COOPERACION DE MARIA SANTISIMA EN LA OBRA DE LA REDENCION
Librería Parroquial de Clavería
Primera Edición, 1990

VER TAMBIÉN:  
¿Un Nuevo Dogma?
La Virgen María, Cooperadora en la Redención - JPII

No basta que tengamos un tierno amor a María Santísima y multipliquemos nuestras devociones y actos piadosos. También es necesario que progresemos en el conocimiento de lo revelado en la Biblia y en lo que enseña la Iglesia acerca de María. Debemos fundamentar bien nuestras devociones marianas y saber expresar las razones que tenemos para creer en María y su cooperación en la Redención de Cristo.

1) Debemos releer el Evangelio muchas veces, porque son muchas las páginas que nos hablan de María y de lo que hizo y lo que dijo. Así leemos en Lucas 1,28, cómo el ángel la llama "Llena de gracia" (lo cual quiere decir llena de bendiciones y favores divinos, como a ninguna otra persona se la llama en el Evangelio). Es interesante señalar aquí que últimamente las Sociedades Bíblicas (protestantes) también han utilizado la expresión llena de gracia " y no como antes "favorecida de Dios" para designar a María. También leamos en Lucas 1, 42, cuando Isabel llama a María "Bendita entre todas las mujeres", y además le dice "Feliz de ti por haber creído". Por fin, citemos aquel momento tan especial en la Redención de Cristo, cuando este, desde la Cruz, donde estaba ya muriendo por toda la humanidad, se dirigió a María, que estaba al pie de la cruz y le dio un título grandioso diciéndole "Mujer, aquí tienes a tu hijo" (ver Juan 19, 27).

2) Para entender el oficio de cooperadora en la Redención, debemos atender a las enseñanzas de la Iglesia. Atender a las tradiciones más antiguas, porque desde siempre, los cristianos tuvimos amor a María y la reconocimos como cooperadora. Atender a las recientes enseñanzas del Concilio, de los Papas y del Catecismo Católico que fue publicado en 1992. Por ejemplo, el Papa Pablo VI publicó una Carta titulada "Marialis cultus" y el Papa Juan Pablo II publicó la "Redemptoris Mater".

3) El principal documento del Concilio Vaticano II se titula "Lumen gentium" y trata sobre la Iglesia. En el capítulo VII trata de las relaciones entre la Iglesia de la tierra y la del cielo; y en el siguiente capítulo VIII trata sobre la santa que sobresale en el cielo, diríamos "la número uno en santidad" que es María de Nazaret, madre de Jesús y esposa virginal de José el carpintero. Ella, redimida de un modo eminente en atención a los futuros méritos de su Hijo, enriquecida con la máxima dignidad: la de ser Madre de Dios, hija del Padre y esposa del Espíritu Santo.

4) El párrafo 969 del Catecismo Cat. enseña: "La maternidad de María perdura sin cesar... no abandonó su misión salvadora, sino que continúa procurándonos, con su múltiple intercesión, los dones de la salvación eterna... Por eso es invocada en la Iglesia con los títulos de Abogada, Auxiliadora, Socorro, Mediadora"; y agrega, siempre citando al Concilio Vaticano II "La misión maternal de María para con los hombres de ninguna manera disminuye o hace sombra a la única mediación de Cristo, sino que manifiesta su eficacia... Ninguna criatura puede ser puesta jamás al mismo nivel de Cristo, pero la única mediación de Cristo no excluye, sino que suscita en sus criaturas una colaboración distinta que participa de la única fuente de salvación que es Cristo".

 5) Debemos tener en cuenta que todo lo que el Vaticano II enseñó con respecto a la Iglesia, sobre todo en su "Lumen gentium" y en su "Gaudium et spes", lo podemos aplicar a la misma persona de María ya que ella es tipo de la Iglesia y en ella acontecieron y acontecen todas las virtudes y misterios de gracia de que goza la Iglesia. Por eso también ella ejerce hoy día su oficio sacerdotal, profético y real.

6) María participa del sacerdocio común de todos los redimidos y estuvo al pie de la cruz, entregándose ella misma por nuestra salvación; y siempre estará al lado de todo acto sacerdotal que ejerza la Iglesia en el nombre del Redentor.

María ejerce además la potestad profética, ya que sus palabras y ejemplos serán una enseñanza permanentemente válida. Incluso podemos decir, que en cierta medida, inspira en el corazón de los fieles las enseñanzas de Cristo el Profeta.

