El PAPA

1.   APOSTOL PEDRO.

2.   PEDRO Y PABLO EN ROMA.

3.   EL PRIMADO DE PEDRO Y LOS SANTOS PADRES DE LA IGLESIA.

4.   EL PRIMADO DE PEDRO Y LOS PROSTESTANTES.

 

EL APOSTOL PEDRO
 
AUTOR: GUIDO ROJAS. LICENCIADO EN CIENCIAS RELIGIOSAS.
 
Simón (nombre derivado del hebreo Smael “Dios escuchó”) Bar-Jona, hijo de Jonás, era un rudo y sencillo pescador del lago de Genesaret, que vivía con su mujer y su suegra en la aldea de Betsaida en la región de Galilea. Pedro junto con su hermano Andrés seguidor de Juan el Bautista, y sus amigos y compañeros de trabajo Santiago el mayor y Juan el discípulo amado, se encontraron entre los primeros apóstoles de Cristo Jesús, quien le cambió su nombre por Pedro, Kefa en arameo, Cefas en griego, o Petrus en latín; que quiere decir “piedra” o “roca” (Juan 1,40-42). Invitándolo a hacer desde entonces “pescador de hombres” (Lucas 5,10).
 
Pedro que era una hombre del pueblo sin educación (Hechos 4,13), fue el primero en ser llamado al servicio de Dios (Mateo 4,18 s.s.), siempre encabeza la lista de los doce amigos del Señor (Mateo 10,2; Marcos 3,16; Lucas 6,14; Hechos 1,13); él mismo se nombra como “siervo y apóstol de Jesucristo” (2 Pedro 1,1), ”testigo de los sufrimientos de Cristo”(1 Pedro 5,1); su casa es la residencia del Maestro en Capernaum (Marcos 1,21.29-35); aparece a veces como el portavoz de los apóstoles (Mateo 15,15; 16,22; 18,21-22; 19,27), A él lo interrogan los que cobraban impuestos para el templo (Mateo 17,24-27); además Pedro, al lado de Santiago y Juan, fueron los tres discípulos más cercanos al Salvador, y estuvieron presentes en la resurrección de la hija de Jairo (Marcos 5,37), en la transfiguración en el monte Tabor (9,2); Ellos tres con Andrés lo interrogan en el monte de los Olivos, sobre las señales antes del fin (13,3-4). Son también Pedro y Juan los encargados de preparar la “Ultima Cena” (Lucas 22,7-8), y nuevamente los tres son llamados por el Mesías a permanecer vigilantes, mientras él hace oración en el Getsemaní (Mateo 26,37-38.40). “Por eso, Santiago, Pedro y Juan...eran tenidos como columnas de la iglesia” (Gálatas 2,9).

El amor y la confianza de Pedro a su Divino Maestro, se vio probado cuando empieza a caminar sobre las agua para salir a su encuentro (Mateo 14,25-31); Ante el abandono de los judíos que no creían que Cristo era el verdadero “pan bajado del cielo”, es Pedro quien reconoce que solo él tiene “palabras de vida eterna” (Juan 6,68); En un acto de valor momentáneo tiene el coraje de decir que iría por Su Señor a la cárcel y hasta la muerte (Lucas 22,33); el arrojo al cortarle la oreja a Malco, cuando lo van a apresar en la noche del Jueves Santo (Juan 18,10). Igualmente, después de la resurrección se encontraba pescando en el lago de Tiberias, en compañía de otros apóstoles, y aparece Jesús en la orilla, entonces “Apenas oyó Simón Pedro que era el Señor, se vistió, porque estaba sin ropa, y se tiró al agua” (Juan 21,7). Su seguimiento al Mesías incluía el desprendimiento de las cosas materiales, como él mismo declaró al paralítico que pedía limosna en la puerta Hermosa: “No tengo plata ni oro, pero lo que tengo te doy: en el nombre de Jesucristo de Nazaret, levántate y anda” (Hechos 3,6).
 
El pasaje bíblico más contundente que demuestra la importancia de este apóstol, lo encontramos en Mateo 16,13-19; cuando el Unigénito de Dios en la región de Cesarea de Filipo, les pregunta a sus discípulos: “-¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?” (13); ante la confusión de los demás, Pedro contesta acertadamente “- Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios viviente” (16; Comparar con Marcos 8,27-29; Lucas 9,18-20). Sobre este particular, en 1952, el teólogo y exegeta alemán protestante Oscar Cullmann, reconoció en su libro “El Primado de Pedro”, que este texto de mateo es auténtico, y que de hecho designa a la persona de Pedro como el fundamento de la Iglesia de Cristo.
 
