La Eucaristía en la vida de Montfort

Resumen de la conferencia dada el día 28/04 /05, fiesta de San Luis Mª Grignion  de Montfort, por el Hno. Andrés Sánchez, sg.
-Con permiso de la Fundación Montfort, Barcelona.
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Como eco de la llamada del Papa Juan Pablo II (qepd) que quiso consagrar el año 2005 como Año de la Eucaristía, intención que ha ratificado su sucesor, el Papa Benedicto XVI, el Hno.Andrés Sánchez nos expuso el tema. Inició la conferencia recordando que en la fachada del noviciado de los HH de san Gabriel hay un medallón iconográfico, que la preside, en el que está la figura de san Luis Mª., que tiene ante sí una imagen de la virgen María, una Custodia, cuyo resplandor, que sale de la Sagrada Forma, le inunda, y él sonriendo abraza la cruz, teniéndola en la mano derecha que reposa en el hombro izquierdo, mientras que su mano entrelaza el Rosario, apoyándola en el hombro derecho. En este medallón tenemos los goznes sobre los que gira toda la doctrina montfortiana: Jesús Encarnado- Eucaristía, con la Virgen María, su Madre y Señora, y los medios para comprender, conocer y poseer a estos grandes amores de San Luis: el Rosario y la Cruz.

1.-Teología y práctica de la Eucaristía en el siglo XVI, en Francia


En la Edad Media se había subrayado la excelencia de la “Presencia real” de Cristo en el Sacramento del Altar, tanto en el Sacrificio de la Misa como en la Comunión-Veneración del Sacramento. En el siglo XVI, el concilio de Trento, siguiendo esta herencia, trata de la Eucaristía en dos momentos diferentes del Concilio. En la sesión 13, se ocupa de la euca-ristía, mientras que el Sacrificio de la Misa lo trata en la sesión 22. La preocupación de los Padres Conciliares proviene de 2 puntos, por un lado, del exterior, de la heterodoxia protestante y por el otro lado, interior, por la necesidad de una revolución apropiada.

En lo dogmático, el Concilio se reafirma el valor sacrificial de la Misa y en la presencia real de Cristo, bajo las especies de pan y de vino. En lo pastoral y disciplinar, el Concilio se esfuerza en promover la participación sacra-mental en la Eucaristía, en restituir su Culto y en promover que los fieles sean instruidos para que comprendan mejor los ritos y las oraciones de la Misa.

Se mantuvo la distinción entre Sacrificio y Sacramento en la práctica pastoral postridentina y así influyó en la piedad de los sacerdotes y fieles. Los primeros ofrecen el santo Sacrificio y los fieles, no acostumbrados a comulgar asiduamente, honran al Santísimo Sacramento ya en la misa, ya fuera de ella.

El conferenciante expone que la reflexión religiosa del siglo XVI francés, se mueve entre la explicación de lo que es verdaderamente el Sacrifico de la Misa y por otro lado se estudia el Sacramento a la luz de conceptos filosóficos que intentan explicar el cambio del pan y del vino en el Cuerpo y la Sangre de Cristo.

2.-La Eucaristía en la Escuela francesa del siglo XVII


La escuela oblacionista, que afirmaba que el sacrificio de Cristo define su Sacerdocio como suprema glorificación del Padre Eterno y fuente de santificación para la humanidad pecadora. Sus principales defensores eran Berulle, fundador del Oratorio en Francia, Condren y Olier, fundador del seminario de San Sulpicio.

Esta escuela, llamada beruliana, se centra en la contemplación de los estados de Jesús, fuentes inagotables de santidad y así una vez contemplados interiorizarlos.

La fuerte devoción mariana de la Escuela francesa se basa en el misterio de la Encarnación, igual que en el misterio eucarístico mismo, en el que se perpetúa el misterio de Dios-con-nosotros. Así, los maestros espirituales franceses del siglo XVII quieren aplicar a la pastoral las conquistas de la teología, de forma que se ilumine mejor el cora-zón de la vida cristiana, o sea, el vivir en Cristo, mejor dicho, dejar que Cristo viva en nosotros. Y esto se verifica principalmente en el misterio eucarístico.

3.1.-En la infancia

Pocos datos hay de la infancia y juventud de Montfort que informan sobre su devoción a la Eucaristía, pero los consejos que daba su madre, Juana Robert, a todos los hijos durante el viaje en carro desde su finca hasta la parroquia de Iffendic pueden demostrarlo, les decía: “Recemos el santo Rosario en el camino, que es la mejor preparación para la Misa.”