Por fin, la potestad real ella la ejerce siendo la servidora que cumple hoy día el plan de Dios y así, sirviendo al pueblo fiel con su valiosa intercesión, ella reina, sirviendo. La realeza de María no se expresa sólo en esas coronas que la devoción popular le ha puesto a sus iconos, sino en esa presencia de servicio que ella ejerce alabando eternamente al Señor y congregando a sus fieles en todos los santuarios y en todos los momentos de la vida de los cristianos.

7) María está presente en el centro de la Iglesia Peregrina.
La Iglesia va peregrinando entre las persecuciones del mundo y los consuelos de Dios. En este camino, María está presente como la que es feliz por haber creído. Desde el día de Pentecostés, la Iglesia comienza su camino, con la presencia de María, en el Cenáculo, donde se imploraba la venida del Espíritu Santo prometido.
Comprenderemos mejor a Cristo si lo vemos a través de María, como, asimismo, comprenderemos mejor a María si la vemos a través de Cristo. Ha querido la Providencia que de tal modo María esté presente en el misterio de Cristo y de su Iglesia, que, sin ella, no podríamos comprender ni a Cristo ni a su Iglesia.

8) María está presente en el corazón de la Iglesia como el patrimonio más sagrado de todo lo que el Maestro le ha enseñado y le ha regalado.
Todos los cristianos participamos de la fe de María, y, los que acogemos el misterio de Cristo, recurrimos a María con confianza como a nuestra verdadera Madre en el ámbito de la Gracia y la Redención. Además, buscamos en la fe que ella profesó, un sostén para nuestra propia fe. La misma fe de María se convierte en la fe del Pueblo de Dios peregrino.

9) El pueblo fiel le reza a María pidiéndole que Cristo nazca y crezca en los corazones de los fieles. Por eso la Iglesia persevera en oración junto a María, ya que todos imploramos las bendiciones celestiales para que se haga realidad la súplica "Venga nosotros tu Reino".

10) María no es sólo el recuerdo de alguien que existió, sino una presencia viva y activa. Tampoco María es sólo un icono escatológico de la Iglesia (como por otra parte hermosamente la llama el Catecismo Católico n. 972)  tipo y figura de la Iglesia, sino la Mujer que de un modo excepcional y sublime, está asociada hoy a la obra de la Redención, como enseña la, Lumen gentium n. 61. "La bienaventurada Virgen ... fue en forma singular... la generosa colaboradora, más que todas las criaturas y la humilde esclava del Señor... cooperó en forma del todo singular en la restauración de la vida sobrenatural de las almas. Por tal motivo es "MADRE EN EL ORDEN DE LA GRACIA". "MADRE EN EL ORDEN DE LA GRACIA".

11) La Iglesia y cada fiel saben que uno solo es nuestro mediador: CRISTO. Pero sabe también y enseña que la mediación maternal o cooperación de María, no oscurece la mediación de Cristo.
Así lo expresó la Lumen gentium, n. 60 y lo repite el Cat. n. 970 "La misión maternal de María para con los hombres, de ninguna manera disminuye o hace sombra a la única mediación de Cristo, sino que manifiesta su eficacia". Y, en el num. 62 agrega: "María no dejó su oficio salvador, sino que continúa alcanzándonos por su múltiple intercesión, los dones de la eterna salvación... La única mediación del Redentor no excluye, sino que suscita en las criaturas una
MULTIPLE COOPERACION QUE PARTICIPA DE LA FUENTE UNICA".
Nadie tema que alabar, bendecir e imitar a María podría ir en desmedro de Cristo. Nadie tema llamar a María- como hace el Concilio - con los títulos de Abogada, Auxiliadora, Socorro y Mediadora. Incluso hay muchos teólogos que no dudan en llamarla "Corredentora", lo cual ha sido rechazado por un famoso y reciente Congreso Mariano en Polonia.

12) Uno de los argumentos primeros para afirmar la cooperación de María en la Redención es recordar que un tema frecuente en la Biblia (no sólo en el N.T.) es el deseo de Dios de que las criaturas participen de su obra. Primero, de su obra creadora pidiéndoles: "Sometan la tierra y domínenla". El Catecismo Cat., n. 307, hablando de la Providencia y de las "causas segundas", afirma: "Los hombres pueden entrar libremente en el plan divino no sólo por sus acciones y oraciones, sino también por sus sufrimientos. Entonces llegan a ser plenamente colaboradores de Dios y de su Reino".