Del mismo modo, no era la primera vez que uno de los doce reconocía la naturaleza y misión divina de Jesucristo; pues al principio de su ministerio, Natanael (o Bartolomé) también le dijo: “- Maestro ¡tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel!” (Juan 1,49). Igual respuesta encontramos en otra ocasión de los demás discípulos: “! En verdad tú eres el Hijo de Dios!” (Mateo 14,33). Pero solamente a Simón Pedro, Cristo Jesús le dice que su declaración no viene de los hombres sino de Dios Padre que está en el cielo (Mateo 16,17). Seguidamente Jesús agrega: “Y yo te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra voy a construir mi iglesia; y ni siquiera el poder de la muerte podrá vencerla” (18). En este punto hay que aclarar que la Iglesia Católica no es la Iglesia de Pedro, sino de Cristo representado en el apóstol, ya que el Santo de Dios es el “pastor principal” (1 Pedro 5,4). Por último, el Mesías le da plena autoridad, bajo el símbolo de las “llaves del reino de los cielos” (Mateo 16,19; Apocalipsis 3,7), de “atar y desatar en la tierra y en el cielo”. Es decir, que Dios da por bueno y aprobado lo que Pedro haga con su iglesia en el mundo.

Asimismo, hay otros dos momentos en que el Verbo de Dios vuelve a mencionar la autoridad de Pedro:

“Dijo también el Señor: - Simón, Simón, mira que Satanás los ha pedido a ustedes para sacudirlos como si fueran trigo; pero yo he rogado por ti, para que no te falte la fe. Y tú, cuando te hayas vuelto a mí, ayuda a tus hermanos a permanecer firmes” (Lucas 22,31-32).

 Pedro quien es el único del grupo que niega “tres veces” a su Maestro, en el patio de la casa del sumo sacerdote (Lucas 22,34. 54-62); Sigue siendo su elegido, y a pesar de que el Señor conocía de antemano su debilidad humana (Lucas 5,8), al confirmarle por “tres veces” que él será el “pastor de sus corderos y de sus ovejas” (Juan 21,15-17).

Por otra parte, los apóstoles y discípulos reconocen la primacía de Pedro, así por ejemplo a él se debe transmitir el primer anuncio de la resurrección del Salvador (Marcos 16,7; Juan 20,1-2); Juan lo deja entrar de primero al sepulcro vació (Juan 20,3-7); igualmente, Pablo manifiesta que Cristo se apareció a Pedro, y luego a los doce (1 Corintios 15,5; véase también Lucas 24,34). El mismo apóstol de los gentiles viaja a Jerusalén para conocerlo (Gálatas 1,18). Fue Pedro quien toma la palabra ante los ciento veinte creyentes, en la escogencia de Matías en reemplazo de Judas (Hechos 1,15); en el día de Pentecostés con la llegada del Espíritu Santo, es el primero que empieza a proclamar a Cristo resucitado (2,14.32), “Así pues, los que hicieron caso de su mensaje fueron bautizados; Y aquel día se agregaron a los creyentes unas tres mil personas” (41). Es también el primero en hacer un milagro público al curar al cojo de nacimiento en el templo de la Ciudad Santa (3,6), después se dedica a predicar el evangelio en el pórtico de Salomón (3,12 ss), y ante el consejo del Sanedrín, anuncia a las principales autoridades religiosas del pueblo judío, la salvación traída con Jesucristo (4,8 ss). Pedro y los demás apóstoles, responden a la prohibición de enseñar en el nombre de Jesús, “- Es nuestro deber obedecer a Dios antes que a los hombres” (5,29). Pedro pone al descubierto la mentira del Trágico caso de Ananías y Safira (5,1-10); y reprende a Simón, el Mago, que había ofrecido dinero a los apóstoles para obtener el Espíritu Santo con la imposición de las manos (8,18-23). La predicación de Pedro en la casa del capitán romano Cornelio, trae como resultado el bautismo y la aceptación del mensaje de Dios de una familia no judía (10,44-48). Este hecho generó en algunos creyentes de Jerusalén un gran malestar (11,1-2); pero ante la explicación de Pedro de sus actos, “todos se callaron y alabaron a Dios” (18). Además cuando el rey Herodes lo manda a prisión, se eleva en toda la iglesia una oración por él (12,5), lo que provoca la intervención milagrosa de un ángel del Señor que lo saca de la cárcel (6-10).

