ESTUDIO DE LA SUMA TEOLOGICA DE SANTO TOMAS
JESUS MARTI BALLESTER

DE LA VIDA ACTIVA Y CONTEMPLATIVA

MODO ESPECIFICO DE PRACTICAR LAS VIRTUDES Y LUCHAR CONTRA LOS VICIOS SEGÚN LA DIVERSIDAD DE ESTADOS Y DE OFICIOS.

Santo Tomás, que comenzó la obra grande de la Suma Teológica hablando de Dios en la Primera Parte, continuará en la Segunda Parte de la Segunda Parte, dicho en latín: Secunda Secundae, estudiando al hombre en su afán de felicidad y señalando los medios para conseguirla que son la práctica de las virtudes y la mortificación de los vicios, que estudiará en esa parte. Al final de la misma y a partir de la cuestión 171, Santo Tomás, en el tratado de los estados de vida cristiana, estudia los temas que se refieren a las diversidad de la vida de los cristianos, que no proviene sólo del gusto o inclinación personal, sino de un designio divino o de una vocación que orienta connaturalmente a cada persona. Con este análisis quiere matizar la manera específica de practicar las virtudes y de luchar contra los vicios de acuerdo con de cada estado de vida, teniendo en cuenta que la diversidad de vida se integra en la unidad superior de la Iglesia, y contribuye a su edificación y desarrollo. Así lo dice Santo Tomás. «Después de haber tratado sobre cada una de las virtudes y de los vicios que afectan a todos los hombres, cualquiera que sea su estado y condición, ahora hay que tratar sobre lo que afecta a algunos en especial. Y señala dos fundamentos de diversificación. 1º. El diverso tipo de ocupación en que cada uno se ejercita, de donde surge la distinción entre los que optan por la vida contemplativa y los que prefieren la activa.

DIVERSIDAD DE OFICIOS Y ESTADOS

Y 2º, la diversidad «de oficios y de estados», porque Cristo, para la edificación de su cuerpo, que es la Iglesia, constituyó ministerios diversos. Santo Tomás propone estas distinciones a la vista de los pasajes bíblicos en que se habla de la Iglesia y de las diversidades exigidas para ser cuerpo orgánico, en el cual, aunque ningún miembro puede serlo todo, cada uno tiene la misión de servir a todos mediante el cumplimiento de la función propia. Santo Tomás cita el capítulo 12 de 1 Cor y otros pasajes paralelos, que contienen una parte de su eclesiología, pues, aunque no escribió un tratado sobre la Iglesia, ofrece material abundante para elaborarlo. Para Santo Tomás, la vida cristiana entera es vida eclesial, pues, la noción de virtudes teologales y su ejercicio práctico, está conectado con la Iglesia; y los sacramentos son sacramentos de la Iglesia, sobre todo el sacrificio-sacramento de la eucaristía, en el cual «se contiene el bien común espiritual de la Iglesia» (3 q.65 a.3 ad 1; q.79 a.1), pues "La Iglesia vive de la Eucaristía", como afirma la Encíclica de Juan Pablo II, "Ecclesia de Eucaristía", recién estrenada. Dentro de ese contexto, Santo Tomás desarrolla el tema de diversidades, desde un punto de vista que hoy no es corriente y que a veces ni siquiera se considera, mientras se acentúan más las diversidades étnicas, culturales o de signo análogo y se presta escasa atención a las diversidades vocacionales que brotan del interior de la Iglesia misma y la configuran; se insiste tanto en la igualdad, que la diversidad queda empobrecida hasta casi su eliminación. Santo Tomás destaca las diversidades, pero no las exagera, sino que las integra en la unidad de la vida cristiana, teniendo en cuenta que las virtudes son comunes a todos.