13) Pero, además, el argumento siguiente es recordar que la criatura participa en la obra redentora, como lo enseña el Cat., Cat. n. 618, diciendo: "La cruz es el único sacrificio de Cristo, que es el único mediador entre Dios y los hombres (1 Tim. 2, 5).  Pero, porque en su divina persona encarnada se ha unido en cierto modo con todo hombre, El ofrece a todos la posibilidad de que, en la forma sólo conocida por Dios, se asocien a este misterio pascual. Él llama a sus discípulos a tomar su cruz y a seguirle, porque él sufrió por nosotros dejándonos ejemplo para que sigamos sus huellas" (1 Ped.2, 21).
Nótese que el "tomar la cruz" no "crucificarnos" sino "redimirnos".

14) Es patente cómo en la Cruz Jesús nos entrega a María Santísima como Madre y cómo los cristianos comenzaron a sentir una relación muy especial con ella. Por eso anota el evangelista Juan que "el discípulo (él mismo) la recibió en su casa". Debemos entender a qué se refería Jesús cuando hablaba de que la Virgen sería una madre para el discípulo (como para todos nosotros) No se podría tratar sino de una maternidad espiritual que se había gestado en el mismo Calvario. Nos resistimos a una interpretación sólo literal. No podemos negar una intención del Señor de dárnosla como madre y por lo tanto gestora (aunque subordinada) de nuestra Redención.

 15) Teniendo en cuenta que la salvación de Cristo es esencialmente social, es decir, está ordenada a la sociedad y por ésta ordenada a nuestra aceptación y apropiación. Precisamente fue María la primera que se apropió de esta salvación de Cristo y lo hizo en nombre de toda la humanidad. La Iglesia asimismo, como María, se apropia de esta salvación. María pronunció ejemplarmente para todos el sí a la salvación.
Por la solidaridad de todos los hombres entre sí, la salvación de Cristo la reciben como seres sociales. Así pues, quien participa de la Salvación es a su vez origen de la salvación.
Por todo lo cual podemos afirmar que la Mediación de María, ha de ser entendida en el plano de solidaridad entre todos los hombres necesitados de salvación.

María en la vida de la Iglesia y de cada cristiano

María permanece en medio de sus hijos, la Iglesia, aún hoy día, no sólo como modelo de esperanza que no desengaña, sino como Madre y gestora de la divina gracia salvífica. Este es el motivo por el que desde muy antiguo los cristianos veneraron a tan Santa Madre con un culto tan especial. Como virgen fiel a Cristo y como Madre de la Divina Gracia colaborando en la Redención hoy día. Muy a menudo se la llama también "Esposa del Espíritu Santo", porque, efectivamente hay una cooperación misteriosa para otorgarnos la gracia de la Redención que proviene del Divino Espíritu.

La maternidad de María pertenece al orden de la divina gracia; gracia salvífica, porque ella implora el don del Espíritu Santo, que es el que suscita la vida de la gracia. María sigue cooperando en la santificación de los hijos de la Iglesia y de todos los hombres. Recordemos que Pablo VI en su "Credo del Pueblo de Dios" (lamentablemente olvidado hoy día) enseñó: "Creemos que María continúa en el cielo, su misión maternal, cooperando al nacimiento y al desarrollo de la vida divina en las almas".

En un reciente congreso mariano celebrado en Czestokova, Polonia, los teólogos allí reunidos afirmaron que no se le debe dar a María el título de "Corredentora" y mucho menos fomentar la declaración pontificia de otro dogma mariano. Suponemos que esos teólogos habrán tenido razones, pero entendemos que es más bien un asunto de denominación, asunto de palabras más o menos afinadas. Si el Vaticano II la llama, como dijimos, "Abogada", "Auxiliadora" y "Socorro" o ("Cooperadora"), a un buen entendedor no le molestaría esa otra expresión, por otra parte común en los escritos de muchos Santos. Sea lo que fuere esta controversia, lo importante es retener en nuestro corazón y en la vida litúrgica y en nuestra predicación que María ejerce un oficio salvífico, como en cierta medida lo ejercen también todos los santos del cielo, todos los cristianos de la tierra y cada hombre de buena voluntad.

