanos y la comunidad cristiana armenia. 

La puerta de la basílica mide un metro con veinte, por dos razones: 

Para que los infieles (sarracenos) no pudieran ingresar a caballo.

Para que los devotos entren en ella casi agachados, por eso se le llama la “puerta de la humildad”.   

Sobre el año del nacimiento de Nuestro Señor Jesucristo se tiene por seguro que fue 6 o 7 años antes de la era actual. El error se debió a los cálculos hechos por el clérigo romano Dionisio el  “exiguo” en el siglo IV. 

Según una piadosa tradición el Unigénito de Dios nació un día domingo hacia la media noche. 

La palabra Navidad viene del latín “Nativitas”, o sea “nacimiento del Señor”. Mientras que los católicos romanos la celebramos el 25 de diciembre, los ortodoxos lo hacen el 6 de enero y los armenios el 18 del mismo mes. 

El 25 de diciembre se celebraba la fiesta de Mitra, el dios solar, en esta época los romanos gozaban de paz y la gente se repartía regalos, este acontecimiento se extendía hasta el día de año nuevo. La Iglesia Católica en el siglo IV bajo el reinado de Constantino cristianizó esta fiesta, teniendo en cuenta que Jesús es “el sol de la justicia” (Malaquías 4,2), “La luz verdadera que alumbra a toda la humanidad” (Juan 1,9), también llamado “luz de las naciones” (Isaías 42,6). 

Existen tres cosas en común entre Cristo y el dios persa Mitra: 

Ambos nacerían en una cueva.

Serían visitados por pastores.

Morirían para salvar la humanidad. 

En los años del Mesías hubo cuatro gobernantes que llevaron el nombre de Herodes: 

Herodes el “grande”, rey de Israel; que mandó a matar a los niños inocentes en Belén. Nacido en el año 73 a.C. en la población de Ashekelon, hoy al sur de Tel Aviv, se declaró judío a pesar de que sus padres no lo eran y fue nombrado gobernador de Galilea a los 25 años. Luego fue declarado “rey de los judíos” por el senado romano en el año 44 a.C. A Herodes se le recuerda de forma ambivalente. Por un lado se habla de su crueldad y despotismo y por otro, de la estabilidad y el florecimiento económico que hubo en su tiempo. Reinó durante algo menos de 40 años, dejando estructuras monumentales por la que se le dio el título de “el gran constructor”: Es de valor significativo la elaboración del segundo Templo de Jerusalén, la ciudad portuaria de Cesarea en el norte del país, la fortaleza de Masada a orillas del Mar Muerto, y su gran palacio en Jericó, al que le dio el nombre de “Herodion”.  

El historiador hebreo Josefo en su libro “antigüedades Judías”, narra como Herodes mientras se encontraba en su palacio en el monte Sión, empezó a sufrir de unas úlceras malignas, ningún alimento podía saciar el hambre que lo devoraba. Su cuerpo lleno de gusanos exhalaba un olor fétido, sus miembros hinchados por la hidropesía. Sus médicos lo trasladaron a las aguas de Callirhoe, cerca de Jericó. Se le sumergió en un baño de aceite y betún sin ningún resultado. En un arranque de desesperación, intentó atravesarse el corazón con un puñal e hizo matar a su hijo Antípatro acusado de haber querido asesinarlo. Cinco días después falleció este cruel tirano, hacia el año 4 a.C.  

Herodes Antipas, tetrarca de Galilea y de Perea (hijo del anterior); mandó a decapitar a Juan Bautista. Seis años después de este crimen es derrotado por el rey de los árabes y apartado de su reino. El emperador Calígula lo desterró a Lugdunum, hoy Lión, en las Galias; donde fue estrangulado hacia el año 40. 

Herodes Agripa I (Nieto de Herodes el Grande), quien ajustició al apóstol Santiago y encarceló a Pedro. El libro de los Hechos de los Apóstoles afirma que “un ángel del Señor hizo que Herodes cayera enfermo, por no haber dado honor a Dios, y murió comido de gusanos (la lepra)”. (12,23). 

Herodes Agripa II, delante de quien compadeció Pablo cuando estuvo visitando a Festa en Cesárea. 

Los cuatro momentos importantes en la vida del Hijo de Dios en el mundo son:   

Su nacimiento por medio de la Virgen María.

Su muerte en la cruz.

Su triunfal resurrección.

El regreso al cielo a la presencia del Padre Eterno.

En Nazaret se encuentran: 

La casa de San José, que sirvió de morada a la sagrada Familia, y donde Jesús pasó treinta años de su vida privada; aquí hay una basílica franciscana. 

La iglesia ortodoxa griega que se localiza sobre la antigua sinagoga en la que Cristo Jesús leyó y enseño las Escrituras. 

Hay otro santuario pequeño, rescatado del islamismo en el siglo XIX, es una capilla en donde se venera la llamada “Mesa de Cristo”. Se tiene como seguro que en ella comió Jesús con sus discípulos después de la resurrección. 

De Herodías no se tiene más noticias, mientras que su hija Salome, se sabe que poco después del martirio del Bautista, se casó con su tío Filipo, hijo de Herodes el Grande. Enviudó y se casó otra vez con su sobrino Aristóbulo, que le dio tres hijos. Una antigua leyenda asegura que en un día muy frío de invierno se puso a bailar sobre un lago congelado recordando la danza con que había concedido la cabeza del profeta. El hielo se quebró y se abrió bajo sus pies, cortándole la cabeza cuando su cuerpo se hundió hasta el cuello. Los que la acompañaban pudieron recuperar la cabeza pero no el cuerpo, que desapareció bajo las aguas.

Las tres tentaciones que Cristo Jesús resistió al Demonio en el desierto son: 

Convertir las piedras en pan.

Tirarse de lo alto del templo de Jerusalén, para que los ángeles del cielo lo salvaran.

Que se arrodillara para adorarlo. 

Jesucristo actuaba como un rabino (maestro), ya que enseñaba en la sinagoga, reúne a un grupo de discípulos, discute con los otros rabinos sobre la ley, utiliza como ellos refranes y parábolas, recurre a la autoridad de la ley y los profetas, conoce las cuestiones discutidas en las escuelas rabínicas, pero sobre todo se diferencia de los demás maestros por dos razones:  

1. Su peculiar modo de interpretar la Torá. Sólo él se atreve a decir: “Habéis oído que se dijo a los antiguos, pero yo os digo”.

2. Aunque los otros rabinos evitaban el trato con los pecadores públicos, los gentiles, los leprosos, los samaritanos y las mujeres; Jesús en cambio se juntaba con todos ellos. 

Uno de los títulos que más utilizaba el Ungido de Dios para referirse así mismo, era el de “Hijo del hombre”, reconociendo su misión mesiánica para salvar a su pueblo (Daniel 7,3-14). 

Cuando el primogénito de Dios en los evangelios se refería a las “llamas eternas del Infierno”, señalaba al basurero de Gehenna, cerca de Jerusalén; en el valle de Jinón. Este lugar humeaba día y noche sin parar gracias a la cal, los desperdicios de la Ciudad Santa, y los cuerpos de los animales “impuros” y de los criminales que eran crucificados. Desde los primeros tiempos del cristianismo se tomo ese nombre para significar con él el “infierno”, lugar de castigo eterno para los condenados.  

Los lugares donde el Unigénito de Dios dio a conocer la Buena Nueva fueron: 

Las sinagogas.

El Templo de Jerusalén.

Aldeas y campos.

En las casas.

A orillas del mar subido en una barca. 

En año 1986 se encontró cerca del mar de Galilea, los restos de una embarcación judía de los tiempos de Cristo, algunos creen que es la misma barca de Pedro donde el Primogénito de Dios predicó el evangelio. 

Para Orígenes la expulsión de los mercaderes del templo, fue uno de los hechos más importantes en la vida de Cristo. 

Santa Fotina, es considerada como la mujer samaritana a la que Nuestro Señor le pidió de beber agua. Según diversos relatos se trasladó a Cartago con uno de sus hijos; allí predicó el evangelio y murió en prisión en tiempos del emperador Nerón  

María Magdalena, la discípula fiel del Maestro, y primer testigo de su resurrección; según una tradición griega fue a vivir a Efeso, en donde probablemente murió. 

Lázaro hermano de Marta y de la anterior, según una antigua tradición oriental fue obispo y mártir de Chipre en el reinado de Nerón. Sus reliquias fueron trasladadas en el año 900 por el emperador León VI, de Chipre a Constantinopla juntos con las de su hermana María Magdalena, que habían sido encontrada en Efeso. Desde el siglo IV, los cristianos de Jerusalén, iban en procesión a su tumba en Betania de Judea, el sábado antes del domingo de ramos.    

La entrada triunfal del Salvador a la Ciudad Santa montado en un burro, fue de la misma forma como lo hacían los antiguos reyes de Israel (Zacarías 9,9). 

La mañana del 14 del mes de Nisán, jueves, el cordero de un año, escogido con especial cuidado, macho y sin mácula, era llevado al templo para ser sacrificado, esparciendo su sangre sobre el altar de los holocaustos y ser comido después con los ritos prescriptos en la ley mosaica. 

Según la tradición la casa del Cenáculo pertenecía a la familia del evangelista San Marcos. Aquí sucedieron hechos sobresalientes: 

La celebración de la última cena el jueves santo.

El Señor resucitado se aparece a los apóstoles.

La venida del Espíritu Santo en la fiesta del Pentecostés.

Pedro liberado de prisión por un ángel, se encuentra con los discípulos que oraban por él. 

San Epifanio, narraba que el Cenáculo fue preservado de la destrucción de Jerusalén en el año 70 de nuestra era, por los ejércitos romanos. 

En un exorcismo un demonio de nombre A-Ka-Bor confesó por boca del poseso, que “eran tales los sufrimientos de Cristo en el huerto de los Olivos, que se sentía totalmente perdido y abandonado por el Padre... como si hubiera sido uno de los mayores pecadores”. 

Los médicos han explicado que el “sudor de sangre” de Jesús en el huerto del Getsemaní, se debe a ciertos casos de tensión mental extrema. 

