LA BIBLIA

 

1.   CREDO BIBLICO.

2.   EL MUNDO DE LA BIBLIA.

3.   CURIOSIDADES DE LA BIBLIA.

4.   LA BIBLIA EN LA HISTORIA UNIVERSAL.

5.   LA BIBLIA: EL LIBRO DE INTERPRETACION DIVINA.

6.   LA BIBLIA: EL LIBRO MÁS DIVULGADO Y DESCONOCIDO DE LA HUMANIDAD.

7.   FRASES CELEBRES SOBRE LA BIBLIA.

8.   EL JARDIN DEL EDEN.

9.   EL ARCA DE NOE.

10.                EL ARCA DE LA ALIANZA.

11.                EL TEMPLO DE JERUSALEN.

  

EL CREDO BIBLICO 

AUTOR: GUIDO ROJAS. LICENCIADO EN CIENCIAS RELIGIOSAS. 

 

CREO EN DIOS. “Nuestro Dios es el único Señor” (Deuteronomio  6,4). 

PADRE TODO PODEROSO. “Lo que es imposible para los hombres es posible para Dios” (Lucas 18,27). 

CREADOR DEL CIELO Y DE LA TIERRA. “En el comienzo de todo, Dios creó el cielo y la tierra” (Génesis 1,1). 

CREO EN JESUCRISTO. “El es el resplandor glorioso de Dios, la imagen misma de lo que Dios es” (Hebreos 1,3). 

SU UNICO HIJO. “Pues Dios amo tanto al mundo, que dio a su Hijo Único, para que todo aquel que crea en él  no muera, sino que tenga vida eterna” (Juan 3,16). 

NUESTRO SEÑOR. “Dios lo ha hecho Señor y Mesías” (Hechos 2,36). 

QUE FUE CONCEBIDO POR OBRA Y GRACIA DEL ESPIRITU SANTO. “El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Dios altísimo descansará sobre ti como una nube. Por eso, el niño que va a nacer será llamado Santo e Hijo de Dios” (Lucas 1,35). 

NACIO DE SANTA MARIA VIRGEN.  “Todo esto sucedió para que se cumpliera lo que el Señor había dicho por medio del profeta: ‘la Virgen quedará encinta y tendrá un hijo, al que pondrá por nombre Emmanuel’ (que significa “Dios con nosotros”)” (Mateo 1,22-23). 

PADECIO BAJO EL PODER DE PONCIO PILATO. “Pilato tomó entonces a Jesús y mandó azotarlo. Los soldados  trenzaron una corona de espinas, la pusieron en la cabeza de Jesús, y lo vistieron con una capa de color rojo oscuro” (Juan 19,1-2). 

FUE CRUCIFICADO. “Jesús salió llevando su cruz, para ir al llamado ‘lugar de la Calavera’ (o que en hebreo se llama Gólgota). Allí lo  Crucificaron, y con él a otros dos, uno a cada lado. Pilato mandó poner sobre la cruz un letrero, que decía: ‘Jesús de Nazaret, Rey de los judíos” (Juan 19,17-19). 

MUERTO Y SEPULTADO. “Jesús gritó con fuerza y dijo: -¡Padre en tus manos encomiendo mi  espíritu! Y al decir esto, murió (Lucas 23,46). Después de bajarlo de la cruz, lo envolvieron en una sábana de lino y lo pusieron  en un sepulcro abierto en una peña, donde todavía no habían sepultado a nadie (Lucas 23,53). 

DESCENDIO A LOS INFIERNOS. “Como hombre, murió; pero como ser espiritual que era, volvió a la vida. Y como ser espiritual, fue y predicó a los espíritus que estaban presos” (1 Pedro 3,18-19). 

AL TERCER DIA RESUCITO DE ENTRE LOS MUERTOS.  “Cristo murió por nuestros pecados, como dicen las Escrituras, que lo sepultaron y que resucitó  al tercer día” (1 Corintios 15, 3-4). 

SUBIO A LOS CIELOS, Y ESTA SENTADO A LA DERECHA DE DIOS, PADRE TODO PODEROSO.  “El Señor Jesús fue llevado al cielo y se sentó a la derecha de Dios” (Marcos 16,19). 

DESDE ALLI HA DE VENIR A JUZGAR A VIVOS Y MUERTOS. “El nos envió a anunciarle al pueblo que Dios lo ha puesto como juez de los vivos y de los muertos” (Hechos 10,42). 

CREO EN EL ESPIRITU SANTO. “Porque Dios ha llenado con su amor nuestro corazón por medio del Espíritu Santo que nos ha  dado” (Romanos 5,5). 

LA SANTA IGLESIA CATOLICA. “Y yo te digo que tu eres Pedro, y sobre esta piedra voy a construir mi iglesia; y ni siquiera el poder de la muerte podrá vencerla” (Mateo 16,18). 

LA COMUNION DE LOS SANTOS.  “Después de esto, miré y vi una gran multitud de todas las naciones, razas, lenguas y pueblos. Estaban en pie delante  del trono y delante del Cordero, y eran tantos que nadie podía contarlos” (Apocalipsis 7,9). 

EL PERDON DE LOS PECADOS.  “A quienes ustedes perdonen los pecados, les quedarán perdonados” (Juan 20,23). 

LA RESURRECCION DE LA CARNE.  “Cristo dará nueva vida a sus cuerpos mortales” (Romanos 8,11). 

Y LA VIDA ETERNA. “Allí no habrá noche, y los que allí  vivan no necesitarán luz de lámpara ni luz del sol, porque Dios el Señor les dará su luz, y ellos reinarán por todos los siglos” (Apocalipsis 22,5). 

AMEN. “Así sea. ¡Ven, Señor Jesús!” (Apocalipsis 22,20).

  

EL MUNDO DE LA BIBLIA 

AUTOR: GUIDO ROJAS. LICENCIADO EN CIENCIAS RELIGIOSAS.

 

I. APUNTES VARIOS 

La Biblia es una colección de escritos inspirados por Dios. 

La palabra Biblia debe su origen a la ciudad fenicia de Biblos, famoso centro de comercio de papiros. 

Los judíos la llamaban “Séfer” (libros), o Miqná (lectura). 

En los textos sagrados se le define como “la palabra de Dios” (Lucas 8,21), “las Sagradas Escrituras” (2 Timoteo 3,15) o “las Escrituras” (Hechos 17,3). 

Biblia es un plural que significa “los libros”, la expresión griega “Ta Abla” quiere decir “libros santos”. 

En el siglo primero de nuestra era, el papa San Clemente Romano, fue la primera persona en llamarla “Ta Biblia”, es decir, “la Santa Biblia”. 

Se divide en dos partes: 

ANTIGUO TESTAMENTO: Habla de la alianza entre Dios con el pueblo hebreo. 

NUEVO TESTAMENTO: La alianza de Jesús con el nuevo pueblo de Dios (judíos y gentiles). 

La palabra “Testamento” quiere decir “acuerdo”, “pacto” o “alianza”. 

La palabra “Evangelio” traduce “la Buena Nueva”. 

Los términos bíblicos “Aleluya” significa “Bendito sea Yahvé”, “Hosanna”, “Bienvenido sea”, “Shalom”  “Saludo de paz” y “Amen”, “Así Sea”. 

La palabra “Salmo” traduce “Himno para recitar con música”.

En el Antiguo Testamento el nombre de Dios aparece casi siete mil veces, y se suele transliterar como YHWH (“Yo soy el que soy”). Está palabra compuesto por cuatro letras (de izquierda a derecha: yohdh, he, waw, he), es conocida como el Tetragrámaton (con vocales añadidas quedaría como “YAHWEH”, aunque no se puede saber a ciencia cierta cómo se decía el nombre de Dios). Después del exilio de Babilonia en el siglo VI A. de C. entre los judíos el nombre divino comenzó a ser objeto de especial reverencia y superstición, de hecho el proclamarlo era considerado como un acto de sacrilegio. Además, para Israel fue siempre misterioso e impronunciable. Como consecuencia dejaron de utilizarlo, y empezaron a sustituirlo en sus escritos por otras expresiones como ADONAI (SEÑOR) o ELOHIM (DIOS).  

El Nuevo Testamento utilizan varias expresiones para dirigirse al Padre Eterno, una de las más hermosas es “Dios es amor” (1 Juan 4,8). 

El centro de toda la Biblia es Jesús, el Hijo de Dios. 

Las Biblias católicas, ortodoxas y anglicanas tienen un total de 73 libros; 46 en el A.T. y 27 en el N.T. 

Las Biblias protestantes sólo aceptan 66 libros, suprimiendo siete del A.T. que son llamados como “deutero canónicos” (es decir, de la segunda lista); que son: Tobías, Judith, Sabiduría de Salomón, Sirac o Eclesiástico, Baruc, I y II de Macabeos; y algunas adiciones en griego de Ester y Daniel. 

Existen dos cánones (o listas) de los Libros Sagrados del Antiguo Testamento: 

El canon de Alejandría (o de los setenta): que fue escrito en griego, es el aceptado por la Iglesia Católica, Ortodoxa y Anglicana. 

El canon de Jerusalén: que fue escrito en hebreo, es reconocido por el Judaísmo y las Iglesias Protestantes. 

Fue redactada por más de 40 hombres entre sabios, historiadores, reyes, príncipes, funcionarios, sacerdotes, profetas, apóstoles, discípulos, pastores, pescadores por los menos un general y un médico; la gran mayoría fueron hebreos y algunos son desconocidos. 

En la segunda mitad del siglo VI a.C., cuando los judíos regresaban del exilio en Babilonia, un grupo de hebraístas conocido como los soferim, “escribas”, llegaron a ser los guardianes del texto de la Biblia hebrea, con la responsabilidad de copiar aquellas Escrituras para su uso en la adoración pública y privada.  

Los masoretas (término en hebreo que significa “los maestros de la tradición”) fueron copistas del Antiguo Testamento, que vivieron entre los siglos VII y X a.C. Sus copias manuscritas se denominan textos masoréticos. 

Se le da el nombre de Hagiógrafos, a los que escribieron la Biblia bajo la inspiración del Espíritu Santo. 

En la antigua sociedad judía sólo unos cuantos varones privilegiados, fariseos o maestros de la ley poseían rollos de las Escrituras. Esto se debió a su alto costo de elaboración, así por ejemplo se calcula que una copia de Isaías valía de seis a diez denarios, y una Biblia completa  en hebreo conformada por quince o veinte rollos, podría costar cerca de la mitad del salario de un año.       

En el año 168 antes de nuestra era, el rey sirio Antíoco IV intentó destruir todas las copias del Antiguo Testamento que había en Palestina. Una historia judía comenta: “Rompieron y quemaron todos los rollos de la ley que encontraron”. “Los oficiales encargados de ejecutar esta orden lo hicieron con implacable rigor. Poseer un libro sagrado se castigaba con la muerte”. Pese a tales medidas, sobrevivieron copias de las Escrituras Hebreas entre los judíos de Palestina y entre los que vivían en otras regiones.     

Los lugares donde se redactó fueron: Palestina, Babilonia, Egipto, Roma, Corinto entre otras regiones. 

En su elaboración se utilizaron cinco materiales: 

Pergaminos de cuero de res que se enrollaban en cilindros de madera o cobre.

Papiros sacados de una planta de Egipto.

Las tablas de la ley de Dios escritas en piedra.

Tablas de arcilla.

Láminas de bronce.

 Se emplearon tres idiomas:

 A.T. en hebreo y arameo (lengua que hablaba Jesús).

N.T. en griego.

 Fue escrita en un período de 3.500 años; se empezó en tiempos de Moisés, y se terminó poco antes de  morir el último apóstol, San Juan (+102 d.C.).

 Aproximadamente en el año 600 a.C.; el profeta Esdras inicia la recopilación de los escritos del Antiguo Testamento.

 Los judíos clasificaban las Escrituras (ha Ta Nak) en tres grupos: la ley (Torá), los profetas (Nebiím) y otros escritos (Ketubím).

 Tiene ocho géneros literarios:

 Narraciones o relatos.

Historias de héroes, eventos importantes o epopeyas.

Leyes sagradas.

Sapienciales o de sabiduría.

Poemas, cantos o himnos religiosos.

Profecías que contienen los “oráculos del Señor”.

Revelaciones como el libro de Daniel y el Apocalipsis de San Juan.

 La Exégesis y la Hermenéutica, son las dos ciencias que utiliza la Iglesia Católica para darle la correcta interpretación de los textos sagrados.

 El estudio de las Sagradas Escrituras comprende tres puntos importantes: 

a.    Conocer el contexto histórico, cultural, religioso, político y geográfico en el momento en que se escribió el libro sagrado.

b.    Identificar el género literario que lo compone.

c.    Analizar que clase de mensaje quiere transmitir el escritor bíblico.
 

Santo Tomás de Aquino (s. XIII), enseña cuatro perspectivas diferentes para leer la Biblia: 

1.   Sentido literal: Relacionarnos con el texto en sí mismo, y entenderlo tal cual.

2.   Sentido espiritual: Identificar el significado del texto, de lo que Dios ha ido revelando en la historia, como proyecto de salvación para los seres humanos.

3.   Sentido Moral: Conocer la forma como debemos actuar.

4.   Sentido escatológico: Según el cual, la palabra de Dios, nos debe mover a comprender lo que debemos esperar. 

El llamado Documento “Q” (fuente en alemán), compuesto de los dichos y enseñanzas de Jesús, debió ser redactado entre los años 40 y 50 d.C. Al parecer, tanto Mateo como Lucas habrían utilizado una forma primitiva del evangelio de Marcos (fuente a la que se denomina Urmarkus), y el resto de su material lo habrían obtenido del Documento Q. No obstante, la existencia histórica de este documento no ha sido del todo probada, ya que no queda ninguna copia del mismo. Además, no contenía las narraciones de milagros ni el relato de la pasión y resurrección del Señor. 

El primer escrito del Nuevo Testamento fue la primera carta a los tesalonicenses, que se elaboró por el año 50 o 51 d.C. 

El pasaje más largo de Las Escrituras lo encontramos en Ester 8,9; tiene 57 palabras. El más corto es Juan 11,35, consta de tres palabras: “y Jesús lloró”.  

De los  cuatro evangelios el de San Lucas es el más fácil; San Mateo, el más pedagógico;  San Marcos, el más corto y San Juan el más espiritual. Asimismo, en Marcos, prevalece el elemento humano y los milagros; en Lucas, la misericordia y su amor por los pecadores; en Mateo, el maestro de la ley judía; y en Juan, la divinidad de Jesucristo. 

El primer evangelio en redactarse al parecer fue el de Marcos, hacia el año 45, Lucas y Mateo lo escribieron en el 85; y el último en de Juan por el año 96 d.C. 

El sermón más famoso de la Biblia es el que pronunció Jesús, llamado el “sermón del monte”; y se encuentra en los capítulos 5º al 7º de San Mateo. 

El país de la Biblia, es identificado de diferentes nombres: 

Tierra de Canaam  (o tierra prometida).

Palestina (o tierra de los Filisteos).

Israel (o  tierra de los hijos de Jacob). 

La ciudad más importante de la Biblia es Jerusalén, la capital de Israel; considerada como la “Ciudad de Dios”, “Ciudad Santa”, “Ciudad de la paz” o “Ciudad de David”. 

El río más importante de la Biblia es el Jordán, donde Juan el Bautista bautizó a Jesús. 

El lago más importante de la Biblia es  Genesaret o “lago de Galilea”; aquí fue donde el Señor realizó grandes milagros y predicó a sus discípulos. 

Las montañas de mayor importancia en las Escrituras son: 

El Monte Sinaí, donde Moisés recibió las tablas de la ley de Dios.

El monte Nebó, enfrente de Jericó, aquí Moisés contempló la Tierra Prometida antes de morir, y ser sepultado por El Señor.

El monte Hermón, marca el límite de la conquista israelita en el Canaán, se le menciona repetidas veces en la poesía hebrea.

El Monte Carmelo, donde el profeta Elías realizó la prueba de fuego ante los adoradores de Baal.

El Monte Sión, allí se encontraba el palacio que edificó el rey David.

El Monte Moria, lugar donde el rey Salomón construyó el templo de Jerusalén. 

El Monte Tabor, donde al parecer se presentó la transfiguración de Cristo.

El Monte de los Olivos o del Getsemaní, aquí el Mesías oró y sudó gotas de sangre; es el lugar desde donde regresó al cielo.

El Apocalipsis es como un gran resumen de la Biblia, allí se encuentra temas de los profetas, de los sabios, de los evangelios y de las cartas de los apóstoles. 

El Apocalipsis termina con la más bella oración: “Ven Señor Jesús”.

 
CURIOSIDADES DE LA BIBLIA 

AUTOR: GUIDO ROJAS. LICENCIADO EN CIENCIAS RELIGIOSAS. 