VIDA CONTEMPLATIVA Y VIDA ACTIVA

Esta distinción brota de la psicología típica del hombre y tiene reflejo en la vida cristiana, la cual para encarnarse en el hombre ha de tener un «funcionamiento» humano. Fue Aristóteles, quien, siguiendo el funcionamiento de la psicología humana, dividió la vida en activa y contemplativa designando a la primera negocio, guerra y humana y a la segunda, ocio, paz y divina. Santo Tomás siguió con la misma división de vida activa y contemplativa, las dos al servicio de la Iglesia: "entregada a la acción y dada a la contemplación", como la definió el Vaticano II (SC 2). Lo propio de la vida activa es: hacer, conducir, guiar, dirigir, ordenar. De la contemplativa: mirar atentamente desde la altura, con tranquilidad de espíritu, abarcando un extenso panorama. La vida humana y cristiana del hombre en la Iglesia puede ser activa y contemplativa, porque la gracia no destruye la naturaleza, y esta división de vidas que se da en cada hombre, se da también en el hombre cristiano. Todas las empresas humanas ordenadas a las necesidades de la vida presente, pertenecen a la vida activa. Las que se dedican a la contemplación de la verdad, pertenecen a la vida contemplativa. Lo específico de cada ser viviente —dice Santo Tomás— «se manifiesta mediante la operación que le es más propia, que es también a la que siente la mayor inclinación... Lo más propio del hombre es entender y obrar a impulso de la razón» (q.179 a.1). Los que se detienen en entender son contemplativos; quienes aplican la verdad conocida a la regulación de obras exteriores son activos. El entender contemplativo es definido por Santo Tomás como simplex intuitus veritatis (q.180 a.3 ad 1), que podría traducirse como pura fijación de la mente en la verdad. Según Santo Tomás, la vida centrada en esta dedicación, o vida contemplativa, es más perfecta que la consagrada a la realización de obras exteriores, o vida activa, como puede verse en la cuestión 182. La primacía que Santo Tomás atribuye a lo contemplativo refleja su intelectualismo. Pero no pretende detenerse en la psicología de lo contemplativo y de lo activo; sino esclarecer el modo de realizar estos aspectos en la vida cristiana, según el Evangelio. Y advierte en las cuestiones 180 y 181, que la vida contemplativa cristiana no se identifica con una teoría, sino que requiere la presencia de elementos afectivos; pues la contemplación cristiana tiene conexión esencial con la caridad y con las virtudes morales, que rectifican las potencias apetitivas.

COMPENDIO DEL PENSAMIENTO DE SANTO TOMAS

El pensamiento de Santo Tomás se compendia en el párrafo siguiente: «La vida contemplativa se ocupa directa e inmediatamente del amor de Dios... El ocio santo, o sea, el de la vida contemplativa, busca la caridad de la verdad divina, objeto principal de la vida contemplativa» (q.182 a.2). El contemplativo busca la verdad, fija su mente en la verdad, que, por ser Dios mismo, infunde amor y requiere amor, para ser asimilado con su propia riqueza, dentro de las limitaciones humanas. El hombre tiene recursos necesarios para la especulación y la contemplación filosófica. Pero la contemplación cristiana requiere una postura inicial de pasividad, por la cual se acoge la luz de la fe con que se «descubre» la verdad íntima de Dios en su misterio trinitario, y se recibe la infusión de la caridad para «sintonizar» con el misterio del mismo Dios, que es amor (1 Jn 4,8). La contemplación del cristiano se dirige a la verdad de Dios en sí, en cuyo «fondo» es imposible penetrar sin la caridad, que es la que da «connaturalidad» con el misterio contemplado, haciendo que la persona «sintonice» con él mediante la totalidad de su ser, con la ayuda de los dones del Espíritu Santo, especialmente del de sabiduría, que corresponde a la virtud de la caridad, como Santo Tomás explica en la cuestión 45. Ahora bien, la contemplación cristiana es más profunda que la filosófica y requiere el concurso de todas las fuerzas psicológicas para alcanzarla y ejercitarla de manera connatural. La pasividad inicial se abre a una actividad que requiere el máximo esfuerzo de penetración y la máxima concentración psicológica. Pero la contemplación cristiana no recae solamente sobre Dios en sí; sino también sobre sus atributos y la obra de la creación. Pero hay que tener en cuenta que, tanto en el orden humano como en el cristiano, es necesario que haya quienes consagren su vida al ejercicio de una actividad externa, regulada por la razón. A esta vida Santo Tomás llama activa, que no se identifica con el solo cúmulo de obras externas, sino que requiere su regulación por la razón; para que no se confunda con el activismo, que Pío XII calificó de herejía de la acción y que procede de simple agitación, de inestabilidad interna, de apasionamiento o de cualquier otro motivo deformado: "Marta, Marta, estás muy inquieta y nerviosa por muchas cosas" (Lc 10,41).