A las afueras de la Ciudad Santa en el valle de la Gehenna, se encuentran unas cuevas, una de ellas se llama la del “refugio de los apóstoles”; porque según la tradición, ocho de ellos se escondieron en aquel lugar después del arresto del Señor. 

En el valle de Kidrón hay una serie de cámaras funerarias excavadas en la roca, según una tradición del siglo VI, en una de ellas permaneció Santiago el “Menor” desde que Jesús es hecho prisionero hasta su resurrección. Al lado, se encuentra la tumba de Zacarías, padre de Juan Bautista. 

Descendiendo del monte Sión, está la “gruta del arrepentimiento” en la iglesia de San Pedro en Gallicante (del canto del gallo). Según la tradición, en esta cueva fue donde el apóstol habiendo salido del palacio de Caifás, lloró amargamente. 

En el siglo primero, los romanos nombraban a los sumos sacerdotes judíos. El rico José Caifás  fue elegido por Valerio Grato, y ocupó ese puesto más tiempo que todos sus predecesores. Posiblemente atribuía este hecho a su habilidad como diplomático y a su amistad personal con Pilato. Tres años después de la muerte y resurrección del Señor, Caifás perdió el favor de las autoridades romanas y fue destituido, la orden partió del gobernador de Siria Lucio Vitelio, superior directo de su amigo Pilato. 

En noviembre de 1990, se encontró en el “bosque de la paz” a la salida de Jerusalén, una tumba de piedra caliza con la inscripción “Yehosef bar Caiafa”, que en arameo significa “José, hijo de Caifás”. Los arqueólogos comprobaron que los restos que contenían eran de un hombre de unos 60 años de edad, y dedujeron que podría tratarse de José -conocido habitualmente como Caifás- que cita el historiador judío Flavio Josefo y que fue sumo sacerdote del templo de Jerusalén entre los años 18 al 36 de nuestra era.   

En el  Talmud de Babilonia (libro histórico y religioso judío), escrito hacia el año 500, en la parte llamada “Sanedrín”, se narra que el gran consejo de ancianos lanzó contra Cristo la gran ex comunión que equivalía a la pena de muerte contra el culpable y contra los que le dieran asilo. La sentencia era pública al sonido de las                           trompetas, por los sacerdotes que precedían las asambleas de las cuatrocientas sinagogas de la Ciudad Santa. Por esta razón, Jesucristo, fue Declarado excluido solemnemente de la sinagoga, y proclamado como mago y seductor del pueblo de Dios (Véase Tito 1,14).

Las acusaciones que se hicieron contra el Divino Maestro fueron: 

Perdonar los pecados en su Nombre.

Recibir poder de Satanás.

Hacer milagros el día sagrado (sábado).

Creerse superior al templo de Jerusalén.

Hacerse llamar Hijo de Dios.

Hacerse llamar rey de los judíos. 

El juicio contra el Hijo del hombre, a la luz de los códigos judíos y romanos, presentó las siguientes anomalías: 

Arresto con soborno y conspiración.

Pruebas insuficientes.

Falsos testigos.

Ausencia de citación y acusaciones formales.

Juicio adelantado en horas impropias y en día prohibido por la ley judía

Carencia de abogado defensor.

Doble juicio por el mismo delito.

Doble castigo por la misma falta.

El nombre de Poncio Pilato es uno de los tres que aparecen en el Credo Católico, junto con el de Jesús y el de la Virgen María. 

Justino Mártir, dijo lo siguiente con respecto a la muerte de Jesús: “Por las Actas de Poncio Pilatos puedes determinar que estas cosas sucedieron”. Además, según el mismo Padre Apostólico estos mismos registros mencionaban los milagros del Señor, de los cuales dice: “De las Actas de Poncio Pilatos puedes aprender que El hizo esas cosas”.   

Antiguos relatos afirman que en el año 36, Pilato fue llamado desde Roma por el emperador Tiberio reprochándole la muerte del Nazareno, cuando llegó a la Ciudad Eterna, Tiberio Había muerto, y su sucesor Calígula, no le ofreció ningún puesto, por lo que murió amargado en una villa que había construido entre Roma y Baias. Por su parte, el teólogo e historiador de la Iglesia Eusebio de Cesárea, al igual que la obra apócrifa titulada “Muerte de Pilatos”, dice que el antiguo prefecto de Judea experimentó atroces tormentos obsesionado por la aparición de aquel hombre que hizo crucificar, acabó suicidándose  al ahogarse en un lago suizo cerca de un monte que aún hoy se llama Pilatus. Algunas leyendas afirman por el contrario, que se convirtió al cristianismo tras la muerte de Jesús convencido por su esposa, Claudia Procura, y murió mártir durante las persecuciones desatadas por Nerón. Incluso se cree que fue bautizado por el propio apóstol Pedro. La Iglesia Copta lo venera como santo al lado de su esposa, y celebra la fiesta religiosa de ambos el 25 de junio. 

Según la beata estigmatizada Ana Catalina Emerich, la madera con que se hizo la cruz de Cristo, pertenecía a un bosque cuyo terreno pertenecía al templo de Jerusalén. Fue construida en la plaza detrás del tribunal del Caifás.  

La vía dolorosa que recorrió Jesús al Gólgota, era un camino de piedra en forma ascendente de menos de un kilómetro. 

En el trayecto se encuentra con varios personajes: 

María su Madre, y el apóstol Juan.

La Verónica que le limpió el rostro.

Un grupo de mujeres que las llamó “hijas de Jerusalén”.

Simón el Cirineo, que le ayudó a cargar la cruz.

 Sobre la mujer que le secó la cara al Señor, la tradición la nombra como “Sefarina” o “Berenice”, y la identifican con la hemorroisa que fue curada de su enfermedad al tocar el borde del vestido del Señor. El título de Verónica sería una alusión al sagrado rostro, las palabras: Vero (latín=verdadero), E icono (griego=imagen) quiere decir “verdadera imagen”. Cuando Saulo persiguió a la Iglesia naciente, esta santa mujer dejó Palestina, llevándose consigo la preciada reliquia.

 Sobre el hombre que le ayudó a Cristo Jesús a llevar el madero al Calvario, se sabe que era de Cirene, en Africa. Se convirtió en un discípulo fervoroso, mientras que sus dos hijos: Alejandro y Rufo, fueron apóstoles de la verdadera fe.

 Los peregrinos que visitan la ciudad de Jerusalén intramuros, pueden hacer el recorrido de las quince estaciones de la vía dolorosa, de acuerdo a los lugares establecidos por la antigua tradición cristiana: 

I.            En la explanada del castillo de Antonia, residencia de Pilatos durante su permanencia en la Ciudad de Dios, hoy en día la escuela El Omaría, se encontraba originalmente la capilla franciscana de la coronación con espinas y la flagelación.

II.          Donde  la cruz fue puesta sobre Jesús, está frente al arco romano llamado del Ecce Homo, allí el procurador entregó al Mesías a la multitud. El cuerpo principal del monumento está junto a la calle, mientras que la parte norte del arco puede ser vista en la iglesia y convento de  las Hermanas de Sión. Todavía se puede observar los restos del  pavimento construido por Adriano en el siglo II d.C., con varios juegos tallados en la piedra, que servía de entretenimiento a los soldados romanos.

III.       En la calle de la puerta de Damasco (o calle del rey Salomón), hay una capilla polaca, con una columna rota en la pared, donde el Señor cayó bajo el peso de la cruz.

IV.        Una segunda placa en la pared de una capilla armenio católica, marca el sitio del encuentro del Divino Hijo con su Madre.

V.           En otra capilla franciscana donde la vía dolorosa dobla a la derecha, señala el lugar donde el Simón el Cirineo le ayudó a cargar el madero a Cristo Jesús.

VI.        Unos pocos metros hacia el oeste, hallamos el oratorio del convento de las “Pequeñas Hermanas de Jesús”, donde la tradición sitúa la casa de la Verónica, quien enjugó el rostro del Unigénito de Dios.

VII.      Cruzando el basar principal en la calle de Jan Ez Zeit, se localiza una gran columna romana en una capilla franciscana, por donde el Hijo del hombre abandonó la ciudad en dirección al Gólgota, y cayó por segunda vez. La tradición refiere que aquí era colocada la tablilla en la que figuraba la causa de la condena. Por eso el nombre cristiano del lugar: “Puerta de la Sentencia”.

VIII.    Pasando el hospicio alemán de San Juan, a la izquierda, se observa una cruz latina gravada sobre una de las paredes del monasterio griego, en la que las mujeres lloraban y se lamentaban.

IX.        La vía dolorosa propiamente dicha termina aquí, aunque esta estación es recordada con una columna romana en el monasterio copto, donde el pesado leño  hizo caer por tercera vez al Santo de Dios. 

Las cinco últimas estaciones se encuentran dentro de la iglesia del santo sepulcro: 

X.           Una escalera conduce a la capilla del despojamiento de Jesús.

XI.        Lugar decorado con estupendos mosaicos, indican el sitio donde el Ungido del Altísimo fue clavado a la cruz.

XII.      El altar de los ortodoxos griegos se alza sobre la roca del calvario, donde fue levantada la cruz de Cristo y la de los dos ladrones. Es de estilo oriental y ricamente adornada. Al lado de la roca, se muestra una hendidura, debido al temblor de tierra que hubo aquel día.

XIII.    Piedra del ungüento en la que fue colocado el cuerpo del Redentor.

XIV.     El lugar más santo de la cristiandad, la sepultura del Señor. Encerrada en esta sagrada cámara fue erigida por los cruzados, sobre restos bizantinos del tiempo del emperador Constantino.

XV.       Bajorrelieve de Jesucristo saliendo glorioso de la tumba. Esta en la capilla de los franciscanos junto al santo sepulcro. 

El Vía Crucis es una expresión latina que significa “camino de la Cruz”. Su origen se remonta al siglo V, cuando los peregrinos recorrían todos los santos lugares de la pasión, en cada uno de ellos se detenían recitando himnos y oraciones. Hasta el siglo X no se indicó división de estaciones, y hasta el siglo XIII no se determinó el lugar preciso por donde Cristo caminó cargando la cruz. En un principio las estaciones fueron cuatro, en el siglo XVI quedó establecido su número en catorce, pero Juan Pablo II le agregó una más, la de la resurrección.   