En el libro del Génesis no se menciona que la fruta probada por Eva y Adán fuera una manzana, es más seguro que comieran un higo, una nuez, una algarroba o una  naranja. El error viene de un editor que tradujo mal el término malus-malum (mal fruto) por manzana. 

En Irak se encuentra la región de Qurna, 500 kilómetros al sur de Bagdad; aquí según la tradición musulmana está el famoso árbol de Manzanas del Jardín del  Edén.  Este fértil  terreno  es  la  confluencia  de  los  ríos  Tigris  y Eufrates, de la antigua Mesopotamia. En épocas lejanas allí no había más que agua, pero luego surgió la tierra y apareció el primer hombre, Adán (Hombre de barro rojo), y Eva (Madre de los vivientes). 

La serpiente sirve de muchos símbolos en la Biblia. Es representada como el Demonio mismo desde el Génesis (3,1) hasta el Apocalipsis (12,9); pero también es instrumento del milagro de Moisés ante el Faraón (Éxodo 7,9); es símbolo de la victoria de Yahvé sobre las serpientes venenosas en el desierto del Sinaí (Números 21,8); es señal de la paz consumada, cuando ya sólo comerá polvo, según el profeta Isaías (65,25). Cristo Jesús nos dice que hemos de ser mansos como palomas y “astutos como serpientes” (Mateo 10,16). Aunque también trata de serpientes y víboras a los escribas y fariseos (Mateo 23,33). Por último, los discípulos del Señor no serán dañados por las “serpientes venenosas” (Marcos 16,18). 

Las personas anti-diluvianas vivieron muchos años, por citar algunos casos:  

-      Adán llegó a los 930 años.

-      Matusalén cumplió los 969 años.

-      Noé vivió 950 años. 

 Muchos santos bíblicos cumplieron misiones importantes a una avanzada edad, así por ejemplo: 

-      Noé rondaba los 600 años de edad cuando por orden del Señor construyó el arca.

-      Abrahán era un hombre de unos 75 años cuando Dios le manda emigrar a la tierra del Canaán.

-      Jacob tenía 97 años cuando luchó con un ángel toda una noche para conseguir una bendición. Antes de morir, a la edad de 147 años, reunió las fuerzas necesarias para bendecir a sus doce hijos uno por uno.

-      José, hijo de Jacob tenía 110 años cuando dio el mandato a los israelitas que con su muerte se llevaran con ellos sus huesos. Ese pedido fue para el pueblo de Dios un motivo de esperanza durante los largos años de dura esclavitud que sufrieron tras su muerte, pues les garantizaba que un día vendría su liberación.

-      Moisés tenía 80 años cuando Yahvé le encomendó la misión de liberar a su pueblo de la esclavitud en Egipto.

-      La Biblia no dice qué edad tenía Samuel cuando murió, pero los sucesos que se relatan en el libro de Primero de Samuel abarca unos ciento dos años, y dicho profeta fue testigo de la mayor parte de ellos. 

-      Hacía el final de su vida longeva el rey David compuso la canción que hoy conocemos como el Salmo 37.

-      El profeta Daniel contaba con más de 90 años, cuando aún tenía la costumbre de escudriñar los Textos Sagrados.

-      La profetiza Ana tenía 84 años cuando servía en el templo de Jerusalén día y noche. Su devoción se vio recompensada al poder conocer al pequeño Jesús, cuando fue presentado por sus padres, según ordenaba la ley mosaica.

-      El apóstol Juan quizás ya con 90 o 100 años de edad, escribió el Evangelio y las tres Epístolas que llevan su nombre.

 

En las Sagradas Escrituras encontramos seis pactos: 

-      ADAN Y EVA: La descendencia humana y el cuidado del jardín del Edén.

-      NOE: No volverá haber otro diluvio universal.

-      ABRAHAM: El padre del pueblo hebreo y de todos los creyentes.

-      MOISES: La ley para el pueblo escogido.

-      DAVID: El linaje mesiánico.

-      JESUS: El nuevo pueblo de Dios.     

En el libro del Génesis se narra la existencia de una raza de gigantes pre-diluvianos  llamados los “nefilim” (derribadores), considerados “los poderosos que eran en la antigüedad, los hombres de fama” (6,4). Del mismo modo, muchas mitologías ancestrales contienen historias de gigantes, y de una catastrófica inundación. Por ejemplo, en la cultura azteca habla de un mundo pasado habitado por gigantes y de un gran diluvio. Las sagas escandinavas cuentan la historia de una raza de gigantes y de un sabio llamado Bergelmir, que logró sobrevivir con su mujer en un gran bote que había construido.  

El relato del diluvio universal era no solamente conocido por los judíos, sino también por otros pueblos antiguos como los chinos, japoneses, egipcios, sumerios, hindúes, los pigmeos africanos, los indígenas del Orinoco venezolano,  los de Norteamérica y los incas. 

Según el Génesis a partir de los tres hijos de Noé con sus esposas se volvió a poblar la tierra:  

Sem: Se instaló en Asia, y dio origen a la raza amarilla con las tribus de los asirios, caldeos, hebreos, sirios y algunos clanes árabes.

Cam: Se fue a África, y dio origen a la raza negra con los etíopes, egipcios, cananeos y algunos clanes africanos y árabes.

Jafet: Se trasladó a Europa, y dio origen a la raza blanca con los indoerupeos. 

En la mezquita llamada la “Cúpula de la Roca” o “mezquita de Omar” en Jerusalén, se observa en su interior una gran piedra en el suelo donde se asegura que Dios creó a Adán, y donde el patriarca Abraham iba a sacrificar a su hijo Isaac. 

En la cueva de Macpelá, cerca de la ciudad de Hebrón (Cisjordania), hay una mezquita donde está la tumba de los patriarcas Abraham, Isaac, Jacob en compañía de sus esposas Sara, Rebeca y Lea. 

Las tribus de Israel estaban formadas por los descendientes de los hijos de Jacob. Este patriarca, a quien se le conoció más tarde como Israel, tuvo doce hijos: Rubén, Simeón, Leví, Judá, Dan, Neftalí, Gad, Aser, Isacar, Zabulón, José y Benjamín. Cada tribu llevaba el nombre de uno de los hijos, con la excepción de José. En su caso, se formaron dos tribus con los nombres de sus dos hijos, Efraín y Manasés, a quienes se les consideró cabezas tribales de pleno derecho. Otro dato interesante, es que los hombres de la tribu de Leví se les excluyeron del servicio militar para que pudieran servir en el tabernáculo y posteriormente en el templo de Jerusalén. Además, a los levitas no se les ubicó en una zona específica de la Tierra Prometida; más bien, recibieron 48 ciudades distribuidas por todo el País. Por estas dos razones, la tribu de Leví casi nunca se menciona cuando se enumeran las tribus de Israel, y por eso suele hablarse de doce tribus y no de trece.   

En la región de Samaria se halla la tumba de José, que es venerada por las tres religiones monoteístas. En el lugar se encontraron importantes reliquias egipcias que datan de esta época bíblica. 

En la ciudad de Belén, se localiza el sepulcro de Raquel; la otra esposa de Jacob y madre del pueblo hebreo. 

El mar muerto es el escenario de lo que fue la destrucción bíblica de las corrompidas ciudades de Sodoma, Gomorra, Adama, Seboim y Segor. Es el lugar más caliente de la tierra y completamente estéril; los peces que bajan del río jordán mueren por el alto contenido de sal en sus aguas y porque no existe ningún tipo de planta acuática,  tampoco vuelan las aves sobre sus cielos; las arenas de sus alrededores se utiliza en la elaboración de cosméticos y mascarillas para la piel; además la gente que se baña en sus aguas flota y no  se hunden.  

Un equipo de arqueólogos descubrió en 1996 las ruinas de las ciudades de Sodoma y Gomorra al este del Mar Muerto, en El Lisan (Jordania). Se hallaron restos de edificios destruidos mil novecientos años antes de Cristo, y objetos de cerámica y de pedernal, paredes y tumbas. Los expertos han concluido de que las ciudades bíblicas fueron desoladas posiblemente por una tormenta de meteoritos ocasionada por el cometa Little Bull, que coincide con la desaparición de 40 ciudades ubicadas en Egipto, Mesopotamia y el valle del Indo entre el 2200 al 2000 a.C. Las tormentas procedentes del espacio pueden durar más de 200 años y las bolas de fuego que caen del firmamento llegan a explosionar contra la tierra con la fuerza de varias bombas atómicas. Del mismo modo, en el año 2008, un equipo de científicos de la Universidad de Bristol (Inglaterra), cree que estas ciudades bíblicas fueron borradas de la faz de la tierra por un asteroide. El hecho parece coincidir con una antigua tablilla sumeria de arcilla, donde está escrito el testimonio de una persona que fue testigo del acontecimiento. 

Próximo al monte Sdom hay un montículo de sólida sal de roca con una vaga silueta humana denominada “la mujer de Lot”.  

Dentro del monasterio ortodoxo griego de Santa Catalina a los pies del monte de Moisés, se conserva el arbusto de la famosa “Zarza Ardiente”; desde donde Yahvé le ordena al caudillo judío sacar a su pueblo de la esclavitud en Egipto. 

A la celebración de la Pascua en que los judíos comían pan sin levadura se le añadió más tarde el vino, probablemente después de su regreso del destierro de Babilonia.  

En el fondo del lecho acuático del Mar Rojo o Mar de los Juncos, lo cual corresponde a las marismas del Lago Timsah      que actualmente forma la parte del canal del Suez, al norte de los lagos Amargos, a una profundidad de 100 metros se han hallado restos de ruedas de carros egipcios, armaduras y esqueletos que corresponde a los ejércitos de la antigua Egipto faraónica. 

En el libro del Exodo se narra que El Señor entregó a Moisés las dos tablas de la ley escritas con su propio dedo. 

Los mandamientos de la ley de Dios eran doce, como los de los hebreos. La Iglesia Católica los resumió a diez según el criterio de San Agustín, para que la gente los memorizara más fácil, al igual que los dedos de las manos. 

Cuando Moisés bajó del monte Sinaí la tez de su rostro emitía rayos de luz a causa de haber hablado con Yahvé. Igualmente, cuando este caudillo salía del tabernáculo después de estar ante la presencia del Altísimo, se cubría la cara con un velo para que los israelitas no vieran su cara iluminada.  

En el año 2006, un grupo de investigadores encontraron una réplica en miniatura en oro, de 3.500 años de antigüedad, del “arca de la alianza”, que confirmaría la historia bíblica del Exodo.

 En el Israel bíblico la santidad es exclusiva de: 

-      El cielo como morada eterna de Yahvéh.

-      El sumo sacerdote quien llevaba en el turbante una placa de oro con la inscripción “La santidad pertenece al Señor”.

-      Los sacerdotes del templo.

-      Los nazarenos durante el tiempo de su voto de castidad.

-      La zarza ardiente por medio de la cual Dios se revela a Moisés.

-      La tierra del Canaán, porque allí habita el Señor en medio de su pueblo.

-      La ciudad de Jerusalén.

-      El monte Sión.

-      El templo de Jerusalén.

-      El pórtico del templo.

-      El tabernáculo de la reunión.

-      El lugar santo.

-      El santísimo o sancta sanctorum. 

La ley mosaica incluye 365 prohibiciones y 278 preceptos positivos. 

Son considerados como pecados graves en el pueblo hebreo, los siguientes: 

A.   De carácter religioso: 

-      La idolatría y la inducción a ella.

-      La magia, la adivinación y la blasfemia.

-      La trasgresión del precepto del sábado y de la circuncisión.

-      La inobservancia de la fiesta de la Pascua. 

B.   En el terreno social: 

-      El asesinato.

-      La desobediencia contra los padres.

-      Rapto de hombres.

-      El adulterio. 

c. Los que claman justicia divina: 

-      El homicidio.

-      La sodomía.

-      La opresión a los pobres, viudas y huérfanos.

-      La retención del salario debido a los trabajadores. 

El Antiguo Testamento muestra que a veces, hasta varones que servían a Dios fielmente vacilaron en aceptar misiones difíciles que El les confió: 

a.   Moisés objetó que no tenía la fluidez necesaria para hablar ante el faraón.

b.   Jeremías dijo que no era más que “un muchacho”, para encargarse de la tarea que el Señor le había encomendado.

c.   Jonás incluso huyó de su asignación.   

En la antigüedad y hoy en día los llamados “judíos ortodoxos”, tienen la costumbre de llevar los mandamientos en un cofre negro llamado tefilín, atado con una cinta en la frente y otro en el brazo derecho. 

Los masoretas eran tan escrupulosos en su trabajo de copiar los textos de las Escrituras Hebreas, que llegaban hasta el punto de contar las letras para evitar errores. Además tenían que usar como texto maestro una copia debidamente autenticada, y no se les permitía escribir nada de memoria.  

En el antiguo Israel hubo ocasión en que Yahvéh se valió de las suertes para dar a conocer su voluntad. La suerte eran unos guijarros o tablillas de madera o piedra. En primer lugar se hacía una oración al Altísimo para pedirle que interviniera en el asunto que se iba a tratar. Después se echaba las suertes dentro del pliegue de una prenda de vestir y se extraía una. Lo que salía reflejaba la decisión de Dios al respecto. 

En el museo de El Cairo (Egipto), Hay una estela de granito que conmemora las victorias del faraón Merneptah (siglo XIII a.C.). Según los entendidos, este monumento contiene la primera referencia extra-bíblica del “pueblo de Israel”. 

En el libro de los Jueces se narra que Sansón con su fuerza, desgarró en dos a un león y derribó con una quijada de asno a mil hombres.  

En el segundo libro de los Reyes (19,34-35) se cuenta que en una sola noche, el Ángel del Señor, dio muerte a 185000 soldados asirios, que amenazaban con tomarse la ciudad de Jerusalén. 

En septiembre de 1993 salió a la luz la primera prueba extra-bíblica sobre la existencia del rey David, con un fragmento de un derruido monumento hallado en la localidad norteña de Tel Dan (Israel). Se puede leer en arameo las palabras “Rey David” y “Casa de David”. El idioma y el estilo del texto apuntan al siglo IX a. de C., en tiempos de Asa, rey de Judá y tataranieto de David. El hallazgo permitió además verificar la autenticidad de la Estela de Mesá (llamada también la Piedra Moabita), descubierta en 1868, que hace referencia a la “Casa de David”. Ambas pertenecen al mismo período de tiempo, son del mismo material, tienen un tamaño y forma similares, y su escritura semítica es casi idéntica. 

En Jerusalén hay una sinagoga donde está la llamada “tumba del rey David”. 

La gruta de Jerusalén es el lugar donde el profeta Jeremías escribió sus lamentaciones, y en la que se cree fue enterrado. 

En el libro de Daniel se dice que fue un ángel quien les cerró la boca a los leones, para que no lo devoraran cuando estuvo en el foso. 

En el libro de Jonás se habla de un gran pez que se tragó al profeta, pero no se especifica que fuera una ballena. 

En la tradición judía, las concepciones milagrosas tienen profundas raíces: la anciana Sara que engendra a Isaac; la esposa estéril de Manoah, madre de Sansón; Ana la estéril que da a luz a Samuel; Isabel, de edad avanzada que engendra a Juan Bautista, justo antes de que María concibiera virginalmente a Jesús. 

En el convento católico de Nuestra Señora del Monte Carmelo, debajo del altar mayor se ve una gruta donde según la tradición era el lugar donde se refugiaba el profeta Elías. Una imagen recuerda al celoso defensor de la religión de Yahvé.  

Las principales figuras del Redentor en el Antiguo Testamento son: 

-      El justo Abel.

-      El sumo sacerdote Melquisedech.

-      El sacrificio de Isaac.

-      José vendido por sus hermanos.

-      El profeta Jonás.

-      El cordero pascual.

-      La serpiente de bronce levantada por Moisés en el desierto.

-      El maná caído del cielo. 

Los sacerdotes que oficiaban en el tabernáculo tenían que lavarse ellos y sus prendas a menudo. Mas tarde, el rey Salomón construyó en el templo un enorme recipiente de cobre –llamado “mar fundido”- que normalmente contenía unos 44.000 litros de agua, cantidad suficiente para cumplir con lo que exigía la ley de Dios al respecto. 

En el siglo primero de nuestra era, el templo de la Ciudad Santa contaba con varios atrios, o patios, de acceso restringido. Cualquier persona podía entrar en el atrio de los gentiles, pero solo los hebreos y los prosélitos podían entrar a los demás patios, que estaban detrás de una elegante balaustrada de piedra llamada Soreg, de 1,3 metros de altura, aproximadamente. Según el historiador judío Flavio Josefo (s. I), dicha barrera tenía grabadas varias inscripciones en griego y en latín que advertía a los gentiles que no se atrevieran a poner un pie en el recinto sagrado. Una de esas inscripciones en griego, que todavía se conserva en su totalidad, dice así: “A ningún extranjero se le permite estar dentro de la balaustrada y del terraplén en torno del santuario. Aquel a quien se encuentre será personalmente responsable de su propia muerte”.      

