"STABAT MATER"
Poesía de María Pemán en "Poesía Sacra"
"Stabat mater dolorosa, juxta crucem lacrimosa"
Estaba la Dolorosa, junto al leño de la Cruz. ¡Qué alta palabra de luz! ¡Qué manera tan graciosa de enseñarnos la preciosa lección del callar doliente! Tronaba el cielo rugiente. La tierra se estremecía. Bramaba el agua… María estaba, sencillamente.
Palidecidas las rosas de tus labios angustiados; mustios los lirios morados de tus mejillas llorosas; recordando las gozosas horas idas de Belén, sin consuelo ya y sin bien que tus soledades llene… ¡Miradla por donde viene, hijas de Jerusalén!
Virgen de la Soledad: rendido de gozos vanos, en las rosas de tus manos se ha muerto mi voluntad. Cruzadas con humildad en tu pecho sin aliento, la mañana del portento, tus manos fueron, Señora, la primera cruz redentora: la cruz del sometimiento. Como tú te sometiste, someterme yo querría: para ir haciendo mi vía con claro sol o noche triste. Ejemplo santo nos diste cuando, en la tarde deicida, tu soledad dolorida por los senderos mostrabas: tocas de luto llevabas, ojos de paloma herida. La fruta de nuestro Bien fue de tu llanto regada: refugio fueron y almohada tus rodillas, de su sien. Otra vez, como en Belén, tu falda cuna le hacía, y sobre El tu amor volvía a las angustias primeras… Señora: si tú quisieras contigo lo lloraría.
Por tu dolor sin testigos, por tu llanto sin piedades, Maestra de soledades, enséñame a estar contigo. Que al quedarte tú conmigo partido ya de tu vera el Hijo que en la madera de la Santa Cruz dejaste, yo sé que en ti lo encontraste de una segunda manera. Yo en mi alma, Madre, lavada de las bajas suciedades, a fuerza de soledades, le estoy haciendo morada. Prendida tengo y colgada ya mi cámara de flores. Y a husmear por los alcores por si llega el peregrino he soltado en mi camino mis cinco perros mejores.
Quiero yo que el alma mía, tenga, de sí vaciada, su soledad preparada para la gran compañía. Con una nueva paz y alegría quiero, por amor, tener la vida muerta al placer y muerta al mundo, de suerte que cuando venga la muerte le quede poco que hacer.
Pero en tanto que El asoma, Señora, por las calladas, -¡por tus tocas enlutadas y tus ojos de paloma!- recibe mi angustia y toma en tus manos mi ansiedad. Y séame, por piedad, Señora del mayor duelo, tu soledad sin consuelo consuelo en mi soledad

|
0 comentarios