Con respecto a la leyenda del “judío errante”, existen dos versiones; una occidental y otra oriental, considerándose más antigua la primera de ellas: 

La leyenda occidental asegura que se llamaba Ashaverus, que era zapatero y que tenía una pequeña tienda a la entrada de Jerusalén, cerca del sitio por donde el Mesías pasó con la cruz a cuestas, Habiendo solicitado Jesús al judío que le dejara descansar un momento, éste se negó y encolerizado lo golpeó con una herramienta al tiempo que le decía “anda”. Por este acto Ashaverus recibió la condena del Hijo de Dios, quien le dijo: “Yo luego descansaré, pero tú andarás sin cesar hasta que vuelva”. Desde entonces aquel judío comenzó a recorrer la Tierra, y sus cansados pies jamás pudieron detenerse porque cada vez que quería hacerlo las palabras de Cristo eran la fuerza que lo impulsaban a continuar. 

La  leyenda  oriental  afirma  que  el  nombre del judío era Cortafilo,  y  que oficiaba como portero de Poncio Pilatos. Cuando sacaron al Mesías de la presencia del gobernador romano, le dio una puñalada por la espalda, diciéndole “anda”. Jesucristo le respondió: “El Hijo del hombre se va, pero tú esperarás a que vuelva”. Después de esto Cortafilo se convirtió al cristianismo recibiendo el bautizo de manos de Ananías, quien le dio el nombre  de  José;  pero  continuando  su  peregrinación  en  este   Mundo. Dicen que el judío errante no lleva más que cinco monedas de cobre. Hay quienes afirman que lo han visto en varios lugares e incluso un autor de la Edad Media, logró establecer que cada cien años sufre una terrible enfermedad que se recupera, pues no puede morir sino hasta el fin de los tiempos. 

Las siete palabras del Mesías en la cruz fueron: 

“Padre, perdónales porque no saben lo que hacen” (Lucas 23,34).

“Hoy estarás conmigo en el paraíso” (Lucas 23,43).

“He ahí a tu Hijo”. “He ahí a tu Madre” (Juan 19,26-27).

“Dios mío, Dios mío, ¿Por qué me has abandonado?” (Marcos 15,34; Mateo 27,46)

“Tengo sed” (Juan 19,28).

“Todo está cumplido” (Juan 19,30).

“Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu” (Lucas 23,46). 

En los tiempos del Mesías algunos crucificados tardaban días enteros en morir, otros en cambio eran rematados de tres maneras: 

Les atravesaban el corazón con una lanza, como hicieron con el Señor.

Les partían las piernas para que fallecieran por asfixia, como hicieron con los dos ladrones.

Los  golpeaban  con  un  mazo  en  el  pecho,  para provocar un  paro  cardiaco. 

 

Sobre el eclipse solar que se produjo el viernes santo (Lucas 23, 44-45), fue predicho por el profeta Amos (8,9); y testificado por los historiadores profanos como Thallus Liberto, en el reinado del emperador Tiberio; quien dice que en ese tiempo  “Una horrible Oscuridad cubrió el universo entero”. Flegón, liberto por el emperador Adriano, escribió cien años después “que hubo en esa época un eclipse de sol tan completo, como nadie lo vio semejante”. 

Después de morir el Redentor del mundo, se produjo un temblor de tierra, que partió transversalmente la roca del calvario, como se ve hoy en día (Mateo 27,50-51).

En Jerusalén hay dos lugares que se discuten podría ser el sitio donde estuvo la tumba de Cristo Jesús (Mateo 27,60): 

La basílica del Santo Sepulcro o de la Resurrección: Ha sido venerada durante dieciséis siglos como el lugar más sagrado del cristianismo. Fue construida por el emperador Constantino; hoy en día su custodia está en poder de las iglesias católica, ortodoxa griega y armenia. 

El jardín de la tumba: se encuentra afuera de las murallas de la Ciudad Santa, es un sepulcro tallado en piedra, fue descubierto en 1867. Data del período de la ocupación romana, y se piensa que pertenecía a José de Arimatea. Hay Además una colina cercana en forma de cráneo humano, Que hace recordar al Calvario o Gólgota (calavera). Este sitio es reconocido por muchas iglesias protestantes como el lugar bíblico de la crucifixión. 

De manera errónea otras personas han querido identificar el lugar donde está el cuerpo del Hijo de Dios, así por ejemplo: 

En 1980, un grupo de arqueólogos encontraron los sarcófagos de la supuesta familia de Jesús en Talpiot, un barrio de Jerusalén. En total son diez osarios de piedra caliza, pero solamente seis tenían inscripciones: “Yeshua bar Yosef” (Jesús hijo de José), “María” (la madre del profeta), “Matia” (Mateo, en hebreo, probable pariente de Jesús), “Yose” (apodo para Yosef), “Mariamene e Mara”  (María la del maestro, según el documento apócrifo Actas de Felipe identifica a María Magdalena) y “Yehuda bar Yeshua” (Judas hijo de Jesús, en arameo). Los investigadores calculan que en el primer siglo de la era cristiana, solo podían existir unas mil tumbas en la Ciudad Santa, y que en ellas solo el 20% de los osarios tenían inscripciones. El nombre de “Jesús”, “Yeshua” o “Yehoshua” era muy común en el pueblo hebreo, y se ha hallado 71 veces en 900 cuevas judías de entierros, encontradas en la ciudad vieja de Jerusalén y 1 de cada 4 mujeres se llamaba “María”. La Autoridad de Antigüedades de Israel, tiene la custodia de los sarcófagos, y uno de sus voceros declaró en 1996 que la probabilidad de que los ataúdes pertenecieran a Jesús y su familia era “casi de cero”. Los sarcófagos sin restos humanos de “Jesús” y el de “María Magdalena”, fueron llevados a Nueva York en marzo del 2007. Ambos no tienen más de un metro de largo y unos 50 centímetros de alto y ancho. El que supuestamente pertenece al Mesías es más sencillo y el de la Magdalena presenta un par de ornamentos.    

Para los seguidores de la secta evangélica islámica “Adhmadayya”, Cristo sobrevivió a la cruz, y murió de viejo a los 120 años; su tumba se localiza en Srinagar, la capital del estado de Cachemira, al norte de la India; donde el Mesías fue en busca de las diez tribus perdidas de Israel. 

En 1935, el sacerdote sintoísta Koma Takeuchi, anunció según un documento hebreo perteneciente a su familia, que había Descubierto el sepulcro de Jesucristo en una colina de Salingo, pueblo septentrional del Japón. 

Las dos pruebas bíblicas de la resurrección del Hijo del Altísimo, son: 

La tumba vacía que encontró María Magdalena el día domingo.

Las diversas apariciones a los apóstoles y discípulos.  

El Evangelio narra las siguientes apariciones del Señor Resucitado: 

-      A María Magdalena.

-      A las otras piadosas mujeres.

-      A los dos discípulos de Emaús.

-      Al apóstol Pedro.

-      A los apóstoles en ausencia de Tomás.

-      A todos los apóstoles en compañía de Tomás.

-      A muchos discípulos a orillas del lago de Tiberíades.

-      De nuevo a los apóstoles en las montañas de Galilea.

-      Al apóstol Santiago el Menor.

-      A todos los apóstoles en el Monte de los Olivos en el momento de subir al cielo.  

San Esteban, el diácono (servidor), que fue el primer mártir del cristianismo (hacia el año 37), al ser lapidado en presencia de Saulo a las  afueras de la Ciudad Santa por orden del sanedrín, por el delito de blasfemia (Mentira religiosa). En el siglo V el sacerdote Luciano escribió a cerca del descubrimiento de las reliquias del santo, las que hoy se cree, reposan en la iglesia de San Lorenzo en Roma. 

En el libro del Apocalipsis se presenta a Jesús con varios simbolismos: “alfa y omega”, “lucero de la mañana”, “león de la tribu de Judá”, “tronco de Jesé”, “cordero degollado”, “Hijo del hombre”, “jinete en caballo blanco”, “palabra de Dios”, “rey de reyes y señor de señores” y “vástago de David”.   

En el siglo IV, San Gregorio Nacianceno, gran doctor de la Iglesia de Oriente, compuso un hermoso himno, que declara que Jesucristo “no se despojó de ninguno de los aspectos constitutivos de su naturaleza divina, y a pesar de ello me salvó como un médico que se inclina sobre las heridas fétidas…Era de la estirpe de David, pero fue el creador de Adán. Era de carne, pero también ajeno al cuerpo. Fue engendrado por una madre, pero por una madre virgen; era limitado pero también inmenso. Y fue recostado en un pesebre, pero una estrella guió a los Magos, que llegaron trayéndole dones y ante El doblaron las rodillas. Como un mortal luchó contra el demonio, pero, invencible, venció al tentador con un triple combate…Fue víctima, pero también Sumo Sacerdote, fue sacrificador, y sin embargo era Dios. Ofreció a Dios su sangre y de este modo purificó a todo el mundo. Una cruz le alzó de la tierra, pero el pecado fue traspasado con clavos…Descendió adonde estaban los muertos, pero resurgió del infierno y resucitó a muchos que estaban muertos. El primer acontecimiento es precisamente el de la miseria humana, pero el segundo muestra la riqueza de ser incorporal…Esa forma terrena la asumió el Hijo inmortal, pues te ama”.  

LOS APOSTOLES Y DISCIPULOS DE CRISTO 

AUTOR: GUIDO ROJAS. LICENCIADO EN CIENCIAS RELIGIOSAS. 

El título de apóstol quiere decir “enviado”, eran doce por las doce tribus de Israel, ellos fueron: 

Andrés y Pedro: Hermanos y pescadores del mar de Galilea. 

Santiago el “Mayor” y Juan el “Discípulo amado”: Hijos de Zebedeo y Salomé, eran Pescadores y amigos de los dos primeros. Por sus temperamentos Jesús les dio el título de “Hijos del trueno”. 

Santiago el “Menor” y Judas Tadeo: Hermanos y primos del Señor. 