NECESIDAD DE LA VIDA CONTEMPLATIVA

Si con mirada atenta avizoramos el panorama de la Iglesia que ora, por los frutos veremos una multitud de principiantes. Aún los que hoy oran, no han dejado el libro para orar, y desprovistos de la acción de los dones del Espíritu Santo, que son propios de la vida contemplativa, y facilitan la acción gratuita y gozosa de las virtudes morales, y teniéndolas que ejercitar a fuerza de brazos, las virtudes se hacen más difíciles y es natural que predomine la soberbia, la vanidad y el egoísmo sobre la humildad; la avaricia y la pusilanimidad sobre la largueza y la magnanimidad, la lujuria sobre la castidad, la ira sobre la mansedumbre y la paciencia, la gula sobre la templanza, la envidia, el exclusivismo y la petulancia y el espíritu absorbente sobre la caridad y la pereza sobre la diligencia activa y las iniciativas creativas por el crecimiento del Reino. Escribe el P. Arintero: «Gran multitud de cristianos, y aun de religiosos —aunque comprometidos a caminar muy de veras a la perfección evangélica—, nunca salen de esta fase de la niñez espiritual, que es la propia de ascetas y principiantes» (Evolución mística, Edica, Madrid 1968, 21). Que esto ocurra en las personas apostólicas es grave, porque la acción debe ser el fruto de la contemplación, «non per modum substractionis sed por modum additionis», según indica santo Tomás. Que por eso san Gregorio, con frase lapidaria, ha dicho: «Sea el obispo el primero en la acción y el más alto en la contemplación.» Pero no sólo los obispos. Jesús no quiso que su Iglesia fuese un pueblo de principiantes, sino de perfectos: «Sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto» (Mt 5,48).

LA VIDA ACTIVA SE RIGE POR LAS VIRTUDES MORALES

La materia en que se ejercita la vida activa es la propia de las virtudes morales. Para Santo Tomás, «es evidente» que estas virtudes «pertenecen esencialmente a la vida activa» (q.181 d.1). Pero la virtud moral en torno a la cual gira principalmente este género de vida es la justicia, «por la que uno se ordena a otro... De donde procede que la vida activa es definida en función de aquellas cosas que dicen orden a otro, no porque éstas sean las únicas que le pertenecen, sino porque tienen primacía» (q.181 a.1 ad 1). Ocurre que a veces todas estas virtudes son ejercitadas para lograr un estado interior que facilite la contemplación; esto las saca del orden de lo puramente activo, de modo que, no siendo practicadas por el motivo específico de la acción, pertenecen a la vida contemplativa (q.181 a.1 ad 3).