No cabe duda que la teología de Juan Pablo II no ahorra alabanzas y declaraciones teológicas en referencia a María Santísima. Entre muchas expresiones suyas, tan llenas de amor, a quien él invoca llamándose «Totus tuus», quisiéramos citar dos:
a) En una Catequesis de los miércoles del, 9/IV/97, el Papa habla expresamente de nuestro asunto: "La cooperación de María en la obra de la Redención", donde expone un argumento muy sólido, diciendo: "Si los discípulos de Pablo y los primeros cristianos eran considerados santos colaboradores en la obra de la Redención, mucho más lo sería María... Luego agregará"...pero la cooperación de los cristianos en la Salvación, se realiza después del acontecimiento del Calvario, mientras que la cooperación de María se realizó durante el dicho acontecimiento y en su calidad de Madre del Redentor... Cooperó para obtener la gracia de Salvación para toda la humanidad".

b) Al año siguiente, el 8/II/98, en su meditación mariana, hablando en la Jornada mundial del enfermo, sobre el significado redentor del sufrimiento humano, dijo:"En este misterio de sufrimiento y amor, está asociada a Jesús, en primer lugar su Madre, María... En el Calvario ella se convierte en el modelo perfecto de participación en la Cruz de Cristo. Todo hombre está llamado a sufrir, e imitando a María, puede cooperar en el sufrimiento de Cristo y por tanto en su Redención.

Concluyendo este sencillo aporte, quisiéramos recordar cuánta dignidad tiene cada miembro vivo de la Iglesia y cómo se constituye en cooperador de la Redención. Después, quisiéramos citar frases de los apóstoles que corroboran la realidad de este oficio salvífico, que ellos mismos afirmaban de sí y de los demás discípulos. Debemos concluir que, siendo esto revelado, cuánto más tendríamos que afirmar acerca de María Santísima.

A) Cada redimido participa del oficio salvífico

Todo el Pueblo de Dios tiene una misión salvífica. Es un pueblo sacerdotal (1 Ped 2,6) En este sentido, en Lumen Gentium, n. 9, se afirma: "El Pueblo de Dios... es empleado por Cristo como instrumento de Redención universal y es enviado por todo el mundo para ser luz del mundo y sal de la tierra (Mt 5,13)".
Debemos concluir diciendo:¡Cuánto más María Santísima!". Es maravillo constatar cuánto ha progresado la eclesiología con el Vaticano II y, por ende, la mariología.

Hubo un progreso muy grande al haber hablando de la dignidad del Pueblo de Dios, y por ende, de cada laico, donde se afirma su participación en los oficios sacerdotal, profético y real. Enseñanza que repite el Catecismo en los números 901 al 908. Entonces, si tal es la dignidad de cada fiel, cuánto más la de María Santísima.

Particularmente aleccionador es lo que el Cat. Cat.,n. 1368 enseña acerca de la participación de los laicos en la celebración redentora de cada Eucaristía, diciendo:  "En la Eucaristía, el sacrificio de Cristo es también el sacrificio de los miembros de su Cuerpo. La vida de los fieles, su alabanza, su sufrimiento, su oración y su trabajo se unen a los de Cristo y a su total ofrenda y adquieren así un valor nuevo. El sacrificio de Cristo, presente sobre el altar, da a todas las generaciones de cristianos la posibilidad de unirse a su ofrenda".

También participan del oficio salvífico los santos del cielo.   Muy hermosamente decía Santo Domingo, citado en el Cat. Cat., n. 956, "No lloren por mí, yo les seré más útil después de mi muerte y les ayudaré más eficazmente que durante mi vida. " Y Santa Teresita del Niño Jesús dirá "Pasaré mi cielo haciendo el bien sobre la tierra".
Nos podríamos preguntar "¿Qué dirá María Santísima hoy en el cielo respecto de su cooperación en nuestra Redención?"
También en el Cat. Cat., el n. 1370  enseña al respecto: "A la ofrenda de Cristo se unen no sólo los miembros de la Iglesia que están todavía aquí abajo, sino también los que están en la gloria del cielo. La Iglesia ofrece el sacrificio eucarístico en comunión con la Santísima Virgen María. En la Eucaristía, la Iglesia, con María, está como al pie de la cruz, unida a la ofrenda y a la intercesión de Cristo". Y, más adelante, citando a San Agustín, dice: "El sacrificio redentor, la Iglesia no cesa de reproducirlo en el Sacramento del altar, donde se muestra que, en lo que ella ofrece, se ofrece a sí misma".

B) El testimonio de algunos apóstoles según el N.T.