Felipe y Bartolomé (Natanael): Amigos.  

Mateo el “publicano”: Cobrador de impuestos. 

Simón el “ex Celote” (guerrillero). 

Tomás el “gemelo”. 

Judas el “traidor”. 

Nuestro Señor les dio varias misiones y poderes: 

Predicar el evangelio (La buena nueva).

Perdonar los pecados.

Bautizar.

Celebrar la eucaristía.

Hacer milagros en su Nombre.

Expulsar demonios.

Hablar varios idiomas.

Resucitar a los muertos. 

Según la tradición cristiana el final de los apóstoles y algunos discípulos, fue el siguiente: 

Andrés: Predicó el evangelio en Asia Menor, murió crucificado en forma de X en Patras de Acaya. Sus reliquias fueron trasladas a Constantinopla  y después a Amalfi. Su cabeza llevada a Roma en 1462,  fue restituida a Grecia por el papa Pablo VI. 

Pedro: Crucificado en Roma por el emperador Nerón hacia el año 64 0 67. Sus restos se encuentran en el Vaticano. 

Santiago el “Mayor”: Evangelizó España, fue decapitado en Jerusalén en el año 42, fue el primer apóstol en dar su vida por el Divino Maestro. Su cuerpo fue trasladado a la región de Galicia (España). Hoy se encuentra en la iglesia de Santiago de Compostela. 

Juan: Después de la resurrección está casi constantemente junto a Pedro.  Tertuliano narra que bajo el emperador Domiciano fue echado a una caldera de aceite hirviente ante la puerta latina de Roma, de la que salió milagrosamente ileso, después fue desterrado a la isla de Patmos. Según se cree, en emperador Nerva lo puso en libertad, y murió de anciano en la ciudad de Efeso. 

Santiago el “Menor”: Obispo de la Ciudad de la Paz después del martirio de Santiago el “Mayor”. Fue arrojado del pináculo del templo  y luego apedreado en el año 61 0 62,  por el sumo sacerdote Anás II. 

Judas Tadeo: Predicó en Judea, Samaria, Siria, Arabia,  Mesopotamia y en la lejana Libia. Murió en Beirut, aunque otros relatos afirman que él y San Simón sufrieron el martirio en Suanis (Persia). 

Bartolomé: Evangelizó en Arabia y la India, después se dirigió a Armenia donde suscitó fuertes envidias de los sacerdotes paganos, el hermano del rey Polimio, de nombre Astiage, dio la orden de despellejarlo y luego decapitarlo.  

Felipe: Murió crucificado  en Hierápolis bajo el reinado de Domiciano o de Trajano a la edad de 87 años. Se dice que sus reliquias fueron llevadas a Roma y colocadas junto a las de Santiago el “Menor” en la iglesia de los Santos Apóstoles. 

Tomás: Su labor apostólica la realizó en la India donde fue martirizado. 

Mateo: Predicó entre los judíos y después en otros pueblos, una antigua tradición menciona que como jefe misionero no murió mártir; en cambio, otra fuente menos segura, afirma que fue lapidado, quemado y decapitado en Etiopía; de donde sus Restos fueron llevados a Paestum, en el Golfo Salernitavo, y en el siglo X a Salerno donde se encuentra hasta nuestros días. 

Simón: Se cree que con el apóstol Judas Tadeo recorrieron las provincias del imperio persa. Otra fuente atestigua que fue a Egipto, Libia y Manitania; padeció el martirio durante el imperio de Trajano, en el año 107, a la edad de 120 años. 

Matías: Eusebio, el historiador de la Iglesia, consigna que fue uno de los setenta discípulos de Jesús: Los apócrifos le sitúan predicando en Judea y más tarde de Capadocia, junto al Mar Caspio. Otros lo desplazan hasta Etiopía donde le quemaron los ojos y fue después decapitado. Sus supuestas reliquias fueron trasladadas de Jerusalén a Roma por la emperatriz Sana Elena, madre de Constantino el Grande.   

Pablo: Decapitado en Roma por el emperador Nerón, y por la misma época de Pedro, el príncipe de los apóstoles. Sus reliquias están en las iglesias de San Pablo extramuros y San Juan de Letrán. 

Bernabé: Evangelizó al lado de Pablo en Antioquía, Chipre, Italia. Murió en Chipre, pero también escritos apócrifos hablan de su martirio por lapidación  a manos de los judíos hacia el año 70 en la diáspora de Salamina. 

Marcos (o Juan Marcos): Era primo o sobrino de Bernabé, compañero de Pedro en sus viajes misioneros en Oriente y en Roma, donde escribió su evangelio. Probablemente murió en el año 68 de muerte natural, y según otra crónica,  como mártir en Alejandría (Egipto), atado con una cuerda en el cuello, luego arrojaron su cuerpo a las llamas. Sus reliquias se encuentran al parecer en la Basílica de Venecia (Italia). 

Lucas: Acompañó a Pablo desde su segundo viaje apostólico, falleció a la edad de 84 años en Beocia. 

Timoteo: Fue puesto al frente de la iglesia de Efeso, donde permaneció hasta su martirio a causa de un motín popular en el año 97. 

Tito: Obispo de Creta,  evangelizó en Dalmacia; murió en Creta en edad avanzada. 

Simón: El ya mencionado Eusebio de Cesarea, autor de Historia Eclesiástica, afirma que remplazó a su hermano Santiago el “Menor” como obispo de la Ciudad Santa por más de cuatro décadas, hasta que sufrió el martirio durante las persecuciones de Trajano; tenía más de cien años. 

Judas Iscariote: Se ahorcó a las afueras de Jerusalén, “cayendo de cabeza, se reventó por la mitad, y todas sus entrañas se derramaron” en un terreno que fue conocido como Acéldama, que quiere decir “campo de sangre”, está ubicado al sur del monte Sión. Este lugar es un grupo de sepulcros excavados en la roca, que con en tiempos de los cruzados fueron reunidos bajo una misma gruta con el objetivo de formar un osario inmenso. En él recibían sepultura desde los primeros siglos, los peregrinos muertos en la Ciudad Santa.

 

JESUS PARA LOS PAGANOS, JUDIOS Y MUSULMANES 

AUTOR: GUIDO ROJAS. LICENCIADO EN CIENCIAS RELIGIOSAS. 

A parte de los libros del Nuevo Testamento se encuentran diversos relatos históricos que comprueban la existencia de Jesús en Israel, en el siglo I de nuestra era.

I.  JESUS Y LOS ESCRITORES PAGANOS 

El historiador romano Tácito hacia el año 115 escribía en su obra “Anales de Roma”, que en los tiempos del emperador Nerón, con el fin de terminar las acusaciones en contra suya por el incendio de Roma (año 64), éste echó la culpa a cierta gente llamados “cristianos”; miembros de un movimiento fundado por un tal Cristo, quien fue castigado a muerte por el procónsul Poncio Pilatos, en la época del reinado de Tiberio César (14-37 d.C.). 

Suetónio (120 d.C.), habla de Jesús en su historia “Vida de los Doce Césares”, pero de una manera vaga e imprecisa, pues dice que “en tiempos del emperador Claudio (54 d.C.), se produjo algunos tumultos entre los judíos de Roma, impulsores de Chresto” (Hechos 18,1-2). Este nombre aparece también en otros escritos contemporáneos y se le pude relacionar con “Cristo”, (Ungido o Sagrado en griego), título con que se reconoce a Jesús en su ministerio público. 

Plinio el joven, procónsul de Bitania, en una carta enviada al emperador Trajano hacia el año 112 d.C., narra la expansión del cristianismo en Asia Menor, en “donde se cantan himnos religiosos en honor de cierto Cristo como si fuera un Dios”. Afirmaba además que los cristianos del siglo primero estaban dispuestos a morir por su creencia en El. 

El filósofo Celso, en el año 180 d.C., en su libro”Doctrina Verdadera”, hace alusión en contra de Jesucristo, diciendo: “Oprobio tuyo el haber nacido en una aldea judía de una mujer lugareña pobre hilandera…y si eres Hijo de Dios, ¿! Cómo es que en tu pasión no te ayudó tu Padre ni fuiste tú capaz de ayudarte a ti mismo!?...” ¡Cómo es, que, llegando a la mayoría de edad no reinaste sino que, todo un Hijo de Dios anduviste míseramente mendigando, escondiéndote de miedo de acá para allá!?”. “Porque a los judíos, en vez de hacerles señores de toda la tierra, no les has dejado un lugar en ella; y a vosotros (los cristianos), si es que aún queda alguno que anda por ahí errante o se esconde, se le busca para darle muerte”.      

 

II. JESUS EN EL JUDAISMO 

Los textos judíos más antiguos que hablan sobre Jesús de Nazaret, se encuentran en el Talmud (Enseñanza), escrito a finales del siglo I de nuestra era. En uno de sus apartes habla erróneamente que “colgaron a Jesús la víspera de la fiesta de Pésaj (la Pascua). Pero el pregonero se acercó ante él durante cuarenta días [y dijo]: Este sale fuera para ser lapidado porque practica la hechicería y ha seducido y dividido a Israel. Todo el que sepa algo en su favor, que venga y abogue por él. Pero no hallaron nada en su favor y le colgaron la víspera de la fiesta de Pésaj…Fue un seductor…Simpatizaba con el gobierno (romano). En otro pasaje agrega: “Nuestro maestros enseñaron: Cinco discípulos tuvo Jesús: Matai, Nakai, Nezer, Buni y Toda”. 

El juicio histórico de estos dos textos es mínimo. La memoria judía se limita solamente a citar el nombre de Jesús y posiblemente al del apóstol Mateo (Matai), y al echo de que Jesús fue ajusticiado. Se afirma que Jesús practicó la hechicería (hizo milagros), que sedujo y desavió a Israel; además, que tuvo cinco discípulos y que fue ajusticiado la víspera de la fiesta del Pésaj. Uno pregonero invoca a los posibles testigos que podían haberle salvado la vida, pero no halló ninguno. Por consiguiente no puede haber la menor duda sobre su culpabilidad. Se acentúa, en fin, que no fueron los judíos, sino la fuerzas de ocupación romanas quienes ajusticiaron a Jesús, y ello a pesar de que “simpatizaba con el Gobierno”, lo que, una vez más, es la prueba concluyente de su culpabilidad. 