También como alumno de los PP Jesuitas en el colegio santo Tomás Becket, de Rennes, grandes promotores de la devoción eucarística, el joven estudiante debería empezar a amar al Santísimo Sacramento y asistir a Misa e ir a menudo a recibir la santa Comunión.

3.2.- En el seminario

Describiendo el período de París, Blain nos habla en tres ocasiones del joven Luis. En la comunidad del P de la Barmodière, Montfort comulgaba cuatro veces por semana, pero con tal devoción que era digno de verse. Aunque toda su vida era una preparación a tan santa acción, la víspera añadía disposiciones particulares y próximas. Su acción de gracias duraba una hora y, para hacerla con mayor tranquilidad y gozar de la presencia de su amado, buscaba los lugares más recónditos de la iglesia.

Blain nos recuerda una comunión del joven Grignon en Chartres, en la que perseveró en oración seis u ocho horas seguidas de rodillas inmóvil y como en éxtasis. También nos indica Blain que todos los sábados acostumbraba a ir a comulgar a la iglesia de Notre-Dâme de París, lo que le permite afirmar que la comunión de Montfort era frecuente, fervorosa y con María.

Siendo seminarista ya se inició en la composición de cánticos, que más tarde le sirvieron tanto en su apostolado misionero y muchos de ellos estaban dedicados a la Eucaristía.

Cantos Eucarísticos compuestos por san Luis María Grignion de Montfort

 

1. Mi corazón te busca una y mil veces;
¿cuándo vendrás a mí, Jesús amado?
¡Estar sin ti, Señor , es un martirio!
¡Ven, pues a mí, Esposo celestial

 2. Una aguda tristeza me domina
Amor, sin ti, día y noche desfallezco.
¿No quieres que mi amor te manifieste?
¡Ven, oh Jesús, incéndiame en tus llamas!

3. Yo soy, Señor, la oveja descarriada.
¡Oh buen Jesús!, defiéndeme del lobo,
que, si tu no me ayudas, me devora
¡Vén, búscame y condúceme al redil!

4. ¡Oh Pan de vida! ¡Cuánto te deseo!
¡No lo quiero dejar para mañana!
Quiero comerte, muero de ansiedad;
Mi hambre se acrece, deja que te coma.

      5. Llego hasta ti sin fuerza y sin aliento

Para embriagarme en tu divina cena;
Busco el agua del pozo de Jacob,
Mi sed se acrece, deja que te beba. 

6. Siento, Señor, mi alma torpe y fría;
Fuego del cielo sobre mí descienda;
Inflama mi alma en tus divinas llamas:
El frío se acrece, dame tu calor

 

 

  

 

4.-La Eucaristía en los escritos de Montfort 

No fue nunca la preocupación de Montfort profundizar científicamente en el misterio eucarístico. Dicho con sencillez, su misión fue traducir, al servicio de la fe y para la vida de la fe de los fieles las verdades de la Revelación enseñadas por la Iglesia. Es lo que resulta claramente de la lectura de sus escritos, testigo de su pensamiento y de su actividad misionera. Hay referencias en ASE, VD, RM, RS, pero sobretodo en los cánticos, que él hacía cantar durante la misa, la adoración, las procesiones, etc.. Ahí nos ofrece su pensamiento y su devoción a la Eucaristía, dejando entrever el ardor del celo apostólico que lo animaba a ayudar al pueblo fiel a comprender y vivir el misterio de la Eucaristía. 

4.1.- El sacramento del amor 

“¡Invento de amor!”. Esta expresión del P. Olier, fundador del seminario de San Sulpicio, es la clave de la lectura de que se sirve Montfort, para expresar de forma sintética la Eucaristía en su dimensión descendente. El misterio instituido por Cristo es la prolongación en el tiempo de ese amor que impulsó a la Sabiduría eterna a hacerse hombre y a morir en la cruz. (ASE, 70). 