En el incidente ocurrido en la iglesia de Antioquía sobre la cuestión de imponer la circuncisión a los cristianos procedentes del paganismo, Pablo le llama la atención a Pedro por tomar partido en este punto (Gálatas 2,11-14). Sin embargo, Pablo lo que le reprocha es su forma de Actuar, pero no pone en tela de juicio su misión de jefe del colegio apostólico y de la iglesia de Cristo. De hecho, es el mismo Pedro quien pone fin a la discusión (Hechos 15, 6-11); lo que contó además con las palabras de Santiago a favor suyo (13-14). Por todo esto, Pedro aparece como el primer apóstol de los paganos (7), y también de los judíos (Gálatas 2,7-8).

En la iglesia primitiva las referencias al primado petrino se dieron a partir del siglo II. Tertuliano y Cipriano afirmaron que la Iglesia de Cristo fue edificada sobre el apóstol de Galilea. Clemente de Alejandría llamó a Pedro “el elegido, el escogido y el primero entre los discípulos “. Cirilo de Jerusalén lo proclamó “el sumo apóstol”. El papa León Magno lo consideraba como “el único a quien se escogió entre todo el mundo para ser cabeza de todos los pueblos llamados, de todos los apóstoles y de todos los padres de la Iglesia”. Venancio Fortunato le dio el título de “príncipe de las llaves”. 
 

PEDRO Y PABLO EN ROMA

AUTOR: GUIDO ROJAS. LICENCIADO EN CIENCIAS RELIGIOSAS. 


I. MISION APOSTOLICA 

Según la tradición antigua el apóstol Pedro fue siete años obispo de Antioquía, luego al ser liberado de la cárcel en Jerusalén en el año 42 o 43, se dirigió a la capital del imperio romano, y se puso al frente de aquella comunidad cristiana que había sido escogida por Dios (1 Pedro 5,13). Eusebio y San Jerónimo sugieren que fueron veinticinco años; sin embargo, no fueron continuos, pues Pedro estuvo de nuevo en la Ciudad Santa en el año 49 o 50, fecha del concilio de Jerusalén. Quiere decir que Roma era su sede principal, pero los apóstoles eran considerados como pertenecientes a toda la Iglesia Católica. De hecho, en la Historia Eclesiástica del ya mencionado Eusebio de Cesarea, compuesta en el siglo IV, se lee que antes de llegar a la capital del imperio “Pedro predicó por el Ponto, Galacia, Bitinia, Capadocia y Asia a los judíos que estaban dispersos”. Asimismo, Antioquia, Roma y Alejandría, se les daba el título de “Iglesias de Pedro”, porque basaban su autoridad en el hecho de haber recibido la predicación del mismo discípulo de Cristo. 

En la región de Antakya (Turquía), existe la iglesia llamada “la gruta de San Pedro”, es una cavidad natural situada en la cara occidental del monte Stauris, en Antioquía. En este lugar, según una antiquísima tradición el apóstol reunió a la primera comunidad de discípulos, donde fueron llamados “cristianos” (Hechos 11,26). La cueva esta llena de antiguos símbolos cristianos, y es considerada por muchos expertos como “la primera catedral del mundo”, dado que San Pedro habría presidido allí la eucaristía.  

Crónicas recogidas por el mismo historiador católico, Eusebio, aseguran que el apóstol llegó a la ciudad de los césares durante los primeros años del reinado de Claudio, el feroz y sanguinario sucesor de Calígula. La ciudad tenía por aquel tiempo casi un millón de habitantes, entre los que encontraban personas de todos los países entonces conocidos. Algunos escritores sostienen que el “príncipe de los apóstoles” se alojó en la casa romana de Aquila y Prisca (o Priscila) una pareja cristiana cuyo domicilio quedaba en el monte Aventino. En el libro de los Hechos de los Apóstoles (18,2), relata que este santo matrimonio fueron desterrados de Roma por Claudio, cuando éste ordenó hacia el año 49, la expulsión de los judíos, al parecer Pedro fue otra de las victimas de la medida imperial.  
 