De un total de cerca de 15000 páginas, los escritos talmúdicos apenas dedican 15 a la persona de Jesús. Dicho de otra manera, el más célebre de los hijos del Pueblo de Dios, sólo es citado de pasada, ya que los hebreos de la época consideraban al cristianismo como una secta más o menos importante de la que había que tomar distancia y hacer claridad.

Por su parte, Flavio Josefo (37-100 d.C.), fariseo e historiador judío, quien después de la destrucción de Jerusalén en el año 70, sirvió en la corte del emperador Vespasiano, en Roma. En este período escribió dos de sus más importantes obras: “Guerra Judías” y “Antigüedades Judías” (75-79). En el primer libro menciona a Juan el Bautista, y comenta su muerte a manos del tetrarca de Galilea, Herodes. En otro pasaje habla que” [Anán, el sumo sacerdote] reunió el sanedrín. Llamó a juicio al hermano (primo) de Jesús que se llamó Cristo; su nombre era Jacobo [o Santiago]”. 

En su segundo volumen agrega que “existió hacia este tiempo Jesús, hombre sabio, si cabe llamarlo hombre, ya que hizo obras extraordinarias de maestro de los hombres que acogen la verdad. Atrajo a sí muchos judíos y griegos; era el Cristo, y habiéndole castigado Pilatos en la cruz, por denuncias de los fariseos, no por eso dejaron los suyos de amarlo. Se les apareció al tercer día (de su muerte) nuevamente vivo, lo cual ya había sido anunciado por los profetas al igual que otras cosas admirables respecto a él. Aun hoy no ha decaído la tribu que de él son llamados los cristianos”.   

Alrededor de un siglo después de la muerte de Cristo, Justino Mártir escribió una obra llamada Diálogo con Trifón, en ella dijo: “Ustedes (los judíos) han enviado por todo el mundo a hombres escogidos y ordenados para proclamar que una herejía impía y desaforada había procedido de cierto Jesús, un engañador galileo, a quien crucificamos, pero a quien por la noche sus discípulos robaron de la tumba donde había sido puesto”. Ahora bien, Trifón era judío, y el Diálogo con Trifón se compuso para defender el cristianismo contra el judaísmo. 

A Partir del siglo X, empieza a circular la llamada “Toledot Jeshua” (las generaciones de Jesús). De este anti-evangelio judío, leído secretamente sobretodo en la Edad Media, circularon numerosas versiones. Se presentaba a Jesús como hijo ilegítimo de María y del soldado romano Pandera. Su educación religiosa corrió a cargo de los rabinos. Más tarde, se dedico a la magia. Cuando cosió en su piel un pergamino con el Tetragrama (YHVH en hebreo), recibió poderes sobrenaturales, que puso al servicio del mal. Finalmente, fue desenmascarado como falso profeta y crucificado. Sus discípulos tras haber robado su cadáver, proclamaron que había resucitado. 

Hoy en día ciertas corrientes del judaísmo incluyendo a algunos rabinos, están de acuerdo en admitir que “Yeshua de Nazaret”, fue un profeta del pueblo antiguo de Israel, pero no es el Mesías (Ungido) de Dios. Por el contrario, también existen los llamados “judíos mesiánicos”, quienes reconocen a “Yeshua” como el Mesías (Mashiaj) esperado por Israel. Están unidos en la fe con los hermanos y hermanas gentiles (no judíos), pero conservan su autonomía, su independencia, sus tradiciones, los mandamientos, las festividades religiosas ordenadas en la Torá al pueblo hebreo, las bendiciones y oraciones en las sinagogas (Ayodá), su ancestral liturgia, la circuncisión, llevan el tallit, el kipah y los tefillim; guardan el Sabath, observan la Kashrut, el ayuno prescrito en la ley mosaica y otras costumbres. A estas observaciones se añade la fe en las sagradas escrituras del Nuevo Testamento. El Espíritu Santo es Ruaj haKodesh; el nombre de Dios lo suelen escribir omitiendo una vocal, para indicar que es un nombre impronunciable: Di-s. Un sacerdote es un cohén y un obispo es un bishof; la Eucaristía se le llama Seudat y el bautismo Tevilá; el Evangelio es la Besurá, mientras que el Antiguo Testamento es el Tanak, y el Nuevo Testamento es B´rit Hajadashá

Algunos de estos “judíos mesiánicos” se consideran cercanos o incluso hermanos con la Iglesia Católica; otros en cambio, se ven y proclaman como hostiles a lo que ellos consideran engañados de esta misma institución.    

 

III. JESUS EN EL ISLAM 

El Islam (Sometimiento a Dios) es la tercera de las tres grandes religiones monoteístas. Consideran como sagrado la Torá (Enseñanza) escrita por Moisés, los Evangelios (Buena Nueva) de Jesús, y el Corán (Versos Sagrados) de Mahoma. En su doctrina se habla de dieciocho profetas (Yahyas) precursores del Islam: dieciséis del Antiguo Testamento desde Adán, Sem,  Noé, Abraham, Ismael, José, Moisés, David, Salomón y otros; contando con dos del Nuevo Testamento: Juan el Bautista y Jesús, Hasta llegar al último y gran profeta Mahoma (el Amado, el Alabado), con el que Alá (El Misericordioso), cierra la revelación sagrada. Los islámicos sólo prestan atención a Jesús (´Isa) en la medida que se habla de él en el Corán. Tienen cierta veneración a su madre María, quien junto con Fátima (la hija de Mahoma), son las dos mujeres más importantes en el mundo musulmán. También creen que Jesús y María no fueron tocadas por Satán en el momento de nacer. Por eso no lloraron, algo que sí ocurre con el resto de los seres humanos   

Hay un primer texto coránico en el que se describe el nacimiento de la madre de Jesús (el Bendito de Dios): María es hija de Imrán y de Ana; ésta consagra la niña a Alá  ya antes de nacer. Todavía niña, María es llevada a una celda del Templo de Jerusalén, donde es educada por su tío el sacerdote Zacarías. Cada vez que éste entra en su celda, halla en ella un alimento milagroso. 

En otro pasaje del texto islámico describe el anuncio del nacimiento de Jesús por medio del arcángel Gabriel. Algunos intérpretes del Corán opinan que Jesús fue engendrado por este ser celestial, aunque de una manera absolutamente inusual. María concibió a su hijo cuando se puso una túnica sobre la que antes había soplado Gabriel. También se narra el nacimiento de Jesús con dolores de parto de su madre debajo de una palmera, de la que brotó un manantial de agua con que María calma la sed.  

El Corán afirma que Jesús no es el “Hijo de Dios”, sino el “Hijo de María”, quien es un gran profeta con poderes para hacer milagros. Se habla de curaciones de leprosos y ciegos, de resurrecciones de muertos, de su predicación. No Obstante, no admiten su muerte redentora en la cruz, ni su triunfal resurrección. “Los judíos ciertamente crucificaron el cuerpo  del Mesías, es decir, al hombre Jesús, pero los clavos no pudieron llegar hasta el Mesías espíritu, porque Alá lo elevó al paraíso”. El profeta Jesús (como enviado de Dios), será resucitado antes del día del Juicio Final, y todos los judíos y cristianos creerán en él. Tras su muerte, será sepultado en la ciudad de Medina, junto a Mahoma, fundador del Islam.

 

EL VERDADERO ROSTRO DEL HIJO DE DIOS 

AUTOR: GUIDO ROJAS. LICENCIADO EN CIENCIAS RELIGIOSAS.

 

I.  CONTEXTO GENERAL 

El personaje más importante de la historia de la humanidad es sin lugar a dudas Jesús de Nazaret. No obstante, los evangelistas guardaron silencio sobre su aspecto físico. La ausencia de una descripción fisonómica se debe a que la cultura hebraica, tenía prohibido toda representación artística de lo humano, para no caer en la idolatría. Como el cristianismo en sus comienzos fue considerada una secta neo-judía, que observaba muchas de las prácticas comunes de la ley mosaica. Por eso, los primeros seguidores del Señor no se preocuparon en perpetuar una imagen suya. 

II. LOS RELATOS BIBLICOS 

A. ANTIGUO TESTAMENTO

En los textos veterotestamentarios hay una referencia  sobre la figura humana  del Verbo Encarnado:”! Eres el más hermoso de los hombres ¡…Por eso Dios te bendigo para siempre” (Salmo 45,2). Igualmente, los escritores sagrados pusieron por escrito algunas profecías sobre su dolorosa pasión: 

“Pero yo no soy un hombre, sino un gusano; ¡Soy el hazmerreír de la gente¡ Los que me ven, se burlan de mí; me hacen muecas.” (Salmo 22,6-7).  

“Ofrecí mis espaldas para que me azotara y dejé que me arrancaran la barba. No retiré mi cara de los que me insultaban y escupían” (Isaías 50, 6). 

“Así como muchos se asombraron de él, al ver su semblante, tan desfigurado que había perdido toda apariencia humana” (Isaías 52,14). 

“No tenía belleza ni esplendor, su aspecto no tenía nada atrayente; los hombres lo despreciaban y lo rechazaban…Como a alguien que no merece ser visto” (Isaías 53, 2-3).

 

B. NUEVO TESTAMENTO: 

En el evangelio de San Lucas nos narra que Jesús empezó su vida pública cuando era un varón de raza judía, y de unos treinta años de edad (3,23), tendría también una contextura atlética por sus muchas caminatas en las provincias de Israel. Asimismo, hay algunas indicaciones sobre su aspecto fisonómico después de su resurrección. Como cuando se presenta a los discípulos con las marcas de la crucifixión (Lucas 24,40; Juan 20, 20.27), pero por tener ya un cuerpo glorioso y divino, tiene la facultad de aparecerse bajo la apariencia de un jardinero, a María Magdalena (Juan 20, 14-15), o “bajo otra figura”, a los discípulos camino a Emaús (Lucas 24,15-16). Su rostro era muy distinto del que les era familiar a los que le conocían (Lucas 24,31; Juan 20,16; 21,4.7). San Pablo puede decir entonces que Cristo Jesús es “el hombre celestial” (1 Corintios 15,47).   

