Profesía de Conchita Cabrera Armida sobre el Espíritu Santo 

Ha llegado el tiempo de exaltar en el mundo al Espíritu Santo, alma de esa Iglesia tan amada, en donde esa Persona divina se derrama en todos sus actos con profusión. Quiero que esta última etapa del  mundo se consagre muy especialmente a este Santo Espíritu, que no obra sino por el amor […]. Quiero que en estos últimos tiempos se acentúe este amor santo en todos los corazones, especialmente en el corazón del Papa y de mis sacerdotes.

Vuelvo a pedir que el mundo se consagre al Espíritu Santo […], a la tercera Persona de la Trinidad que enlaza y une a la Trinidad misma […]. El Espíritu Santo es el alma, el gran motor divino de la Iglesia, su energía, su corazón, su latido, porque es el amor. El amor, la caridad, se ha resfriado en el mundo, siendo esto el origen de todo los males.

Cuenta de Conciencia 51, 81-82; 2 de marzo de 1928

 

Algún día no lejano, en el centro de mi Iglesia, en San Pedro, se llegará a hacer la consagración del mundo al Espíritu Santo, y las gracias especiales de este divino Espíritu se derramarán en el Papa feliz que esto haga. Hace mucho tiempo que vengo iniciando este mi deseo de que se consagre el universo al divino Espíritu para que se derrame en la tierra como un segundo Pentecostés.

Cuando esto llegue, la Iglesia tendrá un gran triunfo y el mundo se espiritualizará con la unción santa de pureza y de amor con que lo bańará el soplo vivificante del Espíritu. Barrerá este soplo santo todas las impurezas en los corazones, todos los errores en las inteligencias, y la faz del mundo se renovará, restaurando todas las cosas en Mí; pero sobre todas esas cosas a mis sacerdotes, que son y serán los primeros en esa restauración universal, que vendrá a glorificar en la unidad de la Iglesia a la Trinidad.

Se rendirán muchas sectas ante la unidad divina de mi Iglesia, cesarán muchos cismas; el Concilio futuro tendrá y dará frutos de vida eterna, y la Iglesia cobijará muchas naciones, extendiendo sus alas para abarcar a todo el mundo y traerlo a su seno […].

La redención fue una; su extensión infinita se renovará en favor de las almas por medio de los sacerdotes santos, todos caridad, celo y olvido propio, consagrándose a las almas sólo para glorificar a la Trinidad.

El impulso del cielo es fuerte, impetuoso, fecundo, activo, porque viene del Espíritu Santo que todo lo impulsa con su gracia santificante.

Cuenta de Concienca 51, 134-137; 11 de marzo de 1928. Aparece en el libro "Eco de mis amores"

 

Conchita reza:

Ven Espíritu Santo

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