II. MARTIRIO DE PEDRO EN ROMA

Cuenta una leyenda piadosa que hacia el año 60 el pescador de Galiliea se encontraba de camino a la misma ciudad, y se le apareció Jesús que le dijo que iba para ser crucificado otra vez. El mismo Señor había anunciado que Pedro moriría por su fe, glorificando con su muerte a Dios (Juan 21,19). Cuando el primer Vicario de Cristo llegó a Roma, los cristianos la identificaban como la otra “Babilonia la grande”, la ciudad construida sobre siete colinas (Apocalipsis 17,9); era la capital de los nuevos opresores idólatras, metrópoli grande, lujosa y pecadora (14,8; 17,5; 18,1 ss), con un gran poder político, militar y económico; la cual era comparada por el filósofo romano Séneca como “una reunión de alimañas”, Mientras que el historiador romano Tácito agrega que en “Roma se juntan todos los delitos e impurezas del universo” (Comparar con Romanos 1,29-31). No menos corrompido era su emperador Nerón César (54-68), nombrado por San Juan en el libro de las revelaciones como la Bestia, el 666, que es un número de hombre (13,18).

En el año 64 el maniático monarca mandó a incendiar la ciudad, metiéndole la culpa a los cristianos, que eran considerados como una secta judía, hostiles a la sociedad pagana, y acusados de rendirle tributo a Jesucristo en vez que al emperador y a sus ídolos (Hechos 16,20-21; 17,6-7; 24,2-5). En esta misma persecución hacia el año 67 cuando el apóstol de los judíos contaba uno 75 años de edad, fue hecho prisionero en la cárcel mamertina, y luego crucificado boca abajo cerca al circo romano, en la colina vaticana. Aquí fue enterrado por sus seguidores en un cementerio contiguo; se decía que una pared de color rojo marcaba el lugar. 


III. PRUEBAS HISTORICAS 

Treinta años después del martirio del apóstol, el Papa San Anacleto construyó un oratorio donde los fieles se reunían. También se encuentra el testimonio del Papa San Clemente Romano [tercer sucesor de San Pedro. Es probable que el apóstol Pablo identifique en su carta a los filipenses (4,3), a su colaborador Clemente, con este Papa], quien escribió una carta contemporánea del evangelio de San Juan (90 d.C.), en la que narra la muerte gloriosa del pescador de Galilea. En el siglo II, San Ignacio de Antioquía, San Papías, San Clemente de Alejandría, el obispo Dionisio de Corintio y el llamado canon moratoriano; confirman el martirio de los príncipes de la iglesia “Pedro y Pablo” en Roma. Asimismo, durante el pontificado de Ceferino (198- 217), el presbítero romano Gayo hacia el año 200, polemiza con los montanistas, y dice: “Pero yo puedo mostrar los `trofeos´ de los apóstoles (Pedro y Pablo), pues si quieres acercarte al Vaticano o a la Vía de Ostia, encontrarás allí los `trofeos´ de aquellos que han fundado esta comunidad”. Tertuliano, el escritor eclesiástico de Cartago del siglo III, agrega: “Primeramente por Nerón se manchó de sangre la fe naciente…Pedro se hace semejante a su maestro en el género de muerte (Crucifixión); en la que Pablo conquista la corona de Juan (Bautista) por medio de la espada”. De los relatos no cristianos resalta la crónica de Celso al emperador Adriano (117-138), quien asegura que el nombre de Pedro gozaba de popularidad en la capital del imperio.  

A principios del siglo III San Ireneo, obispo de Lyon, escribe la lista de los obispos de la Ciudad Eterna, en la que dice que “Después de los santos apóstoles (Pedro y Pablo) hubieran fundado la iglesia, pasó a ocupar el episcopado romano Lino (mencionado por San Pablo en 2 Timoteo 4,21. La tradición afirma que Lino fue designado personalmente por Pedro como obispo de los fieles romanos), y después le sucedió Anacleto y tras éste Clemente (Romano), quien conoció en persona a Pedro”. En el año 251, San Cipriano llama a la iglesia romana como “la silla de Pedro y la iglesia principal”. Eusebio de Cesarea, basándose en documentos del siglo II, confirma que “Habiendo Lino gobernado la Iglesia romana por espacio de doce años, la entregó a Anacleto para que éste la dirigiera”.  