En el libro de las Revelaciones hay un apunte que hablan sobres la apariencia simbólica de Jesucristo:  

“El Hijo del Hombre (estaba), vestido de una ropa que llegaba hasta los pies, y ceñido en el pecho con un cinto de oro. Su cabeza y sus cabellos eran blancos como blanca nieve; sus ojos como llama de fuego; y sus pies semejantes al bronce bruñido, refulgentes como en un horno; y su voz como estruendo de muchas aguas. … de su boca salía una espada aguda de dos filos; y su rostro era como el sol cuando resplandece en su fuerza”. (1,13-16). 

En esta visión en la isla de Patmos, San Juan ve al Señor con las vestiduras propias del sumo sacerdote. Sólo el sumo sacerdote del templo de Jerusalén llevaba la túnica blanca y un cinturón de oro a la altura del pecho. Lo observa además con cabello blanco, signo de sabiduría eterna. Los ojos son de fuego, porque todo lo ve. Sus pies son de bronce,  inamovibles, siempre permanece fiel a su promesa. Su voz es como el estruendo de las olas del mar, la voz de Jesús se sigue escuchando poderosamente a  través de los tiempos. De la boca del Mesías sale una espada de doble filo, pues la palabra de Dios es como una espada de doble filo que penetra hasta lo más profundo del alma humana. Su rostro es como un sol brillante, solamente El es el verdadero sol de justicia, que alumbra a toda la humanidad. 

 

III. VISION DE ANA CATALINA EMMERICH 

La beata mística Ana Catalina Emmerich describe en una visión la imagen humana de la segunda persona de la Trinidad: 

“El color de la piel de Jesús, como el de María, era delicado, con una ligera tonalidad rosada. Por las muchas caminatas y los viajes en los últimos tres años su cara se había ido volviendo morena. Jesús era de tórax amplio pero no era velludo, como Juan el Bautista, que lo tenía cubierto de un pelo rojizo. Sus hombros eran anchos, sus brazos robustos, sus muslos macizos, sus rodillas fuertes y endurecidas como las del hombre que ha viajado mucho, los muslos largos y las pantorrillas musculosas, sus pies eran de bella forma y sólidamente construidos, sus manos eran hermosas, de dedos largos y finos, y, sin ser delicadas, no eran como las de un hombre que las emplea en trabajos penosos. Su cuello no era corto, pero sí robusto, su cabeza, hermosamente proporcionada, de frente alta y ancha, y un rostro de óvalo puro; el cabello era de color cobre oscuro, no era muy espeso, y quedaba abierto naturalmente en lo alto de la frente para luego caer sobre sus hombros; llevaba barba corta y acabada en punta”.

 

IV. EL ARTE CRISTIANO 

En Occidente, las primeras imágenes que representan a Jesucristo, aparecieron a mediados del siglo II en las catacumbas romanas. Las más antiguas pinturas muestran al Ungido como un joven altivo, con cabello corto y rizado a la costumbre romana (o como el dios Apolo), tal como se puede ve en la estatua llamada “Cristo como maestro de los hombres”, que se conserva en el museo de Las Termas, en la Ciudad Eterna. Posteriormente, las figuras de la primera mitad del siglo III, lo describen como un varón de mediana edad con cabello y barba larga, y con las mismas características que ha conservado la tradición bizantina y occidental  desde el siglo IV. 

La Iglesia Católica definió que “como el Verbo se hizo carne asumiendo una verdadera humanidad, por eso se puede pintar y hacer imágenes sagradas de la faz humana del Hijo de Dios” (Concilio de Letrán, año 649). El creyente que veneré un lienzo o imagen sagrada, “venera a la persona representada en ella” (Concilio de Nicea II, año 787). Comparar con (1 Juan 1,1-3). 

 

V. TESTIMONIO DE LOS PADRES DE LA IGLESIA 

Entre los Padres de la Iglesia las opiniones sobre el aspecto físico del Divino Maestro, eran muy diversas: 

Orígenes (siglo III), describió al Unigénito de Dios con dos apariencias; una humana, que era la que se presentaba a todos, y la otra divina y resplandeciente, como la que contemplaron los apóstoles Pedro, Santiago y Juan en la Transfiguración en el monte Tabor (Mateo 17,2; Lucas 9,29). Aun cuando siempre era el mismo, no por eso les aparecía igual a todos. Como sucedió en el huerto de Getsemaní, en el que los esbirros que lo buscaban y que lo habían visto con frecuencia necesitaron de Judas para que les indicase quién era (Mateo 26,48). 

Clemente de Alejandría (siglo III), agrega: “No era la belleza de la carne la que El ostentaba sino la verdadera del alma y del cuerpo;  la de aquélla en cuanto obraba el bien, la de éste en la inmortalidad del alma”. 

Tertuliano (siglo III), escribía que “el Señor andaba por el mundo vestido con toscos paños y era corriente su aspecto y sus modales, la insignificancia y la pobreza era el aura de su persona”. Eusebio de Césarea (siglo IV), comenta estas palabras de Tertuliano hablando “de la insignificancia y oscuridad de Cristo y de la humillación del hombre exterior y visible”. 

San Agustín (siglo V), aclara que “cualquiera que haya sido el rostro humano de Cristo es único,  y sin embargo, cada uno lo imagina y todos de maneras muy diversas. De hecho no lo conocemos, no sabemos sino que se hizo hombre”.  

Otros santos como Juan Crisóstomo y Jerónimo (siglo IV), Anselmo (Siglo XII), y Tomás de Aquino (siglo XIII); resaltaban más bien el semblante  torturado de Cristo en su pasión y muerte, basándose en los texto antes citados del Antiguo Testamento. 

El escritor cristiano Andrés (hacía el año 710), Metropolitano de Creta, haciendo alusión  de una tradición atribuida al evangelista San Lucas, de un retrato de Cristo; comentó: “También el (historiador) judío (Flavio) Josefo, cuenta que el Señor Jesús fue visto de la misma manera: con cejas unidas, los ojos bellos, el rostro alargado y de buena estatura”. Si dicha pintura existió, no hay rastros de ella. 

VI. DEVOCIONES PARTICULARES

 

EL SAGRADO CORAZON DE JESUS: 

Se inicia con Santa María Margarita Alacoque (1647-1690), monja francesa de la órden de la Visitación, a la que Cristo Jesús se le presenta en tres oportunidades entre los años de 1673 a 1674, en el convento de Paray-Le-Monial (Francia). La santa relata que el “Maestro Jesucristo” se le aparecía reluciente de gloria, con sus cinco llagas brillantes, para encomendarle la propagación de la fe a su Sagrado Corazón entre llamas, y diciéndole: “He aquí el Corazón que tanto ha amado a los hombres”. 

La santa vidente señala después, la necesidad de venerar al Sagrado Corazón bajo la forma de una imagen, que reprodujera la figura presentada a ella en estas apariciones.

 

JESUS DE LA DIVINA MISERICORDIA: 

Su artífice fue Santa Faustina Kowalska (1905-1938), religiosa polaca de la congregación de Las Hermanas de la Caridad de la Madre de Dios. Cuando se encontraba en su convento en Cracovia (Polonia), tuvo un 22 de Febrero de 1931, una aparición de Nuestro Señor vestido de blanco. Una mano estaba en ademán de bendecir, y con la otra tocaba el vestido en el pecho. De su mano salían dos rayos de luz. El uno rojo y el otro blanco, que representaban la sangre y el agua que brotaron de la herida con la lanza en su costado (Juan 19,34). El Príncipe de la Paz le manda a pintar una imagen suya de esta manera, y que lleve esta inscripción: “Jesús yo confió en Ti”. Además le confesó: “Esta misma mirada que aparece en mi rostro es la misma que desde la cruz dirigí a favor de los pecadores”. 

Cuando en 1934 un artista pintó según las indicaciones de la vidente el cuadro de Cristo, Sor Faustina no quedó contenta porque le parecía que el retrato era muchísimo menos hermoso de cómo ella lo había visto. Pero el Señor le aclaró: “Puedes estar tranquila, pues por medio de esta imagen y esta devoción yo voy a atraer personas, en diversos países hacia mi misericordia”.

 

VII. LEYENDAS PIADOSAS 

La tradición sobre la existencia de una milagrosa impronta de Cristo es muy antigua y se remonta a los tiempos del rey Abgar, soberano de la ciudad de Edesa (Hoy Urfa, en el extremo oriental de Turquía), quien aquejado de una enfermedad incurable, escribió por el año 30 o 32 de nuestra era una carta a Jesucristo, y se la envió por medio de su mensajero Hannan o Ananías: 

“Abgar, rey de Edesa, saluda a Jesús, el buen Salvador que ha aparecido en Jerusalén: 

Han llegado a mis oídos noticias referentes a ti y a las curaciones que, por lo visto, realizas sin necesidad de medicinas ni de hierbas. Pues, según dicen, devuelves la vista a los ciegos y la facultad de andar a los cojos; limpias a los leprosos y expulsas espíritus inmundos y demonios; devuelves la salud a los que se encuentran aquejados de largas enfermedades y resucitas a los muertos. 

Al oír, pues, todo esto acerca de ti, he dado en pensar una de estas dos cosas: o que tú eres Dios en persona, que has bajado del cielo y obras estas cosas, o bien que eres el Hijo de Dios y (por eso) realizas estos portentos. Esta es la causa que me ha impulsado a escribirte, rogándote al propio tiempo te tomes la molestia de venir hasta mí y curar la dolencia que me aqueja. 

He oído decir, además, que los judíos murmuran contra ti y que pretenden hacerte mal. Sé bien, pues, que mi ciudad es muy pequeña, pero noble, y nos basta para los dos”. 

A esta carta respondió el Enviado de Dios  con otra que decía: 

“Abgaro: Dichoso de ti por creer en mí sin haberme visto. Pues escrito está acerca de mí que los que me hubieren visto no creerán en mí, para que los que no me hayan visto crean y tengan vida. 