En el cántico 128, 1ª estrofa expresa la admiración por este misterio, 

Estoy fuera de mí
al ver la humillación
del Dios omnipotente
en ese Sacramento;
aquí está el rey del cielo,

el Todopoderoso
oculto y escondido,
sin brillo ni esplendor.
¡Maravilla suprema!
(C128-1)

 “Queriendo la Sabiduría, por una parte, manifestar su amor a los hombres hasta morir en lugar suyo para salvarlos, y no pudiendo, por otra, decidirse a abandonarlos, encuentra un secreto admirable para morir y al mismo tiempo seguir viviendo y permanecer con ellos hasta el fin de los tiempos: es la amorosa institución de la Eucaristía. Y para satisfacer cumplidamente su amor en ese misterio, no tiene inconveniente en cambiar y trastornar las leyes naturales. ”(ASE, 71).

 En realidad la presencia de la Sabiduría entre los hombres no quiere ser una compañía exterior, sino interior: “No se oculta en el brillo de un diamante, ni de otra piedra preciosa..., se oculta, mas bien, bajo las apariencias de un trozo de pan, alimento propio de un hombre, a fin de que al ser comido por éste, pueda llegar hasta el corazón humano y encontrar allí sus delicias” (ASE, 71).

                 Con la sensibilidad que le distingue, en el cántico CT 134, 1-3, afirma que Jesús antes de morir, instituye la Eucaristía para no abandonar a su Madre, para seguir viviendo corazón a corazón con ella, incluso después de la Ascensión. 

A esta dimensión descendente de la condescendencia divina, corresponde la dimensión ascendente de la respuesta humana, muy a menudo amenazada de ingratitud. Los cánticos del 128 a 134 describen ampliamente el encuentro del corazón de Dios, que palpita en el sacramento, con el corazón del hombre en el que se mezclan grandezas y pequeñeces. Siete cánticos eucarísticos, uno para cada día de la semana, el del sábado tiene como tema la Eucaristía y María, están redactados a menudo en estilo de diálogo entre Jesús y el creyente.  Numerosos títulos se dan en ellos a Jesús en el Stmo. Sacramento, por ejemplo: esposo, sabiduría, médico, dueño, amigo, hermano, senda, camino, suave luz.  También hallamos en ellos los grandes temas de la espiritualidad eucarística de la escuela francesa: fe en la presencia real, doctrina y grandeza de la Eucaristía, alabanza, adoración, gratitud, súplica, reparación al Dios-Hombre presente y escondido, glorioso y humillado, anonadamiento de Cristo y gloria perfecta que tributa al Padre, ternura del Corazón de Jesús, búsqueda y perdón de los pecadores, indignidad personal ante el Altísimo.  

Los cánticos exhortan a los fieles a entregarse a la devoción eucarística, principalmente en las visitas al Stmo. Sacramento. Una frase lapidaria, en la que se transparenta la experiencia personal de Montfort, se esconde en la correspondencia suya con su hermana religiosa: “que el altar te vea con más frecuencia que el lecho y la mesa.” 

La visita al Stmo. Sacramento tiene como elemento importante la reparación. Hay que hacer solemne desagravio por los ultrajes que infieren los cristianos, sacerdotes y laicos, o los no cristianos, a la Eucaristía o a los santos lugares. En los cánticos que Montfort hace cantar en sus misiones recalca este aspecto de reparación y destacan también en los mismos la relación entre la devoción al Corazón de Jesús y la Eucaristía. (Es de destacar que la devoción al Corazón de Jesús está en sus inicios (1673-75) y Montfort ya ha sabido discernir y comprender toda su espiritualidad.) 

4.2.- La Comunión 

                Montfort estaba convencido que la Comunión sacramental era un momento de identificación vital con Cristo y así lo expresa en el CT 158, la estrofa 9 dice: 

El justo que comulga
se cambia en Jesucristo
se llena de su espíritu,
se llena de su vida 

El don de su cuerpo y de su sangre, de su alma y su divinidad no pueden vivirse en plenitud en la contemplación o la adoración únicamente; tienen como finalidad transformarnos en Él. Así lo expresa el cántico 132, estrofa 3ª y 4ª 

Nos da a comer su carne
nos de a beber su sangre,
su alma y ser divino
para hacernos como Él

Jesús y el alma forman un solo ser
todo se hace común entre los dos
ya no vivo yo
Cristo vive en mí.
 

                Montfort hace crecer en el alma del creyente un deseo inmenso de recibir la comunión. En su precioso cántico 112 se refleja este deseo de unirse a Cristo, haciendo que el fiel se reconozca en la oveja perdida, en el hambriento, el sediento, el ciego, el enfermo, el centurión de quienes se habla en el Evangelio. 