VIDA MIXTA

La actividad exterior puede ser ordenada a la contemplación, o un cierto desbordamiento de la contemplación, según el axioma de San Bernardo: "Si sapis, concham te exhibebis, non canalem", "si eres sabio, te convertirás en concha, no en canal". Por el canal pasa el agua para los demás y él queda seco. La concha da de lo que rebosa siendo ella la primera en recibir y conservar. Así es como «uno ofrece a Dios su propia alma y la de los otros» (q.182 d.2 ad 3). Surge así la llamada vida mixta, expresión poco afortunada, porque no se trata de mixtión o de mezcla de actos, sino de integración en la unidad superior emanada de la fusión vital de todos. La vida mixta es más unitaria que la sólo contemplativa o sólo activa, porque penetra más hondamente en el misterio de Dios, que encuentra en sí mismo «el motivo» y el «impulso» para obrar. Así resulta que el acto antonomástico de la vida mixta es el de la enseñanza y la predicación de la fe, que Santo Tomás cataloga entre los actos propios de la vida activa (q.181 a.3); y constituye el principal ministerio de la actividad episcopal, (q.185 a.3, 4 y 5). Pero Santo Tomás enseña también que la docencia y la predicación de la fe, «se deriva de la plenitud de la contemplación» (q.188 a.6) y que existen institutos religiosos de índole contemplativa que tienen como fin «comunicar a los demás, mediante la enseñanza y la predicación, lo que ellos mismos contemplan» (q.188 a.7). Así, sólo es genuina la evangelización cuando brota de la contemplación, que es la que permite asimilar el «sentido» del Evangelio para comunicarlo con «sensibilidad» evangélica. El Concilio Vaticano II, al tratar de la vida y ministerio de los sacerdotes, se refiere a esta doctrina de Santo Tomás y la asume (LG 41; PO 13). En la vida intramundana sobrenatural todos vivimos la vida activa y contemplativa, por lo que las dos son partes integrantes de la vida cristiana completa. En la otra vida, sólo permanecerá la contemplativa (Lc 10, 42), y se habrá desvanecido la activa. El objeto de la vida contemplativa son las cosas divinas y eternas. El de la vida activa, las cosas humanas y temporales. El principio de la vida contemplativa son las virtudes y los dones del Espíritu Santo correspondientes, referidos a las cosas eternas y divinas. El principio de la vida activa son las virtudes morales, que tratan de las cosas humanas y temporales.

LA IMITACION DE CRISTO

La vida del miembro de la Iglesia debe ser la imitación de la vida de Dios y la de Cristo, cuya vida es activa y contemplativa: "Sed perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto (Mt 5, 48); "Sed imitadores míos, como yo lo soy de Cristo" (1 Cor 4, 16). Yo he invertido el orden de Santo Tomás anteponiendo el Tratado del Verbo Encarnado, de la Tercera Parte, cuestiones de la 1 a la 59, para ver a Cristo, Nuestra Vida, Maestro y Modelo con cuya fuerza poder cumplir mejor su evangelio. La Beata Madre Maravillas decía: "Yo no quiero la vida más que para imitar lo más posible la de Cristo". Y el Padre Rubio, ambos serán canonizados el día 4 de mayo, aconseja: "Meditad las virtudes de Jesucristo y trabajad por practicarlas". Ya estudiaré más adelante las virtudes y los vicios y reservo la Tercera Parte para estudiar los sacramentos, gracia y fuerza sobrenatural, que posibilitan la ardua práctica de las virtudes y la lucha contra los vicios para la imitación de Cristo. Dice San Gregorio: "El Redentor hacía milagros durante el día y se dedicaba por la noche a la oración; para enseñar a los predicadores a no abandonar la vida activa por el amor de la contemplación, ni a despreciar la oración por el afán excesivo de las obras exteriores, sino que aprendan a beber en la callada y tranquila contemplación, lo que han de comunicar a los demás por la palabra". La contemplación es ciencia o noticia amorosa, en expresión de san Juan de la Cruz. Conocimiento de Dios que espira amor, como en el seno de la divinidad el Verbo de Dios espira el Amor, que es el Espíritu Santo, dice santo Tomás.

LA BELLEZA DE LA CONTEMPLACION

La contemplación es hermosísima, porque la belleza es una propiedad trascendental que siempre acompaña a la verdad y al bien, y porque el objeto de la contemplación es la hermosura increada, y por eso se dice de la contemplación: "Me hice amante de su hermosura".