Por lo que se refiere al objeto de tu carta, en la que me rogabas viniera hasta ti, (he de decirte que) es de todo punto necesario que yo cumpla íntegramente mi misión; y que, cuando la hubiere cumplido, suba de nuevo al lado de Aquél que me envió.    

Más, cuando estuviere allí, te enviaré uno de mis discípulos para que cure tu dolencia y te dé vida a ti y a los tuyos”. 

Con la legendaria correspondencia se le añadió una coletilla según la cual Hannan o Ananías, que era pintor quiso hacer un retrato del Salvador. Preparó para ello los colores que le parecieron adecuados, pero le era imposible retratar el rostro  porque éste cambiaba a cada instante. Jesús entonces aplicó su cara a un lienzo y dejó en él impresa su faz. 

Uno de los testimonios profanos más valiosos acerca de la apariencia física y la personalidad del Redentor del Mundo, la encontramos en la célebre carta que Publio Léntulo, procónsul de Judea (anterior a Poncio Pilatos), envió al emperador Tiberio César, en Roma. Este manuscrito se conserva en casa de SS Cesarini en Roma. Es la siguiente: 

“Te envió, majestad, la respuesta que con tanta ansiedad esperabas. Últimamente ha hecho su aparición en Judea un hombre dotado de extraordinario poder; lo llaman el Gran Profeta; sus discípulos lo apellidan Hijo de Dios. Su verdadero nombre es Jesús. A diario se cuentan de El raros prodigios: resucita a los muertos, cura todas las enfermedades y tiene asombrado a Jerusalén con su extraordinaria doctrina. Es de aspecto majestuoso, de resplandeciente fisonomía llena de suavidad; a la vez severo y dulce, inspira respeto y amor a quien lo ve. Su cabello es del color del vino y desciende ondulado sobre la espalda, donde se parte en dos, al estilo Nazareno. Su frente es pura y altiva; tiene la piel bronceada y limpia; su boca y su nariz son perfectas; su barba abundante y del mismo color de los cabellos; sus ojos son azules, plácidos y brillantes; sus manos finas y largas; sus brazos, de una gracia encantadora. Es semejante a su madre que es la más bella figura que se haya visto en estos contornos. En sus dichos y sentencias es grave y preciso. Es la expresión más pura de la virtud, y de una sabiduría que supera con mucho a la de los más grandes genios. Cuando reprende y condena es terrible; cuando instruye y exhorta, su palabra es dulce y acariciadora. Nadie lo ha visto reír, pero muchos lo han visto llorar. Va con los pies descalzos y la cabeza descubierta. Viéndolo a distancia hay quien lo desprecie, pero estando en su presencia no hay quien no se entremezcla con hondo respeto. Cuantos se acercaron a El dicen haber recibido enormes beneficios, pero hay quienes lo acusan de ser un peligro para el César porque afirma que reyes y esclavos son todos iguales ante Dios…Mándame sobre el particular lo que quieras y serás prontamente obedecido.” 

P. Léntulo. 

Hay que resaltar que ambos relatos no son  más que piadosas leyendas, sin ningún valor histórico. 

 

VIII. EL HOMBRE DE LA FOTO 

El periodista estadounidense David Scoott, fue enviado en 1967, a cubrir el conflicto entre Israel y Egipto, conocido como la “guerra de los seis días”. En un bombardeo de la aviación egipcia, Scoott debió resguardarse en un refugio antiaéreo situado al pie de una colina en el desierto del Sinaí. Una bomba cayó cerca y tapó la entrada. Paso un rato, mientras se encontraba en medio de la oscuridad e incomunicado con el exterior, sintió que empezaba a faltarle el aire. Mientras oraba, vio la imagen de Jesús que se encontraba de pie. Tomó con dificultad su cámara fotográfica y la accionó; luego perdió el conocimiento y horas más tarde fue rescatado por la Cruz Roja. 

Cuando se recuperó, mandó a revelar el rollo y encontró en la última foto el rostro que había visto en el refugio. Fue tal su impacto, que regresó a los Estados Unidos e ingresó en un seminario católico, más tarde se ordenó de sacerdote. Mientras estudiaba, escribió en 1975 un artículo titulado “Jesucristo vive, yo lo vi y lo fotografié”. Dicho testimonio lo siguió proclamando hasta el día de su muerte. 

La fotografía en blanco y negro fue estudiada por expertos en el tema, quienes afirmaron que dicho rostro es de una persona humana, y al sobreponerla con la impronta de la Sábana de Turín; concluyeron que ambos coinciden perfectamente.

 

FRASES CELEBRES SOBRE JESUS 

AUTOR: GUIDO ROJAS. LICENCIADO EN CIENCIAS RELIGIOSAS. 

Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida.  Juan 8,12.

 Yo soy el buen Pastor.  Juan 10,11. 

Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá.  Juan 11,25.  

Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie va al Padre, sino por mí.  Juan 17,6. 

Jesús nos amó hasta el fin.  Juan 13,1.   

Sin Jesús nada podemos hacer.  Juan 15,5. 

El que no está con Jesús está contra El.  Lucas 11,23. 

Si con tu boca reconoces a Jesús como Señor, y con tu corazón crees que Dios lo resucitó, alcanzarás la salvación.   San Pablo (Romanos 10,9). 

A todo puedo hacerle frente, pues Cristo es quien me sostiene.   San Pablo (Filipenses 4,13). 

Ya no soy yo quien vive, sino que es Cristo quien vive en mí.   San Pablo (Gálatas 2,20). 

Jesús es el mismo ayer, hoy y siempre.  Hebreos 13,8. 

En el Antiguo Testamento se esconde el Nuevo, y en el Nuevo (en la persona de Cristo) se hace realidad el Antiguo (Comparar con Mateo 13,17).   San Agustín. 

Aprende de Cristo lo que no aprendes de los hombres.  San Agustín. 

El Sermón del monte, es el resumen de la doctrina cristiana.  San Agustín.   

Quien vive con Cristo, no tiene miedo de encontrarse con El.  San Agustín. 

Jesús es el camino de la verdad que conduce a la vida.  San Agustín. 

El verbo se hizo carne, para poder morir por nosotros.  San Agustín.  

Dulcísimo  Jesús no seas mi juez sino mi salvador.   San Jerónimo Emiliani. 

La primera pobreza de los pueblos es no conocer a Cristo.  Beata Teresa de Calcuta. 

Jesucristo es el sacramento de Dios Padre.  P. Jorge Cadavid. 

La única libertad en el hombre que ha durado dos mil años, es la de Jesús; porque está fundada en el amor.  Paride Tabán. Obispo católico en el Sudán.

Jesús se ha convertido en el personaje más popular, estudiado e influyente de la historia religiosa de la humanidad.  Hyman Enelow.  Rabino judío. 

Todo el mundo ha sido creado por causa del Mesías.  (Sanhedrín 98 b).  Antigua tradición judía.

 No sé de nadie que haya hecho más por la humanidad que Jesús.  Mohandas Gandhi.

Cuando obremos en conformidad con las enseñanzas de Cristo, en el sermón de la montaña; habremos resuelto los problemas de la humanidad.  Mohandas Gandhi.

A Cristo se le acepta o se le rechaza, pero no se le discute.  Franco Seffirelli. 

Jesús se muestra a todos los hombres pero los deja libres para acogerlo o rechazarlo, para conocerlo o ignorarlo.  Jean Guiatton.   

Todos los imperios de este mundo han sido fundados por la fuerza, el de Jesucristo ha sido el único que ha sido fundado por el amor.  Napoleón Bonaparte. 
 
 

LA AMARGA PASION DE CRISTO 

AUTOR: GUIDO ROJAS. LICENCIADO EN CIENCIAS RELIGIOSAS. 

La beata Ana Catalina Emmerich (1774-1824), nació en el seno de una familia humilde en el norte de Alemania. A la edad de 28 años ingresó en un convento agustino, después de trabajar como costurera y empleada doméstica. En 1813 enfermó, y permaneció inmóvil en su casa hasta su muerte; además se hicieron visibles los estigmas. Tuvo visiones sobre la pasión de Jesucristo, que fueron pasadas por escrito por el poeta alemán Clemente Brentano, su primera publicación fue en 1833. (El siguiente artículo es un resumen sobre dicha revelación particular que ha sido aceptada por la Iglesia Católica). 

PREPARATIVOS PARA LA PASCUA 

El miércoles santo, 12 de Nisá, Nuestro Señor come junto con sus amigos, en casa de Simón el leproso, en Betania, y allí mismo, María Magdalena ungió por última vez con perfume los pies de Jesús.

El 13 de Nisá, jueves santo, antes del amanecer Jesucristo manda a Pedro, a Santiago y a Juan, a buscar en Jerusalén a Helí, cuñado de Zacarías de Hebrón, en cuya casa el Señor había anunciado el año anterior la muerte de Juan el Bautista. Helí tenía únicamente un hijo, que era levita, y amigo de San Lucas. Fue él el encargado de conducir a los tres apóstoles al cenáculo propiedad de Nicodemo y José de Arimatea, para celebrar la cena de la pascua. 

EL CENACULO 

Se encontraba del lado sur del monte Sión, no lejos de las ruinas del castillo de David, antes de la construcción del templo, el arca de la alianza estuvo depositada allí en el sótano durante un largo Período. Fue el mismo lugar de residencia del profeta Malaquías, donde escribió su Libro sobre el santísimo sacramento y el sacrificio de la nueva alianza. Cuando casi toda Jerusalén fue destruida por los babilonios, esta casa fue respetada. 

En esta morada el Mesías oraba y hacia milagros, los discípulos también se quedaban con frecuencia para pasar la noche.

EL CALIZ DE LA ULTIMA CENA

Pertenecía a Serafía (la Verónica), era muy antiguo y había estado guardado mucho tiempo en el santo templo. Esta santa mujer lo había comprado en un mercado de antigüedades; Cristo lo utilizó en varias oportunidades. Desde el día de la última cena pasó a ser custodiado por la comunidad cristiana, y quedó depositado en la iglesia de Jerusalén, otras de las pequeñas copas utilizadas en aquella ocasión se encuentran en Antioquía y en Efeso.