                Una de las grandes, podríamos llamar, novedades que aporta Montfort es la comunión frecuente, que el Concilio de Trento había exhortado, pero que el jansenismo había frenado bruscamente. En su cántico 158, estrofa 9 dice: 

Comamos el pan vivo
bebamos vino de ángeles
frecuente y santamente.
comamos y bebamos
y nos engordaremos,
y a Dios tributaremos alabanzas.
 

                Puede observarse que en una época en que la comunión sólo se recibía bajo la especie del pan, impacta semejante insistencia en comer y beber. 

                También en los planes de sermones que nos quedan de Montfort, S 330-333, se constata que durante las misiones hablaba de la comunión frecuente, así como de las comuniones tibias e indignas (S 131-132), lo cual prueba que se preocupaba concretamente de la preparación de los fieles y de ayudarles a sacar de la Comunión todos los frutos posibles. En la RM cuida de precisar a sus misioneros el itinerario que deben hacer recorrer a los fieles, a fin de que lleguen bien preparados a la comunión, que debe ser el sello de la vida de unión con Cristo:

                                la comunión sacramental irá precedida de la renovación de las promesas bautismales y de la confesión. Importa igualmente preparar bien, con una buena confesión, a los niños que hacen la primera comunión durante la misión.”(RM 90).

Estas disposiciones también se recuerdan en el cántico CT 5, 34,

Dichoso quien comulga
humilde y fiel y puro
sin doblez ni tibieza.
 

Comunión ferviente, pues, pero también frecuente. La insistencia en la dignidad proponerle al pueblo la frecuencia de la comunión. En el cántico 139 donde se recogen las reglas del convertido en misión, en la estrofa 33 se dice, 

Todos los meses de ordinario
me acercaré a los sacramentos,
con más frecuencia si hace falta,
según los lugares y momentos.
Cuanto más pueda comulgar
tanta más vida he de alcanzar.
 

Sabiendo que en esa época el ritmo mensual era el recomendado a las almas fervientes, se comprende que el deseo de Montfort era el de animar al compromiso serio de parte de todos los cristianos: la comunión exige, en efecto, una vida de conversión. A las primeras hijas de la Sabiduría no duda en prescribirles que “comulguen todos los días, porque ambas lo necesitan mucho, siempre que no caigan en pecado venial deliberado”.  

En las RS el fundador recomienda con firmeza la comunión frecuente orientada por el confesor y la Superiora (RS 147-151-152-160). Les recuerda que nunca deben preferir las devociones a la Sagrada comunión, que no busquen en ella los goces espirituales, que no la consideren como privilegio; comulgarán “para sacrificar en la comunión todas las cosas a Jesús crucificado y anonadado”; desea además que escuchen la misa de la comunidad y comulguen todas juntas siempre que puedan. La comunión comunitaria es la que prescribe también a los peregrinos de Ntra. Sra. de Saumur.

4.3.- La Misa 

     Montfort, siguiendo la tradición de las misiones populares de la época, ponía el acento más en la Comunión que en el Sacrificio de la Misa. En los esquemas de los sermones no encontramos indicaciones concernientes a la misa. Sin embargo en los cánticos aparecen de forma muy precisa. En el cántico 139 donde están las reglas del convertido en misión, la estrofa 18 contiene este compromiso,

Si puedo escucharé misa,

cada día con devoción,

y para escucharla, dejo

todo con gran prontitud;

después los otros asuntos

marchan mejor de ordinario.

 El santo fundador prescribe a sus misioneros la misa cotidiana con la preparación y acción de gracias convenientes (RM 30). El cántico 158 ofrece cantos para la misa, el Sanctus, el Cordero de Dios, antes de la Comunión. En la estrofa 16 sobre la misa, dice:

 Ved el sacrificio santo

que resume los antiguos,

único que encierra en sí,

plena justicia:

Un Dios que se inmola a Dios

como sacerdote y víctima

El acompañamiento de los momentos más importantes de la misa con cánticos, quedan testimoniados por Blain, quien los oyó cantar en San Lorenzo del Sêvres, después de la elevación y la comunión. Ello muestra cómo se esforzaba Montfort por ayudar a los fieles a no contentarse con una asistencia puramente pasiva de los fieles al Santo Sacrificio. En este contexto, prescribe a sus misioneros que durante la misión reciten con la gente, y en lengua vulgar, un rosario, en la mañana, durante la misa y antes de la predicación (RM 57).