El muro de los lamentos en Jerusalén donde los judíos hacen oración, es lo único que queda del magnifico templo construido por el rey Herodes el Grande. 

En Mayo del 2007, la Universidad Hebrea de Jerusalén anunció que ha sido descubierta la tumba del rey Herodes el Grande. El hallazgo se produjo en la zona arqueológica conocida como “Herodium”, próxima a la Ciudad Santa, en pleno desierto de Judea. 

A los cuatro evangelistas se les pintan o representan con la imagen de los cuatro seres vivientes del profeta Ezequiel y el Apocalipsis de San Juan: Un Hombre (La inteligencia), Un León (El valor), Un Buey (La fuerza y la mansedumbre) y un Águila (La velocidad y la altura). 

El relato del nacimiento de un “Hombre Salvador” se encuentra también presente en las tradiciones ancestrales de los chinos, hindúes, persas, griegos y romanos. 

De Belén descendía la familia de David, aquí también nació el padre de San José, y según una profecía de Miqueas, tenía que nacer el Hijo de Dios. 

La estrella de Belén que siguieron los magos al encuentro con el pequeño Mesías, pudo ser la conjunción de los planetas Marte, Júpiter y Saturno o una súper Nova (estrella de gran luminosidad). 

Los evangelios no mencionan el día ni el mes del nacimiento de Jesús. La fiesta del 25 de diciembre fue impuesta posteriormente en el siglo IV, por el emperador Constantino. 

El evangelio de San Lucas no hace referencia a un buey y un asno en el pesebre donde nació el Redentor. Sin embargo, el buey es símbolo de paciencia y trabajo. Como el cordero y el mismo Jesús es también una víctima, pues el pueblo judío acostumbraba a dar como ofrenda, el sacrificio de un pequeño buey. El asno es símbolo de la humildad, tal como el profeta había anunciado: “mira que viene tu rey lleno de mansedumbre, sentado en un asno”. Igualmente, el buey y el asno son mencionados en (Isaías 1,3). 

Cerca de Belén está la llamada la “Gruta de los Pastores”, caverna que fuera originalmente cisterna, pero convertida en capilla. La tradición relaciona a este campo con el sitio donde se encontraban los pastores la noche en que nació Cristo. 

José el padre adoptivo del Señor, no fue un hombre anciano como lo describieron los santos padres de la iglesia; al contrario, debió de ser un varón de unos 30 a 35 años de edad, para que protegiera a María y al pequeño Niño. 

En Belén se encuentra conectada a la basílica de la Natividad la iglesia franciscana de Santa Catalina de Alejandría, donde se celebra la misa de gallo. Este era en la antigüedad una caverna donde San Jerónimo tradujo la Biblia al latín (La Vulgata).  

Los años ocultos de Jesús transcurrieron  normalmente en Nazaret al lado de sus padres, y no con los monjes tibetanos o en las escuelas de esoterismo y ocultismo en Egipto; como lo quieren hacer ver algunos escritores. 

En la aldea musulmana de El Bire, la tradición la señala como el sitio “a un día de camino desde Jerusalén”, en la que José y María se dieron cuenta que el joven Jesús no viajaba con ellos.  

En la llamada “mezquita blanca” ocupa el lugar de la sinagoga en Nazaret en tiempo de Jesús. 

En las montañas de Jericó se localiza el monasterio ortodoxo griego de la Tentación, donde el Ungido de Dios pasó cuarenta días en ayuno y preparación espiritual.  

En Caná de Galilea hay una iglesia cristiana de varias confesiones, donde hay una enorme tinaja, que se supone fue utilizada por el Mesías para realizar el milagro del agua en vino. 

La iglesia católica del monte de las Bienaventuranzas, se erige en Galilea. 

En el monte de los Olivos se encuentra la capilla de los padres carmelitas del “Pater Nostre”, donde el Hijo de Dios enseñó a sus discípulos esta bella oración, que se encuentra escrita en sus paredes en 35 idiomas. 

 En la localidad de Tabgha, donde la tradición sitúa la multiplicación de los panes y los peces, está un hospicio de los monjes benedictinos. En las cercanías, junto a la costa del mar de Galilea, se halla la iglesia de San Pedro, fue edificada por los franciscanos para marcar el sitio donde Jesús se presentó a los discípulos luego de resucitar. 

En Samaria se conserva dentro de una capilla de los ortodoxos griegos, el pozo de la samaritana, a la que Jesús pidió de beber agua. 

En los evangelios se nombra a dos mujeres que podrían ser la misma: María de Betania (hermana de Lázaro), y María de Magdala (lugar próximo al balneario romano de Tibenas), al parecer era una prostituta que vendía su cuerpo a los soldados romanos. Siendo la misma mujer pecadora a la que Jesús le expulsó siete demonios.  

Los Evangelios no relatan que la transfiguración de Cristo haya ocurrido en el monte Tabor, puede ser que ocurriera en una de las estribaciones del monte Hermón; San Pedro testigo ocular de este hecho lo llamó solamente como “el monte santo”. Sin embargo,  en el  Tabor se encuentra la basílica de la transfiguración perteneciente a los franciscanos. 

En Betania se conserva “El sepulcro de Lázaro”, que es una gruta clavada en la roca. 

Los cuatro evangelios describen unos treinta y cinco milagros efectuados por Jesús. 

El Cenáculo o habitación alta donde se celebró la Ultima Cena y el Pentecostés; esta ahora ocupada por una Yeshiva (escuela religiosa judía). Hasta 1948 era utilizada por los musulmanes. Entre 1335 a 1551, fue un convento franciscano del Monte Sión, y sede originaria del Custodio de esta orden religiosa en Tierra Santa.  

En el monte del Getsemaní, se levanta la basílica de la agonía de Cristo, compartida por la orden franciscana, armenios y ortodoxos rusos. Todavía se puede apreciar árboles de olivo de la época del Mesías. 

En la Jerusalén occidental se halla en un valle el monasterio griego de la Cruz, fundado en el siglo IV. Su iglesia bizantina ocupa, según la leyenda el lugar donde creció el árbol de cuya madera se forjó la cruz de Cristo.   

El apóstol Tomás recibía el título de “gemelo”, al parecer por su gran parecido físico con Jesús. Pudo haber sido esta la razón por la que Judas el “traidor” tuvo que identificar a  Cristo con un beso.  

San Marcos describe en su evangelio a un joven que podría ser el mismo, y que seguía de cerca al Maestro cuando fue hecho prisionero, cubriendo su cuerpo con una sábana, pero al ser capturado huyó desnudo.

En la Ciudad Santa está la piscina de Betesda y la iglesia de Santa Ana. Las mellizas piletas de Betesda donde los inválidos fueron curados por el Señor, se encontraron cerca de la iglesia que ocupaba el hogar de  Joaquín y Ana, padres de la Virgen, de acuerdo a una tradición del siglo IV. Un tramo de escaleras de la iglesia desciende hacia la cripta, cavada en la roca, donde nació y vivió María.    

Muchos turistas han visitado cierto lugar de Jerusalén conocido como el “estanque de Siloam” en donde Jesús curó a un ciego aplicándole barro en los ojos, y después lo mandó a lavar a dicho lugar. Inicialmente se pensaba que estaba ubicado al final de túnel de Ezequías, excavada en el siglo IV d.C., cuando fue construido por los cristianos bizantinos. Sin embargo, en el año 2004 unos arqueólogos hallaron el verdadero situado a unos 100 metros al sureste del emplazamiento original, y fue hallado mientras se reparaba una tubería de alcantarillado. Hasta el momento se ha desenterrado un lateral del estanque y dos esquinas, varias monedas que datan de los años segundo, tercero y cuarto de la revuelta judía contra Roma. Dicho suceso tuvo lugar entre los años 66 y 70 de nuestra era. El estanque se utilizó hasta la destrucción de la Ciudad Santa en el año 70, y luego fue abandonado.   

La colina del mal consejo es el lugar donde, de acuerdo a la tradición, Caifás poseía una casa de campo. En las faldas de este monte se encuentra un cementerio denominado Aceldama, o “campo de sangre”; que fue donde Judas se ahorcó y fue sepultado. 

La iglesia de San Pedro en Gallicantu (el gallo que canta), pertenece a la orden católica de los Asuncionistas, y se eleva sobre el antiguo palacio en que Jesús fue juzgado por Caifás y el sanedrín. 

En la ciudad costera de Cesarea, se conserva una inscripción de piedra con el nombre del procurador romano Poncio Pilatos.  

En el Vía Crucis el encuentro del Mesías con su Madre, con la Verónica que le limpio el rostro, al igual que sus tres caídas; corresponde a las tradiciones antiguas y no a los escritos de los evangelios.  

En el monte Calvario o Gólgota (la calavera), Jesús esta clavado en la cruz desde las nueve de la mañana hasta las tres de la tarde, que es cuando muere por asfixia.  

En este sitio el emperador Constantino mandó a edificar dos magníficas basílicas: la del lugar en que fueron halladas las tres cruces y la de la resurrección, sobre el sepulcro del Salvador.  

Según algunas tradiciones antiguas  se creé que debajo de la cruz del Mesías se encontraba la tumba de Adán; mientras que la de Eva está localizada a las afueras de Bagdad (Irak). 

El nombre de los dos ladrones Dimas y Gestas que acompañaron a Cristo en la crucifixión, corresponden también a la Tradición y no a la Biblia.  

En Emaús se halla la basílica franciscana de La Fracción del Pan, que ocupa el lugar de la casa de Cleofás y Simón (padre e hijo),  discípulos del Resucitado. 

En el monte de los Olivos se observa la torre de la Ascensión del Señor, de la iglesia rusa ortodoxa. La propiedad pertenece a los musulmanes. 

En la puerta de los leones o de San Esteban, la tradición asegura que fue aquí donde el primer mártir del cristianismo fue apedreado. 

Dentro de la ciudad vieja de Jerusalén está la iglesia y el monasterio armenio de San Jacobo (Santiago), en su interior se conserva el tradicional trono episcopal de este apóstol hijo de Zebedeo. También es posible apreciar la celda donde fue decapitado por orden del rey Herodes, y tres piedras traídas de los montes Sinaí, Tabor y del Jordán, por el lugar donde los hebreos lo cruzaron. El lugar es la residencia del patriarca de esta comunidad cristiana.   

Algunas representaciones artísticas de la conversión de Saulo camino a Damasco, lo muestran tumbado de un caballo. Aunque es una posibilidad, la Biblia simplemente dice que él “cayó al suelo”.  

El emperador Adriano en el siglo II hizo colocar dos grandes estatuas de Júpiter y Venus en el Calvario y el Santo Sepulcro, que duraron hasta la llegada de Santa Helena. 

El número de la “Bestia” (666), mencionado en el libro de la revelación, identifica  el nombre en clave del emperador romano Nerón César. 

Los siguientes acontecimientos bíblicos no tienen referencia en la Palabra de Dios: 

d.   “Y vino (Jesús) y habitó en la ciudad que se llama Nazaret, para que se cumpliese lo que fue dicho por los profetas, que habría de ser llamado nazareno” (Mateo 2,23).

e.   “Esto dijo (Jesús), dando a entender con qué muerte había de glorificar a Dios (Pedro)” (Juan 21,19).

f.    “En todo os he enseñado (dice Pablo) que, trabajando así, se debe ayudar a los necesitados, y recordar las palabras del Señor Jesús, que dijo: Más bienaventurados es dar que recibir” (Hechos 20,35).

g.   Jesús resucitado se le apareció en primer lugar “a Cefas (Pedro)…Después apareció a Santiago” (1 Corintios 15,5.7).

h.   “Pero cuando el arcángel Miguel contendía con el diablo, disputando con él por el cuerpo de Moisés, no se atrevió a proferir juicio de maldición contra él, sino que dijo: El Señor te reprenda” (Judas 9).  

Frases tales como: “Ayúdate que yo (Dios) te ayudaré” o “Entre mil y mil el fin del mundo”, no aparecen en las Santas Escrituras. 

En la isla griega de Patmos, cerca de la costa de Asia Menor, se localiza un monasterio de monjes griegos ortodoxos edificado a finales del siglo IX; Aquí en la pequeña capilla de Santa Ana, está la gruta donde según la tradición Juan recibió las visiones del Apocalipsis.  

En noviembre del 2005, cuando las autoridades israelíes quisieron ampliar la prisión de Mejido, los presos encontraron en el piso dos mosaicos con inscripciones en griego de una iglesia del siglo III, el primer centro de culto cristiano desenterrado en Tierra Santa. Los arqueólogos piensan que pudo tratarse de una edificación romana convertida en iglesia en una fecha posterior. La opinión tradicional es que los sitios de culto no empezaron a aparecer en la región hasta después del edicto de Milán, por parte del emperador Constantino en el año 313. Mejido, también conocida como Armagedón, es el lugar donde el Apocalipsis dice que se librará la máxima batalla entre el bien y el mal. En la antigüedad, fue escenario de muchas batallas importantes y un cruce de caminos para los viajeros.    

LA BIBLIA EN LA HISTORIA UNIVERSAL 

AUTOR: GUIDO ROJAS. LICENCIADO EN CIENCIAS RELIGIOSAS. 

Ningún otro libro religioso en la historia de la humanidad, es tan antiguo y completo como las Sagradas Escrituras, así por ejemplo: 

Hinduismo: Texto sagrado Vedas (la Sabiduría), colección de himnos, siglo X a.C.

Budismo: Texto sagrado Mantras (Herramienta para la meditación), 2500 años atrás.

Confusionismo: Colección de Clásicos, siglo V al III a.C.

Taoísmo: Dos libros importantes escritos entre los siglos IV al III a.C.

Sintoísmo: Escritos sagrados compuestos hace 1200 años.  

Islamismo: Libro sagrado El Corán (Recitación), elaborado por Mahoma entre los años 610 al 632 d.C. 

A finales del siglo XIX, se descubrió el manuscrito hebreo más antiguo y relacionado con el Antiguo Testamento, el denominado códice Petropolitanus, del año 916 a.C. 

Los libros apócrifos son textos escritos posteriormente a los libros bíblicos, tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento, y que tienen temas relacionados con la historia sagrada; pero su procedencia es de dudosa aceptación. 

El papiro P-45, que se exhibe en la biblioteca Chester, ubicada en Dublín (Irlanda); probablemente data de antes de finales del siglo I D. C.; Contiene la mayor parte de los cuatro Evangelios y gran parte del libro de los Hechos de los Apóstoles en un solo volumen. 

Al papa Benedicto XVI le regalaron en el año 2007 los papiros Bodmer 14 y 15 (P-75), datados entre el 175 y 225 d.C. El papiro contiene cerca de la mitad de los Evangelios de Lucas y Juan, fue escrito en Egipto y quizá utilizado como libro litúrgico, estaba destinado a una pequeña comunidad parroquial de lengua griega que leían el Evangelio durante la celebración eucarística. Para los primeros cristianos los evangelios eran leídos como una sola unidad. Entre otras cosas, en estos papiros contienen un total de 144 páginas y constituye el manuscrito más antiguo con la oración del Padre Nuestro, y la unión de dos textos de los Evangelios. Se conserva hoy en día en la Biblioteca Apostólica Vaticana.  

La llamada “Carta de San Bernabé”, de autor desconocido, escrita en Alejandría a fines del siglo I, cita claramente al evangelio de San Mateo y San Marcos. Alude también a san Lucas y presenta palabras e ideas del de San Juan. 

La “Doctrina de los Doce Apóstoles”, el catecismo más antiguo que se conoce (del siglo I), escrito probablemente en Siria, tiene referencias de los cuatro evangelios. 

San Ignacio de Antioquia quien murió mártir en el Circo Máximo de Roma hacia el 117. Dejó siete cartas a diversas iglesias de Asia Menor inspiradas en los evangelios de Mateo y Lucas. 

El evangelio de San Juan llegó a Egipto en el año 125, y a partir del 175, ya circulaban copias por Cartago, Esmirna y Lyon.  

En el año 130 d.C.; San Papías (discípulo del apóstol Juan), escribió la obra Explicaciones de los dichos del Señor, considerada como la primera exégesis (explicación bíblica) de los Evangelios.   

El nombre más antiguo con que se llamó a los Evangelios fue el de “Memorias de los Apóstoles”. Así lo describía San Justino Mártir en la segunda mitad del siglo II. 

Entre los años 150 al 170, Taciano, discípulo de San Justino Mártir; compuso su obra “El Diatessarom”, un relato de la vida de N. S. Jesucristo compuesto a partir de los cuatro evangelios. 