El gran cáliz había sido de la casa de Abraham, el sacerdote Melquisedec lo llevó consigo desde la tierra de Semíramis al Canaán, lo utilizó para el sacrificio, cuando ofreció pan y vino en presencia del santo patriarca.

JESUS ENTRA EN JERUSALEN 

En la mañana del jueves santo, mientras los apóstoles estaban ocupados en la ciudad santa con los preparativos de la pascua, Jesús, que se había quedado en Betania, se despide de las santas mujeres, de Lázaro, y de su Bendita Madre, quien le anuncia en secreto todo lo que le iba a suceder con su pasión, muerte y resurrección; le dijo también que celebraría espiritualmente con ella la última cena. 

El Hijo del Hombre y los apóstoles salieron de Betania y se encaminaron a la ciudad de Dios, con ellos iban siete discípulos;  entre ellos estaba Juan y Marcos, el hijo de la pobre viuda que el jueves anterior había ofrecido su último dinero en el templo mientras el Señor predicaba. Las santas mujeres con María lo siguieron al cabo de un rato. 

LA ULTIMA CENA 

Cristo y sus discípulos comen el cordero pascual en el cenáculo, dividido en tres partes: 

Jesús con los doce apóstoles en la sala principal.

Doce discípulos en una sala lateral.

María y las santas mujeres en otra habitación. 

Jesús instruye a los apóstoles sobre la penitencia y el arrepentimiento, todos reconocieron sus pecados, excepto Judas. Seguidamente les lava los pies a cada uno de ellos, recibiendo una especie de absolución espiritual.  

El Ungido de Dios bendijo el pan y se lo entrega a los apóstoles, el pan entraba en la boca de ellos como una sustancia brillante, sólo Judas permanece en tinieblas. La Santísima Virgen recibió el Sacramento de la eucaristía espiritualmente en la otra sala. Acabada de la cena se guardó lo que había quedado del pan consagrado, con el que los apóstoles comulgaron  después de la resurrección. Fue Juan quien administró también el Santísimo Sacramento a la Madre del Hijo de Dios. 

La visionaria estigmatizada no recuerda si el Señor comiera o bebiera del pan y el vino consagrado, tampoco vio que anteriormente lo hubiera hecho Melquisedec. 

Durante la celebración de la pascua, una figura terrorífica  estuvo al lado de Judas, además vio tres demonios a su alrededor cuando sale del cenáculo; parecían irle alumbrando el camino, para cumplir su traición. 

Jesús termina la santa cena cerca de las nueve de  la noche, y después de despedirse de su Madre, y de las santas mujeres se dirige con sus amigos cantando salmos al monte de los Olivos, su alma estaba profundamente turbada, y su tristeza iba en aumento.   

JESUS EN EL MONTE DE LOS OLIVOS 

Eran las once de la noche cuando llegaron al Getsemaní, el Hijo de Dios deja a ocho de sus compañeros, mientras se lleva consigo a Pedro, Santiago y Juan adentro del huerto de los olivos; después El sólo se oculta en una gruta, a su alrededor había un círculo de figuras horribles que se le acercaban cada vez más. En este mismo sitio habían ido Adán y Eva, tras ser expulsados del Paraíso para lamentar su pena. 

Aquí Cristo Jesús tiene varias visiones: 

Satanás le muestra todos los pecados de la humanidad desde el principio hasta el fin del mundo. 

El príncipe del mal le atribuye haber sido el causante de la muerte de los niños inocentes en Belén, de los padecimientos de José y María en Egipto, de la decapitación de Juan Bautista, de haber separado a muchas familias en su nombre, de no haber curado a todos los enfermos, de la muerte de los cerdos endemoniados en el mar. 

Los ángeles bajaron del cielo para mostrarle, todos los sufrimientos que había de soportar por el perdón de los pecados. 

El Hijo del Altísimo contempla las penalidades futuras de sus apóstoles, discípulos, de la iglesia primitiva, ve  las persecuciones a la Iglesia Católica a través de los siglos; las herejías, los cismas y las apostasías, los sacrilegios, el fanatismo religioso, los malos pastores, el orgullo de los padres de la reforma protestante. Ve además a Satanás que le arrebataba con violencia a una multitud de almas redimidas con su Sangre. 

El Maligno adoptaba varias formas, como una gigantesca sombra negra, como un tigre, toro, lobo, dragón o serpiente con una corona en la cabeza. El enorme reptil conducía innumerables legiones de los enemigos de Cristo de cada época y nación, armados con todo tipo de destructivas armas; igualmente, lo insultaba y maldecía, lo hería y le pegaba con renovada rabia. 

El Emmanuel observa en el limbo a Adán y Eva, a los patriarcas y profetas, y a todos los hombres justos, que esperaban su llegada al mundo inferior con tal intensidad,  que lo fortifica y reanima. 

Los ángeles de Dios le muestran todas las multitudes de los bienaventurados de los tiempos futuros, que juntando sus esfuerzos a los méritos de su pasión,  debían  reunirse  por medio de El con el Padre Eterno. 

La última visión incluía el beso de Judas, la huida de los discípulos, los insultos de Anás y Caifás, la negación de Pedro, el tribunal de Pilatos, la burla de Herodes, los azotes, la coronación de espinas, La condena a muerte, el camino con la cruz, la crucifixión, las burlas de los fariseos en el calvario, el dolor espiritual de María, sus últimas palabras en el madero, la lanza del costado, y su muerte. Nuestro Señor lo acepta todo voluntariamente ofreciéndolo por amor a la humanidad. 

Después de este trance su rostro estaba cubierto de grandes gotas de sangre que le caían sobre el rostro pálido, tenía los cabellos pegados a la cabeza, y la barba ensangrentada y en desorden, como si la hubieran querido arrancar, su vestidura también estaba empapada con sangre y sudor. 

Sus manos quedaron impresas en al piedra de la gruta, esta cueva llegó hacer más adelante objeto de veneración. 

Aparece luego un ángel vestido como sacerdote que le da a comer una hostia y un vino traídos del cielo. 

EL ARRESTO 

Poco antes de que Judas recibiera el precio de su traición, un fariseo había salido con siete esclavos a un bosque perteneciente al templo, para traer la madera con que harían la cruz de Cristo. Este instrumento de muerte fue hecho en un patio detrás del tribunal de Caifás. 

Judas llega al huerto de los Olivos acompañado de seis fariseos y veinte soldados del templo, armados con palos y linternas. Jesús se acerca a la tropa y dijo en voz alta: “¿A quién buscáis? “ Los jefes de los soldados respondieron: “A Jesús de Nazaret”. “Soy Yo”, al oír esto en dos oportunidades los soldados cayeron a tierra, los únicos que no lo hicieron fueron cuatro esbirros (esclavos egipcios),  los seis Fariseos y Judas; porque estaban completamente entregados al poder de Demonio. En Cambio todos los soldados se convirtieron luego al cristianismo, incluyendo a Maleo al que Pedro le corta una oreja, este se convierte instantáneamente, y durante la pasión sirvió de mensajero entre María y los otros amigos de Nuestro Señor.    

Los esbirros ataron al Mesías con la brutalidad de un verdugo, haciéndole sangrar sus manos, alrededor del pecho salían cuatro cuerdas con las que lo tiraban de un lado al otro, el Señor estaba descalzo, y fue obligado a andar por caminos llenos de piedras y lodo, acompañado de toda clase de insultos y burlas, los seis fariseos lo pinchaban constantemente con la punta de sus bastones. 

Cuando llegaron a la mitad del puente del río Cedrón, lo aventaron al agua, si Dios no lo hubiera protegido la simple caída hubiera bastado para matarlo; las marcas de sus rodillas, pies y manos, quedaron milagrosamente impresas en la piedra donde cayó. 

Jesús no había bebido nada desde su agonía en los olivos, pero si lo hizo en las aguas del Cedrón, repitiendo las palabras proféticas de los Salmos: “En el camino beberé agua del torrente”. 

Desde el monte de los olivos hasta la casa de Anás, el Unigénito de Dios se cae siete veces. 

JESUS ANTE ANAS 

 A medianoche el Mesías fue llevado al palacio de Anás y conducido a una gran sala, donde estaba sentado este sumo sacerdote rodeado de veintiocho consejeros. Jesús permanece de pie, silencioso y con la cabeza baja. 

Cuando Anás empieza a interrogarlo sobre su doctrina, Este responde que siempre había hablado en público en el templo y la sinagoga, ante esta respuesta que desconcierta al anciano judío; un esbirro dio con su mano cubierta con un guante de hierro, una Bofetada en el rostro del Señor, cayendo de lado sobre los escalones, la sangre corre por su rostro, mientras todos lo insultaban y se reían. 

JESUS EN CONDUCIDO A CAIFAS 

Posteriormente, el Santo de Dios fue conducido ante Caifás, quien estaba sentado rodeado por los setenta miembros del sanedrín; a ambos lados estaban los escriba y los falsos testigos. Jesús fue Introducido entre gritos, insultos y golpes. Caifás arremete con preguntas burlescas, mientras los verdugos le pegaban y empujaban  

Las acusaciones que le hacen son: 

Se hacía llamar rey, profeta  e hijo de Dios.   

Los fariseos eran una generación adúltera y raza de víboras. 

Revolucionaba al pueblo contra las autoridades religiosas judías. 

Curaba el día sagrado del sábado. 

No observaba los ayunos impuestos por la ley mosaica. 

Se reunía a comer y beber con publicanos, prostitutas y paganos. 

Engañaba al pueblo con palabras de doble sentido.  

Sanaba a los enfermos y echaba demonios en su nombre. 

Profetizaba la destrucción de Jerusalén.  

Siempre hablaba de su reino. 

Repudiaba el divorcio. 

Se hacía llamar el Pan de Vida Eterna. 

De esta manera, sus palabras, enseñanzas y parábolas fueron desfigurabas, mezcladas con injurias y presentadas como crímenes; aunque entre los mismos testigos se contradecían entre sí. 

La acusación final y de mayor peso, fue presentada por Caifás sobre su origen divino; a lo que El responde firmemente: “Yo soy el Cristo, el hijo de Dios vivo”. 

En cuanto Caifás sale del tribunal con los a