
Oficio de lectura, VI
viernes del tiempo ordinario
El Deseo del corazón tiende hacia Dios
San Agustín
Sombre la I carta de Juan, trat. 4
¿Qué es lo que se nos ha prometido? Seremos
semejantes a él, porque lo veremos tal cual es. La lengua ha expresado lo
que ha podido; lo restante ha de ser meditado en el corazón. En comparación
de aquel que es, ¿qué pudo decir el mismo Juan? ¿Y qué podremos decir
nosotros, que tan lejos estamos de igualar sus méritos?
Volvamos, pues, a aquella unción de Cristo, a aquella unción que nos enseña
desde dentro lo que nosotros no podemos expresar, y, ya que por ahora os es
imposible la visión, sea vuestra tarea el deseo.
Toda la
vida del buen cristiano es un santo deseo. Lo que deseas no lo ves todavía,
mas por tu deseo te haces capaz de ser saciado cuando llegue el momento de
la visión.
Supón que quieres llenar una bolsa, y que conoces
la abundancia de lo que van a darte; entonces tenderás la bolsa, el saco, el
odre o lo que sea; sabes cuán grande es lo que has de meter dentro y ves que
la bolsa es estrecha, y por esto ensanchas la boca de la bolsa para aumentar
su capacidad. Así Dios, difiriendo su promesa, ensancha el deseo; con el
deseo, ensancha el alma y, ensanchándola, la hace capaz de sus dones.
Deseemos, pues, hermanos, ya que hemos de ser colmados. Ved de qué manera
Pablo ensancha su deseo, para hacerse capaz de recibir lo que ha de venir.
Dice, en efecto: No es que ya haya conseguido el premio, o que ya esté en la
meta; hermanos, yo no pienso haber conseguido el premio.
¿Qué haces,
pues, en esta vida, si aún no has conseguido el premio? Sólo busco una cosa:
olvidándome de lo que queda atrás y lanzándome hacia lo que está por
delante, corro hacia la meta para ganar el premio, al que Dios desde arriba
me llama. Afirma de sí mismo que está lanzado hacia lo que está por delante
y que va corriendo hacia la meta final. Es porque se sentía demasiado
pequeño para captar aquello que ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni el hombre
puede pensar.
Tal es nuestra vida: ejercitarnos en el deseo.
Ahora bien, este santo deseo está en proporción directa de nuestro
desasimiento de los deseos que suscita el amor del mundo. Ya hemos dicho, en
otra parte, que un recipiente, para ser llenado, tiene que estar vacío.
Derrama, pues, de ti el mal, ya que has de ser llenado del bien.
Imagínate que Dios quiere llenarte de miel; si estás lleno de vinagre,
¿dónde pondrás la miel? Hay que vaciar primero el recipiente, hay que
limpiarlo y lavarlo, aunque cueste fatiga, aunque haya que frotarlo, para
que sea capaz de recibir algo.
Y, así como decimos miel, podríamos
decir oro o vino; lo que pretendemos es significar algo inefable: Dios. Y,
cuando decimos «Dios», ¿qué es lo que decimos? Esta sola sílaba es todo lo
que esperamos. Todo lo que podamos decir está, por tanto, muy por debajo de
esa realidad; ensanchemos, pues, nuestro corazón, para que, cuando venga,
nos llene, ya que seremos semejantes a él, porque lo veremos tal cual es.
R/. Sea el Señor tu delicia, y él
te dará lo que pide tu corazón.
V/. Encomienda tu camino al Señor,
confía en él.
R/. Y él te dará lo que pide tu corazón.
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