Hacía el año 170, se realizó el primer catálogo de los libros del Nuevo Testamento; llamado el canon (o lista) de Moratori. Este contenía los cuatro Evangelios y las 13 cartas de San Pablo. 

Los llamados Padres Apostólicos y los Padres de la Iglesia (siglos II al VII), como fueron: Orígenes, Tertuliano, San Gregorio Taumaturgo, San Cirilo de Alejandría, San Juan Crisóstomo, San Ambrosio de Milán, San Isidoro de Sevilla entre muchos otros; todos ellos hicieron comentarios exegéticos y teológicos de los libros Veterotestamentarios y neotestamentarios. 

La lectura orante de la Biblia se remonta a los primeros cristianos. El primero en utilizar la expresión “Lectio Dinina” (Lectura Divina), fue Orígenes (185-254), teólogo, quien afirmaba que para leer Las Santas Escrituras con provecho, es necesario hacerlo con atención, constancia y oración. 

El mismo apologista Orígenes aseguraba que los cristianos del siglo III, usaban la versión de los libros del Antiguo Testamento llamada de Los Setenta, aunque algunos judíos no lo aceptaban. 

La obra Sobre Daniel de Hipólito de Roma, es el comentario cristiano más antiguo sobre un escrito veterotestamentario. Fue redactado entre los años 200 al 204. 

San Cipriano escribió su libro Testimonia, que data del 248/49, y es una colección de textos bíblicos donde hace una lectura cristológica del Antiguo Testamento, y cita algunos dichos de Jesús de los Evangelios. 

Para finales del siglo III, entre los cristianos circulaban Evangelios de bolsillo escritos en pergamino. 

En el amanecer del día 23 de febrero del 303, el emperador romano Diocleciano observó como sus soldados derribaban las puertas de una iglesia y quemaban las copias de las Escrituras. Convencido de que podía eliminar el cristianismo destruyendo sus libros sagrados, decretó al día siguiente la quema pública de Biblias por todo el imperio. No obstante, algunas se salvaron, y de estas se hicieron reproducciones.   

En Antioquia el sacerdote Luciano (+312), hizo una revisión crítica del Antiguo Testamento de la versión de los “Setenta”. 

San Atanasio en el año 367 da la lista definitiva de los 27 libros del Nuevo Testamento. 

La totalidad de los libros aceptados como de inspiración divina, se reconocieron en los concilios de Hipona (393), y el de Cartago (397). 

En la actualidad no existe ningún manuscrito original de los textos bíblicos, pero si se conservan más de 3000 códices en pergaminos que contienen copias de los mismos libros; entre los más importantes tenemos: 

El Códice Vaticano del siglo IV, y se guarda en la biblioteca del Vaticano.

El Códice Sinaítico de la segunda mitad siglo IV, original del monasterio ortodoxo de Santa Catalina en el monte Sinaí. Se conservan 43 folios en Lepzing (Alemania), 347 en la Biblioteca Británica de Londres y fragmentos de otros tres folios en San Petersburgo (Rusia).

El Códice Alejandrino de principios del siglo V, en la Biblioteca de Londres.

El Códice de Efrén también del siglo V, y se exhibe en la Biblioteca de París. 

En el museo del “Templo de Libro” en Jerusalén, se conservan gran parte de los rollos de la comunidad esenia del Mar Muerto. 

Los cristianos de la Iglesia Primitiva tenían la antigua costumbre de colgar del cuello una tablilla con un escrito de los evangelios. 

En el siglo IV el obispo Ulfilas, tradujo la Biblia en lengua gótica. 

Eusebio de Cesarea, historiador de la Iglesia en el siglo IV, crea las tablas marginales, o cánones eusebianos, que son un conjunto de tablas o sistema de referencia cruzadas que indican qué pasajes de cada Evangelio son comunes a otros Evangelios.   

Al parecer circulaban Biblias completas en griego desde el siglo IV o V. 

La Vulgata (que significa “divulgada” “popular” o “común”) fue la primera versión autorizada de la Biblia de los textos originales del hebreo, arameo y griego al latín; fue hecha por San Jerónimo a petición del papa San Dámaso, en la misma cueva de Belén donde nació el Salvador del mundo. Esta se terminó alrededor del año 405. 

El abad Flavio Aurelio Casiodoro (siglo V), comisionó a los copistas del monasterio de Vivarium (Calabria), la preparación de al menos tres ediciones distintas de la Biblia en latín. Una incluía el texto de la Latina Antigua, de finales del siglo II. La segunda, con la Vulgata latina, y la tercera, el Códice Mayor. Las dos últimas ediciones reunieron todos los libros de las Sagradas escrituras en un solo volumen a las que se llamaron Pandectas. La única copia que queda es un enorme manuscrito llamado Códice Amaniatino. Es la Biblia latina completa en un solo tomo más antiguo que existe, y se conserva en la Biblioteca Laurenziana de Florencia (Italia). 

La obra “De Doctrina Christiana”, terminada en el año 426, por el obispo de Hipona, San Agustín; donde el estudio de las Sagradas Escrituras se constituye en el fundamento de una verdadera cultura cristiana. 

En este mismo siglo, se incorporaron los mosaicos con pasajes bíblicos en las iglesias, para educar a los feligreses. Siglos después, ocurrió lo mismo con los vitrales de las grandes catedrales  medievales.  

La triple regla monástica de los santos: Pacomio, Agustín, Basilio y Benito incluía la lectura de la Biblia, el trabajo manual y la liturgia. 

A partir del siglo VI, los monjes benedictinos en sus monasterios, empezaron a transcribir en pergaminos y libros los textos bíblicos. 

En el siglo VII, el papa San Gregorio Magno, escribió su libro “Consejos a los Sacerdotes”, donde hacía explicaciones a las parábolas de los evangelios. 

En el siglo VIII, el historiador católico inglés San Beda, tradujo al sajón las Sagradas Escrituras. 

En este mismo tiempo en la República de Irlanda aparece el Libro de Kells, famoso manuscrito que contiene los cuatro Evangelios en latín antiguo, y es una verdadera obra de arte por sus diseños, el manejo del color y la decoración; se gastaron en su elaboración 170 pieles de ternero. Se exhibe en la actualidad en la biblioteca de la universidad Trinity Collage.  

En el año 863, los santos hermanos Cirilo y Metodio en su viaje misionero a Moravia (República Checa), comenzaron a traducir la Biblia al eslavo antiguo. 

En  Zorno  en  el  año  900,  apareció  un  diccionario  bíblico francés; su objetivo era ayudar a los fieles laicos a entender la Biblia en latín. 

El famoso Códice de Leningrado, que data del año 1008, es la copia completa más antigua del mundo del Antiguo Testamento, se conserva en la biblioteca Nacional de Rusia. 

Alrededor del año 1150, el abad cartujo, Guido, apodado el Ángel; escribió en latín su obra “la Escala de los Claustros”, donde expuso los cuatro fundamentos de la vida monástica: La lectura de la Santa Biblia, la meditación, la oración y la contemplación. “Esa es la escalera por la cual los monjes suben desde la tierra hasta el cielo”, afirmaba.  

La Biblia en lengua española más antigua es la “Alfonsina”, compuesta por el rey Alfonso X el sabio (1221- 1284). 

En el siglo XIII se realizaron las primeras traducciones de libros bíblicos del latín al italiano. Ya en el siglo XIV, fue posible disponer de casi toda la Biblia en el lenguaje común de la gente. 

En esta misma época en Europa se hacen famosas las representaciones teatrales en las plazas públicas, de escenas sacadas de las Sagradas Escrituras. 

En La Edad Media en las puertas de las iglesias, se colgaba de una cadena una Biblia para ser leída por los feligreses. 

En el siglo XVI, Santo Tomás Moro afirmaba que antes de los tiempos del reformador Wiclef, existía en Inglaterra una versión de la Palabra de Dios que “era leída con devoción por la gente del común”. 

Antes de Martín Lutero con la reforma protestante, existían 56 ediciones de la Biblia en diferentes idiomas en todo el continente europeo. 

La primera Biblia impresa en la historia fue la Vulgata Latina, por el alemán Johannes Gutenberg en el año 1455. Este ejemplar conocido también como la Biblia de 42 líneas,  se encuentra hoy en la biblioteca de Moscú (Rusia). 

El primer tomo de las Santas Escrituras que se imprimió en italiano fue en Venecia en 1471, echa por el monje camandulense Nicoló Malerbi. Su traducción alcanzó una amplia distribución.  

En el año de 1537, el teólogo católico Johann Eck, antiguo adversario de Lutero, publica una Biblia en alemán por pedido del duque de Baviera.  

La propia Biblia traducida por el reformador alemán (1521-1534), fue declarada como “incompleta, trueca e infiel”, por los sínodos de su iglesia evangélica en Monster (1836), de Hamburgo (1839) y en de Groninga (1840). 

Cuando Lutero hizo su traducción, otro de los incitadores de la reforma en Suiza, el sacerdote secular Ulrico Zwinglio; declaró que el primero había alterado y corrompido la Palabra Divina, y él mismo publicó una versión suya.   

El francés, Juan Calvino, fundador de la iglesia calvinista; preparó otra traducción, pero un seguidor suyo de nombre Domovlin, confesó que Calvino “había cambiado el orden de la palabra de Dios; añadiendo cosas por su cuenta”.  

Ecolompadio y los doctores protestantes de Basilea (Suiza) confeccionaron su  elaboración de las Sagradas Escrituras, pero Teodoro Beza, discípulo y sucesor de Calvino, y jefe de los protestantes en Ginebra (Suiza); declaró que “dicha Biblia era impía en varios pasajes”; y para contra restar tal ofensa, elaboró su propia traducción, que también  fue  atacada por los doctores de Basilea.  

Los predicadores de Ginebra condenaron como falsas todas las publicaciones protestantes de los Libros Sagrados, y se pusieron a la tarea de hacer la verdadera; pero Jacobo I de Inglaterra, cabeza del Anglicanismo, expresó solemnemente en la asamblea religiosa de Hamptoncourt, que “la traducción de Ginebra era la más infiel y la Peor de todas”; y por eso, sacó su propia versión de la Palabra Divina. 

La versión de la Biblia protestante de mayor aceptación es la Casiodoro de Reina (1569), y revisada por Cipriano de Valera (1602). 

Ante toda esta “Torre de Babel”, la Iglesia Católica a través del concilio de Trento en 1545, decretó que los fieles laicos sólo utilizaran traducciones aprobadas por la sede apostólica, provistas de explicaciones y notas con referencia de los textos bíblicos. Este mismo mandato fue también confirmado por el  papa Benedicto XIV en 1757.  

La división de la Biblia en capítulos y versículos del Nuevo Testamento, fue elaborada por el teólogo Esteban Langton; arzobispo católico de Canterbury en el año 1214;  mientras que la del Antiguo Testamento, fue impuesta  por el fraile dominico Santos Pagnini, en el año 1517. Estas dos modalidades han sido aceptadas oficialmente por las demás iglesias cristianas.  

En el año 1517, el cardenal español Jiménez de Cisneros con la colaboración de griegos y judíos conversos, publicó en seis volúmenes la Biblia “Políglota Complutense”, con el texto en hebreo, arameo y griego acompañada de una versión interlinear de la Vulgata latina; además de un diccionario para el estudio de la escritura y la gramática de los tres idiomas originales.    

En el 1553, los judíos españoles residentes en Italia publicaron la Biblia traducida “palabra por palabra”, en dos ediciones, la una dedicada a los judíos y la otra a los católicos. Del lugar de su impresión lleva el nombre de Biblia de Génova. 

El rey Luis XIII (1610-1643) autorizó en Francia a Jacques Corbin a que tradujera la Biblia al francés para contrarrestar la obra de los protestantes. 

Un monje benedictino llamado Bernard de Montfaucon (1655-1741) puso el fundamento para el estudio sistemático de los manuscritos griegos del Nuevo Testamento. 

En 1678 aparece la Historia crítica del Viejo Testamento, de Richard Simon, sacerdote del Oratorio, pionero de la exégesis moderna. 

El religioso agustino alemán Leonardo Coffine, publicó en el año 1687 un libro que contenía la explicación de los evangelios dominicales. 

Durante los siglos XVIII al XIX, ciertos eruditos protestantes desarrollaron una nueva fórmula de estudiar la Biblia conocida como la “alta crítica” (o “el método histórico-crítico”). Sus exponentes enseñaban que gran parte de la Escritura Sagrada se componía de leyenda y mito. 

Antonio Martini, quien más tarde llegó a ser arzobispo de Florencia (Italia), se dispuso a traducir la Vulgata Latina. La primera parte se publicó en 1769, y toda la obra se completó en 1781. Esta edición fue digna de una mención especial por los biblistas católicos italianos. 

El padre Felipe Scío, escolapio, público la traducción de la Biblia al español hecha del latín (Valencia 1791- 1793). 

Don Félix Torres Amat, canónigo de Barcelona, dio a la luz otra nueva versión de la Vulgata latina, hoy muy difundida en Madrid (1823- 1825). 

En 1830, José Smit, escribió el “libro del mormón”, que había recibido supuestamente por inspiración divina por el ángel Morón En El monte de la ciudad de Palmyra, cerca de Nueva York. Este texto fue agregado a la Sagrada Biblia por esta secta cristiana.   

En el año 1892 el papa León XIII creó la escuela bíblica de Jerusalén, bajo la dirección de la orden de los dominicos; quienes se encargan de las excavaciones arqueológicas en Tierra Santa. 

En 1897, el mismo papa reafirmó que quedaban “prohibidas todas las versiones de Los Libros Bíblicos elaboradas por escritores no católicos en cualquier lengua vulgar, en particular las editadas por Las Sociedad Bíblicas”, ente protestante. 

La versión de Augustin Crampon, publicada originalmente en siete volúmenes (1894-1904), y luego en uno solo (1904), fue la primera versión católica en francés de las Sagradas Escrituras con base en los textos originales, que incluían múltiples notas eruditas. 

En el año 1907, el papa San Pío X dio origen al  instituto  pontificio bíblico, a cargo de los jesuitas. 

En 1943, el Sumo Pontífice Pío XII, a través de su encíclica “Divino Afflante Spiritu”,  dictó las reglas para traducir la Biblia a las lenguas vernáculas. 

En todo el siglo XX, salieron diferentes ediciones católicas de las Sagradas Escrituras; como la de los dominicos Eloíno Nácar (A.T.), y Alberto Colugna (N.T.), y la de La Biblioteca de Autores Cristianos (BAC), ambas de 1944. La Bover-Cantera, prestigiosa por su rigor crítico de 1947. La vasca del Padre Olaide (Bilbao, 1958). La Biblia de Ediciones Paulinas (1961, revisada en 1988), se distingue por su calidad literaria. La Biblia de Jerusalén (1966), publicada primero en francés  y luego sirvió de base para traducirla a otros idiomas. Una verdadera Biblia de estudio es la los monjes benedictinos de Montserrat (Andorra 1969-1970), provista de glosas técnicas y eruditas. La Biblia de América, editada por la Casa Bíblica Católica en 1986. La Biblia Latinoamericana (edición de 1989). La Biblia Didáctica (1995). 

En 1963, fue fundada la Fraternidad Misionera Verbum Dei, por el sacerdote Jaime Bonet en Mallorca (España). Su compromiso es la oración y la predicación de la Palabra de Dios en 36 países, entre hombres y mujeres consagrados, y matrimonios. 

El 18 de noviembre de 1965, se promulgó la constitución dogmática del Concilio Vaticano II (1962-1965), sobre la Revelación Divina “Dei Verbum”. Con este documento la Iglesia Católica dio apoyo a “las traducciones exactas y adaptadas en diversas lenguas, sobre todo partiendo de los textos originales”. Un poco antes, en 1958, el Pontificio Instituto Bíblico había publicado la Santa Biblia en varios idiomas, incluyendo el español. 

La Federación Bíblica Católica, es una organización internacional creada  por el Papa Pablo VI, después del Concilio Vaticano II. Cuenta con 300 instituciones afiliadas en 127 países, y tiene por objetivo promover la pastoral bíblica católica a nivel mundial. 

La teóloga  católica alemana Eleonore Beck, es la autora de la célebre Biblia del Niño “Dios Habla a sus Hijos”. Sus ejemplares superan los 40 millones en 141 lenguas, distribuidas en 115 países. La primera de estas Biblias en lengua española es del año 1979. 

Según cifras publicadas por Las Sociedades Bíblicas Unidas, las Sagradas Escrituras están disponibles completa o en partes en más de 2400 idiomas, frente a las 6500 lenguas que se hablan en el planeta.    

Actualmente, más del 90% de la humanidad tiene acceso a como mínimo, una porción de la Biblia en su idioma nativo.  

Cada año se vende en todo el mundo más de 14 millones de Biblias, y más de 25 millones del Nuevo Testamento. 

