Seleccionar página

Lecturas de la liturgia de las horas, quinto miercoles de cuaresma

enero 13, 2025


Tiempo de Cuaresma
Lecturas de la liturgia de las horas

Quinto Miércoles de Cuaresma

PRIMERA LECTURA
De la carta a los Hebreos 6, 9-20
La fidelidad de Dios, garantía de nuestra esperanza

SEGUNDA LECTURA
De los Comentarios de San Agustín, Obispo, sobre los Salmos
(Salmo 85, 1: CCL 39, 1176-1177)

Jesucristo ora por nosotros, ora en nosotros y es invocado por nosotros

No pudo Dios hacer a los hombres un don mayor que el de darles por cabeza al que es su Palabra, por quien ha fundado todas las cosas, uniéndolos a Él como miembros suyos, de forma que Él es Hijo de Dios e Hijo del hombre al mismo tiempo, dios uno con el Padre y hombre con el hombre, y así, cuando nos dirigimos a Dios con súplicas, no establecemos separación con el Hijo, y cuando es el cuerpo del Hijo quien ora, no se separa de su cabeza, y el mismo salvador del cuerpo, nuestro Señor Jesucristo, Hijo de Dios, es el que ora por nosotros, ora en nosotros y es invocado por nosotros.

Ora por nosotros como sacerdote nuestro, ora en nosotros por ser nuestra cabeza, es invocado por nosotros como Dios nuestro.  Reconozcamos, pues, en Él nuestras propias voces y reconozcamos también su voz en nosotros.

Por lo cual, cuando se dice algo de nuestro Señor Jesucristo, sobre todo en profecía, que parezca referirse a alguna humillación indigna de Dios, no dudemos en atribuírsela, ya que Él tampoco dudó en unirse a nosotros.  Todas las criaturas le sirven, puesto que todas las criaturas fueron creadas por Él.

Y así, contemplemos su sublimidad y divinidad, cuando oímos:  En el principio ya existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios.  La Palabra en el principio estaba junto a Dios. Por medio de la Palabra se hizo todo, y sin ella no se hizo nada de lo que se ha hecho; pero, mientras consideramos esta divinidad del Hijo de Dios, que sobrepasa y excede toda la sublimidad de las criaturas, lo oímos también en algún lugar de las Escrituras como si gimiese, orase y confesase su debilidad.

Y entonces dudamos en referir a Él estas palabras, porque nuestro pensamiento, que acababa de contemplarlo en su divinidad, retrocede ante la idea de verlo humillado; y , como si fuera injuriarlo el reconocer como hombre a aquel a quien nos dirigíamos como a Dios, la mayor parte de las veces nos detenemos y tratamos de cambiar el sentido; y no encontramos en la Escritura otra cosa sino que tenemos que recurrir al mismo Dios, pidiéndole que no nos permita errar acerca de Él.

Despierte, por tanto, y manténgase vigilante nuestra fe, comprenda que aquel al que poco antes contemplábamos en la condición divina aceptó la condición de esclavo, asemejado en todo a los hombres e identificado en su manera de ser a los humanos, humillado y hecho obediente hasta la muerte; pensemos que incluso quiso hacer suyas aquellas palabras del salmo, que pronunció colgado de la cruz:  Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?

Por tanto, es invocado por nosotros como Dios, pero Él ruega como siervo; en el primer caso, le vemos como creador, en el otro como criatura; sin sufrir mutación alguna, asumió la naturaleza creada para transformarla y hacer de nosotros con Él un solo hombre, cabeza y cuerpo.  Oramos, por tanto, a Él, por Él, y en Él, y hablamos junto con Él, ya que Él habla junto con nosotros.

Regreso a la página principal
www.catolico.org

Amor meus crucifixus est

Entradas Recientes

Síguenos

0 comentarios

Enviar un comentario