IV. EL CAMPO DE LA ARQUEOLOGIA 

En cuanto a las pruebas arqueológicas del sepulcro de Pedro, se tienen noticias antes que se construyera la basílica que lleva su nombre, por el emperador Constantino en el año 324, exactamente encima del cementerio y de la pequeña capilla que indicaba la ubicación de la tumba del santo apóstol, en donde los primeros cristianos celebraban la eucaristía y enterraban en las paredes y en el suelo de las galerías a los mártires, incluyendo varios Papas (siglos I-IV). Durante el saqueo de Roma por las tropas del Islam en el año 846, la tumba del apóstol mártir fue violada, los musulmanes penetraron en la sepultura y robaron cuantos tesoros encontraron.  

A principios del siglo XIX, las catacumbas del Vaticano fueron identificadas en su totalidad, y a finales del mismo siglo se descubrió la cripta de los Papas con los epitafios del siglo III, de Ponciano, Fabiano, Cornelio y otros. En el Vaticano se encuentran además los restos de muchos Papas de los tiempos modernos, como los cuerpos incorruptos de San Pío X y del Beato Juan XXIII, que están expuestos a la veneración pública. Asimismo, en las excavaciones efectuadas en 1915 en la gruta de la basílica de San Sebastián, se halló un muro cubierto con invocaciones a los apóstoles Pedro y Pablo, donde sus reliquias fueron llevadas por un tiempo, debido a las persecuciones del emperador Valeriano (253-60). 

Desde el año 1941 se realizaron nuevas investigaciones en las catacumbas del Vaticano por orden del Papa Pío XII, el grupo estaba conformado por cuatro expertos del instituto pontificio de arqueología cristiana. Encontraron pinturas, mosaicos con símbolos de los inicios de la iglesia como el pez, la paloma, el ancla y el cordero; figuras de Cristo y escenas bíblicas, imágenes religiosas, monedas, tumbas de cristianos y paganos. En el año 1958 bajo el pontificado de Juan XXIII se dio la noticia que los arqueólogos habían dejado al descubierto un grueso muro de color rojo, al lado hallaron varias cajas de plomo llenas de restos de diferentes personas y animales domésticos. En una de las cajas se verificó por pruebas de laboratorio los huesos de un hombre robusto entre los 60 y 70 años de edad, del siglo Primero de nuestra era; los mismos fueron identificados plenamente por Pablo VI en 1968, como las “reliquias de San Pedro”, que ya habían sido mencionadas en el año 200, por el ya citado clérigo romano Cayo, como el “trofeo” del Vaticano, y consiste en una inscripción en latín que rezaba “Petrus Eni” (Pedro está aquí). Los huesos del apóstol fueron depositados en una capilla debajo del altar mayor de la basílica de San Pedro, y permanecen en una urna circundada por columnas de mármol. 

En otra basílica romana “San Pedro in Vincoli”, se conservan según se cree las Cadenas con que ataron al santo apóstol en Jerusalén, y que fueron encontradas en una peregrinación por Eudoxia (siglo V), esposa del emperador Teodosio II. Una parte de dichas Cadenas quedaron en Constantinopla, y algunos eslabones fueron enviados a Roma. Posteriormente, el Papa San León el Grande (+461), unió milagrosamente estos eslabones con otros que se conservaban de la preciada cadena. 

V. MARTIRIO DE PABLO 

De la permanencia del apóstol de lo gentiles en la Ciudad Eterna, aparece constatada al final del libro de los hechos de los apóstoles, en la epístola a los romanos, y en la segunda carta a Timoteo; cuando estaba preso en la misma cárcel mamertina, aquí en una de sus celdas se puede observar la columna en la que se dice que fueron atados los dos santos. San Pablo por ser ciudadano romano fue decapitado en la periferia de la ciudad en la llamada Via Ostiense, y al parecer en el mismo año del martirio de Pedro. La tradición cristiana asegura que la cabeza del mártir dio tres vueltas sobre la tierra, y en cada punto brotó una fuente; es por eso que este lugar es conocido como “tre fontane”. La tumba de este otro príncipe de los apóstoles está en la basílica de San Pablo Extramuros, edificada también por Constantino el Grande. La iglesia se mantuvo en su forma original hasta 1823, fecha del incendio que la destruyó, siendo consagrada nuevamente en 1854. En las paredes de su interior se exhiben los Retratos de los 263 Papas sucesores de San Pedro. En el año 2006, se dio a conocer la noticia del descubrimiento del sarcófago del apóstol de las gentes, donde se puede leer la inscripción en latín: Paulo Apostolo Mart (Pablo, apóstol y mártir).  