Se calcula que hasta el momento se han distribuido unos cinco mil millones de ejemplares. 

Es la colección de Libros que más ha influido en la historia de la humanidad, de Ella se han hecho obras artísticas, literarias y musicales.  

Una reciente encuesta realizada en Estados Unidos, ha demostrado que el 12% de las personas leen la Biblia cada día, 16% de quienes se declaran cristianos afirman leerla todos los días. Solo 2 de cada 10 personas fueron capaces de indicar quién pronunció el Sermón del Monte, y ninguno de los encuestados logró citar más de tres o cuatro de los Diez Mandamientos. Los jóvenes alemanes tampoco están ajenos a esta realidad, ya que solamente el 1% lee las Sagradas Escrituras con mucha frecuencia; el 2%, a menudo; el 19%, pocas veces, y cerca del 80%, nunca. Los porcentajes son similares en otras naciones. El periódico Lausitzer Rundschau publicó otra encuesta que mostraba cuántas personas estabas familiarizadas con los Diez Mandamientos y se guiaban por ellos. El 67% de los mayores de 60 años los conocían y cumplían, mientras que el porcentaje era solo del 28% en el caso de los menores de 30 años. 

En octubre de 2003, se realizó la Feria Internacional del Libro Cristiano, en Madras (India); allí se exhibió la Biblia más extensa del Mundo y el ejemplar más grande (siete kilos), impresa en Filadelfia (EEUU) en el año 1884.  

La abadía benedictina de Saint John’s Abbey en Minesota (EEUU), lanzó en mayo del 2004, una edición de siete volúmenes bíblicos realizados con técnicas medievales y con avances tecnológicos de última generación. 

Por primera vez, un equipo de investigadores de Palestina ha descubierto un versículo del Nuevo Testamento (Lucas 2,25); inscrito en la llamada tumba de Absalón. Lo sobresaliente del hallazgo es que la inscripción de textos bíblicos en lápidas no se hizo común sino hasta el año 1000 de nuestra era. 

Enero de 2005, el español Rafael García Ramos publicó el libro “Autobiografía de Jesucristo”, donde pone en orden cronológico los relatos de los cuatro evangelios. La obra cuenta con el visto bueno del cardenal de Sevilla, Bueno Monreal, y puede ser consultado en www.hijodedios.com 

Septiembre de 2005, el libro de los Salmos, atribuido al rey David, ha sido incorporado a los servicios que ofrece una empresa de teléfonos celulares en Israel. Se trata de un texto sagrado que los observantes judíos suelen llevar consigo.   

Julio de 2006, una investigación realizada en Italia, Francia y España por la Alianza Bíblica Universal, dio como resultado que la relación de los católicos de los textos sagrados se da sobretodo en la misa dominical, pero el conocimiento de la Biblia sigue siendo muy deficiente.  

Septiembre de 2006, en Boston (EEUU), salió al mercado los “muñecos santos”, que citan versículos de la Biblia para inculcar a los niños “un mensaje de amor y esperanza”. Los muñecos tienen las figuras de Jesús, Moisés y la reina Esther. 

Diciembre de 2007, un equipo de científicos israelíes anunció la creación de la Biblia más pequeña del mundo, condensado una versión hebrea del libro sagrado (Antiguo Testamento) en un chip de silicona recubierto de oro, más pequeño que la cabeza de un alfiler.    

Febrero de 2008, Benedicto XVI recibe la Biblia Latinoamericana de la Lectio Divina, con una breve motivación y una ficha de ejercicios para cada texto del Libro Sagrado.  

 

LA BIBLIA: EL LIBRO DE INTERPRETACION DIVINA

 

AUTOR: GUIDO ROJAS. LICENCIADO EN CIENCIAS RELIGIOSAS. 

INTRODUCCION: Siempre se ha dicho que la persona que lee la Biblia se vuelve loca. Ciertamente la lectura de este Libro Sagrado no es fácil. Ahora bien, los católicos debemos de estar seguros que la Palabra de Dios es verdadera (Juan 17,17); “permanece para siempre” (Isaías 40,8; Baruc 4,1; 1 Pedro 1,25); el leer sus páginas trae una bienaventuranza (Apocalipsis 1,3). Por esta razón, la Iglesia Católica recurre a dos ciencias llamadas “EXEGESIS” y “HERMENEUTICA”, para darle la correcta interpretación de cada texto.   

I. LA BIBLIA Y EL PUEBLO JUDIO 

El pueblo de Dios de la “Antigua Alianza”, recurría a la Torá para entender los designios de Yahvé, bajo la conducción de personas versadas en las Santas Escrituras, como sucedió con Moisés durante la travesía en el desierto del Sinaí, cuando “tomó el libro del pacto y se lo leyó al pueblo, y ellos dijeron: -Pondremos toda nuestra atención en hacer lo que el Señor ha ordenado. Entonces Moisés tomo la sangre y, rociándola sobre la gente, dijo: -Esta es la sangre que confirma el pacto que el Señor ha hecho con ustedes, sobre la base de todas estas palabras” (Éxodo 24,7-8). Posteriormente, cuando los israelitas habían regresado de la cautividad en Babilonia, el sacerdote Esdras y los levitas “leían en voz alta el libro de la ley de Dios, y lo traducían para que se entendiera claramente la lectura. Y como todo el pueblo lloraba al oír los términos de la ley, tanto el gobernador Nehemías como el maestro y sacerdote Esdras, y los levitas que explicaban la ley al pueblo, dijeron a todos que no se pusieran tristes ni lloraran, porque aquel día estaba dedicado al Señor, su Dios” (Nehemías 8,8-9).

 

II. JESUS: LA REVELACION COMPLETA  

Jesucristo es la “Palabra” de Dios que se hace carne (Juan 1,1; 1 Juan 1,1), quien tiene el poder de darle la auténtica interpretación de la verdad revelada. Ya en su vida pública fueron muchas las ocasiones en que tuvo la oportunidad de instruir a los hombres, así por ejemplo: 

-      “Había un fariseo llamado Nicodemo, que era un hombre importante entre los judíos. Este fue de noche a visitar a Jesús, y le dijo: -Maestro, sabemos que Dios te ha enviado a enseñarnos, porque nadie podría hacer los milagros que tú haces, si Dios no estuviera con él” (Juan 3,1-2). 

-      “Uno de los jefes (de los judíos) le preguntó a Jesús: Buen Maestro, ¿Qué debo hacer para alcanzar la vida eterna? Jesús le contestó: -¿Por qué me llamas bueno? Bueno solamente hay uno: Dios. Ya sabes los mandamientos: ‘No cometas adulterio, no mates, no robes, no digas mentiras en perjuicio de nadie, y honra a tu padre y a tu madre.’ El hombre le dijo: -Todo eso lo he cumplido desde joven. Al oír esto, Jesús le contestó: -Todavía te falta una cosa: vende todo lo que tienes y dáselo a los pobres. Así tendrás riqueza en el cielo. Luego ven y sígueme” (Lucas 18,18-22). 

-      Después de su resurrección, el Mesías le explica a los dos discípulos camino de Emaús “todos los pasajes de las Escrituras que hablaban de él, comenzando por los libros de Moisés y siguiendo por todos los libros de los profetas” (Lucas 24, 27). Cuando Cristo al partir el pan desaparece en medio de ellos, “se dijeron el uno al otro: -¿No es verdad que el corazón nos ardía en el pecho cuando nos venía hablando por el camino y nos explicaba las Escrituras?” (Lucas 24,32). 

-      Más adelante, hizo lo mismo con los apóstoles: “-Lo que me ha pasado es aquello que les anuncié cuando estaba todavía con ustedes: que había de cumplirse todo lo que está escrito de mí en la ley de Moisés, en los libros de los profetas y en los salmos. Entonces hizo que entendieran las Escrituras” (Lucas 24,44-45). 

Por otra parte, la gran mayoría del pueblo hebreo con sus jefes, debido a su ceguera espiritual, no quisieron seguir su doctrina; y es así como: 

-      “Jesús fue a Nazaret, el pueblo donde se había criado. En el día de reposo entró en la sinagoga, como era su costumbre, y se puso de pie para leer las Escrituras. Le dieron a leer el libro del profeta Isaías, y al abrirlo encontró el lugar donde estaba escrito: ‘El espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha consagrado para llevar la buena noticia a los pobres; me ha enviado a anunciar la libertad a los presos y dar vista a los ciegos; a poner en libertad a los oprimidos; a anunciar el año favorable del Señor’. Luego Jesús cerró el libro, lo dio al ayudante de la sinagoga y se sentó. Todos los que estaban allí seguía mirándole. El comenzó a hablar, diciendo: -Hoy mismo se ha cumplido esta Escritura delante de ustedes…Al oír esto, todos los que estaban en la sinagoga se enojaron mucho. Se levantaron y echaron del pueblo a Jesús, llevándolo a lo alto del monte sobre el cual el pueblo estaba construido, para arrojarle abajo desde allí. Pero Jesús pasó por en medio de ellos y se fue” (Lucas 4,16-21.28-30). 

-      Aunque el mismo Cristo reconocía que existían autoridades religiosas encargados de interpretar la ley mosaica (Mateo 23,2), también reprendió su tremenda obstinación: “Ustedes estudian las Escrituras con mucho cuidado, porque esperan encontrar en ellas la vida eterna; sin embargo, aunque son las Escrituras las que hablan de mí, ustedes no quieren venir a mí para tener esa vida” (Juan 5,39-40). 

-      En la sinagoga de Capernaum, el Ungido de Dios dejó ver en claro que el es el “verdadero pan que da vida”, “Al oír estas enseñanzas, muchos de los que seguían a Jesús dijeron: -Esto que dice es muy difícil de aceptar; ¿Quién puede hacerle caso?...Desde entonces, muchos de los que habían seguido a Jesús lo dejaron, y ya no andaban con él” (Juan 6,60.66).  

-      “El que es de Dios, escucha las palabras de Dios; pero ustedes no son de Dios, no quieren escuchar” (Juan 8,47).

 

III. LA BIBLIA EN LA IGLESIA APOSTOLICA 

Los apóstoles y discípulos fueron unos verdaderos conocedores de la Palabra de Dios, bajo la guía del Espíritu Santo, así lo narran varios pasajes del libro de los Hechos, conocido como el “Testamento de los Apóstoles”: 

-      En el discurso de Pedro en el templo en el llamado pórtico de Salomón, les proclama a los hebreos la salvación que viene por medio de Jesucristo, y les dice: “Moisés anunció a nuestros antepasados: ‘El señor su Dios hará que salga de entre ustedes un profeta como yo. Obedézcanlo en todo lo que les diga, porque todo aquel que no haga caso a este profeta, será eliminado del pueblo’. Y todos los profetas, desde Samuel en adelante, hablaron también de estos días”. (3,22-24).    

-      Por el camino que conduce de Jerusalén a Gaza, el diácono Felipe “se encontró con un hombre de Etiopía. Era un alto funcionario, tesorero de la reina de Etiopía, el cual había ido a Jerusalén a adorar a Dios. Iba de regreso a su país, sentado en su carro y leyendo el libro del profeta Isaías. El Espíritu le dijo a Felipe: ‘Ve y acércate a ese carro’. Cuando Felipe se acercó, oyó que el etíope leía el libro de Isaías; entonces le preguntó: -¿Entiende usted lo que está leyendo? El etíope le contestó: -¿Cómo lo voy a entender, si no hay quien me lo explique? Y le pidió a Felipe que subiera y se sentará junto a él…Entonces Felipe, tomando como punto de partida el lugar de la Escritura que el etíope leía, le anunció las buenas noticias acerca de Jesús” (8,27-31.35). 

-      En la sinagoga de Berea, los judíos “día tras día estudiaban las Escrituras para ver si era cierto lo que les decía (Pablo y Silas). De modo que muchos de ellos creyeron, y también creyeron muchos de los griegos, tanto mujeres distinguidas como hombres” (17,11-12).     

No obstante y al igual que  le pasó al Divino Maestro, no todos tenían la misma disposición para recibir la “Buena Nueva”, como por ejemplo: 

-      Apolos, un hebreo converso natural de Alejandría, era un “varón elocuente, poderoso en las Escrituras” (Hechos 18,24). En Acaya, “fue de gran provecho a los que por la gracia habían creído; porque con gran vehemencia refutaba públicamente a los judíos, demostrando con las Escrituras que Jesús era el Cristo” (27-28). 

-      Pablo, el apóstol de los gentiles, le exhortaba a sus paisanos: “Precisamente porque tenemos esta esperanza, hablamos con toda libertad. No hacemos como Moisés, que se tapaba la cara con un velo para que los israelitas no vieran que aquel resplandor se iba apagando. Pero ellos no entendieron así, y todavía ahora, cuando leen el antiguo pacto, ese mismo velo les impide entender, pues no les ha sido quitado, porque solamente se quita por medio de Cristo.  Hasta el día de hoy, cuando leen los libros de Moisés, un velo cubre su entendimiento. Pero cuando una persona se vuelve al Señor, el velo se le quita” (2 Corintios 3,12-16).

 

LA BIBLIA: EL LIBRO MAS DIVULGADO Y DESCONOCIDO DE LA HUMANIDAD 

AUTOR: GUIDO ROJAS. LICENCIADO EN CIENCIAS RELIGIOSAS. 

 “Vienen días, -afirma el Señor- en los cuales mandaré hambre a la tierra; no hambre de pan, ni sed de agua, sino hambre y sed de oír la palabra del Señor”  -Amos (8,11) 

I.           INTRODUCCION 

Según cifras publicadas por Las Sociedades Bíblicas Unidas, hoy en día las Sagradas Escrituras están disponibles completa o en partes en 2400 idiomas, frente a las 6500 lenguas que se hablan en el planeta. Más del 90% de la humanidad tiene acceso a como mínimo, una porción de la Biblia en su idioma nativo. Cada año se vende  más de 14 millones de Biblias, y más de 25 millones del Nuevo Testamento. Se calcula que se han distribuido unos cinco mil millones de ejemplares. No obstante, una reciente encuesta realizada en Estados Unidos, ha demostrado que el 12% de las personas leen la Biblia cada día, 16% de quienes se declaran cristianos afirman leerla todos los días. Solo 2 de cada 10 personas fueron capaces de indicar quién pronunció el Sermón del Monte, y ninguno de los encuestados logró citar más de tres o cuatro de los Diez Mandamientos. Los jóvenes alemanes tampoco están ajenos a esta realidad, ya que solamente el 1% lee las Sagradas Escrituras con mucha frecuencia; el 2%, a menudo; el 19%, pocas veces, y cerca del 80%, nunca. Los porcentajes son similares en otras naciones. Otro sondeo señalaba cuántos individuos estaban familiarizadas con los Diez Mandamientos y se guiaban por ellos: El 67% de los mayores de 60 años los conocían y cumplían, mientras que el número era solo del 28% en el caso de los menores de 30 años. Una investigación realizada en Italia, Francia y España por la Alianza Bíblica Universal, dio como resultado que la relación de los fieles laicos con los textos sagrados se da sobretodo en la misa dominical, pero el conocimiento de la Biblia sigue siendo muy deficiente. En muchos hogares católicos la Palabra de Dios se han convertido  en un adorno decorativo, donde se exhibe el salmo 23 o el 91.  

II. LAS SAGRADAS ESCRITURAS Y EL PUEBLO JUDIO

 

Los judíos la llaman Séfer (libros), o Miqná (lectura). Clasificaban las Escrituras (ha Ta Nak) en tres grupos: la ley (Torá), los profetas (Nebiím) y otros escritos (Ketubím). En la antigüedad y hoy en día los llamados “judíos ortodoxos”, tienen la costumbre de llevar los mandamientos en un cofre negro de cuero llamado Tefilín, atado con una cinta en la frente y otro en el brazo derecho (Deuteronomio 6,6-9). Los hebreos estudiaban la Torá (Enseñanza) en las sinagogas, que eran lugares de culto, escuelas bíblicas, hospederías y centro de difusión y propagación del judaísmo entre los paganos. Los niños asistían desde los seis años, a partir de los doce era considerado como mayor de edad, y por lo tanto responsable del cumplimiento de la ley mosaica, y apto para leer los rollos sagrados. En las sinagogas se recita la Shemá, confesión de fe que incluía el Deuteronomio (6,5): “Tienes que amar al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma y con toda tu mente”. Estas palabras sagradas se les enseñan a los infantes desde pequeños y son las últimas que se dicen antes de morir. Todas las ceremonias religiosas sin excepción son conducidas por un rabino. Un rabino es doctor de la ley mosaica, jefe espiritual y religioso de una comunidad en particular. Los judíos de familias importantes mandaban a sus hijos entre los 16 o 18 años, a estudiar con algún rabino o sabio famoso. 