Y, como no podía ser menos, señala la ofrenda de Cristo al Padre, en unión con María, como lo expresa en el cántico 49, estrofa 3,

 ¡Oh Dios!, a ti me ofrezco

por manos de María,

yo me inmolo por todos

en calidad de víctima.

Mira mi cuerpo y sangre,

mira a mi augusta Madre:

Inmola todo desde ahora,

si así lo quieres Padre mío.

 Este texto nos lleva a tomar conciencia del vínculo “Cristo- Eucaristía- María”, es decir del paso del plano histórico al plano sacramental. Montfort no presenta nunca una explicación alegórica de la Misa, superada ya entonces por la Escuela francesa.

 4.4.- La Eucaristía y María

 La Escuela francesa del siglo XVII se distinguió por la profunda intuición sobre la presencia de María en la Encarnación y, como consecuencia, en todos los misterios de la vida de Cristo. Ello lleva a Montfort a subrayar la relación María-Eucaristía, insistiendo en la Comunión. La economía sacramental, arraigada en la economía de la Encarnación, no es otra cosa que la actualización del misterio histórico de Cristo. Dado que María es la fuente de la carne y sangre del Redentor, es preciso admitir que su presencia se impone en los misterios que son el memorial de su carne y sangre, es decir en la Eucaristía.  Montfort, lleno de reconocimiento y admiración ante el Padre, que por el Espíritu Santo confió su Hijo a María y reconocimiento y admiración a María porque gracias a su fiat podemos acceder a la mesa eucarística donde recibimos el cuerpo y sangre del Hijo del Altísimo.

El cántico 134, estrofa 11 nos dice,

De ti, ¡oh Virgen María!

vienen este cuerpo y sangre

que tan alto nos elevan,

que hasta el ángel nos envidia

Bendita tu en todas partes

por darnos don tan precioso.

 Todos los cuidados maternales de María para con sus hijos se concentran en el hecho de que les da a comer el pan de vida que ella formó (VD 208). Este párrafo está todo consagrado a este tema. Ella, como la Sabiduría, prepara la mesa y llama: vengan a comer mi pan que es Jesús, y a beber el vino de su amor, que he mezclado con la leche de mis pechos.(VD 208). Es admirable la delicadeza y profundidad con que Montfort subraya la presencia y acción maternal de María en la Eucaristía, sin disminuir en nada la excelencia redentora de Cristo. Siendo ella la tesorera y dispensadora de los dones y gracias del Altísimo, da gran porción y la mejor de todas, para alimentar y sustentar a sus hijos y servidores. Nutridos éstos con el pan de vida embriagada con el vino que engendra vírgenes, llevados en brazos.”(VD 208)

 Montfort termina el Tratado de la Verdadera Devoción exhortando a comulgar en unión con María: que ella, en nosotros y para nosotros, acoja el Verbo de Dios hecho pan en el altar, ella que lo recibió en su corazón y en su cuerpo, como escriben los Padres. Los últimos párrafos del Tratado, nº 266-273, tienden a demostrar claramente que la comunión hace revivir en nosotros y por nosotros el vínculo Cristo-María.

 En esta visión de la conformidad del creyente con Cristo, en la que la Virgen María expresa toda su misión, ve e introduce Montfort la consagración a Jesús por las manos de María, presentada expresamente en estrecha relación con la comunión sacramental: Se confiesan y comulgan con la intención de entregarse a Jesucristo, en calidad de esclavos de amor, por las manos de María. Y después de la comunión, que tratarán de hacer según el método, recitarán la fórmula de la consagración.

 En dicho método se enuncia claramente la dimensión trinitaria de la comunión en unión con María en las oraciones dirigidas al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, que subrayan la relación de cada divina Persona con la Eucaristía y con María.

 Como ya hemos mencionado antes, vale la pena resaltar un tema muy grato al misionero: la vida eucarística de María, que se expone en el canto al Stmo. Sacramento para el sábado, CT 134, en el que expone que Jesús instituyó la Eucaristía para permanecer con María después de la Ascensión,

 Por la leche de su purísimo pecho

hoy la sustenta con su sangre divina

la virgen María, en sus comuniones,

es nuestro perfecto modelo

 


Publicado con permiso de
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