En la basílica de San Juan de Letrán, construida por el mismo emperador, es la catedral oficial del romano pontífice, y recibe el título de “iglesia madre de la cristiandad”. Durante el ya mencionado robo por los sarracenos en el año 846, la cabeza del apóstol Pedro junto con la de San Pablo fueron trasladas a este lugar, cuando se tuvo noticia del inminente arribo de la flota islámica. Aquí reposa las cabezas de los santos apóstoles, en dos relicarios de oro en una urna debajo del altar mayor. Hay otra reliquia de San Pedro, la mesa donde se cree celebraba la misa en las catacumbas. Esta basílica a lo largo de su historia ha estado expuesta a terremotos, saqueos e incendios; y por eso ha sido restaurada en varias ocasiones. 


VI. LA FIESTA LITURGICA 
La Iglesia Católica desde sus primeros siglos tenía varias festividades litúrgicas en honor del apóstol Pedro:  
- Desde el siglo IV, se encuentra en los calendarios más antiguos la fiesta bajo el título de Natale Petri de Chatedra, es decir, el día de la institución del pontificado de Pedro, su potestad jerárquica y magisterio en la sede de Roma y en todo el mundo cristiano. 

- La fiesta del martirio de San Pedro y San Pablo el 29 de junio del año 67, es una de las conmemoraciones religiosas más solemnes del calendario litúrgico. En el siglo IV se acostumbraba oficiar tres misas el mismo día; una en la basílica de San Pedro, la segunda en San Pablo Extramuros, y la tercera en las catacumbas de San Sebastián. 
- Un viejo himno litúrgico del siglo VI, llama a Pedro como “el portero del cielo”. La religiosidad popular católica ha visto al santo como el personaje de la corte celestial que tiene a su cargo abrir y cerrar el portón de las moradas eternas. 


EL PRIMADO DE PEDRO Y LOS PADRES DE LA IGLESIA
 
AUTOR: GUIDO ROJAS. LICENCIADO EN CIENCIAS RELIGIOSAS.
 
INTRODUCCION: El catolicismo cuenta a su favor el testimonio valiosísimo de los primeros escritores del cristianismo que relatan la autoridad del apóstol Pedro sobre la Iglesia fundada por Cristo Jesús. A continuación haremos una lista de los escritos más significativos:
 
“Cuando se confería a Pedro el supremo poder de apacentar el rebaño, y sobre él, como sobre piedra, se fundaba la Iglesia, no se le exigió la confesión de ninguna otra virtud más que de la caridad”.
Orígenes (siglo III).
 
“Si todavía crees que está cerrado el cielo, recuerda que el Señor ha dejado aquí sus llaves a Pedro, y por su medio a la Iglesia”.
Tertuliano (siglo III).
 
“Uno es el bautismo, uno es el Espíritu Santo y una es la Iglesia de Cristo Señor fundada sobre Pedro por origen y razón de unidad”.
San Cipriano (siglo III).
 
“Se da a Pedro el primado para mostrar que es una la Iglesia de Cristo, y una la Cátedra(o Sede)”.
San Cipriano (siglo III).
 
“La iglesia de Roma ejerce su autoridad sobre las demás, no porque lo digan los concilios, sino por la palabra de Nuestro Señor y Salvador en el Evangelio, pues a ella le concedió la primacía cuando dijo: “Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi iglesia”.
Papa San Dámaso (siglo IV).
 
“No puedes negarlo (refutándole a un hereje); tú sabes que en la ciudad de Roma fue colocada al principio la cátedra episcopal en la que se sentó el que era cabeza de todos los apóstoles, Pedro, por lo cual fue llamado también Cefas, a fin de que por esta sola cátedra fuese por todos custodiada la unidad, y a fin de que cada uno de los apóstoles no se disputasen el primado por sus cátedras”.
San Optato de Mileve (Siglo IV).
 
“Allí donde está Pedro está la Iglesia Católica”.
San Ambrosio (Siglo IV).
 
“Creed que Pedro es el primero, y es el príncipe del apostolado”.
San Hilario (siglo IV).
 