En el Antiguo Testamento encontramos varios ejemplos que demuestran la importancia de que el pueblo de Dios estuviera familiarizado con los textos veterotestamentarios (Salmo 1,1-2; Eclesiástico 24,23): 

Moisés le ordena a los ancianos de Israel que cada siete años durante la fiesta de las Enramadas, todo el pueblo se reúna “para que escuchen la lectura de la ley y aprendan a respetar al Señor su Dios, y pongan en práctica todo lo que se dice en ella”  (Deuteronomio 31,9-12). 

El mismo legislador deja constancia que cuando un rey judío “tome posesión del poder, mandará que le hagan una copia escrita de esta enseñanza, tomada del original que está al cuidado de los sacerdotes levitas. Siempre deberá tener esa copia consigo, y leerla todos los días de su vida, para que aprenda a reverenciar al Señor su Dios, a respetar todo el contenido de esta enseñanza y a poner en práctica  sus mandatos” (Deuteronomio 17, 18-19). Esta instrucción fue tomada al pie de la letra por su sucesor Josué (Josué 1, 7-8), en el reinado de Josías después de que la nación de Israel había caído en la idolatría (2 Reyes 23, 1-3), y por el maestro Esdras, cuando los hebreos habían regresado de la cautividad en Babilonia (Nehemías 8, 1-9). 

Los profetas estudiaron e investigaron acerca del plan de la salvación de Dios que en su infinita bondad tenía destinado (1 Pedro 1,10; Romanos 16, 25-26). 

 

III. LAS SAGRADAS ESCRITURAS EN LA VIDA DE JESUS Y LOS APOSTOLES 

Jesús era un hebreo observante de la Torá, y debió de haber sido educado en la sinagoga de Nazaret. Como se vio anteriormente no era de extrañarse el hecho que cuando contaba 12 años de edad, hubiera estado tres días en el templo de Jerusalén “sentado entre los maestro de la ley, escuchándolos y haciéndoles preguntas. Y todos los que le oían se admiraban de su inteligencia y de sus respuestas” (Lucas 2,46-47). Cuando empieza su vida pública después de los 30 años, los fariseos, escribas, apóstoles y discípulos lo identificaban como un “Rabi” o “rabuni” (Juan 3,2; Lucas 18,18; 20,39; Juan 1,49; 20,16). Por eso lo llamaban “Maestro y Señor” (Juan 13,13), “poderoso en obras y en palabras delante de Dios y de todo el pueblo” (Lucas 24,19). Fue esta la razón por la cual un día sábado en la sinagoga de su pueblo, se le permitió leer y comentar el rollo del profeta Isaías (Lucas 4, 16-30). 

Muchos de los apóstoles y discípulos, eran hombres conocedores de la Santa Palabra de Dios: Saulo de Tarso (más tarde Pablo), estudió la ley mosaica en Jerusalén con el respetado maestro Gamaliel (Hechos 22,3). “Apolos, que era de la ciudad de Alejandría. Era muy elocuente y conocía muy bien las Escrituras” (Hechos 18,24). El joven Timoteo, quien desde niño estudiaba las Sagradas Escrituras (2 Timoteo 3,15). El mismo apóstol Pablo quien lo había nombrado obispo de Efeso, le hace la siguiente indicación: “Mientras llego, dedícate a leer en público las Escrituras, a animar a los hermanos y a instruirlos” (1 Timoteo 4,13).  

El entender a fondo las verdades de la Biblia, fue una eficaz herramienta en los recorridos misioneros del apóstol de los gentiles y sus compañeros de travesía, y es así como “En su viaje, Pablo y Silas pasaron por Anfípolis y Apolonia, y luego a Tesalónica, donde los judíos tenían una sinagoga. Pablo, según su costumbre, fue a la sinagoga, y cada día de reposo, durante tres semanas, discutió con ellos. Basándose en las Escrituras, les explicaba que el Mesías tenía que morir, y que después de muerto tenía que resucitar. Les decía: -este mismo Jesús que yo les anuncio a ustedes, es el Mesías. Algunos de los judíos creyeron, y se unieron a Pablo y Silas. También creyeron muchos griegos que adoraban a Dios, y muchas mujeres distinguidas”. (Hechos 17, 1-4). 

Posteriormente, el mismo Pablo cuando se encontraba en Atenas, “discutía en la sinagoga con los judíos y piadosos, y en la plaza cada día con los que concurría. Y algunos filósofos de los epicúreos y de los estoicos disputaban con él; y unos decían: ¿Qué querrá decir este palabrero? Y otros: Parece que es predicador de nuevos dioses; porque predica el evangelio de Jesús, y de la resurrección” (17-18). 

Igualmente, el apóstol de las naciones cuando estaba en Corinto “discutía en la sinagoga todos los días de reposo. Y persuadía a judíos y a griegos. Y cuando Silas y Timoteo vinieron de Macedonia, Pablo estaba entregado por entero a la predicación de la palabra, testificando a los judíos que Jesús era el Cristo” (Hechos 18, 4-5).   

Cuando años más tarde un grupo de judíos de Roma lo visitaron en su casa, donde estaba bajo custodia, Pablo “les declaraba y les testificaba el reino de Dios desde la mañana hasta la tarde, persuadiéndoles acerca de Jesús, tanto por la ley de Moisés como por los profetas” (Hechos 28, 23). 

 

IV. LAS SAGRADAS ESCRITURAS EN LA IGLESIA PRIMITIVA 

La llamada “Carta de San Bernabé”, de autor desconocido, escrita en Alejandría a fines del siglo I, cita claramente al evangelio de San Mateo y San Marcos. Alude también a san Lucas y presenta palabras e ideas del de San Juan. 

La “Doctrina de los Doce Apóstoles”, el catecismo más antiguo que se conoce (del siglo I), escrito probablemente en Siria, tiene referencias de los cuatro evangelios. 

San Ignacio de Antioquia quien murió mártir en el Circo Máximo de Roma hacia el 117. Dejó siete cartas a diversas iglesias de Asia Menor inspiradas en los evangelios de Mateo y Lucas. 

En el año 130 d.C.; San Papías (discípulo del apóstol Juan), escribió la obra Explicaciones de los dichos del Señor, considerada como la primera exégesis (explicación bíblica) de los Evangelios.  

Entre los años 150 al 170, Taciano, discípulo de San Justino Mártir; compuso su obra “El Diatessarom”, un relato de la vida de N. S. Jesucristo elaborada a partir de los cuatro evangelios. 

Los primeros cristianos tenían la antigua costumbre de colgar del cuello una tablilla con un escrito de la “Buena Nueva”.

 

FRASES CELEBRES SOBRE LA BIBLIA 

AUTOR: GUIDO ROJAS. LICENCIADO EN CIENCIAS RELIGIOSAS. 

Repite siempre lo que dice el libro de la ley de Dios, y medita en el día y noche, para que hagas siempre lo que éste ordena. Así todo lo que hagas te saldrá bien.  Josué (1,8).

Tu palabra es una lámpara a mis pies y una luz en mi camino.  Salmo (119,105).

La palabra de nuestro Dios permanece firme para siempre.  Isaías (40,8).

Mi pueblo perece por falta de conocimiento.  Oseas (4,6).

Vienen días, -afirma el Señor- en los cuales mandaré hambre a la Tierra; no hambre de pan, ni sed de agua, sino hambre y sed de oír la palabra del Señor. Amos (8,11).

Dichosos los que escuchan la Palabra de Dios y la ponen en práctica.  Lucas (11,28).

El que es de Dios, las palabras de Dios oye.  Juan (8,47).

Porque las cosas que se escribieron antes, para nuestra enseñanza se escribieron, a fin de que por la paciencia y la consolación de las Escrituras, tengamos esperanza.  San Pablo  (Romanos 15,4).

Que la Palabra de Dios siga propagándose.  San Pablo (2 Tesalonicenses 3,1).

Toda Escritura inspirada por Dios es útil para enseñar, reprender, corregir, instruir en la justicia, para que el hombre de Dios viva santamente, y lleno de buenas obras.  San Pablo (2 Timoteo 3,16).

La Palabra de Dios es viva y eficaz, y penetra hasta lo más  profundo del alma.  Hebreos (4,12).

La Sagrada Biblia es la carta de Dios Omnipotente a sus criaturas.  Papa San Gregorio Magno.

El que lee la Biblia está más cerca de Dios, o sea de la verdad misma.  Papa San Gregorio Magno.

El estudio de la Biblia debe ser como el alma de la sagrada teología.  Papa León XIII.

Fuera de los Evangelios no hay otro libro que pueda hablar al alma humana con tanta luz y verdad.  Papa San Pío XI.

Sólo quien estudia la Palabra de Dios puede convertirse en su anunciador.  Papa Benedicto XVI.

La Iglesia Católica vive de la Palabra de Dios, y la Palabra de Dios, resuena en sus enseñanzas y en toda su vida.  Papa Benedicto XVI.

La Sagrada Biblia debe ser recibida con devoción, porque contiene enseñanzas sublimes acerca de Dios; sabiduría salvadora acerca del hombre y contiene tesoros de oración.  Concilio Vaticano II.

 La Biblia debe ser el alma de toda evangelización.  Documento de Puebla.

Desconocer la importancia de las Sagradas escrituras, es como desconocer al mismo Cristo Jesús.   San Jerónimo. 

Leer las Escrituras es conversar con Dios mismo.  San Jerónimo. 

Una persona pensará y hablará más sabiamente, si lee más la Sagrada Biblia.  San Agustín.

En la Biblia Dios habla a los hombres con lenguaje de hombres.  San Agustín.

La Sagrada Escritura es el camino de la salvación eterna.  San Alfonso de Ligorio.

Todo el mal que vive el mundo, es de no conocer las verdades de las Sagradas Escrituras.  Santa Teresa de Ávila.

Los hombres tendrían paz en el mundo, si solamente se guiaran por los Evangelios.   Santa Brígida de Suecia.

La palabra de Jesús (El Evangelio), es Jesús mismo.  Santa Teresita del Niño Jesús.

La Biblia no pretende enseñarnos cómo es el cielo, sino cómo se va al cielo.  Cardenal Baronio.

Siendo, pues, Palabra del Señor lo que enseña este libro, será imposible que su lectura no haga gran provecho a quien lo lea y medite.  E. Muller.

Ninguna ciencia está mejor autentificada que la Biblia.  Isaac Newton.

La Biblia es un libro que supera a todos los demás, y contiene todo lo que atañe al deber del hombre para con Dios y el prójimo.  Pedro el Grande.

Si yo tuviera muchos Generales que leyeran cada día la Santa Biblia estaría seguro del éxito de mi nación.  Napoleón. 

La Biblia es el mejor don que Dios jamás haya dado a los hombres. Si no fuera por Ella, no podríamos distinguir entro lo correcto y lo incorrecto.  Abraham Lincoln.

Siempre he dicho, y diré que el estudio de la Sagrada Biblia, hará mejores ciudadanos, mejores padres y mejores esposos.  Tomás Jefferson.

La Biblia ayuda a realizar las aspiraciones más grandes del alma humana.  Roosvelt.

La existencia de la Biblia, entendida como un libro para el pueblo, es el mayor beneficio que ha recibido el género humano. Todo intento de menospreciarla constituye un crimen contra la humanidad.  Immanuel Kant.

La Palabra de Dios, es la clave para resolver todos los problemas.  Carothers.

Tres favores producen la lectura de los Libros Sagrados: provecho intelectual, provecho moral y provecho espiritual.  José Flores.

Tres ventajas tiene este libro:

Su divinidad satisface nuestra necesidad de Dios.
Llena de paz, gozo y de consuelo.
Se adapta a todos los tiempos y necesidades.

Ricciote.

 Mi conciencia está cautiva por la palabra de Dios.  Martín Lutero.

La Biblia es fuente de Paz.  Garay.

Inventa tus propias doctrinas, las apoyas en la Biblia, y las tienes por divinas.  Weremfelds.

La mejor teología es la Biblia.  Chestertón.

Estoy convencido de que la Biblia nos resultará más bella cuanto mejor la comprendamos.  Johann Wolfgang.

Hay muchas personas muy letradas en las ciencias, pero analfabetas en el Libro de Dios.  Evely.

La Palabra de Dios nos parece luz para dirigirnos en el camino. Alimento para fortalecernos, y consuelo para animarnos.  Bossuet.

 La gran ventaja de la Biblia es que, en ella, está la clave para saber cuál es el pensamiento de Dios y qué opina El sobre los temas más importantes.  Peale.

La Biblia es el documento más precioso de toda la historia de la raza humana.  General Smuts.

A todo el que conozca bien la Biblia puede considerársele verdaderamente educado.  William Lyon Phelps.

En comparación con la Sagrada Escritura, todos los demás libros son como estrellas que reciben su brillo y esplendor del sol.  Roberto Boyle.

La Biblia es la revelación más pura que de Dios existe.  Emilio Cautelar.

 

EL JARDIN DEL EDEN 

AUTOR: GUIDO ROJAS. LICENCIADO EN CIENCIAS RELIGIOSAS. 

 

I. CONTEXTO GENERAL 

El jardín del Edén era una tierra muy bella, rica en minerales, flores, árboles frutales, suave brisa, y habitada por los animales más hermosos de la creación. Aquí había un río del que se desprendían cuatro brazos: el Pisón, que rodea la tierra de Hávila donde hay oro, belio y ónice; el Gihón, que rodea toda la tierra de Cus; el Tigris, que va al este de Asiría; y el Eufrates (Génesis 2,8-14). 

La etimología de la palabra “Edén”, equivale a decir “huerto fértil”, “jardín frondoso”, “llanura deliciosa” o “comarca muy rica”. Para los judíos recordaba la “felicidad” o el “placer” en que vivieron inicialmente Adán (hombre de barro rojo) y Eva (madre de los vivientes), antes de ser expulsados por su desobediencia. Es de advertir, que el historiador sagrado que escribió el Génesis (posiblemente Moisés), situaba el Edén como un parque fértil y bañado profusamente por las aguas, exactamente lo contrario de las tierras áridas, secas e inhóspitas en que vivía el pueblo hebreo durante el éxodo en el desierto del Sinaí (Comparar con Cantar de los Cantares 4,13; Ezequiel 28,13).

Se ha relacionado la palabra Edén con el sumerio Edin y el asirio-babilónico Edinu, de donde proviene el hebreo Edeen, que significa estepa (llanura árida). Según esta etimología, la descripción del texto bíblico aludiría a un oasis en medio de la estepa, lo que explicaría bien que nuestros primeros padres fueran expulsados de este recinto serrado para después vivir la vida dura de la estepa con el sudor de su frente. 

Para la cultura judía el Edén era un estado de justicia, paz, fraternidad, felicidad en el cual los seres humanos deberían de vivir. De aquí las muchas descripciones del Viejo Testamento sobre la esperanza de volver a habitar en una “Nueva Tierra” (Comparar con Éxodo 3,8; Salmo 37,29.34; Isaías 11,1-9; 65,17; Ezequiel 47,12; Zacarías 14,8).

 

II. POSIBLE UBICACION GEOGRAFICA

 Las Escrituras dicen que Dios plantó el “jardín del edén, al oriente” (Génesis 2,8).  Su sitio de origen bien pudo haber estado en las cercanías del Golfo Pérsico entre Siria y Palestina, o más bien entre Irán e Irak, aunque también se sitúa en las proximidades de la India. De acuerdo al nombre de los cuatro ríos mencionados en el primer libro de la Biblia, se puede tener una idea más o menos exacta de su posición geográfica, lo que en la antigüedad era conocida como la Baja Mesopotamia, donde hay una rede de afluentes o canales que surcaba esta área. Dos ríos llevan nombres conocidos: el Tigris que corre enfrente del Asur, y el Eufrates, célebre en todo Oriente; ambos nacen casi juntos en los montes de Armenia, desembocando en el Golfo Pérsico. El Pisón pudo haber estado en las tierras de Arabia del Norte, rica en piedra de ónice; se cree que no es otro que el río Fasis, que nace en el monte Ararat y muere en el mar Negro. El Gihón, posiblemente localizado también en Armenia, país limítrofe con Turquía, en cuyos suelos abundan minerales preciosos como el oro y el ónice. Por su parte, otros investigadores han relacionado los cuatro ríos con tres países: Hávila (o Arabia), con el Pisón; la tierra de Cus (o Etiopía), por el Gihón; Asur (o Asiría), con el Tigris y el Eufrates.

 En el siglo III de nuestra era, San Epifanio dice en una carta: “Yo mismo he visto las aguas del Gihón, las he visto con mis ojos carnales, son aguas como las del Eufrates que se deja tocar, beber y que no tiene nada de espiritual”. Cuatro siglos después, Isidoro de Sevilla, último Padre de la Iglesia, localizaba el Edén bíblico en las Islas Afortunadas (las Canarias actuales). Del mismo modo, el cardenal Pedro Alianco, en su libro del Imago Mundi, impreso en Lovaina (Bélgica), entre los años 1480 al 1483; dijo: “Más allá del Trópico de Capricornio, se encuentra la más bella estancia, ya que es allí donde está la más noble y la más alta del mundo, a saber, el Paraíso terrenal”. 