La contemplación sólo se da con perfección cuando la naturaleza está sosegada, purificada y ordenada, dice santo Tomás. San Juan de la Cruz, lo expresa con su conocido verso: "estando ya mi casa sosegada". Esta es la razón de que los contemplativos suelen aparecer durante la contemplación, llenos de belleza y esplendor, como Moisés en su contemplación de Dios en el Sinaí. La contemplación además es deliciosa. Para santo Tomás la vida más perfecta es la conjunción de las dos, La contemplativa y la activa: "Contemplari et contemplata aliis tradere" (2-2, 188, a. 6). "Es más perfecto iluminar que ver la luz solamente, y comunicar a los demás lo que se ha contemplado, que sólo contemplar". Después de esta vida no perdurará la vida activa, porque en la bienaventuranza no habrá miserias que socorrer. Las obras exteriores de los unos a los otros estarán ordenadas al fin de la contemplación. Pero en la vida presente la Iglesia está dedicada a "la acción y a la contemplación".

LA"PERFECTAE CARITATIS" Y EL DECRETO "AD GENTES" DEL VATICANO II.

Ambos Documentos proclaman la necesidad de la vida contemplativa: "Los Institutos puramente contemplativos..., por mucho que urja la necesidad del apostolado activo, ocupan siempre una parte preeminente en el cuerpo místico de Cristo, en que todos los miembros no tienen la misma función (Rm 12, 4)...Enriquecen al pueblo de Dios con frutos espléndidos de santidad, arrastran con su ejemplo y dilatan las obras apostólicas con una fecundidad misteriosa... Son el honor de la Iglesia y torrente de gracias celestiales" (7).

Y el Decreto "Ad gentes": "Los Institutos de vida contemplativa tienen una importancia singular en la conversión de las almas con sus oraciones, obras de penitencia y tribulaciones, porque es Dios quien, por la oración, envía operarios a su mies, abre las almas de los no cristianos para escuchar el evangelio y fecunda la palabra de salvación en sus corazones" (40).

LA CONSAGRACION DE ESTA DOCTRINA EN EL DOCTORADO DE SANTA TERESITA DEL NIYO JESUS

La proclamación por Pio XI de santa Teresa del Niño Jesús Patrona de las Misiones, el 14 de diciembre de 1927, fué un gesto, comentado por Sor Genoveva de la Santa Faz, hermana de la Santa, a su hermana Leonia, que significó "la glorificación de la vida contemplativa". Esta santa y Carlos de Foucauld, son las dos almas proféticas que más han influido en nuestro siglo XX, aunque éste, por su humildad, creía que no había hecho nada. Murió sin un solo compañero, y sin haber conseguido ni una sola conversión. Culminado en la declaración de Teresa de Lisieux, DOCTORA DE LA IGLESIA.

LA REFORMA DE SANTA TERESA DE JESUS

Los Monasterios teresianos son universidades de vida puramente contemplativa, pero esto no garantiza que todos sus miembros sean contemplativos con oración mística, pues Dios no lleva a todos por los mismos caminos. Dicho de otra manera: las monjas de Santa Teresa todas son monjas contemplativas, aunque su oración sea ascética y difícil: "No porque en esta casa todas hagan oración, han de ser todas contemplativas". Van por el mismo camino y se encuentran en dos tramos distintos, el ascético y el místico, ordenados ambos a la contemplación. La ascética será vida contemplativa incoada o incipiente, y la mística, perfecta y consumada.

En un mundo consumista en el que predomina la ideología de la superficialidad y del hedonismo, es absolutamente necesaria la dimensión contemplativa de la vida, que no comporte tan sólo huir del ruido y de los conflictos del mundo, sino encuentro con Dios en el corazón del mundo, como medio para ser testigos del único Dios y Señor.

JESUS MARTI BALLESTER
jmarti@ciberia.es

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Laudetur Jesus Christus.
Et Maria Mater ejus. Amen