“Pedro es el sumo de los apóstoles y príncipe de ellos, y llavero del reino celestial”.
San Cirilo de Jerusalén (siglo IV).
 
“Si bien sobre los apóstoles igualmente se consolida la fortaleza de la Iglesia, sin embargo, entre los doce se elige uno (Pedro), a fin de que, determinada la cabeza, se quite toda ocasión de cisma”.
San Jerónimo (siglo V).
 
“Estoy con quien esté unido a la cátedra de San Pedro”.
San Jerónimo (siglo V).
 
“Esto lo atestigua el príncipe de los apóstoles (Pedro), a quien el Señor constituyó el primero de los apóstoles,… a quien fue confiado el redil”.
San Epifanio (siglo V).
 
“Entre todos fue elegido sólo Pedro, el cual fue antepuesto a la vocación de todos los gentiles, a todos los apóstoles y a todos los padres de la Iglesia; a fin de que, aunque hay en el pueblo de Dios muchos sacerdotes y muchos pastores, sin embargo Pedro rija a todos aquellos a quienes como cabeza principal rige Cristo”.
Papa San León Magno (siglo V).
 
“Esta es la piedra (Pedro) a la que no vencen las soberbias potestades del infierno”.
San Agustín (siglo V).
 
“Bendito sea Dios, que ordenó exaltar al apóstol Pedro sobre la Iglesia. Es digno de honra a este fundamento, por medio del cual es posible escalar al cielo”.
San Agustín (siglo V).
 
“Cristo confirió a Pedro…y fue constituido por Cristo maestro de todo el orbe”.
San Juan Crisóstomo (siglo V).
 
“Primeramente (Jesús) le confió (a Pedro) los corderos, después las ovejas; porque lo constituyó no solamente pastor, sino pastor de los pastores”.
San Euquerio de Lyon (siglo V).
 
“Para todos aquellos que conocen el Evangelio, es cosa manifiesta que al bienaventurado príncipe de los apóstoles, Pedro, fue por voz del Señor confiado el cuidado de toda la Iglesia”.
Papa San Gregorio el grande (siglo VII).
  
EL PRIMADO DE PEDRO Y LOS PROTESTANTES
 
AUTOR: GUIDO ROJAS. LICENCIADO EN CIENCIAS RELIGIOSAS.
 
INTRODUCCION: Contrario a lo que muchos piensan, gran cantidad de historiadores, teólogos y pastores protestantes; no han negado la permanencia y martirio de Pedro y Pablo en la capital imperial, así por ejemplo:
 
En 1924, Adolf Von Harnack, profesor de historia protestante en la universidad de Berlín (Alemania), completó sus estudios que había iniciado a fines del siglo XIX, llegando a la siguiente conclusión: “Ya expuse hace veintidós años, en mi Manual de Historia de los Dogmas, con ciertas reservas en calidad de historiador protestante, que Romano era igual a Católico. Pero desde entonces esa tesis se ha robustecido tanto, que algunos historiadores protestantes no se sorprenderán ya de esta otra proposición: Los elementos capitales del catolicismo se remontan hasta la edad apostólica…Parece cerrarse así el anillo y triunfar la concepción que de esta historia se forjan los católicos”.
 
Otras declaraciones importantes, son:
 
“Los inicios del cristianismo apuntan hacia Roma”.
Robert Maclauner.
 
“No hay un solo testimonio indudable que demuestre con todo rigor que Pedro estuviera alguna vez en Roma, aunque resulta difícil no admitirlo”.
Gustavo Kruger.
 
“Verdad es que en la secular polémica de si Pedro fue a Roma y si sufrió allí el martirio, la balanza de la verosimilitud –pues no hay que hablar de certeza- parece inclinarse por la afirmativa”.
Erich Caspar.
 
“Tengo la firme impresión de que hay que contar con la posibilidad de que Pedro haya ido a Roma”.
Goguel.
 
“Nos enteramos luego de que Pedro, lo mismo que Pablo, emprendió viajes misioneros por diversos países, y es incluso posible que en uno de estos viajes hallara la muerte en Roma”.
Julicher.
 
“Para el arqueólogo, la presencia y el martirio de los Santos Pedro y Pablo en Roma, son hechos tan ciertos por la sola evidencia de los monumentos, que no admite ni siquiera sobra de duda”.
Lanciani.
 

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