  

III. EL AGUA DE LA ETERNA JUVENTUD 

En el primer libro del Antiguo Testamento se dice que un río salía del Edén y se partía en cuatro afluentes, pero no explica si nacía allí. No obstante, el apóstol amado en las visiones que tuvo en la isla de Patmos, dice que la fue mostrado “un río limpio de agua de vida, resplandeciente como cristal, que salía del trono de Dios y del Cordero” (Apocalipsis 22,1). “Y el que tenga sed, venga; y el que quiere, tome del agua de la vida gratuitamente” (17). Este nuevo río de “agua viva” no es otro que el mismo Señor Jesús, acordémonos que a la mujer samaritana le ofrece “agua viva” para la vida eterna (Juan 4,14). Asimismo, “Si alguno tiene sed, que venga a mí y beba…, del interior del que cree en mí brotarán ríos de agua viva” (Juan 7,37-38). En este pasaje San Juan hace alusión, que, en esta oportunidad, el Divino Maestro  se refería al Espíritu Santo.

Por otra parte, esta revelación bíblica de un “agua de vida eterna”, ha sido asociada con los distintos mitos de diferentes culturas y tradiciones en el Oriente Próximo, la India, Irán, las tribus nómadas de Arabia, la región de Anatolia, la China, los malayos y los indonesios, los antiguos fenicios y cartaginienses, en Italia y la costa Ibérica, las Islas Británicas, Irlanda, Escandinavia, hasta llegar al África. Así por ejemplo, la búsqueda de la “fuente de la eterna juventud”, está presente en la mitología griega, en las narraciones de la expedición de Jasón y los argonautas, cuando la maga Medea rejuvenece a Jasón en sus aguas milagrosas. Hesíodo, poeta griego del siglo VIII a. de C., describió un Paraíso terrenal de la Edad de Oro, adornado con manantiales milagrosos que ofrecían descanso y dicha al hombre, todavía inmortal e ignorante de toda enfermedad o dolor.

La leyenda de la fuente de la inmortalidad, movilizó a muchos españoles durante la época de la conquista de América, como Juan Ponce de León, quien en el año de 1512, la buscara sin éxito en la isla de Bimini (Hoy las Bahamas). Posteriormente, ciertas confidencias de los nativos enteraron al mismo explorador de que los indígenas de la isla de La Española  (Cuba) y  de otros de Santo Domingo, emigraron a tierras lejanas, pasando el mar, en busca de un caudal cuyas aguas rejuvenecían. La ilusión de encontrar este afluente curativo fue lo que lo impulsó sin éxito a ir a las costas de Norteamérica, el 27 de marzo de 1513. Su cronista, Herrera, dice: “No quedó río ni arroyo en toda la Florida, hasta lagunas y pantanos, adonde no se bañasen: y hasta hoy siguen algunos en busca de este misterio”.

 IV. EL ARBOL DE LA VIDA

En Génesis (2,9), dice que “Yahvé Elohim hizo brotar del suelo, todo árbol grato…y el árbol de la vida”, en el centro del “jardín de Dios” estaba el “árbol de la vida”, cuyo fruto era apto para conservar la vida del cuerpo por tiempo indefinido (Génesis 3,22). De hecho, el “árbol de la vida” no brota exclusivamente en el “paraíso de Yahvé”. Antiguas tradiciones recopiladas en tablillas para los sumerios, colocaban al oasis maravilloso donde crecía el “árbol de los dioses” de frutos magníficos en la isla de los bienaventurados, La tierra de Dilmón, lugar que hoy se identifica con el archipiélago de las Bahrein, junto a la costa de Arabia oriental, en el Golfo Pérsico. Los asirios-babilonios conocían a la famosa planta gracias a la cual el hombre obtenía su suplo de vida. Sobre dibujos  sumerios del tercer milenio se cree son reproducciones del árbol estilizado. En Egipto se conserva el recuerdo de una planta que destilaba en beneficio de los dioses, y para los hombres de una bebida de inmortalidad, que crecía al este del cielo, en la Tierra de Amenti.

La representación que más concuerda con la realidad del “árbol de la vida” en el Edén, se encuentra en la actualidad en la región de Asia Occidental con la famosa planta datilera, su fruto es dulce y nutritivo, tiene retoños que son comestibles y su sabia se transforma en miel, sus semillas son combustibles y se usaban para la fundición, mientras que el tronco de esta palmera, tiene gran elasticidad y se emplea para la construcción de balsas.

En la cosmología hindú se asegura que el monte Meru está hecho de oro y que se eleva por encima de todas las montañas terrestres, y que en su ladera nace un manzano capaz de dar sombra a un continente, siendo su fruta madura la corriente del río Jambu cuya agua produce la inmortalidad. Este lugar mítico se ubica en los Himalayas, siendo la fuente del Ganges (río sagrado para el Hinduismo), el posible Jambu.  Igualmente, en la mitología china, bastaba haber practicado toda la vida el taoísmo y comer el melocotón de la inmortalidad que se encuentra en los jardines que rodean el palacio de nueve pisos de la Dama-Reina de Occidente.

Cristóbal Colón, al tocar suelo en el golfo de Paria en 1498, observó que los indígenas veneraban un arbusto al que llamaban precisamente “árbol de la vida”. Según ellos, de sus frutos había vuelto a nacer el género humano después de ser destruidos por un gran diluvio, del que sólo se salvaron un hombre y una mujer. Además, en México, el padre Bernabé Cobo hablaba del “árbol de la inmortalidad” que teñía de azul las aguas. Fernando Oviedo habló de otro árbol “que de su fruto sacan agua muy clara con la que los aborígenes se lavan las piernas y a veces toda el cuerpo”. Asimismo, los nativos maquiritanas que dominaban el Orinoco venezolano, contaban a los misioneros católicos que en el macizo de Duida, el Marahuaka, había un árbol mítico o “Árbol del Mundo”, caído al suelo después de que se presentara una gran inundación.

Nuevamente Juan, el teólogo, en el libro de las Revelaciones, habla de la “Jerusalén Celestial”, donde “En medio de la calle de la ciudad, y a uno y otro lado del río, estaba el árbol de la vida…y las hojas del árbol eran para la sanidad de las naciones” (22,2). O también: “Bienaventurados los que lavan sus ropas, para tener derecho al árbol de la vida, y para entrar por las puertas de la ciudad” (13). Jesús promete que los que salgan vencedores tendrán parte del “árbol de la Vida”. En el Génesis, se les prohibía a los seres humanos comer del “árbol de la vida”. En ese momento, era símbolo del pecado, de la desobediencia. Ahora, en cambio, el “árbol de la vida”, que está en la morada celestial, es símbolo de la vida eterna que el Altísimo dará a los siervos fieles.

 

V. EN BUSCA DEL PARAISO PERDIDO 

La palabra “Paraíso” no aparece en el texto veterotestamentario, sin embargo, se ha relacionado con el término “Paridaiza”, o “Recinto de los Dioses” abierto solo a los príncipes del antiguo imperio persa. Para los musulmanes en su libro sagrado del “Corán”, describen un “Paraíso” donde los fieles devotos de Alá, vestirán esplendidos ropajes, disfrutarán de jardines con árboles frutales surcados por ríos de leche, agua, miel, vino; y estarán servidos por hermosísimas mujeres vírgenes llamadas las huríes. 

A lo largo de la historia han sido muchas las personas que han querido hallar el “Paraíso perdido”. Hay quienes lo buscaron en Etiopía, aunque sin éxito. El historiador judío Flavio Josefo (siglo I d. de C.), sitúa el Paraíso terrenal en la Tierra del Edén, más allá de un Gran Océano. Para los esenios, lo mismo que para los antiguos griegos, el Paraíso estaba ubicado en una vasta extensión marina, en un clima agradable, sin lluvias, sin nieves y sin calores excesivos; bajo una perpetua y suave brisa marina. Cuenta cierta leyenda piadosa que en el siglo VI, el monje irlandés,  Brendan “el navegante”, lo encontró en una isla del sudoeste en el océano Atlántico, a la que llamó “Isla de los Bienaventurados”, donde vivió siete años antes de volver a su patria. En cambio, otras historias afirman que se oculta en una elevada montaña. 

El ya mencionado Cristóbal Colón, en su tercer viaje al Nuevo Mundo (1498-1500), dijo: “Parece como si esta tierra (El Orinoco) fuese el Paraíso terrenal, pues se ajusta a la descripción de los santos y sabios teólogos”. Del mismo modo, Louis Antoine de Bougainville, explorador francés del siglo XVIII, cuando llegó a la isla de Haití, escribió más tarde: “Pensé que me hallaba en el jardín del Edén”. Bougainville abandonó la isla ansioso por dar a conocer al mundo el “Paraíso Perdido”. Cuando termino su travesía de tres años alrededor de la Tierra, publicó un relato de sus aventuras. El libro, que fue un éxito de ventas, dio vida nuevamente al mito de que aquella exótica isla concordaba con la narración bíblica. 

VI. ENOC Y ELIAS EN EL EDEN 

En la Edad Media los monjes del claustro de Saint Mathieu, en la Baja Bretaña, opinaban que el verdadero Edén estaba situado en una Isla al extremo del mundo, más allá del Gran Océano, donde vivían los profetas Enoc y Elías, rodeados de algunos ángeles fieles al Señor. Aquí fue llevado con vida Henoc por Dios (Génesis 5,24; Eclesiástico 44,16); en compañía del profeta Elías, cuando fue arrebatado en un “carro de fuego” a orillas del río Jordán (2 Reyes 2,11). Ellos dos volverán a la Tierra en los tiempos que han de preceder antes del fin del mundo. Sostendrán a los justos que se hallen en peligro de sucumbir de las terribles persecuciones del Anticristo (Apocalipsis 11,1-6). No obstante, las opiniones son divididas, ya que para otros exegetas, la descripción de los “dos testigos” en el libro de las Revelaciones, concuerda más bien con “Moisés” y “Elías”, en cuanto representan la Ley y el profetismo. Los mismos y con la misma representación aparecen en la “transfiguración de Jesucristo”, según los relatos evangélicos (Véase Mateo 17,1-13; Marcos 9,1-12; Lucas 9,28-36).   

VII. EL PARAISO CELESTIAL

En el Nuevo Testamento, el “paraíso” que menciona la palabra de Dios es el cielo, como el que le promete Jesús en la cruz al buen ladrón (Lucas 23,42-43), y no un paraíso venidero en la tierra. Así lo da a entender el apóstol Pablo: “Conozco a un hombre que cree en Cristo y en que hace catorce años fue llevado al tercer cielo. No sé si fue llevado en cuerpo o en espíritu, Dios lo sabe. Pero sé que ese hombre fue llevado al paraíso” (2 Corintios 12,2-4). El libro del Apocalipsis agrega: “Al que venciere, le daré a comer del árbol de la vida; el cual está en medio del paraíso de Dios” (2,7).

 EL ARCA DE NOE 

AUTOR: GUIDO ROJAS. LICENCIADO EN CIENCIAS RELIGIOSAS. 

El libro del Génesis (8,4), relata que el arca de Noé se halla sepultada en los glaciares del monte Ararat, en la república de Armenia. A lo largo de los siglos, diversas expediciones han intentado recuperarla. Antes con la fuerza del empeño, hoy con los recursos de la tecnología moderna: fotografías tomadas por el satélite explorador Erts, desde una altura de 675 kilómetros sobre la montaña, han confirmado la existencia de lo que parece ser un barco antiguo sepultado por el hielo.

 El Ararat está situado al norte de la meseta de Anatolia, en Turquía oriental, a pocos kilómetros de la frontera entre Irán y Armenia. En medio de la planicie destaca este nevado volcánico de 5.156 metros de altura. Su nombre es de origen armenio arcaico  y traduce “Madre del Mundo”, lo que sugiere que allí surgió la actual especie humana o que allí se preservó a la humanidad de su extinción total. Los turcos lo llaman “Agri-Dagh”, que significa “Montaña del Arca”; mientras los persas le dieron el nombre de “Kuk-i-Nouh”, es decir, “Montaña de Noé”.

 Los primeros cristianos que vivieron en Armenia levantaron un templo que llamaron “del Arca”. En el siglo I y II se acuñaron medallas con dibujos del navío y del Patriarca Noé. Con el correr de los tiempos, diversos viajeros de Asia Central señalaron la presencia de una inmensa embarcación próxima a la cima del monte.

Desde hace siglos, los nativos de la región afirman haber sustraído trozos de brea o betún que pudo servir de aleación o pegante, y que según el Génesis (6,14), se utilizó en la construcción de la nave. Los trozos obtenidos sirvieron como reliquias protectoras de todo mal y peligro. Sin embargo, para otras comunidades del área la montaña es misteriosa y mágica, debido a que el Ararat absorbe toda el agua de la tierra y de la que cae de las lluvias, sin dejar una sola gota en el seco territorio que la rodea. Cada veinte años, mas o menos, una oleada de calor intenso barre la región, y durante este período es cuando se ha observado la presencia de una barca, sobre todo en los meses más calurosos: agosto y principios de septiembre.

 La primera persona que dijo haber encontrado el “barco bíblico” fue San Jacobo, monje del monasterio de Ecimiadzin, en el siglo VII. Según su relato, por inspiración divina halló en medio de la nieve que cubre el Ararat una tablilla del arca, que aún se conserva dentro de un suntuoso relicario como uno de los más preciados tesoros del catolicismo armenio.

Doce siglos después, en 1840, por causa de un terremoto que sacudió el nevado, se produjo un desplazamiento del glaciar bajo el cual está sepultado el navío. Esto fue aprovechado por las autoridades turcas para enviar una expedición que llegó hasta los restos de un barco muy antiguo enterrado bajo cinco metros de hielo.

 En agosto de 1883, cuando una fuerte erupción del Ararat atrajo la atención de algunos científicos turcos. Mientras estaban trabajando en lo alto del macizo, vieron una  viga de madera que surgía del glaciar y que parecía tener unas mediadas enormes. Como estaba incrustado en un profundo despeñadero, los hombres tuvieron que hacer grandes esfuerzos para llegar a los pies de los restos de la embarcación. Según comunicaron, la madera todavía estaba en buen estado. Cuando entraron en su interior reconocieron la existencia de tres niveles de una altura de catorce metros, 133 metros de largo por 22.5 de ancho, medidas que concuerdan casi con toda exactitud a las registradas en las Sagradas escrituras (Génesis 6,15-16).

 En 1892, se hizo otro escalamiento que incluía al abate Nourri, archidiácono del patriarcado de Babilonia y jefe supremo de todos los cristianos nestorianos de Malabar, India. En esta ocasión el ascenso se llevó a cabo por la parte noroccidental del monte, que es mucho más difícil de llegar y por lo tanto menos explorada. Los expedicionarios aseguraron haber llegado hasta el punto donde se encuentra la proa del arca, y haber penetrado en su interior. Además, dijeron que la nave se encuentra tumbada de costado y casi cubierta por el hielo. El alto jerarca eclesiástico prometió regresar al Ararat para demostrar a los incrédulos la realidad del hallazgo, pero murió pocos días antes de emprender su segundo cometido, llevándose a la tumba el secreto de su ubicación exacta de la barca de Noé.

 Dos decenios después, en 1916 y hallándose en plena Primera Guerra Mundial, el aviador ruso Vladimir Roskowiky sobrevoló el macizo y afirmó haber avistado en la ladera occidental, a unos cuatro mil metros de altura, un barco cubierto por el hielo. Dijo además que estaba de costado. Otros pilotos testificaron el hecho, lo cual despertó el interés del zar Nicolás II, quien organizó una nueva excursión con 150 científicos. Su misión consistía en medir, fotografiar, analizar y tomar pruebas de la madera del arca. Los científicos hicieron un bosquejo de la ubicación de la nave, pero cuando el informe llegó a San Petersburgo, había estallado la revolución bolchevique de 1917. Los documentos más importantes desaparecieron en medio de la confusión.

 Durante la II Guerra Mundial (1939-1945), el mayor soviético Jaspar Maskelyn, en uno de sus vuelos de reconocimiento al Ararat tomó dos fotografías del legendario barco. Pero el régimen comunista ordenó que los documentos y testimonios sobre la existencia del navío no fueran publicados en la gran Enciclopedia Soviética, bajo el argumento de que el mito del arca de Noé debe ser rechazado por la ciencia moderna.