1) 1 Pedro 2, 5: "Acérquense al Señor... y él hará de ustedes... un templo espiritual, un sacerdocio santo, que por medio de Jesucristo ofrezca sacrificios espirituales, agradables a Dios".

Aquí, como en Efesios 2, 22 y otros lugares, se habla del Pueblo de Dios y de cada cristiano, (lo que cual debemos afirmarlo con mayor énfasis de María Santísima), como de un templo de Dios, en donde se celebra el Sacerdocio Redentor. Véase también Apoc. 5, 10 y Apoc. 20, 6, respecto de este Sacerdocio.

2) 2 Cor 3, 6 "Todo lo que podemos hacer viene de Dios, pues él nos ha capacitado para ser servidores de una Nueva Alianza, basada no en una ley, sino en la acción del Espíritu Santo".

Esto lo enseña Pablo cuando describe en qué consiste el servicio apostólico al que él fue llamado por Cristo. No es una gracia que ha recibido pasivamente, como algo exterior a su ser de apóstol. Es una gracia que lo transforma en cooperador de la Nueva Alianza. Ver el comentario que hace de esta cita el Cat.Cat., n. 859, cuando habla de la misión de los apóstoles. Allí también se recuerda a Mt 10, 40:   "Quien a vosotros recibe, a mí me recibe". Los apóstoles saben que son "ministros de Dios" (2 Cor 6, 4) y administradores de los misterios de Dios" (1 Cor 4, 1 )".

3) 1 Cor 3, 9: "Somos servidores, por medio de los cuales, ustedes llegaron a la Fe... yo sembré, Apolo regó, pero Dios es quien hizo crecer lo sembrado... Somos compañeros de trabajo al servicio de Dios y Uds., son un sembrado y una construcción que pertenece a Dios... pero nadie puede poner otro fundamento que no sea Cristo".
Esta es otra hermosa clarificación de en qué consiste el ser apóstol. Y dicho de María, lo deberemos afirmar con mayor énfasis ya que ella es la Reina de los Apóstoles.

4)1 Cor 12, 6 "Es un mismo Dios, que, con su poder, lo hace todo en todos. Dios da a cada uno alguna prueba de la presencia del Espíritu para provecho de todos".
Muchas frases que estamos citando no necesitan comentario. Son claramente probatorias de que existe en las criaturas una cooperación en la Redención.

5) Fil 2, 12: "Hagan efectiva su propia salvación con profunda reverencia, pues es Dios quien hace nacer en Uds. los buenos deseos y quien los ayuda a llevarlos a cabo".
En todos los textos citados Pablo se refiere a "algo divino" que cada fiel ha recibido para cooperar en la Redención de los demás. Es una presencia viva y operante del mismo Espíritu Santo, que no sólo nos santifica sino que, por Él, podemos santificar al que está al lado nuestro".

6) Col 1, 24 "Ahora me alegro por lo que sufro por Uds, porque de esta manera voy completando, en mi propio cuerpo, lo que falta a los sufrimientos de Cristo, a favor de la Iglesia, que es su cuerpo".
Es un texto muy citado cuando se habla del valor redentor del sufrimiento humano, o sea del oficio salvífico de todo sufrimiento y, particularmente de los sufrimientos de Pablo, cautivo en Roma. ¡Cuánta mayor admiración despertarían estas palabras si las sintiéramos de boca de la misma María Santísima, diciendo "completo en mi carne lo que falta a la pasión de Cristo".
Otras expresiones afines son: 2 Cor 1, 5 y 2 Cor 4, 10.

7) Gál 4, 19: "Hijos míos, otra vez sufro dolores como de parto, hasta que Cristo se forme en ustedes".
Efectivamente, la Iglesia y cada apóstol (mucho más María Santísima) se hace "madre" para "engendrar a Cristo en los demás". Pedro se siente gestor de salvación, no sólo mensajero de una doctrina. La dignidad de cada cristiano es excelsa y su vocación, divina. Por eso dirá el mismo apóstol en 2 Cor 3, 18: "Todos nosotros reflejamos la gloria del Señor y vamos transformándonos en su misma imagen, porque cada vez tenemos más de su gloria y esto, por la acción del Espíritu Santo".

8) 1 Tes 3, 2 y Col 4, 11 hablan de otros colaboradores del Evangelio (ver Cat. Cat. n. 618).



Regreso a la página principal
www.catolico.org