 Al finalizar la guerra, la zona fronteriza sobre la que se sitúa el monte Ararat fue vedada por mandato militar, lo que impidió nuevas incursiones a la cima. Sin embargo, en 1952 un ingeniero llamado George Jefferson Greene voló sobre el sitio sobre la ladera norte de la montaña, aquí distinguió la forma de un barco encallado en un barranco, entre una pared rocosa y un precipicio, y tomó alrededor de 30 fotos, pero no pudo conseguir financiamiento para volver, y en 1962 fue asesinado en las Guayanas Británicas, perdiéndose para siempre las fotos que demostraban su descubrimiento.

 Por su parte, en 1955, el francés Ferdinand Navarra obtuvo la prueba más contundente sobre la veracidad de esta antigua embarcación. Tras una expedición llena de peripecias y sufrimientos, el investigador francés en compañía de su hijo, pudo sustraer el extremo de un madero de 1.50 centímetros de longitud, ennegrecido por el betún. El valioso leño fue sometido por dos institutos científicos independientes a la prueba del Carbono 14. Este dio al madero una antigüedad de unos cinco mil años de existencia. Esto coincide con la época en que los geólogos estiman que se presentó un diluvio, a consecuencia de un gran desbordamiento de los ríos Tigris y Eufrates, en la Mesopotamia. Asimismo, ha sido confirmado por un grupo de investigadores de la National Geographic Society, quienes cerca de la población de Sinop, al norte de Turquía; encontraron indicios de que dicha zona estuvo habitada, antes de que toda esta región sufriera una inundación que dio origen a lo que hoy es el Mar Negro. Después de la odisea de explorador francés, tres años más tarde el turco Bulent Atalay también descendió de la “montaña sagrada” trayendo una tabla parecida a la anterior.

 En 1965, un aviador turco tomó la mejor foto, en ella se observa la forma ovalada de lo que parece ser un barco sumergido por el hielo. La más reciente prueba sobre el particular, la obtuvo en 1992 el investigador italiano Angelo Priego. Este aseguró haber localizado el navío bíblico a unos 4.600 metros de altura. Priego dice que la nave está sepultada en el glaciar, entre dos peñascos.

 A pesar de todos estos resultados, el veredicto final todavía no se tiene. Y pareciera que “Agri Daga” o la “Montaña del Arca”, no quisiera desvelar su secreto. El Pico nevado es escenario de frecuentes y peligrosas avalanchas, de caídas de rocas, de tormentas y vientos huracanados que han hecho desistir a más de un intrépido montañistas en su empeño por desvelar una incógnita de más de cinco mil años.

 

EL ARCA DE LA ALIANZA

 AUTOR: GUIDO ROJAS. LICENCIADO EN CIENCIAS RELIGIOSAS. 

El “Arca de la Alianza”, era un cofre hecho de madera de acacia y recubierta de oro, con dos querubines en la tapa llamada el “propiciatorio” o “lugar del perdón”. En su interior se encontraban las tres grandes reliquias de la “Antigua Alianza”: las tablas de la ley, por eso era llamaba también el”Arca del Testimonio” (Éxodo 32,15; Números 17,10), el bastón milagroso de Aarón y una jarra de oro con parte del maná (Exodo 25.10-22; Hebreos 9,3-5). En la tradición talmúdica judía a parte de estos tres “objetos sagrados”, se menciona el almohadón del patriarca Jacob, cuando tuvo el sueño de la escalera por donde subían y bajaban los ángeles del cielo.

 Era tal su importancia y dignidad que Yahvé descendía en medio de una nube sobre ella, en el lugar más sagrado de la tienda (tabernáculo), cuando los hebreos la llevaban de un lado al otro durante  la travesía en el desierto  camino a la tierra prometida de Canaán; y después en el templo de Jerusalén en el “Santísimo” o “Santo de los santos” (Sancta Sanctorum) (Levítico 16,2; Hebreos 9, 1-3), aquí se hacían los sacrificios, y El Altísimo daba las órdenes a los israelitas “desde lo alto de la tapa, de entre los dos seres alados” (Éxodo 25,22; Números 7,89), “que representaban la presencia de Dios” (Hebreos 9,5), porque el Señor todopoderoso “tiene su trono sobre los querubines” (2 Samuel 6,2). Esta nube luminosa (Schekji.náh), alumbraba el Santísimo; de hecho, era su única fuente de iluminación. El sumo sacerdote se beneficiaba de ella cuando entraba en dicha cámara sagrada en el día de Expiación, y comparecía ante la presencia de Todo Poderoso.  

 En esta fiesta judía que se celebraba una vez al año, el sumo sacerdote se acercaba al altar que estaba en el patio del templo y ofrecía un toro para expiar los pecados de los sacerdotes. Más tarde, entraba en el santuario con la sangre del toro, pasaba por las puertas que separaban el patio del Santo y luego por la cortina que dividía el Santo del Santísimo. Una vez en el interior, salpicaba la sangre siete veces enfrente del arca del pacto. Esta ofrenda era por sus propios pecados  y los de su casa, es decir, los sacerdotes y los levitas. Luego, siguiendo el mismo procedimiento ofrecía una cabra para pagar por los pecados de las doce tribus no sacerdotales de Israel (Levítico 16,5-15).

 Solamente los levitas (ayudantes de los sacerdotes) debían  cargar el cofre de la alianza cuando era trasladada en procesión de un lugar a otro (1 Crónicas 15, 1-2), incluso los ejércitos israelitas en sus campañas militares viajaban a cierta distancia de ella (Josué 3,3-4); nadie a parte de los sacerdotes podían tocarla, pues morían en el acto, como sucedió con Uzah, que no era sacerdote, sino al parecer levita (2 Samuel 6, 6 – 7).  El propio  Josué  en  compañía  de los ancianos de Israel,  se postró delante de arca para hacer oración al Señor (7,6), comparar con (2 Crónicas 20,18). Caso contrario fue lo que les sucedió a los tres jóvenes hebreos: Sadrac, Mesac y Abed-Nejo; Quienes no quisieron arrodillarse para adorar la estatua de oro que mandó a construir el rey Nabucodonosor, y que representaba al Estado babilónico (Daniel 3,1-18). Cumpliendo así el mandato de la ley mosaica en Deuteronomio (5,8-9). 

Hay un curioso relato bíblico narrado en los capítulos 4,5 y 6 del primer libro de Samuel, cuando los filisteos derrotan a los hebreos en la batalla de Eben Ezer, capturando el objeto sagrado y lo trasladan a su capital para ofrecerlo al dios Dagón. Al poco tiempo la estatua de esta deidad es derribada y destruida por el poder del Arca de Dios, además los filisteos se ven afectados por tumores malignos. Proceden a trasladar el Cofre pero la epidemia sigue sus efectos entre estos paganos, por eso deciden devolverla a sus legítimos dueños sobre un carro guiado únicamente por dos vacas por el camino de Bet Semes. Allí es localizada por unos segadores, que se aproximan demasiado al cargamento, y “El Señor los hirió con gran mortandad”. Setenta hombres murieron hasta que se hicieron cargo de ella un grupo de levitas que condujeron el Arca hasta Quiriat-Jearim, a la casa de Abinadad, donde quedó custodiada por un hijo de éste hasta que el rey David decidió trasladarla a Jerusalén, casi medio siglo después.

 Muchas tradiciones rodean este cofre de Dios, el más antiguo símbolo de la fe judía. Después de la destrucción y saqueo del Templo de Salomón, desaparece de la Biblia, y no se supo de su paradero. La última vez que las Escrituras hacen alusión al arca es cuando el rey Josías la trae al templo (2 Crónicas 35,3).  Ciertamente estaba perdida desde mucho antes de la construcción del segundo Santuario, sobre su paradero hay varia hipótesis:

 a.  Según la Misná y el Talmud, fue enterrada en uno de los túneles secretos excavado bajo el monte del Templo. El enterramiento había sido obra del rey Josías, que alertado por una profecía sobre la futura profanación del Santo de los Santos por los babilonios, la ocultó en una gruta debajo del suelo del Recinto Sagrado. Algunos piensan que en el siglo XII uno de los objetivos de los templarios (monjes-guerreros) durante las cruzadas, era recuperar esta reliquia bíblica. Más adelante, en el año 1967, los arqueólogos israelíes comenzaron a excavar un largo túnel en el extremo noroeste del antiguo Monte del Templo, circularon insistentes rumores de que algunos habían vislumbrado el Arca Santa a distancia, pero se les impidió examinarla, ya que las autoridades musulmanas procedieron de inmediato a cerrar su entrada.

 b. Una leyenda tardía se refiere cómo el profeta Jeremías ocultó secretamente el Arca y el altar de los holocaustos en una gruta, situada en el “monte al que subió Moisés para contemplar la heredad del Señor”. Ese monte desde el cual el caudillo judío divisó la Tierra Prometida que nunca iba a pisar, es el monte Nebó, un conocido lugar que se hallaba a unos cincuenta kilómetros de Jerusalén, en línea recta. El antiguo monte Nebó, ha sido identificado con el Jaban an-Naba, y se encuentra muy cerca de la frontera con Jordania. En el siglo XX hubo dos tentativas para localizar el escondite de Jeremías. La primera, en 1920, cuando un aventurero norteamericano, Frederick Futterer, rastreó durante varios meses la montaña Nebó y una cumbre vecina, el monte Pisgá. En alguno de los dos, se topó con un pasadizo secreto en donde había una inscripción jeroglífica que una vez descifrada, decía: “Aquí dentro está el Arca de oro de la Alianza”. Pero poco después, el sospechoso explorador desapareció sin dejar rastro, llevándose la inscripción, y no existe constancia de que volviera nunca para rescatar el Cofre de Dios del supuesto pasadizo secreto.

 Su pista fue seguida, más de medio siglo después, por un compatriota suyo llamado Tom Crotser, un supuesto experto en arqueología bíblica. En 1981, en una expedición en el monte Pisgá, encontraron el ya mencionado pasadizo donde apareció una cripta con un arca rectangular cubierto de oro y unos bultos envueltos en tela. El extraño objeto no se lo llevó, ni siquiera lo tocaron, pero sí tomaron fotografías de ella. Ya en Estados Unidos informaron a la prensa sobre su descubrimiento, pero no autorizó para que expertos en la materia las analizaran. 

c. Aparte de Israel  algunos creen que el Cofre de la Alianza fue llevado a Yemen (Actual lugar cercano a Etiopía), o bien por la reina de Saba; o por el príncipe Menelik, hijo del rey Salomón con la mencionada monarca; o por un grupo de sacerdotes para que no cayera en manos de los idólatras; y fue traslada a este país, donde había una colonia de judíos de raza negra llamados los “falashas”, identificados con la tribu perdida de Israel. En Etiopía las tradiciones orales de los monjes coptos aseguran que el Arca estuvo en varios lugares hasta llegar a la región de Aksum, donde fue depositada en la iglesia de Santa María de Sión, tres veces destruida y tres veces reedificada. Allí se encontraría en la actualidad dentro de un laberinto de pasajes subterráneos custodiada durante siglos por los llamados “guardianes del Arca”. 

 Sea cual fuera el destino de la precisada reliquia del Antiguo Testamento, lo cierto es que la llamada “Arca del Pacto”, es mencionada nuevamente en el Apocalipsis, donde la ubica en el templo de Dios en el cielo (11,19).

 Después del exilio y hasta el presente, las sinagogas judías han venido teniendo un arca (Aron Kodesh) para guardar los rollos de las Sagradas Escrituras (La Toráh), usados en su liturgia. El receptáculo está separado del recinto principal por una cortina, excepto cuando se sacan solemnemente los rollos para pasearlos alrededor  de la congregación y darles lectura desde el púlpito (Bema). Esta tradición se remonta al velo del Santuario que era una cortina amplia que separaba el Templo propiamente dicho del “Santo de los santos”.

 

EL TEMPLO DE JERUALEN

 AUTOR: GUIDO ROJAS. LICENCIADO EN CIENCIAS RELIGIOSAS. 

Este recinto sagrado fue construido por el rey Salomón hacia el siglo X a.C. Era llamado como la “casa del Dios verdadero” (2 Crónicas 24,7), “casa de oración para todos los pueblos” (Isaías 56,7), “santo templo” (Salmo 68,5) o “templo del Señor” (1 Samuel 1,9.24). Posteriormente, fue destruido por Nabucodonosor de Babilonia en el 587, luego fue  reconstruido por Zorobabel a la vuelta del destierro hacia el 515. Rehecho nuevamente por Herodes el Grande, empezando su construcción hacia el año 20 a.C., recibirá en varias oportunidades al Hijo de Dios. Hacia el año 70 de nuestra era, es arrasado por los ejércitos romanos de Tito. A la fecha, solo quedo el llamado “Muro de los Lamentos”, el lugar más sagrado para los judíos contemporáneos. 

El templo de Jerusalén estaba adornado en un principio por “seres alados, palmeras, flores, granadas, frutas, leones, toros y guirnaldas” (1 Reyes 6, 18.29.32.34-35;  7,19-20,25. 29.36). El rey Salomón, hizo dos enormes ángeles de madera de olivo y cubiertos de oro, para que custodiaran el Lugar Santísimo (1 Reyes 6,23. 28-29). Anteriormente, Moisés había dado ordenes a los artistas para Que confeccionaran en el Santuario, diez cortinas de diferentes colores bordadas con dos seres alados (Éxodo 26,1.31-33; 36,8.35). 

El sagrado templo (Bet ha-Micdash), estaba dividido en tres partes:  

1.   El atrio (Ulam).

2.   La sala principal del santuario o el  lugar santo (Hekal).

3.   El  “Santo de los Santos” (Sancta Sanctorum), era el lugar de la Shekirá, es decir, de la presencia y de la gloria de Yahvé (Éxodo 29,43-46; 40, 34-38). 

Era además el único recinto santo que tenían los hebreos en Jerusalén. Los israelitas  frecuentaba el templo todos los días, pero en especial en las grandes celebraciones del calendario judío. En este santuario había tanto culto que cada semana se necesitaban 300 sacerdotes para eso, ayudados por 400 levitas entre sacristanes, músicos, cantores y policías. El acceso al recinto se hacía a través de un denominado atrio exterior, abierto a los gentiles, y separado del lugar sagrado por una balaustrada en la que se amenazaba con pena de muerte a los paganos que osasen pasar adelante. La balaustrada se dividía en dos nuevos atrios, el de las mujeres en el lado este, y el de los hombres en el lado oeste. Delante de la edificación se hallaba el altar de los holocaustos, y en su interior se encontraba el altar del incienso, el candelabro de los siete brazos encendidos permanentemente, la mesa de los panes de la proposición que se renovaban cada sábado y el santísimo –Sancta Sactorum- separado por un grueso velo. Al santísimo sólo tenía acceso, una vez al año, el sumo sacerdote de turno, para ofrecer el sacrificio expiatorio de todo Israel.

 Todos los judíos mayores de 12 años, hasta los que vivían en las diásporas, tenían que pagar a la casa de Dios un impuesto anual equivalente a lo que se ganaba en dos días de jornal de doce horas de trabajo (dos dracmas) (Mateo 17,24). Asimismo, todo el que producía algo tenía que entregar al templo una décima parte de sus ganancias: animales, frutos, grano, aceite, vino, etc.; esto sin contar los regalos y grandes limosnas que recibían los sacerdotes. El tributo para el templo era recaudado bajo vigilancia romana. Diariamente se ofrecía un sacrificio de incienso y un cordero de un año sin defecto, a parte de esto también se sacrificaban diferentes víctimas (toros, terneros, ovejas, cabras, palomas y tórtolas) como holocausto públicos de la comunidad y como ofrenda por los pecados personales, en las mujeres para recuperar la pureza legal, además de ofrecer un sacrificio diario por la salud del emperador romano. En la explanada del santuario se vendían estos animales.

 En el templo no se admitía moneda extranjera, el cambio de moneda no se podía hacer más que en el recinto sagrado. Los días de peregrinación había hasta 93 sacerdotes encargados de las ventas y de recoger la plata. Los sumos sacerdotes y sus familias estaban involucrados en este negocio. El templo, a parte de ser el centro de la vida religiosa, constituía el epicentro financiero de Jerusalén, y era la sede normal de la suprema autoridad política y religiosa.

 Cerca del edificio santo había tres grandes salas abiertas al pueblo durante las fiestas. En éstas se reunían los doctores de la ley para dar al pueblo enseñanzas religiosas. El maestro procedía por preguntas, ponía una cuestión o proponía una dificultad. Los más instruidos daban la respuesta, que el doctor discutía, aprobaba o corregía. A los doce años los niños eran admitidos a estas reuniones y podían tomar parte de la discusión. A propósito de esto, el Talmud ha conservado el recuerdo de dos jóvenes judíos, uno de 16 años y el otro de 14, cuyas respuestas fueron tan acertadas, que fueron invitados por los doctores a dejar los bancos de discípulos y a tomar asiento entre ellos.


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